El carnaval de La Habana es la fiesta popular mayor de la capital de Cuba donde tradicionalmente ha participado una gran parte de la población a partir de la organización en barrios de pertenencia, lo que ha caracterizado a las comparsas representativas de cada uno de ellos como signo de identidad y al mismo tiempo de diversidad en tanto temas, motivos, vestuarios, músicas, coreografías, disfraces, entre otras expresiones. Sus orígenes datan de los albores de la época colonial en el siglo XVI, en torno a las fiestas del Corpus Crhisti y la salida de los cabildos de africanos y sus descendientes a partir del Día de Reyes. Este proceso se vio sometido durante la etapa republicana (1902-1958) a diversos altibajos, entre prohibiciones de las actividades y la comercialización dependiente de campañas políticas electorales. Con el triunfo de la Revolución en 1959, junto con los desfiles tradicionales, efectuados a lo largo del Paseo del Prado y en los alrededores del Capitolio Nacional, se incorporaron los sindicatos y las organizaciones sociales.
El carnaval habanero alcanzó gran esplendor hasta la década de los años setenta del pasado siglo XX, gracias al apoyo institucional recibido, pero a partir de los años ochenta fue decayendo sistemáticamente debido a varias situaciones desfavorables. La fecha histórica de principios de cada año (febrero), fue trasladada para julio, por cuestiones administrativas; se creó una Empresa para atender el aseguramiento y organización del carnaval y ello propició un proceso de burocratización que fue debilitando la capacidad creativa y participativa de los diversos barrios habaneros en la organización de sus comparsas. Las gestiones que habitualmente realizaba cada comunidad para organizar su participación en el carnaval comenzó a depender de presupuestos generales que asignaba el Estado con la intención de apoyar, pero en la práctica, generaba una total dependencia y un evidente desarrollo desigual. Por ejemplo, mientras algunas comparsas ostentaban cada año lujosos trajes, depurados diseños y una relativa abundancia de recursos, otras como las comparsas tradicionales iban decayendo como flores marchitas, lo que desestimulaba la participación de los jóvenes en estas actividades, junto con la desilusión de sus fundadores. Esta competencia desigual fue un factor que contribuyó al deterioro de las comparsas tradicionales unido al hecho de que ellas iban perdiendo su identidad al convertirse en comparsas patrocinadas por el estado. A la vez, los propios portadores de esta manifestación cultural envejecían y los jóvenes se sentían más atraídos a participar en las llamadas comparsas modernas, como la FEU y los Guaracheros de Regla.
La propia división político-administrativa de 1976 influyó, pues en la ciudad de La Habana también se cambiaron los límites de municipios sin considerar criterios históricos, culturales ni espaciales, se eliminaron los nombres de los barrios, que permanecieron en la memoria histórica de la población adulta, y fueron creadas las Circunscripciones, un espacio operativo relacionado con los órganos del Poder Popular, pero que nada tenían que ver con las tradiciones festivas de la población, ni con el sentido de pertenencia, ni con la identidad local.
La crisis de los 90 también afectó profundamente la continuidad del carnaval, que fue suspendido entre 1992 y 1995, debido al fuerte impacto negativo en la economía nacional y, consecuentemente, en el deterioro del nivel de vida de la población.
Durante el período de 1996-2005 se ha reanudado la celebración del carnaval de La Habana, pero sin el esplendor de etapas anteriores. La situación actual que afronta esta fiesta popular es muy crítica, debido a que no se han cumplido las expectativas depositadas históricamente por la población en el carnaval,[1] lo que ha influido desfavorablemente en la motivación de los organizadores de los barrios, y en el propio jurado especializado, que cada año propone medidas que luego los organizadores no toman en consideración. Todo ello afecta una tradición cultural marcada por su rica diversidad y pone en peligro la consecución del sentido de pertenencia de la comunidad en esta manifestación de la identidad cultural cubana.
El carnaval habanero ha sido asimilado por las instancias administrativas, corre peligro de desaparecer y es necesario rescatarlo para devolvérselo a su único protagonista: el pueblo.
