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Una mujer de bronce en La Habana espera el regreso del amor
Nurien de Armas
Erguida y orgullosa sobre el Castillo de la Real Fuerza, a la entrada de la bahía de La Habana, se alza la Giraldilla, devenida símbolo capitalino.
De bronce con menos de dos metros de altura, la estatua modela el cuerpo de una mujer y fue bautizada por el gobernador de la ciudad don Juan Bitrián Viamonte, quien ordenó, durante su mandato (1630-34), la fundición de lo que funcionaría sobre la fortaleza como una veleta.
Dioelis Delgado, especialista en Museología del antiguo Palacio de los Capitanes Generales, sito en la Plaza de Armas del centro histórico de la Habana Vieja, explicó en entrevista con Prensa Latina que el nombre de la escultura rememora la Giralda, que en similar posición y función existe en la ciudad española de Sevilla.
Otras historias cuentan, apuntó Delgado, que Bitrián la denominó así en honor a su ciudad natal, la Giralda, y desde entonces por tradición y la historia de amor que la rodea, se fue convirtiendo en símbolo habanero.
Hernando de Soto, uno de los conquistadores de las Américas, fue nombrado en 1538 Capitán General de Cuba y Adelantado de La Florida por Carlos I, rey de España.
Esta misión le fue dada a De Soto, pues este se había ganado la confianza del soberano por el coraje y audacia desplegados en las expediciones de Castilla del Oro, en Panamá, y en la conquista de Nicaragua y del Perú.
La salida del puerto español de San Lúcas fue inmediata, y con 10 navíos y unos mil hombres emprendió rumbo hacia la Isla.
Tras tomar posesión del cargo en 1539 dejó como gobernadora a su joven esposa Isabel, y enfiló proa hacia La Florida, con nueve naves, 900 hombres y 300 caballos.
Isabel de Bobadilla, esposa de De Soto, fue la musa inspiradora de un artista habanero de origen canario, Gerónimo Martín Pinzón (1607-1649), quien laboró como herrero en la Maestranza, taller donde se fundían y componían las piezas de artillería.
La espera de doña Isabel en lo alto de la vigía del Castillo de la Fuerza, cual Penélope que aguardaba por Ulises, se convirtió en leyenda con final triste, pese a que la dama de alto linaje se desempeñó como gobernadora interina de la Isla.
Martín Pinzón inscribió su nombre en latín dentro del medallón que cuelga del cuello de la Giraldilla, primera figura fundida en esta ciudad, en 1632.
Documentos de la época ayudaron a reconstruir el recorrido de Hernando De Soto por el centro y sur del continente americano, a través de los cuales se precisó que atravesó de sur a norte el territorio que hoy ocupa el estado de Georgia, en Estados Unidos, luego hasta cerca de Mobila, en la actual Alabama, y se dirigió hacia el Noroeste.
El 8 de mayo de 1541 descubrió el Mississippi y cruzó el río en 1542, por el sitio que actualmente ocupa Memphis, y se internó en las llanuras de Arkansas.
Aunque el colonizador sólo contaba 43 años persiguió con desvelo el mito sobre la existencia, cercana a las márgenes del Mississippi, de una fuente de la juventud eterna que desde tiempos remotos se contaba entre los indios.
Suponiendo un regreso con el preciado tesoro que lo llenaría de riquezas y le daría los ímpetus de su primera juventud, rehizo el viaje, ambición que le costó la vida. En las cercanías del río le atacó una fiebre mortal.
La estilizada Giraldilla, de postura elegante y con contornos que recuerdan más bien la figura de una criolla, no sobrevivió los embates del ciclón de octubre de 1926, y al caer perdió las ramas de la palma que portaba en su brazo derecho, así como las grapas que la hacían girar.
Pero conservó la Real Cruz de Calatrava, que representa la orden de caballero a la que pertenecía Bitrián de Viamonte, y que ahora con altivez muestra en una de las salas del Museo de los capitanes Generales de esta capital.
Una copia realizada con alto rigor estético reemplazó a aquella que, con la falda al estilo del renacimiento español levantada hasta la rodilla, y cabeza altiva y coronada, aguarda a avizorar en el horizonte un galeón que le traiga el amor de vuelta.
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