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Mínimas del gran Carpentier
Rogelio Riverón
Por sorpresa nos toma la editorial Letras Cubanas, ahora que comienza a insinuarse el ocaso del año en que conmemoramos los 100 de Alejo Carpentier: anuncia la reanimación de su colección Mínima, y lo hace con tres importantes textos de nuestro mejor narrador.
De modo que, en un breve plazo, veremos en librerías, en ediciones independientes, los títulos Viaje a la semilla, Tristán e Isolda en tierra firme, y El periodista, un cronista de su tiempo, publicados por Carpentier, respectivamente, en 1944, 1949 y 1975. El propósito de Letras Cubanas, cuya colección Mínima procesará esencialmente folletería (cuadernos de hasta 48 páginas), se desborda sobre el mero ademán simbólico, y atina con la idea de un hombre al que, en términos de cultura, nada le resulta ajeno. Cultura, en Alejo Carpentier (26 de diciembre de 1904-24 de abril de 1980) significa la mezcla de todos los saberes y de todos los estados del hombre. Esta mezcla, cuyos componentes estarían en una perenne tensión, en un inevitable intercambio, incluye desde la refinada ópera del Viejo Mundo, hasta las evoluciones culinarias con fines religiosos de los cabildos en La Habana.
Viaje a la semilla, publicado inicialmente en forma de plaquette, con ilustraciones de Esteban Boloña, es un misterioso transcurrir a la inversa, una tesis retroactiva sobre el costado monstruoso del tiempo. En el límite entre vida y muerte -más allá de la vida, pero un segundo antes del fatal olvido- un hombre inicia un decrecer que lo llevará, de todos modos, a la nada.
Tristán e Isolda en tierra firme apareció por primera vez en Caracas con el subtítulo Reflexiones al margen de una representación wagneriana, y estuvo motivado por el estreno de la conocida ópera de Richard Wagner en Venezuela. Con un claro sentido de lo americano, con adelantadas ideas sobre la recepción de las obras de arte, Carpentier insiste en su convencimiento de que la verdadera eclosión de las literaturas de Latinoamérica -y no solo de ellas- tendrá lugar a partir del momento en que sus creadores se descubran en la gran veta de lo histórico y de lo fabular que corre por estas tierras.
El periodista, un cronista de su tiempo, tuvo su origen en una conferencia dictada por Alejo Carpentier en uno de los talleres del diario Granma. Recogida posteriormente por la Delegación de la Unión de Periodistas, la intervención aludía al periodista como el novelista del futuro. No importa que ese futuro esté, nominalmente, por llegar, pues, por muy parabólica que sea su participación en la novela virtual de una nación, el periodista da fe de lo originario.
Entre todos los homenajes que, merecidamente, ha suscitado el centenario de Alejo Carpentier, la reactivación de la colección Mínima de Letras Cubanas con tres de sus textos, no es un hecho menor. Es como si con ello se obligara a una calidad que, tratándose de este hombre que es en sí una cátedra, le coloca el listón a una envidiable altura.
Fuente: http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/comentarios/cultura-10.htm
Cuba. Una identità in movimento
La Habana, martes 30 de noviembre de 2004. Año 8 / Número 335
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