El carnaval habanero: ¿fiesta popular o problema administrativo?
Adiós mamá
Adiós papá
Que yo me voy
Con las bolleras.
El cuestionamiento sobre la recuperación del carnaval de La Habana, en tanto proceso cultural, no está dirigido hacia personas, grupos ni instituciones. Es un llamado urgente a la reflexión crítica con el objetivo de promover el debate respetuoso y colectivo. Se trata de sacar a la luz lo mejor de nuestra capacidad intelectiva y tomar conciencia del peligro que corre un patrimonio vivo de la nación. Salvar el carnaval de La Habana es una tarea urgente de la política cultural.
Ante esta situación cabe preguntarnos: ¿Qué es hoy, en qué se ha convertido y qué debe ser el carnaval de La Habana frente a la necesidad de preservar lo más valioso del patrimonio cultural del país?
Esta pregunta puede desglosarse en tres respuestas posibles...
- El carnaval de La Habana es, o ha sido transformado en, un espectáculo traslaticio al aire libre que organizan diversas instancias del gobierno de la ciudad de La Habana para que la población residente o de tránsito en la capital asista y consuma lo que "ordenadamente" debe transcurrir en una fecha desconectada de su tradición histórica y en un espacio que tampoco se corresponde con el crecimiento demográfico de la ciudad.[2] En este contexto se incluye la presencia del turismo internacional sin que ello haya implicado una campaña previa de publicidad.
- El carnaval de La Habana se ha convertido, desde hace varias décadas, en un verdadero dolor de cabeza para quienes tienen la complicada tarea de promover y "organizar" una supuesta "fiesta popular" con el fin de propiciar una diversión en el más estricto orden y con un mínimo de gastos, donde la obtención de ganancias no siempre se revierte en el propio desarrollo del carnaval.
- El carnaval de La Habana debe ser, de acuerdo con sus referencias históricas, una fiesta popular de alto valor patrimonial que la población habanera se da a sí misma como medio de constatar, anualmente, su sentido de pertenencia al lugar donde nació, creció o al nuevo espacio de acogida, si no es oriundo. Como todos los carnavales es democrático y abierto para quienes deseen participar.
La primera respuesta refleja el drama de un crimen colectivo e involuntario de lesa cultura; denota la tergiversación profunda de una fiesta universal relacionada con el ciclo anual de muchos pueblos del orbe, vinculada con
"... las fechas móviles de Cuaresma y Pascua de Resurrección, la cual cae invariablemente cada año en la luna nueva siguiente al primer domingo después del equinoccio de marzo" (Ortiz, 1991: 203-204).
Esta tradición ha sido trastocada por un espectáculo de gran cabaret al aire libre; lo que ha representado, por tanto, un triunfo parcial de la banalización. Esta situación desploma más de cuatrocientos años de tradición folklórica. La primera respuesta define que el carnaval de hoy, sencillamente ha sido manipulado hasta convertirlo en la caricatura de un carnaval.
La segunda respuesta también refleja el dramático síndrome que sufre el carnaval habanero: la burocratización. No podemos olvidar que esta fiesta popular se caracteriza por cambiar el orden de las cosas de modo efímero pero brusco. Recordemos que en el carnaval se cambian los roles de edad, sexo, género, ocupación, talla, estados de ánimo, colores de piel, criterios de belleza, entre muchos otros. Sin embargo, la desconsideración al carnaval mismo en su razón de ser, generó la realización de una supuesta "fiesta" donde cada quien debe saber lo que debe hacer, cómo, cuándo y dónde, desdeñando la creatividad popular como principal protagonista colectivo.
La tercera respuesta es un llamado a la utilidad de la cultura, a no hacer tábula rasa con todo el legado que ha nutrido esta festividad popular desde la primera mitad del siglo XVI hasta el presente. La cuestión no es regresar al pasado, sino recomponer la cualidad festiva de esta fiesta de cara al futuro. Es un llamado para una revitalización, en el más estricto sentido del término.
