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El Carnaval de La Habana: Pasado, Presente y Futuro
Antecedentes
Oye colega no te asustes cuando veas
Oye colega no te asustes cuando veas
Al alacrán tumbando caña
Al alacrán tumbando caña
Costumbre de mi país,
mi hermano.
El carnaval de La Habana es la fiesta popular mayor de la capital de Cuba donde tradicionalmente ha participado una gran parte de la población a partir de la organización en barrios de pertenencia, lo que ha caracterizado a las comparsas representativas de cada uno de ellos como signo de identidad y al mismo tiempo de diversidad en tanto temas, motivos, vestuarios, músicas, coreografías, disfraces, entre otras expresiones. Sus orígenes datan de los albores de la época colonial en el siglo XVI, en torno a las fiestas del Corpus Crhisti y la salida de los cabildos de africanos y sus descendientes a partir del Día de Reyes. Este proceso se vio sometido durante la etapa republicana (1902-1958) a diversos altibajos, entre prohibiciones de las actividades y la comercialización dependiente de campañas políticas electorales. Con el triunfo de la Revolución en 1959, junto con los desfiles tradicionales, efectuados a lo largo del Paseo del Prado y en los alrededores del Capitolio Nacional, se incorporaron los sindicatos y las organizaciones sociales.
El carnaval habanero alcanzó gran esplendor hasta la década de los años setenta del pasado siglo XX, gracias al apoyo institucional recibido, pero a partir de los años ochenta fue decayendo sistemáticamente debido a varias situaciones desfavorables. La fecha histórica de principios de cada año (febrero), fue trasladada para julio, por cuestiones administrativas; se creó una Empresa para atender el aseguramiento y organización del carnaval y ello propició un proceso de burocratización que fue debilitando la capacidad creativa y participativa de los diversos barrios habaneros en la organización de sus comparsas. Las gestiones que habitualmente realizaba cada comunidad para organizar su participación en el carnaval comenzó a depender de presupuestos generales que asignaba el Estado con la intención de apoyar, pero en la práctica, generaba una total dependencia y un evidente desarrollo desigual. Por ejemplo, mientras algunas comparsas ostentaban cada año lujosos trajes, depurados diseños y una relativa abundancia de recursos, otras como las comparsas tradicionales iban decayendo como flores marchitas, lo que desestimulaba la participación de los jóvenes en estas actividades, junto con la desilusión de sus fundadores. Esta competencia desigual fue un factor que contribuyó al deterioro de las comparsas tradicionales unido al hecho de que ellas iban perdiendo su identidad al convertirse en comparsas patrocinadas por el estado. A la vez, los propios portadores de esta manifestación cultural envejecían y los jóvenes se sentían más atraídos a participar en las llamadas comparsas modernas, como la FEU y los Guaracheros de Regla.
La propia división político-administrativa de 1976 influyó, pues en la ciudad de La Habana también se cambiaron los límites de municipios sin considerar criterios históricos, culturales ni espaciales, se eliminaron los nombres de los barrios, que permanecieron en la memoria histórica de la población adulta, y fueron creadas las Circunscripciones, un espacio operativo relacionado con los órganos del Poder Popular, pero que nada tenían que ver con las tradiciones festivas de la población, ni con el sentido de pertenencia, ni con la identidad local.
La crisis de los 90 también afectó profundamente la continuidad del carnaval, que fue suspendido entre 1992 y 1995, debido al fuerte impacto negativo en la economía nacional y, consecuentemente, en el deterioro del nivel de vida de la población.
Durante el período de 1996-2005 se ha reanudado la celebración del carnaval de La Habana, pero sin el esplendor de etapas anteriores. La situación actual que afronta esta fiesta popular es muy crítica, debido a que no se han cumplido las expectativas depositadas históricamente por la población en el carnaval,[1] lo que ha influido desfavorablemente en la motivación de los organizadores de los barrios, y en el propio jurado especializado, que cada año propone medidas que luego los organizadores no toman en consideración. Todo ello afecta una tradición cultural marcada por su rica diversidad y pone en peligro la consecución del sentido de pertenencia de la comunidad en esta manifestación de la identidad cultural cubana.
El carnaval habanero ha sido asimilado por las instancias administrativas, corre peligro de desaparecer y es necesario rescatarlo para devolvérselo a su único protagonista: el pueblo.
El carnaval habanero: ¿fiesta popular o problema administrativo?
Adiós mamá
Adiós papá
Que yo me voy
Con las bolleras.
El cuestionamiento sobre la recuperación del carnaval de La Habana, en tanto proceso cultural, no está dirigido hacia personas, grupos ni instituciones. Es un llamado urgente a la reflexión crítica con el objetivo de promover el debate respetuoso y colectivo. Se trata de sacar a la luz lo mejor de nuestra capacidad intelectiva y tomar conciencia del peligro que corre un patrimonio vivo de la nación. Salvar el carnaval de La Habana es una tarea urgente de la política cultural.
