Cuba llegó a la elección proponiendo dedicar el millón de millones de dólares que anualmente se gasta en armas a luchar contra la muerte por causas prevenibles de 11 millones de niños menores de 5 años y de 600 mil mujeres pobres en el parto cada año. Mientras, Estados Unidos llegó proclamando su derecho a bombardear y arrasar "preventivamente" lo que llamó con desprecio "cualquier oscuro rincón del mundo" si no se obedecían sus designios. Ello incluía a la ciudad de La Haya, si se pretendía juzgar a algún soldado norteamericano en la Corte Penal Internacional.
Mientras Cuba defendía los derechos del pueblo palestino, Estados Unidos era el principal sostén de los crímenes y atrocidades de Israel.
Mientras bajo el azote del huracán Katrina, el gobierno de Estados Unidos abandonaba a cientos de miles de personas a su suerte, la mayoría negros y pobres, Cuba ofrecía el envío inmediato de 1100 médicos, que hubieran podido salvar vidas y aliviar el sufrimiento.
Podría seguir así desgranando razones hasta mañana. Sólo quiero agregar que quien no ocupa hoy un escaño como miembro del Consejo es el gobierno de Estados Unidos, no su pueblo. El pueblo norteamericano estará representado en los demás, incluido el escaño de Cuba. Nuestra delegación será vocera también de los derechos del pueblo norteamericano y, en particular, de sus sectores más discriminados y excluidos.
Ahora bien, la verdad es que Estados Unidos no estuvo solo en sus groseras y desesperadas maniobras y presiones para impedir la elección de Cuba. Un pequeño grupo de aliados lo acompañó hasta el final. Son los de siempre. Beneficiarios del injusto y excluyente orden mundial, antiguas metrópolis coloniales en su mayoría, que no han pagado todavía su deuda histórica con las que fueron sus colonias.
Cuba conoce perfectamente, hasta en sus mínimos detalles, el acuerdo secreto negociado en Bruselas a través del cual la Unión Europea se comprometió a no votar por Cuba y a trabajar estrechamente junto a Estados Unidos contra nuestra candidatura. Pero fracasaron rotundamente. Resulta que Cuba fue elegida sin su apoyo y su incómodo aliado, al que necesitan como gendarme que garantice sus privilegios y su opulencia derrochadora, no se pudo presentar siquiera a las elecciones.
En los pasillos y salones de este edificio se escuchan ahora reiterados llamados a "un nuevo comienzo" y a "imprimirle aire fresco al nuevo Consejo", precisamente de parte de los mismos que son responsables de la manipulación, la hipocresía y la selectividad que hicieron naufragar a la Comisión. Conviene señalar que un nuevo comienzo no puede construirse sobre la base de olvidar lo que ha venido ocurriendo o simular que un poco de retórica edulcorada resuelve los problemas. Hechos y no palabras es lo que necesitamos.
Si son sinceras las declaraciones de los voceros de la Unión Europea y estamos de verdad ante un mea culpa, pues entonces esperamos todavía por su rectificación. No por Cuba. No porque se hayan confabulado con Estados Unidos para tratar de impedir nuestra elección. No porque no hayan sido capaces jamás de tener una política ética e independiente hacia Cuba.
Esperamos una rectificación de la actitud de la Unión Europea, que impidió el pasado año que se aprobara en la Comisión de Derechos Humanos una investigación sobre las masivas, flagrantes y sistemáticas violaciones de derechos humanos en la Base Naval de Guantánamo.
Una rectificación del cómplice silencio con el que permitieron la realización de cientos de vuelos secretos de la CIA trasladando personas secuestradas y el establecimiento de cárceles clandestinas en el propio territorio europeo, en las que se tortura y se veja a los prisioneros. La Unión Europea ha obstaculizado hipócritamente hasta hoy la investigación y el esclarecimiento de estos hechos.
La Unión Europea no ha tenido el valor de sancionar ejemplarmente las miserables manifestaciones de falta de respeto contra otras religiones y costumbres.