Vigencia histórica de cartas cruzadas: apoyo contra prohibiciones
Del jardín cubano cojeremos flores
Y con siempreviva formaremos un ramo
Al público oyente se lo dedicamos
Somos jardineras flores muchas flores.
En una situación histórica como la de nuestros días resulta necesario recordar y validar la valentía política del Alcalde habanero Antonio Beruff Mendieta, quien el 30 de enero de 1937 dirige una carta al Dr. Fernando Ortiz, entonces Presidente de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, con el objetivo de:
[...] conocer el juicio y consejo de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, para de acuerdo con ellos orientar su línea de conducta en lo futuro, sobre si debe estimularse por esta Alcaldía el resurgimiento en nuestra Ciudad de las Comparsas y de otros actos y festejos populares de interés folklórico; qué importancia y trascendencia cree esa Sociedad que tiene para Cuba ese resurgimiento; si opina que pueden dar lugar a conflictos raciales y perturbaciones públicas; y, finalmente, si juzga que son contrarios o beneficiosos a la cultura de nuestro pueblo y al buen concepto que de nosotros se formen los extranjeros que nos visiten.[3]
Lo anterior guarda muy estrecha relación con diversos prejuicios contra el carnaval, especialmente contra sus integrantes, pues como señala el Alcalde:
"... algunas personas han exteriorizado su repulsa a esos festejos, calificándolos de contrarios a la educación y cultura populares y provocadores de conflictos raciales y disturbios públicos".[4]
La respuesta de la Sociedad de Estudios Afrocubanos no se hace esperar y Fernando Ortiz elabora un detallado informe de apoyo que el 4 de febrero la Junta Directiva aprueba en presencia de otras importantes figuras de la cultura nacional como Elías Entralgo, Salvador García Agüero, Emilio Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco, entre otros.
El tono de los primeros párrafos es de cortesía y asombro, pero el espíritu del texto no deja de impactar por su vigencia:
Parece inverosímil que en una época, como la presente, de creciente cultura general, y cuando en todos los países civilizados se trata por los gobiernos y entidades científicas y artísticas de conservar las viejas costumbres folklóricas que hacen las delicias del pueblo, depurando su valor estético, mejorando más y más sus manifestaciones externas, alejándolas de la vulgaridad, afinando sus gustos, y encauzando sus expresiones emocionales dentro del cuadro nacional, se opine todavía que tales efusiones populares no deben ser auxiliadas y hasta que deben ser totalmente suprimidas.[5]
Junto con varias reflexiones críticas acerca de la significación e importancia del carnaval habanero, su historia y valores, la presencia del turismo internacional, los detractores nacionales y extranjeros, el informe considera que:
[...] cualquiera que sea la opinión del turista vulgar e inculto que a veces nos visita y la del nórdico infatuado, que nos considera como sus vasallos por fatalidad de un mitológico "destino manifiesto", la opinión del extranjero culto será siempre favorable a la conservación, fomento y mejora progresiva de las viejas tradiciones folklóricas del país, las cuales no encierran ningún elemento de nocividad; y, en cambio, esa misma opinión del extranjero culto habría de considerar con desdén compasivo la actitud del cubano que, por unos pujos de superioridad externa e improvisada, despreciase y destruyese lo medularmente suyo, para vivir en su propia tierra disfrazado de extranjero. Y ese concepto sí que sería despectivo, como el que se tiene siempre del rico improvisado, del petulante simulador de aristocracias y extranjerías.[6]
Aunque el problema del carnaval no puede ni debe reducirse a la opinión externa, ni a los vaivenes del turismo internacional, Ortiz subraya el valor estratégico de esta fiesta popular cuando enfatiza:
