Ferrer retornó a la música con tal brío que en poco tiempo acumuló cuatro Grammy, dos de ellos conquistados con su disco Buenos Hermanos en la 46 edición regular del premio (2004) y en su cuarta versión latina (2003).
El primer Grammy y el despegue internacional de su carrera le llegó en 1997 con el CD Buena Vista Social Club, carta de presentación de ese grupo que reverdeció, y descubrió para muchos, la música cubana 50 años después de que hiciera furor en las principales plazas isleñas y latinoamericanas.
El segundo lo obtuvo en 2000, en el evento latino, al ser seleccionado Mejor Artista Revelación.
A los galardones de la Academia de las Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos y su réplica latina, el cantante sumó un Billboard Latino y un Mobo Awards, distinciones que lo colocaron en el segundo lugar, después de Chucho Valdés, entre los músicos cubanos residentes en la Isla más premiados en ese país.
En el momento de su muerte, el vocalista grababa sus boleros preferidos Si te contara, Dos gardenias, Quiéreme mucho y Perfidia, entre otros, para un disco que era, según confesó, su gran anhelo. Mi sueño: a bolero songbook, que sería lanzado en el 2006, lo tenía ocupado en una gira promocional en Europa, la primera que hacía antes de terminar un álbum. Ya tenía planes para después: quería hacer un CD con
"... más boleros y quizá, canciones movidas, si Dios quiere".
Desde Tokío hasta Moscú, pasando por New York, Londres, Sydney, Amsterdam, Madrid y casi toda América Latina, donde puso a bailar hasta a los más tímidos, los seguidores de Ferrer se suman al luto de los cubanos, quienes esta tarde acompañarán los restos del músico hasta el cementerio de Colón, en la capital.
En una de sus últimas declaraciones en Europa confesó que aunque era autodidacta nunca le gustó imitar a nadie, por mucho que admirara en su tiempo a los grandes boleristas cubanos Antonio Machín y Abelardo Barroso.
"Yo no me parezco a nadie y no espero que nadie se parezca a mí".