Cuba

Una identità in movimento


Carlos Manuel de Céspedes: un símbolo de inicio y continuidad

Yoel Cordoví Núñez


En la noche del 23 de enero de 1874 llegó el ex presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, a la Prefectura de Guanimao, dentro de la cual estaba enclavada la finca San Lorenzo.

Víctima de las contradicciones en el seno de la joven Revolución que él iniciara, fue depuesto de su cargo por los miembros de la Cámara de Representantes y obligado a permanecer en condiciones extremadamente difíciles y peligrosas.

Hacía un mes que Céspedes se encontraba en el lugar en espera de un pasaporte, el cual le sería negado por los propios legisladores cubanos. Mientras, algunos amigos y su hijo Carlitos gestionaban su salida de aquel lugar, asediado por tropas españolas.

En la última anotación que dejara en su diario, decía:

"Hoy ha salido un criado en busca de cocos y trae la noticia de haber llegado una columna española".

Era la mañana del 27 de febrero de 1874.

El mulato Jesús Pavón, ayudante de cámara, despierta a Carlos Manuel de Céspedes. Veinticuatro horas antes, las cañoneras "Alarma" y "Cuba Española", que traían al batallón Cazadores de San Quintín, desembarcan al sur de Oriente.

El desenlace fatal se avizoraba. El Padre de la Patria, luego de sus acostumbradas tareas diurnas, incluida la última partida de ajedrez con su coterráneo Pedro Maceo Chamorro, sale a visitar a algunos vecinos de la intrincada comarca, en donde enseñaba a leer y escribir a los niños y dialogaba con los campesinos de la zona.

Una niña se aproxima a la casa de "Panchita" Rodríguez, donde se encontraba Céspedes, y por el camino descubre la presencia de soldados españoles. Al parecer, una traición ponía al descubierto su paradero.

El patriota, revólver en mano, sale del bohío. Los españoles emprenden la persecución abriendo fuego entre los maniguazos por los que atraviesa en busca de refugio.

Un capitán, un sargento y cinco soldados lo persiguen. Los españoles intentan capturarlo vivo, pero el bayamés dispara sin detener la carrera. La hora final llegaba. El sargento Felipe González Ferrer se le encima, y ante un último esfuerzo de Céspedes por neutralizar de un disparo a su rival, el sargento acciona su fusil y a quemarropa le perfora el corazón.

El cuerpo cae por un barranco de alrededor de siete metros de profundidad. Dejaba de existir el hombre que echó sobre sus espaldas la responsabilidad histórica de iniciar la guerra de independencia en Cuba contra la metrópoli española el 10 de octubre de 1868. Su deposición a causa de la división y posterior muerte fueron nefastas para la revolución.

Moría el iniciador de la gesta, pero nacía un símbolo de inicio y continuidad. A 130 años de su muerte, Céspedes continúa siendo ese símbolo: el fundador, el Padre de la Patria.




      Yoel Cordoví Núñez
      es especialista del
      Instituto de Historia de Cuba.



Fuente: Radio Cadena Agramonte, Camagüey
http://www.cadenagramonte.cubaweb.cu/historia.asp


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