[...] para nosotros el problema de las comparsas, como el de la conservación de nuestras otras tradiciones populares artísticas y esencialmente ingenuas o benéficas, no es una cuestión que debe verse principalmente con miras al turismo forastero. Todo el pueblo tiene el derecho de divertirse como a él le plazca y le enseñaron sus antepasados, si en ello no se afecta el bienestar general; todo atentado a ese acerbo espiritual es un atropello injustificable e imprudente, máxime cuando en esas viejas costumbres se encierran valores estéticos que nada aconseja destruir y sí salvaguardar y acrecer. Las diversiones típicas de Cuba deben ser conservadas y favorecidas ante todo para el mismo pueblo cubano. Un turismo interno, entre cubanos, de calle a calle, de plaza a plaza y de ciudad a ciudad, tras del regocijo colectivo, vale más que todos los millones del turismo mercantil y forastero. Lo contrario es deprimir y corromper al pueblo, en vez de servirlo.[7]
Finalmente propone apoyar la presencia anual de las comparsas en el carnaval como parte de la continuidad de esta tradición:
Creemos, en fin, que la prohibición absoluta de las comparsas, sin un fundamento serio y por un mero capricho gubernativo, sería interpretada como una arbitrariedad tiránica. Y nuestro pueblo, harto privado, de las efusiones expansivas y recreativas de que gozan los pueblos bien tratados, no habría de ver con agrado esa nueva coacción innecesaria. Lejos de reprimir las comparsas, un sano y conservador criterio administrativo aconseja su permisión, y mejor todavía, su fomento anual mediante un sistema general y estable de reglamentación y estímulo positivo, que las encauce, mejore y transforme en valiosas instituciones de la vida habanera.[8]
Esta pugna de ideas contra quienes, desde el poder, han tratado de escamotear los valores de la cultura popular tradicional cubana encontró eco inmediato en otros intelectuales como Emilio Roig de Leuchsenring y Ramón Vasconcelos. El primero dio a conocer un artículo que reseña ampliamente el informe presentado por Ortiz para el conocimiento de la opinión pública[9] y concluye:
"Bienvenidas sean, pues, en estas Fiestas de Febrero de 1937, las tradicionales y criollísimas comparsas habaneras, reveladoras del interés cubano actual por lo histórico y tradicional".
El segundo, sentencia que "El carnaval resucita en La Habana",[10] para luego ofrecer un conjunto de juicios comparativos con la situación política internacional en defensa del carnaval.
La situación histórica ha cambiado, pero los prejuicios contra el carnaval se mantienen vivos.
Tormenta de ideas en pro del carnaval habanero
Si tu pasas por mi casa
Y si ves a mi mujer
Tu le dices que hoy no me espere
Que yo con Pueblo Nuevo
Me voy a echar un pie.
Con el objetivo de someter a juicio crítico la situación actual y perspectiva del carnaval, se aprovechó un curso de postgrado sobre "La cultura popular tradicional entre el folklore y la antropología; cuestiones históricas, metodológicas y alcances" impartido en febrero de 2006 en el Centro Nacional de Superación para la Cultura para acudir al llamado de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO a favor del carnaval de La Habana.[11]
En esa oportunidad se constituyeron cuatro grupos de reflexión compuestos por profesionales, vinculados o no con el Ministerio de Cultura, que sin tener contactos entre sí ni con el profesor, discutirían sobre EL CARNAVAL HABANERO DE CARA AL SIGLO XXI y expondrían por escrito la síntesis de sus ideas incluyendo recomendaciones para el Plan de acción.
En este sentido, el Grupo 1 integrado por seis especialistas en su campo, centraron la discusión entorno a EL CARNAVAL HABANERO: ALGUNAS REFLEXIONES PARA SU REVITALIZACIÓN. Evaluaron de la depauperación actual del carnaval, la importancia de los bailes traslaticios, la significación del espacio festivo carnavalesco, el valor simbólico de la fecha de realización, el sistema de competencia y premiación, criterios sobre el deficiente funcionamiento de la infraestructura administrativa y económica, y proponen un conjunto de conclusiones y veintidós recomendaciones generales.