La Unión Europea fue cómplice de Estados Unidos en la conversión de la antigua Comisión en una suerte de tribunal inquisidor contra los países del Sur. Esperamos que ahora no se repita.
La Unión Europea no ha reconocido siquiera su deuda histórica con los casi 100 países, hoy naciones independientes tras años de lucha y sacrificio, que eran sus expoliadas colonias en el momento en que 57 años atrás se aprobaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que paradójicamente se afirmaba que:
"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos".
Esta sesión puede marcar el inicio de una nueva etapa en la lucha por crear un verdadero sistema de promoción y protección de todos los derechos humanos para todos los habitantes del planeta, y no sólo para los ricos y privilegiados. Se necesitará para ello un cambio radical, una verdadera revolución en las concepciones y métodos que lastraron a la defenestrada Comisión.
Cuba no se hace ilusiones con la real disposición de los países desarrollados, aliados de Estados Unidos, a dar ese paso trascendente e histórico. Sin embargo, les concederá el beneficio de la duda. Esperará y los observará.
Si se trabaja para hacer realidad las promesas que han sido proclamadas a todos los vientos, se podrá contar con Cuba. Si se repite el pasado, y el Consejo vuelve a tornarse en un campo de batalla, se puede contar desde ahora con que Cuba será otra vez un combatiente en las trincheras de ideas del Tercer Mundo.
Para convertir el Consejo en tribunal exclusivo contra los países subdesarrollados y asegurar impunidad a los del Norte, no se podrá contar con Cuba. Tampoco para usar la cláusula de suspensión del Consejo contra los países rebeldes, ni para seguir usando politizada y selectivamente las resoluciones sobre países para castigar a los que no bajan la cabeza.
Para usar el nuevo mecanismo de revisión periódica universal como instrumento de nuevas presiones y campañas mediáticas, no se podrá contar con Cuba.
Para defender la mentira y actuar con hipocresía, tampoco se podrá contar con Cuba.
Para luchar por la verdad y la transparencia, para defender el derecho a la independencia, a la libre determinación, a la justicia social, a la igualdad, sí se puede contar con Cuba. También para defender el derecho a la alimentación, a la educación, a la salud, a la dignidad, el derecho a una vida decorosa.
Para defender la democracia real, la participación verdadera, el disfrute real de todos los derechos humanos, se puede contar con Cuba.
Para cooperar con el espurio mandato de cualquier enviado, representante o relator impuesto a través de la fuerza y el chantaje, no se puede contar con la colaboración de Cuba. Para cooperar, en plano de igualdad con los demás, con el Consejo y sus mecanismos no selectivos, se puede contar con Cuba.
No se podrá contar con la colaboración de Cuba para que haga silencio y no denuncie el cruel bloqueo económico que sufrimos hace más de cuatro décadas y no reclame el regreso a nuestra Patria de cinco puros y valerosos jóvenes luchadores antiterroristas cubanos, presos injusta e ilegalmente en cárceles norteamericanas.
Para que renunciemos a un solo principio, no se podrá contar con la colaboración de Cuba.
Para defender el noble ideal de construir un mundo mejor para todos, se podrá siempre contar con Cuba.
Finalmente, a nombre del pueblo cubano, que allá en nuestra Patria sueña, construye y defiende su Revolución, agradezco de modo especial a nuestros hermanos del Tercer Mundo su apoyo decisivo a la elección de Cuba como miembro del Consejo de Derechos Humanos y les reitero que los cubanos no defraudaremos jamás la confianza que ustedes depositan en nosotros.
Para los que apoyan la lucha de Cuba por sus derechos, que es también la lucha por los derechos de todos los pueblos del Tercer Mundo y de las fuerzas progresistas y democráticas en el Primer Mundo, tenemos un mensaje: ¡Hasta la victoria siempre!
Para los que agreden a Cuba y para sus cómplices, tenemos otro mensaje:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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