Cuba

Una identità in movimento

Retos de los prejuicios y la discriminación raciales

Jesús Guanche



La vocación altruista de la Revolución cubana ante la discriminación racial y los prejuicios mutuos, influyó de modo directo en todo el andamiaje vertical (institucional), y en la sociedad en su conjunto al proscribir cualquier tipo de discriminación por motivos de color, género, edad, nacionalidad, etnicidad, entre otras.

Las tradiciones culturales de cualquier pueblo están cargadas de virtudes, como el sentido de la honradez, el valor de la verdad, la acertada apreciación de la belleza, la significación del trabajo y muchas otras; pero también incluye lo que esa sociedad puede o no considerar como defectos, entre los cuales se encuentra el desprecio por personas de su propia especie, no porque sean portadoras de otras virtudes, sino por tener cualidades corpóreas diferentes.

Es el viejo tema antropológico de la aceptación o el rechazo del otro; el típico etnocentrismo y su habitual reacción etnofóbica, cuando las personas que componen determinado pueblo poseen rasgos físicos relativamente comunes y como mecanismo de defensa o por otras razones particulares no aceptan a ese otro distinto; o al contrario, cuando lo acogen, lo colman de ritos hospitalarios.

Estas tradiciones culturales que marcan el sistema de valores de una sociedad, aunque sean impugnables, no se pueden cambiar por decreto ni por la mejor energía volitiva.

El necesario cambio hacia la superación del prejuicio y la discriminación raciales es un proceso de transformación relativamente lento, de carácter intergeneracional y de profundo contenido ideológico.

Pero no sólo de esa parte de la ideología que se identifica de modo protagónico, y a la vez limitado, con la ideología política, sino con el sistema complejo de las ideas, desde la filosofía hasta la cotidianidad, desde el pensamiento científico más profundo y abarcador hasta el mito cosmovisivo que recrea la realidad a imagen y semejanza del propio pensador, e incluye a toda la sociedad sin excepción.

Alredor de esta última se crea un discurso dialógico sobre las causas sociales y culturales del problema racial hasta su plena identificación, sin nuevos prejuicios para su solución.

Por esto, en el contexto cubano actual, no debemos identificar ni sobredimencionar el denominado "problema" del "negro", del "mulato" o del "blanco" como un problema capaz de distraernos del problema central: la existencia del país como nación independiente, la salida de la crisis, la aspiración a un tipo de desarrollo a escala humana y la preparación para una integración futura con otros pueblos del área en condiciones de equidad y respeto mutuos.

En este sentido, los estudios actuales sobre las relaciones raciales y la etnicidad en Cuba permiten destacar (aún de manera muy parcial, debido al lento desarrollo de los trabajos de campo y a la escasa discusión abierta del tema) un proceso de paulatina disolución de los prejuicios raciales junto con diversos modos de reproducción social en los niveles horizontal y vertical.

Se pueden detectar al menos tres tendencias que se relacionan directamente con la pertenencia generacional, fenotípica y socioclasista:

Conservación de los prejuicios raciales en las generaciones nacidas antes de 1959, muchos de ellos abuelos o bisabuelos de las generaciones más jóvenes.

(Principales trasmisores intergeneracionales de los prejuicios y de otros valores).

Abandono público del problema, que fue dado como si estuviera resuelto (a nivel de instituciones estatales), lo que contribuyó a su permanencia en el tramado social y familiar e influyó en una leve disminución de los prejuicios raciales en las generaciones nacidas entre 1960 y 1979, la mayoría de ellos padres y maestros de las generaciones más jóvenes.

(Trasmisores de los prejuicios raciales mediante la endoculturación familiar y social con menor intensidad que la generación anterior, en ellos influye todo el proceso revolucionario cubano y especialmente el acceso a un mayor nivel de instrucción).

Análisis crítico de los prejuicios raciales de modo público con el objetivo de propiciar su disolución perspectiva, sin dejar de considerar la formación de nuevos prejuicios en la generación posterior a 1980 según los nuevos cambios socioeconómicos y tecnológicos.

(Junto con la habitual trasmisión intergeneracional de valores existe una alta dependencia de los medios de comunicación masiva y la ausencia de una mayor discusión publica sobre el tema).

En los referidos estudios fueron analizadas las relaciones de nupcialidad, las paterno-filiales, las de vecindad y las de amistad.

Durante uno de los trabajos de campo se observó que los vecinos se relacionan entre sí independientemente de la noción de pertenencia racial, pero los más allegados son personas de la misma autopercepción racial; los amigos también son considerados generalmente dentro de la misma autopercepción racial.

