Jorge Jorge González
Cuando se llega a Jaimanitas, un humilde pueblo costero ubicado al oeste de la capital cubana, el asombro poco a poco nos va llenando al ver que gallos, soles, palmeras, güijes y palomas, guajiros , vacas y cabras, arcos y más arcos policromados, van cubriendo una y otra calle, casi hasta tocar el mar; son seres extraños, líricos y fantasmales, pero sin dudas, cariñosos y tenaces ante huracanes, tempestades y vándalos que a veces le desprenden un pedazo por el solo gusto de destruir la belleza que muchos han creado con sus manos, a lo largo de años de paciente amor y entrega; no importa , las hormigas laboriosas vuelven a restaurar el daño y , de nuevo, cual ave fénix, resplandecen con colores y luces más bellas que las que antes tenían. ¿A qué loco demonio se le ocurrió semejante maravilla que deja boquiabierto al caminante de ocasión y hace suspirar al iniciado, a aquel que viene a contemplar el arte y a llevar en su mente o en su cámara un recuerdo eterno? Dicen que al nacer le pusieron José Antonio, que el apellido paterno es Rodríguez, pero hace décadas es solamente FÚSTER, a secas, quizás como un legado materno, de la persona dedicada por la naturaleza para engendrar las vidas y que él, ha tomado como un reto para dar fuerza y movimiento a un barrio que, sin su huella, sería uno más de los tantos que abundan .
Ahora estoy en su casa-taller para asistir a un instante especial: la inauguración de una escultura de nueve metros de altura que, durante casi un año, día a día ha ido creciendo hacia el cielo, como una montaña que insiste en besar el sol y lo logra, porque sólo con
mucha voluntad y más amor es posible alcanzar los sueños. El Olimpo de los Cinco, nombre dado al conjunto por sus constructores, es un homenaje colectivo a los diez años del injusto encierro de cinco patriotas cubanos en cárceles de Estados Unidos; es el tributo de su pueblo a Fernando, René, Ramón, Antonio y Gerardo, que ve en ellos una parte de lo mejor de sus hijos, de aquellos que por defender nuestras conquistas luchan contra el terrorismo sin pensar en beneficios personales, allí donde sean más útiles y FÚSTER, sin que nadie se lo pidiera, sin que nadie le exigiera — como expresó Ricardo Alarcón, el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba — consideró un compromiso como artista el dedicarle esta obra a sus hermanos; esos cinco dedos y esas banderas, ese ojo vigilante que no duerme, son la expresión de la necesidad de no bajar nuestra guardia jamás, son la manera en que el artista y su comunidad encontraron para decirnos que hay que seguir adelante y que los Cinco Héroes deben volver a sus casas, a compartir el abrazo de sus madres, de sus padres, de sus esposas, de los hijos que han ido creciendo sin sus presencias y de los hijos que aun deben nacer y tienen el derecho de poblar de alegría el planeta. Allí estuvieron familiares, artistas, vecinos ,amigos todos de la justicia y hacedores de lo bueno, allí se oyeron, declamadas por niños que no habían nacido entonces, poemas de Antonio, canciones dedicadas a ellos por Vicente Feliú, Pepe Ordaz y Lázaro García o una de las preferidas por René — "El breve espacio en que no estás", de Pablo Milanés — interpretada por su hija Irmita; una hermosa carta de Fernando, leída por su madre Magali Llort, en la que insiste en que la justicia llegará, fue como un bálsamo que llenó el ambiente de flores y esperanzas , porque no estaba cargada de odio y rencor, sino de aliento y calor humano; porque su madre, también habló de la labor de aquellos artistas que en la Isla de la Juventud llevan cultura y optimismo a los que perdieron todos sus bienes con los huracanes y agradeció ese gesto. ¡Cuánta humildad y cuánta bondad se dieron el abrazo esa noche en Jaimanitas!