Queridos hermanos:
El tiempo ha pasado y muchas cosas han ocurrido en el mundo desde aquel 12 de septiembre de 1998. En ocasión de la fecha del octavo aniversario del acto de la detención e inicio de la prisión injusta en las cárceles de los Estados Unidos, todos queremos pensar y esperamos que en esa tierra haya honra todavía y que la justicia estadounidense prevalezca sobre el odio y la venganza que los ha convertido a ustedes en rehenes de una política diseñada para complacer los sentimientos e intereses mezquinos de la mafia cubano-norteamericana, que está probado que es un bando terrorista y corrupto hasta los mismos tuétanos.
Es hora quizás de confesarles que conocemos, por la realidad y la ficción, lo que es la sorpresa y el desasosiego de una detención policíaca abrupta y violenta; que percibimos la sensación experimentada por ustedes durante los largos periodos de aislamiento absoluto, constreñidos dentro de las cuatro paredes del llamado significativamente "hueco"; que imaginamos los pensamientos y sentimientos crecidos y acumulados durante tantos segundos, minutos, horas, días, meses y años en esas prisiones apartadas, frías y despiadadas; que nos sentimos atraídos y admirados por los momentos vividos durante el juicio, por las declaraciones allí escuchadas, por los alegatos expresados por ustedes en el acto final de defensa; que sentimos el dolor profundo y el estupor al escuchar con ustedes, en un eco que retumba dentro de los límites conocidos del mundo, las sentencias atroces que, por su carácter, circunstancias y no correspondencia con la esencia y verdad de los hechos, se convierten en injustas, arbitrarias e ilegales, como las definió el grupo de trabajo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Y, además, que fueron consideradas nulas según el dictamen del tribunal de tres jueces de la Corte de Apelaciones de Atlanta.
Ha correspondido al pleno de la Corte de Apelaciones del Circuito de Atlanta, la decisión sin precedente de convalidar la decisión inicial del tribunal de Miami. Ante este fallo adverso para los cinco Héroes, podemos afirmar que la justicia puede ser vendida y con ello la honra. Pero como tenemos la convicción de que el bien y la justicia flotan en todas partes como una bandera capaz de desafiar todas las tormentas, esperamos que en algún nivel del sistema norteamericano de justicia las cosas tomen mejor camino.
Queridos hermanos, esperamos que la libertad les llegue al fin, y para darle una arremetida que acelere ese día feliz y hermoso, nos disponemos a librar una nueva batalla para manifestar la exigencia de su liberación, en actos diversos que se desarrollarán de un confín a otro del mundo. Esta jornada en ocasión del octavo aniversario debe servir para expresar la fuerza incontenible del amor y la solidaridad de los hombres y de las mujeres de las buenas causas con los héroes que padecen por la defensa de una gran verdad y de los intereses sagrados de la patria agredida y amenazada por cientos de planes terroristas que provenían del Norte, allí mismo donde fueron ustedes a cortarles las alas y poner escudos contra la metralla del terrorismo y contra las intenciones aviesas de sus enemigos.
Queridos René, Tony, Fernando, Ramón y Gerardo, lleguen hasta ustedes nuestro clamor y este reclamo mundial dirigido a las autoridades norteamericanas, en voces de todas las lenguas, para exigir la libertad pronta y merecida de todos ustedes y el regreso definitivo al seno de sus familias y de su pueblo.
Llegue hasta ustedes, en especial, el abrazo fraterno desde nuestros países, junto con el amor leal que les profesamos todos sus hermanos del mundo.
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(9 de septiembre de 2006)
Dr Wilkie Delgado Correa
Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Medicas de Santiago de Cuba