El Grupo 2 integrado por tres profesoras del Instituto Superior de Arte (ISA), centra su trabajo en ALGUNAS SUGERENCIAS PARA LA DANZA, EN LAS COMPARSAS TRADICIONALES DEL CARNAVAL DE LA HABANA, donde combinan la experiencia profesional con determinadas consultas bibliográficas y aportan siete sugerencias.
El Grupo 3 compuesto por cinco integrantes se plantea ¿QUÉ HACER PARA SALVAR LOS VALORES FOLKLÓRICOS DEL CARNAVAL? y se concentra en un conjunto de dieciocho recomendaciones.
Finalmente, el Grupo 4 integrado por ocho especialistas del Consejo Nacional de Casas de Cultura elaboraron ALGUNAS PROPUESTAS PARA CAMBIAR LA REALIDAD DEL CARNAVAL HABANERO, en la que recogen también dieciocho aspectos fundamentales.
Junto con la cualidad complementaria de los cuatro documentos, existen coincidencias en la situación crítica del carnaval habanero y una evidente necesidad sentida de revitalización urgente.
Para ello, los participantes valoraron también el papel que en determinada etapa desempeñó la prensa y otros medios en la difusión del carnaval.[12]
Los escenarios del carnaval habanero
Durante la época colonial el desfile de cabildos de africanos y descendientes se movía hacia y desde el Palacio de los Capitanes Generales y los bailes de disfraces se efectuaban en las grandes residencias aristocráticas, casinos, liceos, teatros, entre otros sitios.[13] Con el advenimiento de la República Neocolonial y tras la construcción del Capitolio Nacional en 1929, los desfiles del carnaval emplearon el Paseo del Prado hasta la Fuente de la India, a la derecha del Capitolio. En esos paseos se mezclaban comparsas, carrozas, disfraces, autos decorados, muñecones y diversos transeúntes. Durante esa etapa, la presidencia y el jurado se ubicaban en los bajos de la escalinata del magno edificio.
Con el triunfo de la Revolución, los desfiles se mantuvieron en la propia zona, con cierta movilidad espacial, pero sin la adecuada consideración que para entonces el crecimiento demográfico de la capital duplicaba el de principios del siglo XX y cuadruplicaba el de fines del siglo XIX. En los últimos decenios los desfiles fueron trasladados hacia el área del litoral entorno al malecón, desde el Castillo de la Punta hasta el Hotel Riviera, aproximadamente. Aunque esta avenida tiene seis vías y varios kilómetros de extensión, resulta totalmente inadecuada porque el lado que da al mar neutraliza cualquier esfuerzo de iluminación nocturna que se realice y le resta prestancia a la actividad festiva.
Sin embargo, la actual Plaza de la Revolución José Martí, construida a mediados de la década del cincuenta del siglo XX como "Plaza Cívica", cuenta con el espacio pertinente para transformarse, debido a su alto valor simbólico, como área estable para el desfile del carnaval, desde la Fuente de la Juventud en Paseo y Malecón, hasta la intersección de 20 de Mayo y Ayestarán. El espacio de referencia principal del desfile debe ser el área del monumento a José Martí. Lo anterior se encuentra en correspondencia con el crecimiento demográfico de la capital y con las posibilidades de una adecuada iluminación, junto con toda la probada infraestructura de aseguramiento que ha tenido este espacio durante más de cuatro décadas.[14]
La cuestión no radica en colocar el carnaval de La Habana a la altura de la Plaza de la Revolución. Sino al contrario, asignarle el espacio que le corresponde en concordancia con el más elemental respeto a la fiesta popular más antigua de la capital. Junto con el indiscutible valor político de este amplio espacio, se multiplicaría su valor sociocultural y patrimonial, tal como ya se ha hecho con las cenas gigantes de los años sesenta, las simultáneas de ajedrez masivas y los diversos conciertos efectuados en este propio lugar.
