Cuba

Una identità in movimento


La Habana ¡un cumpleaños más!

Lohania Aruca Alonso


Es cierto. Pero ¿a partir de que año iniciamos el conteo? ¿Cuándo y dónde fue que emergió la villa de San Cristóbal de La Habana, en el occidente de una isla despoblada de aruacos por la fuerza vil? Acabo de revisar las últimas publicaciones al respecto y todavía no se establece una fecha precisa, no hay consenso en cuanto al lugar donde se hizo el asentamiento hispano — habanero primigenio.

Se afirma que el pequeño caserío radicó en la costa sur, alrededor de la ensenada de Batabanó, un acceso importante de la jurisdicción habanera; el hecho ocurrió aproximadamente entre 1514 y 1515.

Personajes contrastantes, Pánfilo Narváez y el padre Bartolomé de Las Casas fundaron aquella diminuta y primitiva villa. También se conoce el trasladó hacia el norte, sin haber una explicación del cambio, posiblemente influenciado por la necesidad de condiciones de vida más saludables de los vecinos, o por el acercamiento a las rutas de navegación, novísimas, que abrían los conquistadores españoles en sus exploraciones y conquista del territorio de los aztecas.

El caudaloso río de la Chorrera — renombrado Almendares — abastecería a la nueva población en cualquiera de las variantes hipotéticas de los historiadores: una, fue erigida sobre la margen este, más o menos a la altura de lo que conocemos como Puentes Grandes, del otro lado de la anciana barriada de La Ceiba — otrora perteneciente al municipio de Marianao, ahora al de Playa. La segunda hipótesis refiere que Pueblo viejo se implantó en la desembocadura del río, tal vez cerca del Torreón de la Chorrera.

Este último es un icono monumental de La Habana colonial, que se alzó más tarde, hoy se halla ubicado al norte del límite entre los municipios de Plaza de la Revolución y Playa (según la División Administrativo Política aprobada en 1976).

Llama la atención que en las Guías turísticas de La Habana no aparecen debidamente señalizados esos lugares.

A pesar de que, en el primer caso, la construcción de la Zanja Real, reiteró la importancia del supuesto sitio de la segunda fundación, cerca de Puentes Grandes, en un tramo de agua dulce y pura del río; y el emplazamiento de una fortificación costera en el desborde de la corriente en el mar, tramo final de agua salada, ofrece constancia del valor estratégico de la otra posible localización del Pueblo.

Podemos deducir que los colonos españoles hicieron un reconocimiento total del río de la Chorrera y, sin perjuicio de una u otra opción para el asentamiento de la villa, marcaron bien su interés por ambos lugares. Todavía demoró algún tiempo más la elección del territorio que ocuparía definitivamente San Cristóbal de la Habana. Hubo una tercera mudanza. En 1519, se refunda la villa junto al emboque del estrecho canal a través del cual se accede a la excelente bahía de bolsa que en 1508 había sido bautizada según su función marinera, "Carenas". Este último traslado sí tuvo causas — evidentes y notorias — en el orden militarista y el comercio monopólico que aplicó la política imperial hispana a sus colonias, recién "descubiertas" y conquistadas.

En el imaginario popular, dio pie a la creación de una tradición urbana festiva, de pura cepa católica española, la celebración del 16 de noviembre, fecha conmemorativa del santo que protegía a la villa y la denominaba complementariamente — verificamos la transculturación el toponímico Habana, de origen aruaco. La Habana nombra, al mismo tiempo, la bahía, el puerto, la ciudad, la región histórica y a dos provincias con una capital única: Ciudad de La Habana y La Habana (D. A. P., 1976).

Desde el ángulo del urbanismo histórico, el desarrollo de la ciudad de La Habana es un caso excepcional en relación con la red urbana fundada durante la época colonial (1511-1898). Es la única ciudad amurallada, por la importancia de su Puerto y los servicios que en él se brindaban a la flota del oro y la plata que regresaba a Sevilla o a Cádiz; la tercera ciudad erigida capital de la isla de Cuba (1607), después de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa y de Santiago de Cuba.

En ella no se instituyó obispado, ni poseyó catedral, hasta que fue creada la diócesis habanera en 1789; hasta entonces su iglesia mantuvo la jerarquía de Parroquial mayor, dependiente del único Obispado de Cuba, en Santiago de Cuba. Aunque el señor Obispo, generalmente residía en La Habana.

El avance de la economía habanera logrado en el siglo XVIII, a costa del estanco del tabaco cultivado en los dos Departamentos, Occidental y Oriental, y la exportación de este producto a través del único puerto habilitado para ello, el de La Habana; a cambio de los inmensos beneficios que logró para la Real Hacienda y los acaudalados habaneros blancos la creación de una corporación comercial monopolista, la Real Compañía de Comercio de La Habana; de la construcción y explotación de los Reales Astilleros y el traslado de la Armada de Barlovento de Veracruz a la bahía habanera; y para finalizar, de todos los beneficios que atrajo para sí esta capital, cuando fue devuelta por Inglaterra a manos españolas en julio de 1763, tras la toma y ocupación inglesa que tan sólo duró 11 meses.

La cultura habanera dieciochesca nació genéticamente determinada por la nobleza criolla titulada, fue aristocrática, elitista y esclavista.

Logró un respaldo favorable del gobierno colonial con el arribo a la ciudad de influyentes personalidades, funcionarios reales civiles, militares y religiosos, portadores del pensamiento ilustrado español, del cual fue un paradigma el iluminado déspota Carlos III, y su hijo y sucesor Carlos IV.

