Cuba

Una identità in movimento

Luis Carbonell: Tesón, talento y voluntad de un jerarca

Urbino Amaya Acosta



El maestro Luís Mariano Carbonell, una de las cumbres de la cultura cubana, arriba a sus ocho décadas de vida cumpliendo el mandato de la poesía y como maestro de varias generaciones de artistas, ejemplo de tesón y de fidelidad a su patria.

La vida artística de Carbonell está asociada a Esther Borja, Ernesto Lecuona, Bola de Nieve y Rita Montaner, grandes figuras de la música cubana con quienes compartió la escena nacional e internacional, llevando hasta los públicos más diversos el genuino arte de Cuba y quien contribuyera a popularizar la poesía del Nicolás Guillén.

Con motivo de su cumpleaños 80, entre los homenajes Internacionales de este año (2003) destacan los de Puerto Rico y República Dominicana. En la nación boricua se presentó ante los estudiantes de la Universidad Metropolitana. En la nación antillana, le prodigaron los aplausos mas prolongados que dijo recordar y la Cámara de Representantes de esa nación le entregó su reconocimiento oficial, mientras a que Republica Dominicana, viajó con motivo de la puesta en circulación del CD "La mulata, ñañigo al cielo y otros poemas", presentado con anterioridad en la capital cubana.

En Cuba, el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano de la Música y el Hotel Nacional, se sumaron, también a los agasajos por su cumpleaños.

Para hacer un recuento de su decursar por los predios artísticos hay que decir que rigor, constancia, talento, gracia criolla, colorido, y sobre todo fuerza de voluntad son atributos para Luís Carbonell, indiscutible maestro del verbo y un difusor de los mejores valores de la literatura.

Luchando contra las secuelas de un infarto cerebral del cual, afortunadamente se recupera, Luís, sigue, en sus 80, armando sueños para algún proyecto artístico o asesorando, con su sabía maestría, a los que escogen el derrotero del arte. Como lo hiciera desde los años 40 en que fuera director artístico de un programa radial de aficionados, hoy muchos artistas reciben sus oportunos consejos.

Quiso el azar que este 26 de julio, fecha patria que conmemora el asalto al Cuartel Moncada, recuerde también el día de su nacimiento, en el año en 1923, precisamente en la Ciudad de Santiago de Cuba, escenario del magno acontecimiento histórico y donde Carbonell inició su vocación artística.

Integrante de una familia de siete hermanos, su madre escribía y enseñaba poesía a sus hermanas mayores.

"Fue, sin dudas la persona que más marcó mi vida y mi carrera, aún cuando al principio no le gustaba la idea de que me dedicara la escena. Luego se acostumbró y hasta llegó a sentirse orgullosa de mis éxitos".

Aunque recitaba poesías su primera vocación fue la música. Estudió violín, pero lo que más le atraía era el piano que nunca abandonó.

"Ser músico me ha ayudado mucho en my carrera, gracias a ella he podido interpretar la poesía hasta acompañado por una orquesta", contó en una ocasión.

En sus memorias anidan los recuerdos de Josefina Farré, una destacada concertista española que llegó a su natal Santiago y en cuya casa se hacían tertulias y reinaba un ambiente cultural formidable. En uno de aquellos encuentros conoció a Esther Borja, quien sería decisiva en su carrera.

Al inicio de sus avatares artísticos solía declamar en fiestas familares, hasta que, en 1943, es invitado a participar en la emisora radial CMKC en un programa de aficionados llegando a ser, más tarde, director artístico de ese espacio.

En Santiago, trabajó como profesor de inglés, pero su tiempo y su pasión se los dedicaba a la radio.

"Siempre me interesó mucho ayudar, descubrir figuras".

Fue así que descubrió al cantante Pacho Alonso, creador del ritmo Pilón y uno de los grandes de la música cubana.

Alrededor de 1945 sale rumbo a Nueva York en busca de nuevos horizontes artísticos y por necesidades económicas. Un año más tarde, en esa ciudad se produce un reencuentro con Esther Borja que sería decisivo en su carrera, porque a través de ella conoció a Ernesto Lecuona. Gracias al afamado pianista actuó en la cadena NBC.

Lecuona le pidió al locutor y productor cubano Alberto Gandero:

"Dale trabajo a este muchacho, y págale que yo se que eres tremendo cabrón".

Gandero no le pagó, como era de esperar, aunque a Carbonell no le importó mucho:

"Era muy importante trabajar en la NBC. Nunca he sido de los que se mueven, sobre todo, por el dinero o las cosas materiales. Después me han ofrecido dinero y muchas cosas para que me vaya de Cuba y sigo aquí sigo, igual que siempre", expresó.

