El dominó es un juego que, aunque se desconoce su origen concreto, goza de una gran antigüedad, siendo ya conocido en las culturas china, árabe, egipcia, hebrea y griega desde épocas remotas. Este antiguo juego fue rescatado a mediados del siglo XVIII por los italianos, que lo pusieron nuevamente de moda y lo introdujeron en España y Francia. Probablemente este fue el motivo de que el juego acabara introduciéndose en Cuba, colonia española en ese tiempo.
De lo que sí no cabe duda es de la gran popularidad que cuenta en Cuba el juego del dominó, hasta el punto de que se le haya llegado a llamar "el segundo deporte nacional". En todos los rincones del país podemos ver cómo cualquier espacio de tiempo libre es bueno para dedicarlo a esta actividad. Sólo se necesitan una mesa y unas sillas y, por supuesto, un juego, lo cual es relativamente fácil de obtener. Aunque antiguamente las piezas solían fabricarse en materiales nobles, como el marfil y el azabache, al popularizarse el juego se diversificó de tal forma la variedad de materiales utilizados que hoy en día es frecuente verlos de madera o de pasta. De hecho el cubano que quiera disponer de uno de estos juegos sólo tiene que hablar del tema con algún carpintero y es cosa hecha. La gente saca sus mesas a la sombra de los porches de las casas o de los árboles, y se sientan a jugar, generalmente en grupos de cuatro, aunque nunca faltan alrededor de la mesa los espectadores del juego, a los que se conoce en el argot como "sapos".
El juego es aparentemente sencillo, aunque tiene su complejidad y la memoria y habilidad de los jugadores juegan un papel importante en la partida. Consta el juego de una serie de fichas rectangulares, divididas en dos zonas por una línea. En cada zona hay un número determinado de puntos, y se trata de ir colocando las piezas por turno y encadenadamente de manera que cada número quede enfrentado con uno igual, y gana el primero que se queda sin piezas. Existen en Cuba dos variedades de dominó, el llamado "completo", que consta de 55 fichas que van del doble blanco al doble nueve, y el sencilla, con 28 fichas y que llega sólo al doble seis.
Este juego se puede jugar individualmente, modalidad en la que suelen participar entre dos y cuatro jugadores, aunque el juego verdaderamente interesante se da cuando se juega por parejas. Se alternan alrededor de la mesa los jugadores de uno y otro equipo, de manera que las parejas quedan enfrentadas. En esta modalidad, cada jugador debe esforzarse para tratar de adivinar el juego de su compañero, que tratará de favorecer, y a este fin procurará no tapar la jugada de dicho compañero, al tiempo que deberá desbloquear aquellas fichas a las que este esté pasado. Asimismo hay que llevar las cuentas de las fichas que se van jugando, y tratar de adivinar las que posee el contrario, aunque esto en el dominó de 55 fichas es más difícil, porque no están todas en juego.
A este respecto, yo mismo he pasado largos ratos jugando con familiares y amigos, y el tipo de juego al que jugábamos consistía en repartir diez piezas a cada jugador, quedando las otras quince fuera del juego. Cuando uno se pasa, no recoge fichas, sino que se limita a cederle el turno al siguiente jugador (normalmente se establece una ronda de turnos en sentido horario). Se establece cuantos puntos hay que acumular para ganar un juego, por ejemplo, 200. El equipo que gana la primera partida del juego tiene por ello 50 puntos, y dar pase en la primera jugada suma 20 puntos al equipo que sale. El equipo que vence una partida dominando (es decir, uno de los miembros de la pareja agota totalmente sus diez fichas) se anota puntos adicionales. Por lo demás, en cada partida se suman los puntos que figuran en las piezas que les quedan sin jugar a la pareja perdedora y esos puntos se los anota la pareja ganadora en su marcador. Este juego puede variar de unas zonas a otras, aparte de que existen otros juegos, como por ejemplo uno en el que cada jugador debe jugar por su extremo (cada jugador sale de la pieza inicial, siempre un doble, por un extremo y forma su fila), que tiene reglas completamente distintas y se juega de forma siempre individual. Para amenizar las partidas no faltan los traguitos de ron o de cerveza que contribuyen a animar el ambiente. Las buenas jugadas provocan que quien las juega estampe ruidosamente la pieza sobre la mesa, produciendo gran estrépito. Téngase en cuenta que las partidas en las que no se habla son algo completamente utópico de realizar teniendo en cuenta la naturaleza alegre, locuaz y bulliciosa de los cubanos, que en muchas ocasiones dan la sensación que hablan más que juegan.
La situación precaria en que la mayor parte de la población estaba sumida tanto en el periodo colonial como en los periodos que siguieron, propiciaba escasos medios de esparcimiento, lo cual puede ser una de las causas de que este sencillo juego adquiriera gran popularidad como un entretenimiento al alcance de todos. Asimismo el clima agradable durante todo el año y el carácter abierto del cubano hacen de este juego un entretenimiento ideal. Si alguna vez viajáis por Cuba y se os da la ocasión de participar en uno de estos juegos, no la dejéis escapar, es una experiencia que os propiciará un buen recuerdo de la Isla.
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