Uno de los sandwiches que más le ha gustado a mi hija Dayamí — siempre tan inapetente — ha sido el de Elena Ruz. Para mi hija fue una novedad saber que fuera creado en Cuba por una joven con ese nombre, porque en los lugares que lo sirven en los Estados Unidos lo tienen como invento americano que hasta una variante le han hecho con el apellido, poniéndole como si fuera un segundo nombre "Ruth" (con th al final), y porque casi en ningún restaurante que se precia de vender comida típica cubana lo tienen en su menú.
Inspirada en mi hija hice las investigaciones necesarias para que todos conozcamos un poco más de este famoso bocadillo, que por cierto he notado que no son muchos los que han escrito sobre su origen.
A finales de la década de 1920, la jovencita Elena Ruz Valdés-Fauli acostumbraba a ir de visita a casa de la familia Párraga, que vivía en una de las amplias casonas del Vedado, La Habana, en la misma cuadra del restaurante El Carmelo, que antiguamente fue un bodegón de madera de un español de apellido Alvarez, donde Elena y sus amiguitas iban a refrescar.
Según relató el escritor George Childs, para El Nuevo Herald, la propia Elena Ruz le contó que
"... casi todas eran alumnas de la escuela El sagrado Corazón y se reunían en ese lugar para comer y hablar de las cosas que hablaban todas las adolescentes de la época".
Un día, la joven Elena mandó a preparar un sandwich "a la carte", o sea, algo que no estaba en el menú, cosa que en la mayoría de los restaurantes de ahora no suelen complacer. Se trataba, como ella misma le contó a Child de
"... un pan de media noche (el cual debía de tostarse por sí solo hasta que estuviera durito y calentito), entonces se le ponía pavo, queso crema majado o batido, mermelada de fresa y lechuga".
Durante más de un año, cada vez que Elena Ruz visitaba el lugar pedía su extraña y deliciosa combinación, hasta que un día se le ocurrió pedirle al encargado que debía de incluirlo en el menú para no tener que explicarle lo mismo cada vez. Esto coincidió con la Semana Santa y un viaje de Elena a Varadero y posteriormente el encuentro con su amiga Sesita Sola quien le informó que había soñado que el sandwich la iba a ser famosa. Esa misma noche cuando Elena y sus amigas volvieron al Carmelo tuvieron la sorpresa de ver un letrero en luz neón que decía
"Sandwich Elena Ruz, 25 centavos".
El precio en estos días como bien dice Child, parece cosa de risa, pero en ese entonces era bastante caro, cuando una "Medianoche" costaba cinco centavos, un "sandwich cubano" valía 10 centavos (un sandwich cubano en un restaurante en el sur de la Florida del año 2000 tiene el precio promedio de $3.50 a $5.95 y le ponen la mitad del jamón, queso y pierna que el de antes, y en Larios on the Beach de Miami un "Helena Ruth" cuesta $5.25). No obstante la mamá de Elena
"... se indignó, porque según ella, daba la impresión de que estaban vendiendo a su hija por 25 centavos".
Amplía Rosendo Rosell en su enjundioso libro Vida y Milagros de la Farándula en Cuba (Tomo IV), que
"... algunas amigas de la época que venían a Miami de compras le contaron que en una farmacia del centro vendían su sandwich (...) cuando fueron a vivir a España en 1971, allí también encontraron su sandwich".
Pero Elena Ruz es "Algo más que un sandwich", como bien escribió su hija Elena Ulacia Ruz, en la Tribuna del Lector del periódico El Nuevo Herald, el 7 de abril de 1994. Cuando su mamá se casó con Eduardo Ulacia, se fueron a vivir al pueblecito Torriente, en la provincia de Matanzas, donde se dio a la tarea de tener a cinco hijos. Más tarde se trasladaron a la capital.
Esa señora de "buen porte" que soltera fue una gran coqueta, como la describe con amor su hija, "por primera vez se enfrentaba a la escoba y la cocina" teniendo que salir a trabajar a una tienda miamense, pero sin perder su categoría de "amiga generosa, caritativa y simpática siempre".
Hasta que un día entraron en la abundancia cuando Eduardo heredó a una tía española, y se mudaron a la madre patria, pero la dicha duró poco porque su esposo enfermó, y tuvieron que regresar a Miami, y también "a la aspiradora y al supermercado, sin criada que la ayudara y con un marido sumamente delicado de salud" y con casi 80 años de edad.
Recuerda además la hija de Elena Ruz, que su mamá fue
"... entrevistada con relativa frecuencia por su famoso sandwich. Salió en la televisión y en los periódicos. Pero ella seguía siendo igual. Nada alteró su carácter alegre... ".
Por eso ella dice con tanto cariño que
"Elena Ruz no es un sandwich con pan de medianoche. Para nosotros, es el lucerito del alba de muchas noches de desvelo y desesperanza. Cúmulo de cualidades que la convierten en ejemplo y en imagen de otras madres cubanas que dejan la estela de su paso por este mundo tan cruel y despiadado, como reinas escondidas de reinos ya olvidados".
Que pena que en los libros que dan recetas de platillos de nuestra comida tradicional lo omitan, como el de "Ana Dolores cocina con usted" de Ana Dolores Gómez de Dumois; el de María Antonieta Reyes Gavilán, "Delicias de la mesa"; el de Nitza Villapoll; ni mucho menos lo tiene la página cibernética del Centro Cubano de Información en sus Recetas Cubanas (www2.cuba.cu/verrecetas-n.php). Es preciso que todos los recetarios incluyan el sandwich de Elena Ruz para considerarse completamente cubanos. Y ojalá que algún día en todos los restaurantes que dicen cocinan la auténtica comida de Cuba — dentro y fuera de la isla — integren a su menú, además de la "medianoche" y nuestro típico sandwich, también el de Elena Ruz, por sabroso y verdaderamente autóctono, como la jovencita que lo creó y dejó tan dulces recuerdos en la memoria de quienes la conocieron.