Entre cielo y tierra, entre pecho y espalda, entre los destellos del horizonte y los rigores de la cotidianidad, se ha establecido el arte digital entre nosotros. Como otras categorías más imprescindibles ha llegado para quedarse. Y aquí está, este nuevo junio cálido de La Habana, para repartir certezas e interrogaciones, para brindar disfrute y propuestas, para ser, además de estar.
Serán — son — los 149 artistas de Cuba que enviaron sus conjuntos de obras (124 en la categoría de impresas y 25 en la de audiovisuales) para que fueran vistas, discutidas, analizadas, en esa difícil tarea de aprender a enseñar, por el jurado del Salón. De allí salieron los cuatro premios bidimensionales y sus tres menciones y los dos premios audiovisuales con su pareja de artistas mencionados. También el jurado de este año, exigente y comprometido con la calidad y el rigor, hizo su apretada selección de 25 artistas que verán sus obras expuestas dentro de esa categoría y 5 que pasarán, como seleccionados también, por las pantallas junto a las obras ganadoras. Una muestra de las obras bidimensionales no seleccionadas por el jurado será expuesta, por decisión del Centro Pablo de la Torriente Brau, en otras paredes de Muralla 63, como adelanto de lo que pudo ser y aún no ha sido cabalmente, pero con derecho a dialogar, desde esa categoría, con su posible/futuro público.
Ese público ha crecido, como el volumen y la calidad de los artistas digitales, en estos años. Otras instituciones del arte incluyen la mirada digital como punto de partida o de llegada en sus eventos y muestras. Ello no es obra sólo de este Salón, pero también es obra de este Salón, que apostó por el riesgo y contra la rutina, que apuesta, en general, por el riesgo y contra el acomodamiento de las herramientas artísticas y de los mecanismos del alma.
Para dar entorno favorable a esas apuestas firmes y diáfanas, ahí están, en el más amplio mundo del país, los programas masivos –en la educación, la salud y otras múltiples esferas– que incorporan crecientemente lo digital como instrumento y como camino. Por ahí avanzaremos, como país. Los artistas digitales tendrán también derecho a sentirse exploradores tempranos de esas aventuras necesarias cuando recuerden las obras que participaron en el primer salón de arte digital, en junio de 1999.
La solidaridad puede salvar muchas cosas. Para no apelar a ejemplos mayores, aquí está la realización de este Salón, imperfecto pero vivo, agónico en su producción pero sistemático, más o menos comprendido por instancias y ojerizas pero consecuente con su lema descubierto mientras nacía: una apuesta a favor de la imaginación y la belleza. Después de ocho años de mostrar y debatir, se hace necesario agradecer a las instituciones y gentes –aquí y en otro países– que apostaron y arriesgaron junto a nosotros. En los logotipos de este catálogo se encontrarán algunos de sus nombres que se han grabado de otra manera, por suerte, en las regiones del afecto y el agradecimiento.
Este año el Salón ha sido convocado, en lo internacional, colocando el énfasis en las obras audiovisuales, focalizadas primeramente en el videoarte, que también dará materia para los debates del coloquio que acompañará este año, como siempre, a esta fiesta del arte digital entre nosotros. A las muestras de los artistas internacionales que enviaron sus propuestas se unirán las reunidas por instituciones o especialistas de Brasil, Centroamérica, Venezuela, España, Estados Unidos, Canadá y otros sitios, para ampliar el horizonte de la mirada: acción necesaria para seguir siendo mientras se está, en cualquier ámbito de la vida.
Entre las varias muestras afines con este VIII Salón y Coloquio Internacional de Arte Digital se incluye "Fast-Forward II" (Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, 19-25 de junio de 2006), proyecto que ha exhibido por sólo un día videoartes de los artistas cubanos Inti Hernández (día 19), Ernesto Leal (20), Luis Gómez (21), José Ángel Toirac (22), Lázaro Saavedra (23), René Francisco Rodríguez (24) y Sandra Ramos (25). Esta imagen corresponde a la obra El síndrome de la sospecha, del destacado Lázaro Saavedra.
El amor lo conquista todo, nos advierte el tema que los diseñadores gráficos de Cuba y Estados Unidos han abordado en sus carteles este año, dentro del proyecto "Compartiendo sueños / Sharing Dreams" que por tercera vez consecutiva encuentra espacio y calor dentro de nuestros salones de arte digital para acercar profesiones, debatir criterios y tender puentes, desde el respeto y la amistad, entre gentes que quieren conocerse mejor, entenderse mejor y llegar a construir proyectos conjuntos como este que ha reunido a 36 diseñadores gráficos que este año muestran sus trabajos en una exposición retrospectiva acompañada por la memoria audiovisual de esa aventura dúplex, también hija de la búsqueda de la imaginación y la belleza.
Entre cielo y tierra, entre pecho y espalda, entre los destellos del horizonte y los rigores de la cotidianidad, se ha establecido el arte digital entre nosotros. Ese el párrafo con que comenzaron estas palabras y pareciera que el círculo se cierra. Pero no. La espiral continúa. De una u otra forma, continúa. Que es la mejor manera que conocemos de ser mientras se está.
(Palabras al catálogo de la octava edición del Salón y Coloquio Internacional de Arte Digital, el que quedó inaugurado la tarde del 19 de junio de 2006)