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Cuba |
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Una identità in movimento | ||
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¡Échale salsita!: ¿Identidad, fusión o renovación?
Leila Margarita Carballo Williams
Para comprender el casino o la salsa en Cuba como una de las expresiones de la identidad de esa nación, hay que remontarse primero a sus orígenes, hay que reconocer y entender las raíces e influencias que se fusionan en la música cubana.
Los españoles llegaron a Cuba en 1492 e iniciaron su conquista a partir del siglo XVI y, por supuesto, con ellos impusieron también su idioma, su religión, sus costumbres, por extensión: su cultura. En este proceso muy poco pudieron aportar los aborígenes (mal llamados indios) en cuanto al legado musical, más allá de sus ritos y danzas propiciatorias.
Luego, los conquistadores trajeron también a los africanos como esclavos, quienes al igual que los españoles legaron su idioma, su religión, sus costumbres, por extensión: su cultura. Y juntos, al paso del tiempo, esa mezcla de "modos de ser", unido a la naturaleza insular, el carácter de lo vernáculo, las voces del alma, y el espíritu de la creación, conforman una nueva cultura muy rica y singular, que en sus primeros brotes se reconoce como cultura criolla. Esta luego absorbió a migraciones posteriores de franceses, chinos, jamaiquinos y mexicanos.
Naturaleza, carácter, alma, espíritu. Aunque estas instancias suelen aparecer entremezcladas, e influidas además decisivamente por el fundamental problema de la asimilación y transformación de lo europeo, el proceso nos parece clarísimo.
Parafraseando al destacado etnógrafo cubano Don Fernando Ortiz comienza a cuajarse el "ajiaco" que en términos científicos llamamos transculturación. Este proceso que tiene lugar a nivel sociocultural se cumple también, por supuesto, en las letras, en la plástica, en el teatro, en la danza y en la música.
Este complejo panorama de migraciones y culturas ha caracterizado el desarrollo histórico de la música en Cuba. Las tradiciones musicales locales surgieron en diferentes regiones del país mediante la integración de muy diversos elementos culturales que se fundieron para conformar una música nacional. Así nacieron muchas formas y estilos de hacer música, y una variada gama de géneros musicales, instrumentos y agrupaciones de música.
De los conquistadores quedaron las influencias de las cuerdas en su forma original, las guitarras (con sus cuerdas cursadas que adquieren forma de tres), tan caros a melodías emblemáticas como la trova. De los africanos la herencia es el ritmo. Ellos con sus costumbres y sus tambores hacen de la percusión espíritu del ese vivo ritmo del cubano, el cual evoluciona hasta los bongós.
La crítica coincide en reconocer la existencia de cinco complejos o categorías musicales en Cuba con particularidades afines (son, rumba, canción, danzón y punto guajiro), sobre todo, estilísticas en cuanto a géneros de una misma categoría o por el empleo de iguales instrumentos y de similares estructuras para las agrupaciones.
De los bailes de pareja como expresión dancística de estos complejos musicales nos detendremos solamente en el son por cuestiones de espacio y en aras de hacer más asequibles los resultados de nuestra investigación a los lectores.
Este género es muy importante para los cubanos, porque como dice la profesora e investigadora en Cultura Popular Tradicional, Ada Mirtha Cepeda:
Si tú hablas de cuáles de nuestros ritmos define más la esencia de nuestra identidad, te puedo decir, como dice la gente de Songolamaya, que cuando tú quieres hablar de un término que sintetice lo que es la nacionalidad cubana, tú vayas a Songolamaya: son es el nombre de un haitiano, la que es un artículo de la gramática española, y maya que es una planta autóctona cubana, es decir Songolamaya forma una simbiosis.
El son evolucionó dentro del sector más popular, teniendo sus orígenes en las zonas rurales del país, al contrario de la contradanza que fue un baile de salón. En el siglo XX, durante su segunda década, se le rechazó en los salones elegantes, pero con su enorme fuerza de gran himno popular rompió aquellas barreras sociales y se convirtió en una fuente de explotación capitalista, especialmente por medio del disco.
Algunos soneros viajaron a Norteamérica para hacer las grabaciones, y otros alcanzaron Europa también. En la música cubana, el son es un género o especie de canto y baile, donde concurren influencias que se toman, fundamentalmente, de la sonoridad de la cuerda pulsada y de los estilos o maneras de hacer que ello implica.
Se forma con su estructura, un tiempo, como organismo en constante desarrollo y en dependencia al conjunto de hechos sociales. La estructura formal es la repetición constante de un estribillo que, por lo general, tiene cuatro compases o menos y es ejecutado por un coro.
Alberto Murguercia señala la fecha de mayo 1909, como la que marca la salida de este género desde Santiago de Cuba hasta la capital cubana. En tanto ya en el año 1920 el son se había popularizado en La Habana. A tal punto que el son le debe mucho a el compositor habanero Ignacio Piñeiro, nacido en 1888 y quien fuera criado bajo la influencia de los cantos y toques de los cabildos africanos en los barrios de Jesús María y Pueblo Nuevo.