Diosa Costello, que era la artista más popular en Puerto Rico en 1946, ella interpretaba mucha música cubana y fue quien lo llevó a presentarse en el Teatro Hispano. Aquel suceso le abrió las puertas del prestigioso Carnegie Hall, llegando, incluso a ofrecer un recital.

Por aquellos años, en el show de la Costello, conoció a Gilberto Valdés, el autor de "Mango Mangué" y de "Sangre Africana". Valdés lo embulló con el proyecto de ir a España y conseguir una orquesta y otras ideas con las que regresan juntos a la Habana, a donde llegan en 1948. Sin embargo aquellas ideas nunca se concretaron.

Era un desconocido cuando llega a la capital cubana procedente de Nueva York, y otra vez fue Esther Borja quien le tiende la mano y lo embulla a presentarse en un homenaje al cantante René Cabel. Allí estaba Pepe Biondi, integrante de dúo cómico argentino muy famoso.

"Cuando me vio actuar me dijo: lo que usted hace no es recitar, es mucho más, cuando usted se expresa es como si dibujara con una acuarela. De ahi surge lo de El acuarelista de la poesía antillana".

Intérprete de la poesía folklorica y estampas de costumbres (auge que empezó en los años 30), aunque ha luchado porque no pase de moda, que vaya al alma del pueblo, incorpora en su repertorio cosas nuevas, de ahí que se nutriera de la "Rumba" de José Zacarías Tallet, quien me felicitó.

Sobre la poesía de Nicolás Guillén, contó que no le gustaba mucho que la declamara:

"Vine a convencerlo del todo cuando logré interpretar la "Elegía a Jesús Menéndez", que me llevó 3 años de estudio".

En su carrera se distinguen dos etapas: los comienzos, cuando aún no había adquirido la técnica necesaria, y la segunda a partir de 1957, cuando cuenta ya con sólidos estudios e incluso ha impartido clases de declamación. Es en ese momento en que empieza a dramatizar cuentos y adquiere la preparación dramática para asumir cualquier tipo de literatura.

"Cuando aprendí a implantar un modo diferente de decir la poesía — debo aclarar que no conozco a nadie que se haya dedicado antes al género de recitación que yo hago —, también tuve que sortear escollos, debido a los esquemas que existían".

La primera vez que Carbonell hizo ese tipo de interpretación fue en el actual Teatro Carlos Marx (antiguo teatro Blanquita), en una función donde estaba el maestro Gonzalo Roig, quien al verlo actuar le dijo con esa manera sobria que era su costumbre:

"Joven, usted, acaba de hacer algo muy importante; usted acaba de mostrar una nueva faceta de la poesía cubana, lo felicito".

Aquella fue la primera ocasión en que se hizo acompañar de instrumentos de percusión.

Al inaugurarse la televisión en Cuba, contó con el talento de Alberto Alonso, el primero en hacer la coreografía para la obra "Mi Habana" y más tarde "Sensemayá", de Nicolás Guillén con música especialmente compuesta por el mexicano Silvestre Revueltas, y con el desempeño danzario de Sonia Calero.

Criado con rectitud, dicisplina y austeridad, una de sus preocupaciones predilectas es el estudio de la historia. Despúes de la poesía, confiesa, la música es la manifestación que más le atrae, porque le permite imprimirle ritmo a la recitación, con el empleo perfecto de la clave en la percusión.

En 1985, hizo tres discos con la firma Cubaney y la EGREM le grabó varias placas, algunas de las cuales han sido comercializadas en el extranjero y recientemente el CD "La mulata, ñañigo al cielo y tros poemas", que se comercializa en República Dominicana, donde Carbonell tiene un público que lo admira.

Poseedor de una facultad que califica de innata para educar, tiene numerosos alumnos a los cuales enseña repertorio musical o el arte de la declamación y su mayor felicidad consiste en verlos crecer; Linda Mirabal, es un ejemplo de esa pasión por la enseñanza. Actualmente ha sido invitado a formar parte del claustro de profesores de las escuelas de música del Ministerio de Cultura.

La Orden Félix Varela, la distinción por la Cultura Nacional y la Medalla Raúl Goméz García, son entre otros, reconocimientos a su frúctifera vida de consagración al arte.

¡Felicidades, Maestro, patriarca de la Cultura Cubana!


CUBARTE
Año 3 Número 33, 01 de Agosto del 2003


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