Plan de acción
De acuerdo con los resultados de las anteriores reflexiones, proponemos el siguiente plan de acción:
- Diversificar las posibilidades de participación popular en el carnaval en todas sus etapas, desde la víspera hasta la preparación íntegra para cada nuevo año, a partir del desfile de comparsas, carrozas, muñecones, personajes disfrazados, vehículos adornados y otros componentes individuales y colectivos que estimulen la creatividad.
- Garantizar la producción y venta de objetos propios de las fiestas del carnaval: serpentinas, confetis, matracas, silbatos, caretas, disfraces y otros.
- Gestionar el hermanamiento del carnaval de La Habana con otros carnavales internacionales de reconocido prestigio para facilitar el intercambio de experiencias, especialmente la procuración de recursos financieros.
- Gestionar el apadrinamiento estable de las comparsas y carrozas del carnaval mediante empresas, sindicatos y otras organizaciones sociales, o a través de los hermanamientos intermunicipales con países de América Latina, el Caribe y Europa. Ejemplos: Barranquilla, Cádiz, Río de Janeiro, Oruro, Tenerife, Venecia, Veracruz, entre muchos otros.
- Restituir el tiempo en que tradicionalmente se ha efectuado el carnaval de La Habana, durante el mes de febrero, con el objetivo de no confundir esta fiesta con otras análogas que se efectúan en el resto del país y en correspondencia con la temporada alta del turismo internacional.
- Pasar el escenario de la fiesta del carnaval al área de la Plaza de la Revolución José Martí, en consecuencia con la movilidad histórica de los espacios simbólicos de centralidad en la capital, especialmente ahora, que el poder es propio y no ajeno; y en consonancia con el crecimiento demográfico de la ciudad de La Habana.
- Facilitar la autogestión financiera de las comparsas habaneras y otros grupos que participan en el carnaval mediante procedimientos que — como las asociaciones, según las leyes vigentes — propicie la generación de un fondo social acumulativo durante todo el año para cubrir parte de los gastos propios.
- Reducir el jurado del carnaval entre siete y nueve miembros con el objetivo de facilitar sus deliberaciones. Los anteriores megajurados de cuarenta o cincuenta miembros han resultado inoperantes y sumamente inestables.
- Promover el carnaval en la juventud, desde sus propios centros de estudio o trabajo, para que tengan un mayor acercamiento y conocimiento de estas fiestas.
- Retomar el activo papel que tuvieron los medios de comunicación masiva (cine, radio, TV, prensa, Internet) en el carnaval desde su etapa preparatoria.
- Convocar concursos de disfraces, obras musicales, canciones, afiches, adornos y otras iniciativas, que sean parte del desfile para darle protagonismo a la población.
- Que las carrozas sean patrocinadas por empresas y entidades para estimular el nivel de creación de los diseñadores, además de la compartimentación de gastos que esto implica.
- Realizar una adecuada selección de los bailadores en las carrozas y comparsas, así como el diseño de vestuario.
- Que la mayoría de las áreas cerradas, complementarias al carnaval (bailables y otras actividades al aire libre), no se ubiquen en el área del paseo, sino en su entorno.
- Que se haga una sistemática caracterización de personajes pintorescos y se mantengan durante todo el carnaval.
- En cuanto a las comparsas tradicionales, deben mantenerse y enriquecerse pero no revitalizarlas como piezas de taxidermia, desvinculadas de cada nuevo contexto.
- Que las comparsas salgan desde sus respectivos barrios. Este hecho estimularía un mayor apoyo en su preparación y también como forma de darle una participación más activa a viejos integrantes, que por su edad no pueden trasladarse hacia el área donde se efectúan los paseos a la vez que transmiten sus experiencias.
- Que la convocatoria a las actividades competitivas se haga con suficiente antelación, de manera que se pueda captar la mayor cantidad posible de participantes, como integrantes de las comparsas, carrozas, vehículos, personales y otros en sus barrios.
- Que se estimule la participación de los comparseros en la confección de sus propios vestuarios y demás elementos de cada comparsa.
