Entre los referente culturales traídos por los pobladores y la realidad, se dibujaron las primeras pinceladas de las identidades locales, al tiempo que se afianzaba el sentido de pertenencia que trastoca el concepto de transitoriedad por el de permanencia.
Los vecinos de la villas debía cumplir con la cláusula, dictada desde el exterior, de tener familia y radicar en la villa; pero la identidad no obedeció del todo las leyes de allende los mares, y los vecinos se sintieron ser tales mucho antes de que alguien definieran que lo eran, por la sencilla razón de que eran partícipes de una creación y no observadores de ella.
Pese a esta singularidad, las historias urbanas continúan siendo un apéndice de leyes, ordenanzas, bandos, cédulas y órdenes reales, ajenas a las consecuencias de la vinculación entre lo ordenado, lo acatado, lo acatado y no cumplido, lo informado, lo informado pero no realizado, y por ende, queda distante de las relaciones que la práctica presupuso en la realidad de un determinado contexto.
Camaguey, enclavada en la zona periférica, no quedaba al margen de ello, y su núcleo urbano menos aún.[34]