En el barrio los grupos son comúnmente multirraciales, pero en las relaciones más íntimas prefieren los de la misma filiación; al mismo tiempo,

"... las personas que dijeron no ser racistas, en todos los casos se integran a grupos de amigos de variada composición racial".

Los que afirmaron conscientemente tener prejuicios raciales presentan tres casos significativos: Primero, los que sólo se relacionan con personas de su propio grupo racial; segundo, los que conforman grupos que mayoritariamente son de igual filiación racial, con la inclusión de personas de otra filiación sobre los cuales se afirma que comparten normas e intereses afines; y tercero, los que expresaron tener relaciones multirraciales exclusivamente en determinadas actividades.

Estos últimos patrones de relación interracial se sustentan en el grado de identificación con personas valoradas por los informantes como "iguales a uno".

De modo análogo, se producen y reproducen diversos estereotipos que identifican al blanco como "ambicioso e hipócrita", al negro como "extrovertido y escandaloso" y al mulato como "blanco y negro a la vez", en tanto percepción del otro y en determinados casos como autopercepción prejuiciada.

Al cabo de más de medio siglo hay que oponer nuevamente al pseudoproblema de la "raza", en su acepción biológica, el complejo problema de la cultura en su rica diversidad plural, ya que los actuales temas que se discuten sobre el prejuicio y la discriminación son cuestiones de tipo sociocultural que afectan el desarrollo pleno de muchas personas.

Es una especie de tara cultural derivada del estigma de la esclavitud y de todo el conjunto de ideas que argumentaron las desigualdades sociales y las diferencias culturales en el desarrollo como si fueran desigualdades biológicas.

Sus causas primarias hay que evaluarlas, precisamente, en la desventaja histórica que tuvo la población más humilde (cuya inmensa mayoría es obviamente negra y mulata, aunque no es la única) para aprovechar al máximo las oportunidades de educación, empleo y elevación de la calidad de vida mediante el trabajo honrado, en un modelo social convulso que también heredó y generó diversas manifestaciones de la patología social.

La experiencia negativa que tuvo Cuba con el sistema político de cuotas, según colores epidérmicos a mediados de la década de 1980, no siempre fue equivalente al talento de las personas electas o designadas para uno u otros cargos.

Una reflexión autocrítica al respecto permitió que posteriormente los dirigentes políticos, militares, gubernamentales y otros, cuya distribución de melanina en piel los acerca más a sus antiguos ancestros africanos, asuman funciones en atención a la experiencia, la capacidad, el talento y no por la simple apariencia externa.

La solución del problema no consiste en aplicar una opción absurda e igualitarista para cumplir con un elemental balance estadístico, sino en una racional elección y distribución de funciones de acuerdo con el desarrollo alcanzado por las personas, según sus capacidades y en atención a las diferencias de actitudes y aptitudes.

En este sentido, tratar de equilibrar la composición por sexo de los estudiantes universitarios en Cuba significa debilitar el empuje que han tenido las muchachas en el acceso al nivel superior como reflejo de un mejor rendimiento académico, al margen de lo discutible que resulta el retraso de los muchachos por diversas razones.

Del mismo modo, es otro ejemplo, tratar de equilibrar la composición por el color de la piel de los equipos deportivos de alto rendimiento también significa debilitar un proceso de captación y selección de atletas que tiene su base en las competencias escolares y cuya mayoría han sido y son jóvenes negros y mulatos (e incluyó en estos términos toda la complejidad actual del mestizaje).

Durante el VI Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) se volvió a discutir el tema de la discriminación racial y los prejuicios que le son afines, el decisivo papel de los medios de comunicación masiva y de toda la sociedad en su conjunto, desde la familia hasta los centros laborales y educacionales, en el conocimiento de sus causas y en sus vías de solución.

Aunque no sea común en otros países, la presencia permanente del Jefe del Estado y del Gobierno cubano durante los días de sesiones plenarias, animó el debate sobre el reconocimiento actual del racismo y el papel estratégico de la cultura (en su amplio sentido y alcance) para asumir los problemas del desarrollo en su esencia humana y en su pluralidad, como vía para contrarrestar las pretensiones globalizadoras desde la unipolaridad homogeneizante.


Cuba. Una identità in movimento

Webmaster: Carlo NobiliAntropologo americanista, Roma, Italia

© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados

Statistiche - Estadisticas