Estimado Raymond,
Muchas gracias por tu comentario, tan preciso como un reloj suizo. Aprecio que no hayas visto mi presentación como catastrófica, porque en realidad no lo es. Me he ceñido a problemas y deficiencias, porque la única manera de resolverlos es aceptando primero que existen. Sobre logros hay suficiente divulgación, pero falta el debate sobre los problemas. Tienes razón cuando dices que muchos de esos problemas que mencioné aparecen también en otros países. Pero los matices son distintos: si en los países capitalistas el mercado ha convertido a la arquitectura en negocio y domina la ganancia especulativa, aquí se convirtió en sólo construcción y el cumplimiento de metas se volvió más importante que las propias obras, con la ironía de que la misma calidad constructiva se ha visto afectada. En definitiva, no me propongo arreglar el mundo — me conformo con esta pequeñísima parte del planeta donde habito.
Si te parece poco que yo haya mencionado solamente una vez los efectos de la agresión extranjera, es porque escribí para los cubanos, y esa agresión la hemos estado sufriendo todos, y, además, nos la muestran cada día en los medios masivos. Pienso que allá en tu patria sea más necesario recalcar las condiciones tan difíciles en que ha tenido que sobrevivir Cuba, y sé que tú has hecho mucho para lograrlo.
Yo quise enfatizar el hecho de que hasta casi finales de los años 60 pudimos hacer una arquitectura con muy buen nivel medio por todo el país, a pesar de las agresiones armadas — que son peores que las económicas —, la fuga de los mejores arquitectos y escaseces generalizadas iguales o peores que las del período especial, que algunos ya han olvidado o simplemente no vivieron. No comparo — como algunos hacen de mala fe — la arquitectura actual con la de antes de la Revolución, sino con la de esos años muy difíciles pero muy hermosos, cuando personas como tú vinieron generosamente de otros países a colaborar en esta obra, en la que algunos estábamos involucrados desde los años 50, porque antes (cronológicamente) de ser arquitectos fuimos revolucionarios.
Los daños del bloqueo contra Cuba son enormes, y por algo se mantiene. Pero no podemos hacer mucho para cambiar eso. Por otra parte, el efecto del bloqueo sobre la arquitectura cubana se mide en edificios que se dejaron de construir y en materiales que no se pudieron comprar, o hubo que comprar más caros, pero NO tuvo que ver con la calidad de diseño, ni tampoco de ejecución. Al contrario, si se hicieron menos edificaciones, deberían haber tenido, todas, buen diseño.
En cambio, la fórmula de la Oficina del Historiador podría repetirse sin esperar a un cambio en la política de los Estados Unidos, y convertir así un problema en un recurso que se pague a sí mismo. Por supuesto, eso no podría generalizarse con las mismas características, pero el principio de descentralizar y atacar los problemas en la base con soluciones locales y participación de la comunidad encaja en una estrategia que no se limite a la supervivencia coyuntural en un momento de crisis, sino que interiorice una concepción del mundo sustentable y viable.
Veo un poco de confusión cuando mencionas que hay cosas que no dije y en cambio tú mismo citas partes en que las digo. Quizás no hayan quedado suficientemente claras. Coincido contigo en que muchas de esas ideas ya habían sido dichas antes por otras personas, y también por mí. Quizás la diferencia sea que en mi caso han quedado por escrito. También hay otras nuevas, que yo sepa, como la repercusión de aquella mentalidad dogmática y represiva en la Escuela de Arquitectura.
Saludos,
Mario Coyula.
Pagina enviada por Desiderio Navarro
(6 de abril de 2007)