Cuba

Una identità in movimento


De la mano de la historia

Anelore Barros


La presentación del texto La complejidad de la rebeldía, Premio Memoria 2007, de los investigadores Reinaldo Suárez y Oscar Puig, formó parte del primer lanzamiento del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en la XX Feria Internacional del Libro.

El público encontrará en este libro un testimonio que trasciende la retórica de la que, en ocasiones, adolecen los textos sobre la lucha insurreccional. El lado más humano de la lucha y la construcción del nuevo gobierno; la Revolución, con sus texturas, complejidades e imperfecciones, son abordados en este libro sin ambages ni subterfugios edulcoradores.

Sobre el texto, presentado el viernes 11 de febrero, y el fenómeno historiográfico conversamos con uno de sus autores, Reinaldo Suárez, profesor titular de Historia del Estado y el Derecho de la Universidad de Oriente y autor de libros como Pasos del Gobierno Revolucionario Cubano (2002) y José Martí y la pena de muerte en Estados Unidos (2008), entre otros.


Cuando usted habla de carencias en el proceso investigativo de la gesta revolucionaria, ¿a qué carencias exactamente se refiere?

Es normal en la proyección de recuperación de la memoria de los protagonistas el hacer el siguiente camino: te cuentan normalmente la historia de cómo se incorporaron a la lucha contra la dictadura de Batista, cómo se transformaron en elementos activos del proceso de lucha, cómo derrocaron a la dictadura; pero la inmensa mayoría de los protagonistas es como si ahí pararan la historia, porque todos ellos una vez derrocada la dictadura e instaurada la Revolución asumieron cargos de dirección, cargos protagónicos para desmontar el viejo aparato y montar el nuevo, y cuando esto ocurre en sus vidas personales apagan la grabadora, paran el lápiz, dejan de teclear en la computadora.

Es un fenómeno que puede ser explicado porque es más cómodo, más fácil de explicar el proceso en que siendo oposición se enfrentan a la dictadura, que explicar el proceso desde el cual, siendo poder, tienen que asumir las responsabilidades derivadas de ello, desde des-construir el viejo aparato del Estado, como construir el nuevo, lo cual supone siempre procesos de complejidad creciente.

Como norma los protagonistas de la Revolución Cubana han contado la historia de cuando luchaban por derrocar a la dictadura y hacer triunfar la Revolución, y paran inmediatamente después que se produce el triunfo de la misma. Eso nos crea un problema historiográfico muy serio, de hondo calado; nos vamos a enfrentar dentro de unos años a que tenemos los testimonios sobre la lucha insurreccional, pero no sobre el poder, porque los mismos que hicieron la lucha contra la dictadura son los que edificaron el nuevo Estado y han dirigido y sostenido la Revolución durante 50 años y ellos han salvado solo una ínfima parte de la historia que han vivido. Esa es la gran carencia que yo señalo.

¿Otros historiadores están enfrascados en este proceso de rescatar esa memoria?

No muchos. Somos contados con las manos, ya podemos usar las dos manos, afortunadamente, para contar los que le estamos dedicando tiempo a salvar, en colaboración con los protagonistas, la historia de la Revolución; sobre todo la del poder. La etapa insurreccional sigue siendo más simpática, más atractiva, también quizás más cómoda, más fácil para los historiadores y los protagonistas. Pero la historia del poder se hace más resbalosa, más peligrosa y los historiadores suelen rehuirla.

¿Usted considera que ha habido una pérdida generacional, o que hay una parte de las generaciones que han nacido con la Revolución que sienten que han aportado poco al proceso?

Sí, la sensación de participación reducida, limitada, o incluso desde el punto de vista del aporte, es una sensación colectiva y tiene que ver con la dinámica que ha seguido la Revolución. La generación histórica no solamente produjo la caída de la dictadura y articuló el nuevo Estado, sino que cargó sobre sus hombros y sigue cargando hoy en día el peso fundamental del proceso, o por lo menos las zonas más visibles de protagonismo, y eso puede influir de manera notable en la percepción colectiva que existe; puede ser una apreciación equivocada, pero como percepción colectiva funciona.

¿Qué lo llevó a usted a hacer este libro de testimonio en particular?

El origen más remoto, más profundo es mi condición de revolucionario de izquierda comprometido con la Revolución Cubana. Al estar comprometido quise explicármela, y los libros de historia que leí cundo era adolescente no me ayudaban mucho; era una historia un poco maniquea, de buenos y malos, sin complejidades, y yo sabía por mi padre y el entorno familiar que la historia era mucho más compleja, pero nadie me la contaba. Me generaba por tanto mucha frustración cada vez que compraba un libro de historia de la Revolución y ya me lo sabía de memoria, era muy poco lo me podía aportar, porque no pretendían aportar la complejidad digamos, por ejemplo, de la fase insurreccional, o la complejidad del poder. Frente a estas carencias y como reacción a las mismas me planteé hacer algunas contribuciones que implicaban salirme del mundo en el que me muevo, que es el mundo del Derecho y de su historia, para zambullirme en el mundo de la historia política.

¿Usted considera que hay necesidad de variar o ampliar los textos escolares sobre historia?

No solamente los textos escolares, los que se utilizan en las escuelas, incluyendo las universidades; hay que profundizar en el conocimiento general, en el conocimiento integral del proceso político de la Revolución cubana, para darle a lo sociedad cubana una imagen completa, integral de lo que ocurrió. Insisto en una idea: ninguna sociedad americana ha vivido, en el transcurso de toda la historia moderna un cambio tan profundo, tan ancho, tan intenso como el de la sociedad cubana con la Revolución. Si ese cambio ocurrió es necesario explicarlo, pero explicarlo en toda la complejidad que tiene, en todos los encontronazos, en todos los baches, en todas las elevaciones y depresiones del terreno. Y a veces se insiste una y otra vez en explicarlo como si fuera una llanura, un camino sin accidentes, sin curvas, sin caídas, sin elevaciones. Ya va siendo hora de que contemos la historia en su complejidad y no en su simplificación.

¿Usted cree que el periodismo investigativo puede aportar a ese estudio?

Mucho. De hecho estoy convencido de que muchos periodistas con sus investigaciones han aportado lo que los historiadores no han hecho. Un caso es Mario García que es periodista investigativo y se convertido quizás en el principal especialista que tenemos en Cuba sobre el proceso insurreccional de la Revolución cubana. Ese es tal vez el mejor ejemplo de cómo un periodista puede convertirse en un historiador, a partir de investigar.





Página enviada por Víctor Casaus
(13 de febrero de 2011)

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