Poco se ha escrito sobre el periodismo de Nicolás Guillén, y mucho menos acerca de su estilo, ese que le otorga a sus trabajos la frescura y la cualidad de mantener atento al lector desde principio a fin.
Al leer la obra periodística guilleniana se aprecia una vasta cultura, adquirida en incesante lectura que abarcó desde los Clásicos del Siglo de Oro, hasta otros muchos autores de diferentes nacionalidades y épocas, la cual, ligada a su proverbial talento, dio origen a una obra imperecedera.
Guillén se adentró en el camino de un periodismo surgido en el fragor de las luchas independentista de las colonias latinoamericanas en el que dejaron profundas huellas hombres de la talla de Varela y José Martí, su más alto exponente.
Sobre su prosa periodística, Miguel Cabrera Peña anota con acierto:
"Las enseñanzas de José Martí concurren a decenas a sus crónicas y artículos en todo lo que ellos tienen de humano apreciable".[1]
Para Guillén no tiene secretos el idioma, lo domina sin violencia, pero con efectividad, logrando así que el lector capte con rapidez el mensaje y sienta placer en este proceso. Al explicar en una de sus crónicas su estado anímico frente a determinada situación, escribe:
"Yo comencé a rascarme la cabeza, gesto clásico que desde la creación del mundo indica preocupación o embarazo ante un problema".[2]
Sabe extraer la parte esencial, de mayor valor periodístico de un acontecimiento y expresarla sin ampulosidad. Al resaltar la intervención de Fidel en la asamblea de la ONU en 1960, resume el carácter acusatorio de la misma:
"... las cuatro horas y media que estuvo Fidel Castro, mandarreando sobre la cabeza del imperialismo... ".
Y compara más adelante el presente con el pasado, valiéndose de una interrogante:
"Recuerda usted, lector, a un Emilito Nuñez Portuondo, con su libreta y su plumero, sacudiendo el sillón donde se sentaba el amo yanqui".[3] Otro escritor no hubiera expresado tanto con tal economía de palabras.
Hay sencillez, pero jamás vulgaridad. Incluso en las polémicas, tan abundantes en sus trabajos, no se encuentran expresiones de mal gusto. Si hay que ofender, ofende; pero cuenta para ello con un recurso del cual es un maestro: la mordacidad. En el artículo donde acusa al ministro de gobernación, Vega, por su postura ante las acciones de Falange Española, Guillén le recomienda, si tiene deseos de ver a un fascista:
"... para que se sienta complacido: ¡asómese el Dr. Vega a un espejo!".[4]
Los matices de su prosa son diversos, determinados siempre por el tema o la intensión. Un período de estructura sencilla, que unido a la utilización de vocablos adecuados, a veces añejos, pero comprensibles, descubren el secreto de su atracción.
En Guillén arte y periodismo coexisten en armonía. Hans Otto Dill, escribe al analizar uno de sus trabajos:
"Guillén emplea a un nivel secundario elementos plásticos imaginativos, y considera que de esta forma logra repercusiones emocionales que intensifican el efecto a que aspira el periodista".[5]
Manejo de los géneros
Del análisis de los trabajos de Guillén se puede extraer una conclusión irrebatible: era una maestro de la técnica periodística. Incursiona en todos los géneros de opinión con seguridad y sencillez.
En Noticias de Hoy, el comentario fue muy recurrente durante los primeros años de la década del 40, también las crónicas y los artículos. A todos les confería una atmósfera de novedad. Sin embargo, en la etapa prerevolucionaria no se encuentran con frecuencia los reportajes y las entrevistas, tan fructíferas estas últimas en Mediodía.
Aunque el propio Guillén reconocía que el género más utilizado en su periodismo tras el triunfo revolucionario es la crónica, esto se sale del marco tradicional de su estructura y denuncia un rompimiento de las reglas, que lejos de perjudicar su calidad, la engrandece.
Tales manejos provocan que en ocasiones se pierdan los límites del género y sea difícil lograr una clasificación. ¿Dónde ubicar un simple diálogo que sostiene Guillén "con un ciudadano, un hombre de la calle",[6] en que el primero es interrogado con insistencia por este? Gracias a este rejuego intencional, el autor entusiasma al lector, quien queda convencido de que el pueblo sabe quién es quién y cuáles sus intenciones. ¿No era ese, acaso, el objetivo del primero?
En trabajo aparecido bajo el título de "Crónicas", el 5 de mayo de 1959, se dificulta distinguir por momentos, si estamos en presencia de ese género o de una entrevista.
No faltaron aquellos en que por la profundización en el asunto se aproximan, y llega a selo, al ensayo, como es "La lucha de nuestro tiempo" (1950) y "Cien años después" (1963). Las entrevistas no están ajenas a estas consideraciones.
Guillén está consciente de que incumple con las reglas establecidas para el manejo de los géneros. Una característica del periodismo guilleniano, como asegura Miguel Cabrera Peña, es que
"... viola en determinada medida o mezcla parámetros teóricos que rigen a los géneros periodísticos" .[7]
Son estas felices violaciones las que dificultan determinar el género a que pertenecen no pocos de sus trabajos.
Citas y notas
- Cabrera Peña, Miguel. "Los derechos difíciles de la prosa". En: Revista Foro. UPEC. La Habana. No 3, 1990, p. 49.
- Guillén, Nicolás. "Una experiencia". En: Prosa de Prisa. Op. Cit. T. II, p. 199.
- ____________. "Un día grande". Idem T. II, p. 328.
- ____________. "Fe con los ojos abiertos". En: Noticias de Hoy. 4 septiembre 1941.
- Hans Otto, Dill. "De la exposición periodística a la presentación artística". En: Publicación bimestral del Departamento de Ciencias de la Información de la Escuela de Periodismo de la Universidad de la Habana. No 7, mayo-junio 1973, p. 30-48.
- Guillén, Nicolás. "Gente de la calle". En: Noticias de Hoy. 22 julio 1941.
- Cabrera Peña, Miguel. Op. Cit.