El libro de Paco Ignacio, nos lo anuncia Iroel Sánchez, es un torbellino apasionante. Siempre las generaciones de revolucionarios cubanos que no conocimos a Guiteras, nos lo imaginamos tal como lo narra el buen oficio del autor: Nos trasladarnos a aquellos días de explosión revolucionaria, caminamos junto a Guiteras, escuchamos su voz…
Muy bello el rescate de la colosal figura de Carlos Aponte. Nos recuerda una deuda tremenda de la historiografía latinoamericana y caribeña, casi vergonzosa si de los intelectuales revolucionarios de Cuba, más que de Venezuela se trata. Exacto el análisis "clasista" de otro procónsul Benjamin Sumner Welles.
El Paco Ignacio definitivo de la literatura, nos solicita amablemente enviar críticas, correcciones y sugerencias, para mejorar futuras ediciones. Respeto el derecho de cada autor para con su obra, pero le adelanto mi opinión de lector atrapado, comprometido: Esta obra en su dignidad de narración histórica tiene ya su inconfundible y rotunda personalidad propia. No considero necesaria rectificación alguna.
Paco Ignacio demuestra haber realizado un mayúsculo ejercicio de investigación. Por si algún día desea convertir este acumulado, en ensayo o monografía histórica sobre los personajes y la época, me animo a comentarle: No coincido con algunos enfoques que realiza, en particular discrepo de su dibujo sobre el sectarismo de Rubén Martínez Villena. Es evidente que su notable búsqueda, parece que no llegó — o no atendió — a algunos documentos que resultan esclarecedores. Y sobre todo, le falla la evaluación cualitativa. Sigue presente en el autor el lastre de la historiografía que se deslumbra tanto con el poeta, que no llega a entender la poesía mayor del combatiente y dirigente comunista. Se nota que le falta en este caso, un estudio más incisivo del pensamiento político de Rubén.
Precisamente en esta Feria, la habanera Editorial Unicornio, puso a disposición con el título Rubén Martínez Villena: Por los caminos de Martí (La Habana, 2008), un sucinto resumen de la tesis doctoral de la historiadora Juana Rosales García, donde se precisa de manera inobjetable, entre otros, estos aspectos tan desconocidos de Rubén. Ojalá el libro de Juana, no corra la suerte del de Alfredo Martín. No pocas de nuestras editoriales de provincia, ya llegan a su mayoría de edad, mientras sus posibilidades productivas son aún limitadísimas, para canalizar el movimiento intelectual que crece, que estalla en la literatura y se renueva en la Historia y las Ciencias Sociales. Se trata de un fenómeno de desarrollo sobre el que debemos meditar soluciones, sin abandonar la práctica de publicar lo bueno que facturan los colegas cubanos y extranjeros que laboran en el exterior.
El listado bibliográfico que se adjunto al libro, nos dice que Paco Ignacio no tuvo la feliz oportunidad de conocer los estudios realizados por Enrique Cirules y otros historiadores y especialistas, sobre el submundo de corrupción y tolerancia mercantilizada, que ya desde esa tercera década del Siglo XX, los yanquis promovieron en La Habana de turistas y marines. En tal escenario hay que colocar el ejercicio habanero de la conducta sexual que le endilga al Embajador Sumner Welles. Este detalle nos puede poner a juicio, si en la ciudad de prostíbulos y "casas de sitas", era tal la clandestinidad forzada del individuo. Para los ricos — fueran los amos del Norte o sus sirvientes de la burguesía aristocrática y parasitaria — su visita a La Marina, San Isidro o La Victoria, era en lo fundamental otra faceta más de su condición de explotadores.
El confundir la homosexualidad con la bisexualidad que realmente Paco Ignacio describe en la vida del personaje, también dificulta penetrar mejor esta faceta personológica en que se ha decidido incursionar. En tiempos de empoderamiento de las identidades sexuales, frente a la impronta ética y política de asumir definitivamente la normalidad de las diferencias, se precisa mayor conocimiento en quienes como Paco Ignacio pueden dar un aporte sustantivo a la descontaminación machista y sexista de nuestras sociedades. En temas tan vulnerables, una intención loable mal emprendida, puede hacer el efecto de un elefante en una cristalería.
Al concluir la lectura del Guiteras de Paco Ignacio, busqué de mi librero los textos del historiador cubano José A. Tabares del Real y en especial su biografía de Guiteras (Guiteras, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, Ciencias Sociales, 1990), a quien debemos la recuperación historiográfica de la figura de Guiteras. Releer ahora a Tabares me ratificó el aporte del libro de Paco Ignacio: El genio del escritor, nos coloca en una dimensión enriquecida de la historia. Precisamente por ello el arte y la ciencia son dos pares inseparables del saber, de la civilización humana.
