Cuba

Una identità in movimento


Breve estudio de una fuente documental: Los libros de registros de entrada y salida del Depósito de Cimarrones de La Habana

Mirtha González Moreno


El objetivo de nuestro trabajo es el análisis de los libros de registro de entrada y salida del Depósito de Cimarrones de La Habana, que se encuentran en el Archivo Nacional.

Para lograr una mayor comprensión del valor documental de estos libros, es necesario hacer referencia a la institución colonial a la cual pertenecían, a la estructura y organización de la misma, así como a lo que ella significó para la administración española y para aquellos a quienes fue destinada, los negros cimarrones.

En Cuba el cimarronaje existió desde el momento mismo en que comenzó la esclavitud. Fue siempre una de las formas de rebeldía frente a la explotación esclavista. Esta reacción de los esclavos llevó aparejadas la búsqueda y persecución de los que se habían fugado. Búsqueda y persecución que devinieron buen negocio para aquellos que se ocupaban de esta actividad.

El derecho de apresar estos esclavos fugitivos fue privilegio del Alcalde Mayor Provincial hasta 1790, este cargo descansó en la familia del Conde Barreto y produjo abundantes ganancias a la misma [1: 99].

En diciembre de 1796 se aprobó un primer reglamento para la captura de cimarrones, que fue reformado en 1824 [2: 287]. Este código, redactado por Francisco de Arango y Parreño, regulaba toda actividad relativa a la fuga de esclavos, y eliminaba la posibilidad de que lucrasen quienes hasta ese momento habían monopolizado, sus beneficios.

Al aumentar el cimarronaje, se creó una compleja organización que se convirtió en excelente fuente de ganancias, no solo para la administración colonial, sino para todos los que de una manera u otra tuvieron que ver con ella.

Ya en 1800, la Junta de Fomento acordó unánimemente la construcción de un Depósito en el Cerro, lugar al que sería llevado todo negro que no pudiera probar su identidad, fuera cimarrón o no [3].

El Depósito tenía al frente un administrador, encargado de toda operación financiera y del control de toda la actividad interna. El mismo estaba auxiliado en sus funciones por un mayordomo y un sereno; este último estaba dedicado a la vigilancia nocturna.

En cuanto a las cuestiones sanitarias, el Depósito contaba con un médico y un practicante, los cuales no lograron evitar la proliferación de epidemias y la falta de limpieza que tanto mermara a la población allí recluida. La religión estaba representada en la persona del capellán, encargado de darle instrucción cristiana a todos los que allí eran enviados.

Los Depósitos existían en todos los centros de provincia y enviaban sus "existencias" a La Habana, una vez que, pasado el tiempo establecido, no los hubiesen reclamado sus dueños.

Estos Depósitos se crearon con objeto de agrupar a aquellos esclavos fugitivos apresados a fin de propiciar la devolución de los mismos al amo correspondiente. Sin embargo, esta función inicial se transformó muy pronto. Moreno Fraginals [2: 289] relata lo que sucedía realmente en los mencionados Depósitos:

Se hizo una costumbre que mediante el soborno, productores y comerciantes mostrando una documentación preparada ad hoc reclamaron como suyos a esclavos depositados. Otras veces estos negros detenidos y no reclamados eran vendidos como esclavos con la misma falta de escrúpulos que se hacía la venta de emancipados. Finalmente existía la posibilidad de arrendarlos.

Otra fuente de ingresos para administradores y funcionarios fue la alimentación del cimarrón, ya que pese a que lo estipulado por el Reglamento era poco y de mala calidad, dicho Reglamento se violaba y se daba a los negros esclavos una dieta aun peor.

Al llegar un cimarrón al Depósito era registrado en un libro de entrada y salida, en el cual se reflejaran una gran cantidad de datos y en el que se hacían constar los gastos que individualmente ocasionaba a la institución. Igualmente, se anotaba su salida al ser reclamado por su amo, previo pago de los gastos antes mencionados.

Cada uno de estos libros recoge las incidencias de un año completo, en estricto orden eronológico. En ellos aparece el nombre y el número de entrada del esclavo fugitivo, la "nación" y las señas físicas. Se detallaban muy bien las marcas y cicatrices, la procedencia, etc. Con relación a la procedencia del fugitivo no solo se asentaba el lugar donde había sido apresado y el nombre de su captor, sino también el nombre del amo que el propio negro declaraba - nombre este que no siempre coincidía con el del que se presentaba más tarde a reclamarlo.

En otra sección del propio libro aparecen las "existencias" que de un año a otro quedaban en el Depósito y que eran utilizadas como fuerza de trabajo en obras públicas.

Con respecto a toda esta información podemos abundar, mediante ejemplos, sobre aquellas cuestiones que consideramos más representativas de la importancia de la fuente trabajada.

Seleccionamos tres libros, los correspondientes a los años 1832, 1842, y 1852 [5]. La primera fecha es la del primer libro que aparece en el fondo consultado, y las otras dos representan las dos décadas sucesivas.

De acuerdo con la cantidad de miembros de las distintas "naciones", encontramos principalmente cimarrones congos (20, 21, y 20%); carabalíes (19, 9, y 10%); gangás (19, 14, y 9%); y los criollos (12, 22, y 34%), en los tres años, respectivamente (Tabla 1).

Sobre la base de que no existe documento alguno que contenga un registro de entrada y procedencia de los negros traídos a Cuba en calidad de esclavos, creemos que los datos contenidos en los libros de registro de los Depósitos hacen de esta fuente un elemento muy útil para cualquier intento serio de determinar, desde un punto de vista relativo, la tendencia de la composición por "naciones" de la población esclava existente en Cuba durante el pasado siglo.

