LA HABANA, 4 DE NOVIEMBRE DEL 2003 (WORLD DATA SERVICE)

Luego de un extenso período que cubre varios años de la pasada década y los iniciales de la presente marcados por el dramático impacto en Cuba de la desaparición del bloque socialista europeo, la Isla, que llegó a producir 12 largometrajes de ficción y 21 documentales en 1989, comenzó a calentar motores y ya el ruido se siente en el 25 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Este año, la nación antillana compite con 8 trabajos de ficción y 7 documentales, categoría, incluso, en la que retomó su antiguo liderazgo entre los países de la región. Tal avalancha amenaza no solo con ponérsela difícil a las cintas foráneas que aspiran al Coral, sino también en tensar la disputa entre las propias películas hechas en Cuba, varias de las cuales han sido premiadas en certámenes extranjeros.

En cartelera están las cintas Aunque estés lejos, de Juan Carlos Tabío (Fresa y Chocolate, Guantanamera); Suite Habana, de Fernando Pérez (La vida es silbar, Madagascar, Clandestinos); Entreciclones, de Enrique Colina (ganadora del Circulo Precolombino de Bronce a la mejor película del Festival de Cine de Bogotá) y Roble de Olor, de Rigoberto López, estas dos en el apartado de operas primas. También en la sección de ficción concursan los cortos Niño con lluvia, de José Angel Alayón; Bajo Habana, de Terence Piard; Pool with two figures, de Julio Carrillo y En la distancia, de José Luis Barber.

Volvieron incluso los animados de manos de Juan Padrón, quien presenta Más vampiros en La Habana, aventura que promete convertirse en una saga tal como sucedió con Elpidio Valdés.

El despegue ha sido posible gracias a las asociaciones con productoras extranjeras, mecanismo al que recurrió el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) para sacar adelante la filmografía isleña, una de las privilegiadas de la región por la expectativa que genera el buen nombre del cine cubano y la aceptación que cosecha con logra colarse en algún mercado más allá de los que les ofertan en sus países los productores asociados.

Roble de olor, la primera obra de ficción del documentalista Rigoberto López, fue coproducida con Francia y España, país este último que encabeza la lista de los asociados del ICAIC y que junto a América Latina y los hispanos de Estados Unidos (cuando rara vez se logra exhibir allá una película cubana), constituye el mayor mercado del producto fílmico de la Isla.

Padrón realizó la segunda parte de Vampiros en La Habana en alianza con los Estudios Iskra, de España, donde se hizo la mezcla de sonido del primer largometraje de dibujos animados asumido en formato digital en Cuba.

Otro de los filmes coproducidos con España fue Suite Habana, una mezcla de documental y ficción que sobresale entre lo mejor rodado y más gustado en la nación caribeña recientemente y que viene respaldado al festival por un premio (el SIGNIS, otorgado por la Asociación Católica Mundial Para la Comunicación) en la cita de San Sebastián de septiembre pasado y su inclusión entre los candidatos al Oscar a la mejor película extranjera.

El número de trabajos en la lidia es una razón de gozo para el ICAIC que, aunque no ha patrocinado directamente los documentales en competencia (son, en su mayoría, producciones de las empresas cubanas Trimagen, Televisión Latina y el Instituto Superior de Arte), estima y apoya como suya todo el cine realizado en Cuba.

El avance de la filmografía isleña, noticia que alegró también a más de una de las celebridades invitadas al festival como el realizador griego Costa Gavras y el protagonista de Traffic, el puertorriqueño Benicio del Toro, un confeso admirador del cine cubano, los actores y los actrices cubanos, seguirá ganando terreno en 2004 con cuatro nuevos títulos: Papeles de Mauricio, de Manuel Pérez; Gente de pueblo, de Humberto Solás; El Mayor, de Rigoberto López y Benny Moré, de Jorge Luis Sánchez.

Fuente: RL/FM