Ante esta situación cabe preguntarnos: ¿Qué es hoy, en qué se ha convertido y qué debe ser el carnaval de La Habana frente a la necesidad de preservar lo más valioso del patrimonio cultural del país?
Esta pregunta puede desglosarse en tres respuestas posibles...
La primera respuesta refleja el drama de un crimen colectivo e involuntario de lesa cultura; denota la tergiversación profunda de una fiesta universal relacionada con el ciclo anual de muchos pueblos del orbe, vinculada con
Esta tradición ha sido trastocada por un espectáculo de gran cabaret al aire libre; lo que ha representado, por tanto, un triunfo parcial de la banalización. Esta situación desploma más de cuatrocientos años de tradición folklórica. La primera respuesta define que el carnaval de hoy, sencillamente ha sido manipulado hasta convertirlo en la caricatura de un carnaval.
La segunda respuesta también refleja el dramático síndrome que sufre el carnaval habanero: la burocratización. No podemos olvidar que esta fiesta popular se caracteriza por cambiar el orden de las cosas de modo efímero pero brusco. Recordemos que en el carnaval se cambian los roles de edad, sexo, género, ocupación, talla, estados de ánimo, colores de piel, criterios de belleza, entre muchos otros. Sin embargo, la desconsideración al carnaval mismo en su razón de ser, generó la realización de una supuesta "fiesta" donde cada quien debe saber lo que debe hacer, cómo, cuándo y dónde, desdeñando la creatividad popular como principal protagonista colectivo.
La tercera respuesta es un llamado a la utilidad de la cultura, a no hacer tábula rasa con todo el legado que ha nutrido esta festividad popular desde la primera mitad del siglo XVI hasta el presente. La cuestión no es regresar al pasado, sino recomponer la cualidad festiva de esta fiesta de cara al futuro. Es un llamado para una revitalización, en el más estricto sentido del término.
Vigencia histórica de cartas cruzadas: apoyo contra prohibiciones
Del jardín cubano cojeremos flores
Y con siempreviva formaremos un ramo
Al público oyente se lo dedicamos
Somos jardineras flores muchas flores.
En una situación histórica como la de nuestros días resulta necesario recordar y validar la valentía política del Alcalde habanero Antonio Beruff Mendieta, quien el 30 de enero de 1937 dirige una carta al Dr. Fernando Ortiz, entonces Presidente de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, con el objetivo de:
Lo anterior guarda muy estrecha relación con diversos prejuicios contra el carnaval, especialmente contra sus integrantes, pues como señala el Alcalde:
La respuesta de la Sociedad de Estudios Afrocubanos no se hace esperar y Fernando Ortiz elabora un detallado informe de apoyo que el 4 de febrero la Junta Directiva aprueba en presencia de otras importantes figuras de la cultura nacional como Elías Entralgo, Salvador García Agüero, Emilio Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco, entre otros.
El tono de los primeros párrafos es de cortesía y asombro, pero el espíritu del texto no deja de impactar por su vigencia:
Junto con varias reflexiones críticas acerca de la significación e importancia del carnaval habanero, su historia y valores, la presencia del turismo internacional, los detractores nacionales y extranjeros, el informe considera que:
Aunque el problema del carnaval no puede ni debe reducirse a la opinión externa, ni a los vaivenes del turismo internacional, Ortiz subraya el valor estratégico de esta fiesta popular cuando enfatiza:
Finalmente propone apoyar la presencia anual de las comparsas en el carnaval como parte de la continuidad de esta tradición:
Esta pugna de ideas contra quienes, desde el poder, han tratado de escamotear los valores de la cultura popular tradicional cubana encontró eco inmediato en otros intelectuales como Emilio Roig de Leuchsenring y Ramón Vasconcelos. El primero dio a conocer un artículo que reseña ampliamente el informe presentado por Ortiz para el conocimiento de la opinión pública[9] y concluye:
El segundo, sentencia que "El carnaval resucita en La Habana",[10] para luego ofrecer un conjunto de juicios comparativos con la situación política internacional en defensa del carnaval.
La situación histórica ha cambiado, pero los prejuicios contra el carnaval se mantienen vivos.
Tormenta de ideas en pro del carnaval habanero
Si tu pasas por mi casa
Y si ves a mi mujer
Tu le dices que hoy no me espere
Que yo con Pueblo Nuevo
Me voy a echar un pie.
Con el objetivo de someter a juicio crítico la situación actual y perspectiva del carnaval, se aprovechó un curso de postgrado sobre "La cultura popular tradicional entre el folklore y la antropología; cuestiones históricas, metodológicas y alcances" impartido en febrero de 2006 en el Centro Nacional de Superación para la Cultura para acudir al llamado de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO a favor del carnaval de La Habana.[11]
En esa oportunidad se constituyeron cuatro grupos de reflexión compuestos por profesionales, vinculados o no con el Ministerio de Cultura, que sin tener contactos entre sí ni con el profesor, discutirían sobre EL CARNAVAL HABANERO DE CARA AL SIGLO XXI y expondrían por escrito la síntesis de sus ideas incluyendo recomendaciones para el Plan de acción.
