Nicolás Guillén Batista (Camagüey 1902-La Habana 1989), logró como ningún otro transmitir el sonido y expresar el color y las esperanzas del pueblo, convirtiéndose con toda justicia en la más genuina voz poética de la nacionalidad cubana.
A este criollo que paseó con sano orgullo de hijo agradecido, el título de camagüeyano por distintos caminos de la geografía mundial, no le fue indiferente tema alguno en su quehacer literario que abarcó por igual una prosa llena de urgencias, pero de afilada palabra.
El deporte le sirvió para cultivar algunas de sus creaciones, unas veces para aplaudir glorias; otras como vehículo de expresión para la denuncia y el compromiso con los "sin nada", o lo que es igual, definió su lugar junto a personajes de su imaginería como "José Ramón Cantaliso", en tanto que al compás de un Son hacia bailar a la "mujer de Antonio".
Su temprana inserción en el mundo del periodismo lo llevó a utilizar distintas herramientas para su cotidiano encuentro con los lectores, es así como empieza a utilizar a figuras del deporte para amenizar la sección Pisto Manchego que tenía a su cuidado.
Luego en sus libros Sóngoro Cosongo (1931), La Paloma de Vuelo Popular (1958), Tengo (1964), La Rueda Dentada (1972); así como en Antologías y publicaciones periódicas aparecen poemas como "Pequeña Oda a un negro boxeador cubano", "Deporte", "Elegía a Martín Dihigo" o en sus famosos epigramas.
Se combinan armoniosamente la prodigiosa mano del poeta y el esclarecido pensamiento humanista. Así estrechamente están la excelencia de la palabra, la pulcritud del estilo, con los sentimientos de hombre profundo, sin perder la gracia criolla cargada de una fina ironía o lo que alguien llamó musa zumbona o dicho con sus propias palabras "todo mezclado".
Esa convivencia en Nicolás Guillén de altos vuelos líricos, humor, y preocupación social, están dadas en las tempranas lecturas de lo mejor de la literatura del Siglo de Oro y de lo que aportaron los creadores de la generación del 27 de la centuria última pasada que llenó su talento abarcador.
Un ejemplo de lo antes expuesto se observa en el epigrama XXIII cuando dice:
"Pienso, que raro, que al tiro al blanco no le hayan puesto tiro al negro",
o a través de los versos dedicados a Capablanca en su poemario "Deportes",
O también en la Elegía a Martín Dihigo donde resalta las virtudes del hombre y busca su símil en la fortaleza de árboles como el guayacán, el ácana y el ébano, y luego en la despedida sobre el fieltro del silencio de una tarde donde el llanto envuelve el cortejo, demuestra a plenitud el manejo exquisito de la palabra.
Es cierto que la actividad deportiva no resultó lo más prolífero por su extensión, ni lo más significativo estilísticamente de la creación guilleneana, pero si dejó una huella bien marcada por el camino que transitó su obra.
El deporte, en su voz poética, es una vía para que el pueblo reafirme sus gustos, costumbres; viva las pasiones y anhelos individuales y colectivos que conjugados ética y estéticamente brindan un aporte sustancial a la cultura nacional.
Así lo vio él cuando dijo:
"... Pienso que lejos de estar reñida esta con aquel, hay en un estadio, en un ring, en un diamante beisbolero, en un court de tenis muchísima belleza digna de ser expresada líricamente..."
Deporte y poesía son fuerzas telúricas que se alimentan por igual con amor y pasión, por lo cual no es extraño que Nicolás Guillén, cantara al músculo, o utilizara imágenes de la actividad física para su verso comprometido.
Fuente: Radio Cadena Agramonte, Camagüey
http://www.cadenagramonte.cubaweb.cu/guillen/deporte_poesia_guillen.asp