Acciones de gran trascendencia para la capital colonial se llevaron a efectos: nuevas y más modernas concepciones en cuanto al urbanismo barroco, a la defensa del territorio (relación entre ciudad-región) aportadas por el coronel de ingenieros Silvestre Abarca, ayudaron a fundar nuevas villas y ciudades habaneras; la organización del servicio de correos por el general Alejandro O'Reilly; la inauguración de la primera "Gazeta" (1764) debida al capitán general Ambrosio Funes de Villalpando, Conde de Ricla, y la disposición de los primeros reglamentos para liberar progresivamente el comercio (1768-1818).

El primer censo de población de 1774 fue realizado en la Isla bajo el gobierno de Felipe Fondesviela, marqués de la Torre; y otras medidas más, previas a las auspiciadas por el general Don Luis de las Casas, gobernador y capitán general a cuyo gobierno se deben la creación del Papel Periódico de la Havana, en 1790, y tres años más tarde la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana (SEAPLH). Ambas, "hijas de la Ilustración", dijo Fernando Ortiz.

Los progresos beneficiaron a una parte minoritaria de la sociedad habanera, cuya riqueza se cimentaba y crecía a enormes saltos sobre la base de las ganancias que le aportaron el desenvolvimiento acelerado de la plantación esclavista azucarera, las autorizaciones reales para la trata libre en Cuba y la intensificación máxima de la explotación de los esclavos africanos negros por los esclavistas — hacendados criollos y comerciantes peninsulares.

En un período histórico muy corto (1763-1862) , La Habana se convirtió en una de las capitales más pobladas, extendidas y organizadas del Caribe, dejando atrás a todas las otras ciudades y villas de la Isla. Desarrolló el modelo de la capital metropolitana de Cuba.

El lema de "Para ciudad La Habana, lo demás es campo" trascendió las fronteras de la época colonial y se consolidó durante los 59 años que siguieron, bajo la ocupación militar, el dominio económico y/o la poderosa influencia cultural de los Estados Unidos de América: su política imperialista-neocolonialista, sus deformantes inversiones de capital estadounidense (monoproductoras-monoexportadoras), y la cultura consumista del modo de vida "americano", la opción única y masiva.

Un "sueño" que se trocaba en pesadilla ante la realidad del pueblo cubano, perpetuaba el subdesarrollo material-mental-espiritual que nos había legado más de 300 años de colonia esclavista. La negra huella de España esclavista, feudal, una ex potencia colonial impotente, aún más subdesarrollada que su ex colonia caribeña republicana y antimperialista. Las diferentes capas de la burguesía en Cuba republicana mantuvieron la dependencia de los centros culturales metropolitanos (euroccidentales) cegados por el afán de la "modernidad" como una receta instantánea. Nunca lograron rebasar por sí mismas los embates y las crisis propios de un país capitalista periférico y satelital.

La contracultura popular y el martianismo practicado por los sectores habaneros más humildes, mayoritarios: obreros, maestros, intelectuales de vanguardia con claras ideas y proyectos antiimperialistas, defendieron La Habana, recogieron su historia, exaltaron sus mejores valores y tradiciones de cultura urbana.

Fue una labor ardua, la de forjadores de una nación y su cultura. Allí, en primera fila, a pie de obra, estaban nuestros maestros: , Joaquín E. Weiss, Francisco Prat Puig, Ángel Luis Valladares, Manuel Pérez Beato, Abel Simón, Ped Emilio Roig de Leuchsenringro Martínez Inclán, José Luciano Franco, además de miles de sencillos pero expertos constructores.

¿Cómo hubieran podido salvar la Habana vieja ellos solos? La Habana Monumental, el proyecto de la Habana de dos millones de habitantes, con su isla de casinos frente al Malecón, sus avenidas fastuosas con derroche de anuncios e iluminación nocturna artificial, edificios torres y pantallas, hoteles para el turismo extranjero millonario y mafioso, se tragaban las riquezas y el futuro de muchos barrios capitalinos humildes — La Habana tenía 43 barrios en 1958 — y del resto de la ciudades de Cuba, la Isla de Pinos y todos los cayos adyacentes. Los pocos proyectos "democráticos" de la inerme burguesía nacional fueron ahogados o sucumbieron, ante los limitados recursos del país, súper explotado por el capitalismo "desarrollado", el poder del mercado estadounidense y su injusta competencia, la corrupción, a todos los niveles del estado neocolonial, alegremente promovida por Yanquilandia y sus gobernantes.

Todavía hay quienes esgrimen contra Cuba socialista el argumento evolucionista: no había necesidad histórica de la Revolución cubana. Afirman que se hubiera podido derrocar al dictador Fulgencio Batista y Zaldívar ("él no era tan mal cubano") sin tocar el capitalismo dependiente, con el mayor respeto hacia la propiedad burguesa, parapetados tras la Constitución de 1940, que fue mucho menos que un "tigre de papel" para eliminar o detener los crímenes batistianos, ¡aquí mismo, en La Habana! Como si los veinte mil patriotas inmolados en la resistencia insurreccional, en ciudades y montañas, fueran poca e inútil cosa.

Sin contar la generosa vida de miles y hasta millones de héroes y heroínas que durante los últimos 45 años han sido los imprescindibles constructores y defensores de la República socialista en Revolución, y de la recuperada capital de todos los cubanos.


La Habana, sábado, 11 de noviembre de 2006.





Lohania Aruca Alonso
Investigadora auxiliar
Licenciada en Historia y Especialista en Urbanismo
MC Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, El Caribe y Cuba
Miembro del Grupo de Estudios Regionales de Cuba (G.E.R.C.) del Instituto de Historia de Cuba y de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana
Coordinadora fundadora del Grupo de Trabajo Permanente Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe







Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(3 de noviembre del 2006)


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