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Cuba |
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Carnavales o Fiestas Populares en Cuba
Oleidys Pompa Fajardo
Según el Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española, el vocablo Carnaval se usa para referirse a las Fiestas Populares que se celebran en determinadas regiones y países y consiste en mascaradas, bailes y otros regocijos bulliciosos. Me detengo en esta acepción, porque lo cierto es que esta voz conocida mundialmente, sobre todo, por los tan famosos festejos brasileños; también tienen lugar en la mayor de las Antillas.
En Cuba, como en todo el mundo, traen su origen de las grandes ceremonias romanas propias del mes de febrero, el de las purificaciones. Sólo que en nuestro caso les agregamos un nuevo habitat: uniendo elementos de la tradición europea y, por sobre todas las cosas, la cultura del negro, el grito litúrgico del bembé; ese grito que resalta por entre las altas cañas de azúcar y que se canta en décima, tabaco y ron...
Cada año, las anheladas fiestas, alegran a los oriundos de cada rincón de la isla. Desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí — niños, jóvenes y adultos — acompañan las cuatro noches carnavalescas, que como antigua tradición inician el quinto día de la semana. Y si bien no son ni tan sofisticados, ni tan espectaculares, y porqué no, ni tan grandiosos como los carnavales brasileros; meritan un espacio cuando de ritmo, gracia y dedicación se habla.
El desfile de carrozas, congas, comparsas, muñecones, música y gran colorido adornan, en cada fecha correspondiente, las noches de cualquier ciudad cubana. La última hora del jueves abre paso a la gran fiesta que no mide excesos, ni llegadas tardes, ni acepta excusas de los cohibidos. Muchos, los más osados, prefieren aprovechar de la buena música, el cerdo azado y la gustosa cerveza fría, hasta el amanecer. Otros, los menos atrevidos, se conforman con la jovialidad precoz de la noche. La cuestión es aprovechar el festín; convertido cada año en una gran fiesta de cubanía.
Lo que sí puedo asegurar, es que el eco musical que te llega desde una y otra esquina se une en tus oídos, hasta formar una mezcla que te seduce y te arrastra haciéndote cómplice de una masa compacta de gente; que felizmente se divirte. El sudor que una y otra vez te moja; los zapatos cada vez más pequeños mientras más larga la noche; el ruido ensordecedor de un pito, y otro, y otro... de esos que se expenden por doquier y son baratos, y que la gente compró precisamente para usarlo en estas fechas; alguien que pasó a tus espaldas y sin darse cuenta derramó el contenido de algo frío que te corre por la piel; pero tú sigues sin hacer el menor caso; uno que te confunde desde lejos y te dice alguna cosa, que no logras descifrar por los altos decibeles de la música. En fin, lo que describo podría parecer terriblemente dantesco; pero es cubanamente el carnaval.
Este es el carnaval donde negros, blancos, mulatos, hombres de pueblo todos; se unen para tocar el cielo. Es la oportunidad de ver fundidos la riqueza del folklor, la espontaneidad del arte popular, el roce entre generaciones que cantan un mismo son, y que aman la música, los colores, las comidas criollas, y la vida de una forma muy cubana.
Vamos, ven con nosotros, esto no acaba. Aquí, las comparsas. Al frente, el farolero marcando el paso del baile. Detrás los muñecotes, con sus cabezas enormes. Las bailarinas, con cinturas estrechas y caderas redondas, te regalan sonrisas mientras se va la carroza. Las trompetas, tambores, platinos y bongóes anuncian que ya no es noche sino el alba; y que con la madrugada llegarán nuevos sones, merengues, salsas.
Atrás quedarán viejas máscaras, pinturas desaliñadas, ropas sucias y estrujadas. Luego, será otro día. Nuevas máscaras, disfraces recién pintados, ropas nuevas y planchadas. El carnaval nunca para.
Cuba. Una identità in movimento
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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