En este sentido, el Grupo 1 integrado por seis especialistas en su campo, centraron la discusión entorno a EL CARNAVAL HABANERO: ALGUNAS REFLEXIONES PARA SU REVITALIZACIÓN. Evaluaron de la depauperación actual del carnaval, la importancia de los bailes traslaticios, la significación del espacio festivo carnavalesco, el valor simbólico de la fecha de realización, el sistema de competencia y premiación, criterios sobre el deficiente funcionamiento de la infraestructura administrativa y económica, y proponen un conjunto de conclusiones y veintidós recomendaciones generales.
El Grupo 2 integrado por tres profesoras del Instituto Superior de Arte (ISA), centra su trabajo en ALGUNAS SUGERENCIAS PARA LA DANZA, EN LAS COMPARSAS TRADICIONALES DEL CARNAVAL DE LA HABANA, donde combinan la experiencia profesional con determinadas consultas bibliográficas y aportan siete sugerencias.
El Grupo 3 compuesto por cinco integrantes se plantea ¿QUÉ HACER PARA SALVAR LOS VALORES FOLKLÓRICOS DEL CARNAVAL? y se concentra en un conjunto de dieciocho recomendaciones.
Finalmente, el Grupo 4 integrado por ocho especialistas del Consejo Nacional de Casas de Cultura elaboraron ALGUNAS PROPUESTAS PARA CAMBIAR LA REALIDAD DEL CARNAVAL HABANERO, en la que recogen también dieciocho aspectos fundamentales.
Junto con la cualidad complementaria de los cuatro documentos, existen coincidencias en la situación crítica del carnaval habanero y una evidente necesidad sentida de revitalización urgente.
Para ello, los participantes valoraron también el papel que en determinada etapa desempeñó la prensa y otros medios en la difusión del carnaval.[12]
Los escenarios del carnaval habanero
Durante la época colonial el desfile de cabildos de africanos y descendientes se movía hacia y desde el Palacio de los Capitanes Generales y los bailes de disfraces se efectuaban en las grandes residencias aristocráticas, casinos, liceos, teatros, entre otros sitios.[13] Con el advenimiento de la República Neocolonial y tras la construcción del Capitolio Nacional en 1929, los desfiles del carnaval emplearon el Paseo del Prado hasta la Fuente de la India, a la derecha del Capitolio. En esos paseos se mezclaban comparsas, carrozas, disfraces, autos decorados, muñecones y diversos transeúntes. Durante esa etapa, la presidencia y el jurado se ubicaban en los bajos de la escalinata del magno edificio.
Con el triunfo de la Revolución, los desfiles se mantuvieron en la propia zona, con cierta movilidad espacial, pero sin la adecuada consideración que para entonces el crecimiento demográfico de la capital duplicaba el de principios del siglo XX y cuadruplicaba el de fines del siglo XIX. En los últimos decenios los desfiles fueron trasladados hacia el área del litoral entorno al malecón, desde el Castillo de la Punta hasta el Hotel Riviera, aproximadamente. Aunque esta avenida tiene seis vías y varios kilómetros de extensión, resulta totalmente inadecuada porque el lado que da al mar neutraliza cualquier esfuerzo de iluminación nocturna que se realice y le resta prestancia a la actividad festiva.
Sin embargo, la actual Plaza de la Revolución José Martí, construida a mediados de la década del cincuenta del siglo XX como "Plaza Cívica", cuenta con el espacio pertinente para transformarse, debido a su alto valor simbólico, como área estable para el desfile del carnaval, desde la Fuente de la Juventud en Paseo y Malecón, hasta la intersección de 20 de Mayo y Ayestarán. El espacio de referencia principal del desfile debe ser el área del monumento a José Martí. Lo anterior se encuentra en correspondencia con el crecimiento demográfico de la capital y con las posibilidades de una adecuada iluminación, junto con toda la probada infraestructura de aseguramiento que ha tenido este espacio durante más de cuatro décadas.[14]
La cuestión no radica en colocar el carnaval de La Habana a la altura de la Plaza de la Revolución. Sino al contrario, asignarle el espacio que le corresponde en concordancia con el más elemental respeto a la fiesta popular más antigua de la capital. Junto con el indiscutible valor político de este amplio espacio, se multiplicaría su valor sociocultural y patrimonial, tal como ya se ha hecho con las cenas gigantes de los años sesenta, las simultáneas de ajedrez masivas y los diversos conciertos efectuados en este propio lugar.
Plan de acción
De acuerdo con los resultados de las anteriores reflexiones, proponemos el siguiente plan de acción:
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Página enviada por Jesús Guanche
(18 de junio del 2007)
Cuba. Una identità in movimento
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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