- Retomar la repetición de los cantos, que tanto incitan a bailar a los comparseros y al público, y conjuntamente depurar determinados cantos que se salen del marco de su propósito y que nada tienen que ver con las comparsas ni con el carnaval.
- Facilitar que el público arrolle detrás de sus comparsas como forma de evitar la contemplación pasiva y que no se inclinen solo a la ingestión de bebidas y comidas como actividad fundamental.
- Ofrecer una mayor atención y apoyo al carnaval infantil y a sus comparsitas tradicionales, ya que son las encargadas de mantener la supervivencia y darle continuidad a la tradición.
- Rescatar la tradición de la Estrella y sus luceros entre las muchachas más bellas y preparadas. Que cada sindicato haga su selección y que las que queden decantadas participen en otras carrozas del carnaval, como siempre ha sido. Esto estimularía la participación de jóvenes interesadas en incorporarse activamente al carnaval.
- Evaluar las propuestas que aparecen en los documentos anexos con el objetivo de incorporar, las que sean factibles, al Plan de acción.
Miguel Barnet y Jesús Guanche
Fundación Fernando Ortiz
Notas de referencias
- Véase Antelo Martínez, Grisel; Susana Martínez Quijano y José Angel Pousa. "Opiniones de la población sobre el carnaval habanero", en Memorias del 2º Simposio de la cultura de Ciudad de La Habana, La Habana, 1984: 54-66.
- Véase Oviedo Haza, Graciel. "El carnaval de La Habana: ¿celebración festiva o espectáculo teatral?", en Temas, no. 6, La Habana, 1985: 65-70.
- Véase Beruff Mendieta, Antonio. "Comunicación del Alcalde de La Habana al Presidente de la Sociedad de Estudios Afro-cubanos, solicitando la opinión y el consejo de dicha Sociedad sobre el resurgimiento de las comparsas populares habaneras", en Las comparsas populares del carnaval habanero, Habana, Municipio, 1937.
- Ibídem.
- Véase el "Informe del doctor Fernando Ortiz, Presidente de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, aprobado por la Junta Directiva de dicha Sociedad, pronunciándose en favor del resurgimiento de las comparsas populares habaneras", en Las comparsas populares del carnaval habanero, Habana, Municipio, 1937.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Véase Emilio Roig de Leuchsenring. "Dos actualidades cubanas, el interés por lo histórico; las comparsas habaneras", en Las comparsas populares del carnaval habanero, cuestión resuelta, Molina y CIA, La Habana, 1937: 39-44 y en Carteles, La Habana, febrero 28, 1937.
- Véase Ramón Vasconcelos. "Al margen de los días, complejos" en Las comparsas populares del carnaval habanero, cuestión resuelta, Molina y CIA, La Habana, 1937: 33-37 y en El País, La Habana, 10 de febrero de 1937.
- El curso fue impartido del 6 al 10 de febrero por el Dr. Jesús Guanche. Véase Centro Nacional de Superación para la Cultura, Año académico 2006: 54-55.
- Véanse Balaguer, Juan. "El carnaval a través de los siglos, su origen", en Bohemia, La Habana, 7 (11), 12 de marzo de 1916: 3-4; Barnet, Miguel. "Carnaval de La Habana", en Bohemia, 82 (29), La Habana, 20 de julio de 1990: 85-87; Elósegui, Felipe. "Una fiesta que el pueblo se da a sí mismo", en Bohemia, no 47, La Habana, 31 de julio de 1955; Lam, Rafael. "Apoteosis del pueblo", en Bohemia, ed Internacional, La Habana, 89 (4), 1997: 80-82.
- Véase Fernando Ortiz. "Los viejos carnavales habaneros", en Carnaval. Programa Oficial, La Habana, 1954: 16-19, 31, 41-43, 45, 48, 50, 52, 55-57, 64; y en Estudios etnosociológicos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991: 202-221.
- Otro criterio al respecto, con su correspondiente argumentación, se manifiesta en el Anexo 1.
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Página enviada por Jesús Guanche
(18 de junio del 2007)