Cuba

Una identità in movimento


Ibrahim Ferrer se despidió cantando

Laura Mendoza


LA HABANA, 8 DE AGOSTO DE 2005 (WORLD DATA SERVICE)


Ibrahim Ferrer

"Mientras tenga vida voy a seguir cantando, hasta con un bastón si hace falta", aseguró el sonero cubano Ibrahim Ferrer la semana pasada en Barcelona y así fue.

El cantante murió recién llegado a la Isla proveniente de una gira por Europa en cuya última presentación hizo acopio de fuerzas para no desmayarse y terminar el espectáculo de pie y entonando uno de los más famosos boleros cubanos.

"Él se sintió mal en el último concierto. En el último número pensé que se iba a desmayar, pero se sentó un rato y volvió al escenario a cantar Dos gardenias y la cantó bien".

Así dijo el guitarrista Manuel Galván, uno de los 14 músicos que acompañaban al vocalista en la anticipada promoción internacional de su disco Mi sueño: a bolero songbook, de la cual regresaron el pasado día 3.

Ferrer falleció en La Habana en horas de la tarde de este sábado a la edad de 78 años, 60 de los cuales consagró a la música tradicional cubana durante su paso por orquestas como la de Chepin, Wilson, Sorpresa y Los bocucos. Con apenas 14 años estrenó en público la voz que le daría la vuelta al mundo a partir de 1997 gracias al llamado fenómeno Buena Vista Social Club, más de 10 años después de haberse retirado.

A una edad en la que la mayoría de sus colegas ya estaban inactivos y hasta el mismo se había dado por vencido porque

"... decían que mi voz era muy fina, que era una vocecita que no servía para los boleros ni para cantar como solista",

Ferrer retornó a la música con tal brío que en poco tiempo acumuló cuatro Grammy, dos de ellos conquistados con su disco Buenos Hermanos en la 46 edición regular del premio (2004) y en su cuarta versión latina (2003).

El primer Grammy y el despegue internacional de su carrera le llegó en 1997 con el CD Buena Vista Social Club, carta de presentación de ese grupo que reverdeció, y descubrió para muchos, la música cubana 50 años después de que hiciera furor en las principales plazas isleñas y latinoamericanas.

El segundo lo obtuvo en 2000, en el evento latino, al ser seleccionado Mejor Artista Revelación.

A los galardones de la Academia de las Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos y su réplica latina, el cantante sumó un Billboard Latino y un Mobo Awards, distinciones que lo colocaron en el segundo lugar, después de Chucho Valdés, entre los músicos cubanos residentes en la Isla más premiados en ese país.

En el momento de su muerte, el vocalista grababa sus boleros preferidos Si te contara, Dos gardenias, Quiéreme mucho y Perfidia, entre otros, para un disco que era, según confesó, su gran anhelo. Mi sueño: a bolero songbook, que sería lanzado en el 2006, lo tenía ocupado en una gira promocional en Europa, la primera que hacía antes de terminar un álbum. Ya tenía planes para después: quería hacer un CD con

"... más boleros y quizá, canciones movidas, si Dios quiere".

Desde Tokío hasta Moscú, pasando por New York, Londres, Sydney, Amsterdam, Madrid y casi toda América Latina, donde puso a bailar hasta a los más tímidos, los seguidores de Ferrer se suman al luto de los cubanos, quienes esta tarde acompañarán los restos del músico hasta el cementerio de Colón, en la capital.

En una de sus últimas declaraciones en Europa confesó que aunque era autodidacta nunca le gustó imitar a nadie, por mucho que admirara en su tiempo a los grandes boleristas cubanos Antonio Machín y Abelardo Barroso.

"Yo no me parezco a nadie y no espero que nadie se parezca a mí".





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