Así describía este hombre la veneración que profesaban a la Virgen todos los que se consideraban salvados por ella de las desgracias ocasionadas por el seísmo.
Los inicios del siglo XIX no fueron muy halagüeños. Santiago del Prado tenía sólo 1295 habitantes y las minas ya no producían. En cambio, el santuario y la hospedería gozaban de excelente salud. Las limosnas contribuyeron a la fabricación de una media naranja y otro cuerpo en la iglesia. De esta época data la aprobación por parte del Cabildo de Santiago de las ferias del Cobre, que tendrían lugar en el mes de septiembre. Las mismas contribuirían a vigorizar una tradición alentada desde hacía muchísimo tiempo por los vegueros, quienes no olvidaban su ancestral costumbre de echar semilleros cada 8 de septiembre, mientras cafetaleros se aprestaban ese día a cosechar el grano.
Estas festividades llegaron a alcanzar una inmensa popularidad. Al principio fue necesario inaugurar un camino de ruedas con puente y calzada desde la ciudad hasta El Cobre. Más tarde el ferrocarril catapultaba a una muchedumbre devota, venida de cualquier zona, a rendir culto a la Virgen trigueña y a depositar ante ella infinidad de votos y exvotos que eran desde manos, brazos y piernas hasta diminutos barcos de oro y plata. La línea férrea se extendía por espacio de ocho millas y para llegar a ella en Punta de Sal era necesario antes de realizar una travesía marítima por toda la bahía santiaguera a bordo del vapor Botafuegos. Los peregrinos se aprestaban animosos a desandar estos caminos a bordo de varios medios de locomoción, pues constituía un placer para los sentidos el paisaje ofrecido por la ciudad. Ya para 1845 surgía una tradición que perduraría durante mucho tiempo y constituía la nutrida procesión de los fieles por cada una de las calles del poblado como colofón de la feria.
El altar de la caridad del Cobre por esta época podía presumir de riquezas. El camarín de la Virgen quedaba exhausto ante el peso de tantísimos milagros de oro y plata. La efigie reposaba sobre una repisa decorada con cinco serafines de plata con alas de oro, una media luna de oro dividida por la mitad y otra de menores dimensiones, con ínfimas estrellas en los extremos.
Sobre la cabeza, un arco adornado con perlas, esmeraldas y amatistas. Su corona lucía un enorme diamante, amén de otras pedrerías valiosas. Joyas hermosísimas lo eran también los pendientes de la Caridad, diamantes engarzados en plata, y el collar de perlas que rodeaba su cuello.
Aunque el esplendor caracterizaba al santuario, sobre él se cernía una gran amenaza, fraguada desde casi veinte años antes. O quizás desde mucho antes. En 1832 tuvieron que ser suspendidos los trabajos de perforación en las inmediaciones del templo, pues los derrumbes podían sobrevenir en cualquier momento. Sin embargo, los capitalistas no querían renunciar a las jugosas tajadas que aquel suelo rico en cobre les proporcionaba y a los dos años de la prohibición reanudaron las prospecciones. No tardarían en hacerse sentir sobre el santuario los efectos de los socavones practicados al terreno, pues el 20 de agosto de 1852, la ciudad de Santiago de Cuba fue sacudida por violentos movimientos tectónicos que afectaron el presbiterio de la iglesia del Cobre, cuartearon en su totalidad a la torre, así como a la parte norte de la capilla.
El 11 de mayo de 1906 es la fecha registrada en la historia que marca el desplome del hermoso santuario de El Cobre. Los informes periciales eran claros: el desaste fue provocado pro el desprendimiento de un prisma de terreno en una galería localizada al oeste del pozo Richard, muy cercano a la iglesia. Asimismo concluían que en las galerías situadas bajo los cimientos del templo se había estado trajinando en los momentos previos al desastre. Ante la ruina inminente del santuario, que pese a sus enormes grietas se mantenía erecto, la efigie de la Virgen fue colocada en una casa del poblado y el 7 de septiembre de 1910 instalada en la parroquia de la villa, después de ser restaurado el edificio.
No transcurrió mucho tiempo, afortunadamente, para que el agravio al santuario fuera reparado. De toda la Isla emanaron donativos que, unidos a la indemnización recibida por la Iglesia de la compañía que provocó el incidente, The Cobre Mines, posibilitaron la ejecución de otro templo, concluido en 1927. Las obras, auspiciadas por el monseñor Valentín Zubizarreta, estuvieron bajo las órdenes del ingeniero J. Navarro. Los gastos ascendieron esta vez a 300.000 pesos, que dieron de sí un edificio de tres torres, al cual se accede a través de ocho mayúsculas puertas terminadas en arco y que está precedido de un atrio de 240 metros de largo por 15 de ancho. Como el santuario anterior, éste también se parapeta detrás de una escalinata empinada y tan ancha como todo el cuerpo central del templo. De este cuerpo emerge la torre central la mayor de las tres, y que fuera abatida por el terremoto del 3 de febrero de 1932, pero urgentemente reconstruida. Uno de los elementos más relevantes de la ornamentación del templo constituyen la serie de vitrales que reproducen el mito de la aparición de la imagen de la Caridad en las aguas de la bahía de Nipe. En el interior sobresale el altar mayor, construido con mármoles de diferentes colores y texturas, donde el sitio preponderante corresponde al camarín que soporta la figura de la patrona de Cuba. Detrás de este altar se destinó un pequeño recinto al "Cuarto de los Milagros", donde fue colocado el primitivo altar de plata que tuvo el primer santuario y una gran cantidad de antiguos exvotos.
La Virgen de la Caridad del Cobre es adorada en la religión afrocubana bajo el nombre de Oshún. Se representa como la dueña del amor, la femineidad y del río. Simboliza la gracia, la coquetería y la sexualidad de la mujer y no en vano asiste a las gestantes y parturientas. Esta mulata simpática y hermosa es alegre como ella sola y muy bailadora. En el culto sincrético, a la Caridad se le fabrican altares muy iluminados, repletos de comidas, bebidas y profusión de flores. La música y los bailes afrocubanos no pueden faltar en estos rituales.
La Caridad del Cobre fue declarada por la Santa Sede Patrona Principal de la República de Cuba el 10 de mayo de 1916. El 20 de diciembre de 1939 fue coronada por decisión papal en un suntuoso trono fabricado en la Alameda de Michaelsen, en la ciudad de Santiago de Cuba. En aquella ocasión el arzobispo Valentín Zubizarreta impuso a la Virgen una riquísima corona áurea, engalanada con brillantes, esmeraldas, rubíes y otras piedras preciosas. Recientemente el Papa Juan Pablo II ha vuelto a coronar a la Caridad en una misa efectuada el 24 de enero de 1998 en Santiago y durante el curso de su histórica visita a la Isla.
Tomado de: ANA LUCÍA ORTEGA ALVAREZ, Iglesias de Cuba, Madrid, Agualarga Editores, S.L., 1999
Página realizada por: Karina Somonte Rodríguez