Tabla 1
Procedencia de los esclavos cimarrones del Depósito de La Habana (en %)

Nación

1832

1842

1852

Carabalí

19

9

10

Congo

20

21

20

Criollo

12

22

34

Gangá

19

14

9

Lucumí

8

14

15

Macuá

5

9

4

Mandinga

7

4

5

Otros*

10

7

3

Total

100

100

100

* Bricán, Briche, Mina y otros.

No obstante, pudiéramos hacernos una pregunta. ¿Eran acaso estas "naciones" (congo, carabalí, gangá) más belicosas que otras, menos dadas al encierro o al tipo de trabajo a que se veían sometidos y de ahí su mayor representación en el Depósito? ¿Esta interrogante es aplicable al evidente aumento de la población esclava criolla en el Depósito en los dos últimos años analizados o solo es producto del incremento de nacimientos en Cuba de hijos de africanos?

Si observamos el total de cimarrones apresados en cada uno de estos tres años, vemos que hubo una disminución gradual. ¿Se debe esta disminución a la reducción del contrabando negrero en la década del 40, que trajo como consecuencia una disminución del maltrato y, por ende, de las fugas? Quizás la consulta de los libros posteriores a estas fechas nos den la respuesta a esta pregunta, pero debemos tener en cuenta, como plantea Moreno Fraginais [4: 88], que "hacia 1852 tiene lugar el reinicio de la trata en gran escala, pero ya con un nuevo surtido en edades y sexos."

Igualmente, la fuente resulta valiosa, en cuanto a los datos que sobre la edad del cimarrón nos brinda, para determinar en qué momento de su vida el esclavo resulta más reacio al sistema y si este coincide con su etapa de mayor productividad.

Con respecto al sexo, en 1832, el 12,8% de los cirrrarrones registrados son mujeres, mientras que en 1852 disminuye al 9,2%. ¿Qué significa esta disminución? ¿Acaso una menor participación de la mujer, producto del "buen tratamiento" de esos años, como ya hemos señalado?

Otro punto cuestionable de la documentación es la procedencia del cimarrón; esto puede ser motivo de futuras investigaciones, de acuerdo con la posibilidad de que haya llegado a la zona donde es apresado o, por el contrario, sea efectivamente de ese lugar, si tenemos en cuenta aquellas regiones del país donde se produjeron rebeliones de esclavos y las fechas de las mismas.

En cuanto a la descripción física de los cimarrones depositados, el trabajo del especialista Pedro Deschamps [6] sobre las marcas tribales de los esclavos, nos sugiere que también nuestra fuente pudiera apoyar una investigación de ese tipo, ya que refiere detalladamente cada una de las marcas y cicatrices del negro apresado.

Al mismo tiempo, si continuamos más allá, ¿sería posible un estudio sobre los nombres cristianos y apodos que recibían los esclavos?, teniendo en cuenta que en la fuente estudiada invariablemente el cimarrón aparece registrado bajo su nombre o apodo.

Hasta ahora hemos analizado las posibilidades que abre a la investigación esta documentación. Es justo que en la crítica a una fuente se señalen las limitaciones de que adolece. Por ejemplo, en estos libros no se aclara la actividad a la que se dedicaba el cimarrón. Por otra parte, solo hemos encontrado hasta el momento los libros del Depósito de La Habana a partir de 1832, aunque realmente no hemos agotado la búsqueda del resto de los años y desconocemos si existen documentos similares pertenecientes a los Depósitos de otras ciudades de la Isla.

A manera de una muy breve conclusión deseo subrayar que el hecho de que en estos libros aparezcan registrados, en un orden cronológico riguroso, la entrada y la salida de los cimarrones apresados durante buena parte del pasado siglo y, al mismo tiempo, se indique en ellos la "nación" a la cual pertenecía cada negro, la edad del mismo, el nombre o el apodo, la región donde fue apresado, etc., hace de la consulta de esta fuente un paso necesario para todo aquel que se proponga profundizar en el conocimiento de la esclavitud y, muy en particular, del cimarronaje.

Por otra parte hemos querido hacer afirmaciones. No es nuestro objetivo. Solo hemos hecho señalamientos que nos pueden servir de base para futuras investigaciones. De ser así, podremos decir con certeza que se logró el objetivo fundamental de este trabajo.


    Referencias

      [1] Ponte Domínguez, Francisco. Arango y Parreño. Estadista Colonial cubano. Imprenta Molina, La Habana, 1937.

      [2] Moreno Fraginals, Manuel. El ingenio. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, t. 1.

      [3] Dalton, Margarita. "Los depósitos de cimarrones en el siglo XIX". Revista de Etnología y Folklore, enero-junio 1967, pp. 5-29.

      [4] Moreno Fraginals, Manuel. El ingenio. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, t. 2.

      [5] Cuba; Archivo Nacional. Miscelánea de libros, nos. 7785, 7792. 7800.

      [6] Deschamps, Pedro. "Marcas tribales de los esclavos en Cuba". Revista de Etnología y Folklore, julio-diciembre, 1969. pp. 65-78.




Tomado de: MIRTHA GONZÁLEZ MORENO, "Breve estudio de una fuente documental: Los libros de registros de entrada y salida del Depósito de Cimarrones de La Habana", en La esclavitud en Cuba, La Habana, Instituto de Ciencias Históricas, Editorial Academia, 1986, pp. 190-195


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