La necesidad de volver a Tabares, es una bondad adicional de la lectura que propone este nuevo libro de Paco Ignacio. Avanzar lo que Tabares hizo, hacia nuevos horizontes del saber histórico, es una tarea de ciencia — por supuesto que también de la literatura y el arte —, que ojalá pueda emular la narración, fuerza y magia, que Tony Guiteras, un hombre guapo, nos entrega.
A propósito de los libros de Paco Ignacio y Christine
Gracias a Paco Ignacio Taibo II y a Christine Hatzky. Sus aportes ratifican además varios temas medulares que están en la agenda y en la carne del actual movimiento intelectual e historiográfico cubano.
Christine y Paco Ignacio abundan y documentan conocidos errores de estrategia y táctica en el movimiento comunista internacional y el primer partido comunista cubano. Frente a la errónea tendencia que predominó en la historiografía publicada en Cuba en los años setenta y ochenta, en la que se obviaba o desconocía el estudio y debate sobre este aspecto medular de la historia revolucionaria del pasado siglo, la aparición de los mencionados títulos, ha sido recibida con beneplácito. Esta actitud merecida dada la calidad de la obras, está además conectada con procesos muchos más sensibles que se dan al interior del movimiento historiográfico e intelectual nacional. Adelanto uno de estos temas:
Cuando a todas luces la historiografía cubana crece, y como nunca antes las editoriales nacionales y provinciales, están realizando un notable esfuerzo de edición histórica, el propio desarrollo impone retos. Hay que saltar sobre los errores ya evaluados, y de paso desbrozar los que aún no se perciben con suficiente claridad. Por demás hay que saber cómo y hacia donde se salta, lo cual es imposible sin llegar a un consenso, con la participación de los historiadores y demás cientistas, la confrontación y comparación de diversos criterios, las disputas y discusiones científicas; cuidando siempre el respeto y la camaradería, que todas y todos nos merecemos.
Percibo del panorama que nos presentan las editoriales y revistas cubanas, como últimamente han arribado obras y criterios que subrayan su distancia con aquella historiografía que obligadamente tenía que tener por centro a la clase obrera y al Partido Comunista. Hay autores y posiciones que hoy alcanzan su máxima promoción, después de años de acumulación creativa, tiempo en que no encontraron la salida editorial masiva que en justicia merecían. Pero no todo es "color de rosa", Los métodos y estilos del viejo modo de hacer, dan su pelea de sobrevivencia, se metamorfosean. Las mentalidades miméticas, los eclecticismos y seguidismos acríticos, el facilismo de apelar al juicio de la autoridad puesta de "moda", comienzan a traernos en el torrente de logros, entregas residuales.
El ablandamiento que en los últimos lustros hemos padecido en la enseñanza de la filosofía marxista, la conversión bancaria y criptica de no pocas cátedras de teoría y metodología de investigación, mientras el intercambio fluido y propositivo — el mundo y el tronco que definió para todos los tiempos José Martí — con las escuelas y corrientes contemporáneas, solo es ejercicio de muy pocos, incorpora una mayor complejidad a la situación. Estamos llamados a atender estos fenómenos negativos, discutirlos y resolverlos.
Me ocupa el estudio de cómo hoy comienza a manifestarse en zonas de la producción historiográfica — dentro y fuera del país — el reverso de lo que ya transitamos: A una historia predominantemente obrerista y partidocéntrica, no puede sucederle otra que desconozca, ignore, o se concentre solo en la hipercrítica de estos sujetos. Evaluar el curso progresivo de los sesenta, y sus fracturas posteriores, no implica desconocer lo que inmediatamente después se hizo de positivo en ciencia histórica, publicación y docencia, sus avances en medio de las contradicciones y luchas cienciológicas e ideológicas que entonces se manifestaron, sobre todo las grandes tareas masivas, culturales, educacionales y políticas que acompañaron.
Encontrar la justa medida, tanto en la historia, como en nuestra vida, resulta quizás la aspiración más difícil de lograr. En el caso cubano, tal meta está necesariamente contaminada de las urgencias de un combate que todo lo interpenetra. No tenemos el derecho a ser ingenuos. Hay un enemigo cruel e inescrupuloso, que mientras bloquea y acecha para la muerte física, factura y ejecuta las operaciones de sus servicios especiales, con el definido propósito de asesinarnos la memoria, la alegría y el futuro.
Página enviada por Felipe de J. Pérez Cruz
(24 de febrero de 2009)