En 1927 fundó el Sexteto Nacional al que luego convirtió en Septeto al agregar la trompeta. Ignacio Piñeiro es autor de 327 sones, siendo uno de los más populares "Échale salsita". De Ignacio Piñeiro se dice que "habanizó" el son oriental. Entre sus muchas composiciones populares, todas sones, se destacan también "Esas no son cubanas" y "Suavecito".
La forma de bailar el son evolucionó y sufrió modificaciones durante su desarrollo en los centros urbanos y aparecieron
... famosos bailadores del género, como fueron Evaristo Bemba y Garabateao.
Durante la década del 40 el son comienza a perder la preferencia del público. Fue la reaparición del son en la orquesta o banda gigante del Benny Moré que constituyó un verdadero resurgir de este género.
Benny Moré, el bárbaro, es unánimemente considerado uno de los más geniales artistas que haya producido la música afro antillana, ya que brilló en todos los géneros que componen este complejo musical. Lo mismo ejecutaba magistralmente un bolero, que una guaracha, que un guaguancó. Su verdadero nombre fue Bartolomé Moré y desde niño aprendió a tocar la guitarra, cantando en fiestas y serenatas en Santa Isabel de las Lajas, pueblo donde nación el 24 de agosto de 1919.
Su estilo vocal abrió un camino ignorado al canto afro antillano, debido a su personalidad original y única. Su voz que recorría todo el registro vocal, tonalidades y tiempos musicales, se doblaba en frases y gritos, que creaban una atmósfera envolvente. Pasaba de la interpretación de un bolero romántico a un guaguancó, casi sin transición, logrando en ambos una calidad extraordinaria.
Entre las orquestas famosas en que cantara El Benny se destacan la de Mariano Mercerón y la de Bebo Valdés, antes de formar su propia orquesta a la que se refería como la banda gigante. Con su orquesta ingresó plenamente a la fama y se ganó el cariño y la admiración popular. Muy peculiar era su estilo de conducir y arreglar para la orquesta, ya que a pesar de no contar con conocimientos de técnica musical, su capacidad innata lo hacía crear arreglos completos para su orquesta mediante el procedimiento de cantar la parte de cada instrumento.
La salsa ha actuado, hasta cierto grado, como un boomerang, haciendo volver los ojos de músicos y aficionados hacia la creación sonora actual de Cuba, buscando sus discos, grabando lo difundido por las emisoras desde acá, aproximándose a un contacto directo y de intercambio cultural, que ha propiciado una evidente desmitificación de la salsa y la caída de muchas mentiras sobre un posible estancamiento en la música cubana contemporánea o acerca del éxodo masivo de nuestros mejores cultores. También, otro de los efectos imprevisibles del auge salsero es que ha llevado a muchos instrumentistas a mirar hacia su propio folclor, el de sus lugares de origen, que habían olvidado para seguir los parámetros cubanos.
Un fenómeno muy aparejado a este último complejo musical son las "ruedas de casino", las cuales comienzan en Cuba a mediados del siglo XX y que constituyen la raíz de lo que se baila hoy en día alrededor del mundo.
Casino es el término utilizado para designar tanto a un tipo de música, sobre todo sonera, como a un ritmo que pone a bailar a todos. Se emplea, además, como sinónimo de música salsa, entendida esta como el popular son cubano, modernizado y enriquecido por otros matices musicales, estilos y formas propias de interpretación.
En su expresión bailable se le llama rueda de casino, la cual parte de una formación en círculo de varias parejas que, orientadas por un líder o guía, hacen figuras (vueltas) y cambios de parejas. Se trata más bien de una coreografía espontánea e improvisada ya que todos los participantes deben conocer las vueltas y voces de mando de su guía.
También durante el siglo XX, el son devino el complejo genérico más importante de la música cubana, al punto de extender su influencia hacia prácticamente todas las esferas sociales y funcionales de la actividad musical en el país.
En sus inicios, la gente se solía reunir en los "halls", llamados casinos, lo cual explica el origen de tal nombre. Algunos dicen que comenzó en Santiago de Cuba, otros dicen que en el afamado Casino Deportivo de La Habana, o en el Casino de Playa, pero lo cierto es que, aún cuando los casinos se convierten en Círculos Sociales al triunfo de la Revolución, la gente todavía se refiere a esta expresión de la danza popular como rueda de casino.
Es curioso y normal que los bailadores en Cuba se refieran al son como casino o salsa, indistintamente. En una fiesta se puede escuchar: "¡Tírame un casino, socio!", o "¡Una salsa pa' condimentar el fiestón!", y en ambos casos lo que se quiere escuchar es un son, de manera que en la actualidad es muy común en Cuba llamar al son como música salsa y tanto al baile como al género musical en sí casino.
Su origen es tomado de las contradanzas francesas que en el siglo XVIII estaban de moda y gustaban mucho en Cuba en los bailes de sociedad. Transmitiéndose de generación en generación, los bailadores de casino hacen uso de esa forma de bailar en grupo adaptándolo a las vueltas y pasos del casino, surgiendo así la rueda de casino.
Para poder bailar la rueda por lo menos hacen falta dos parejas, hasta un número de veinte o treinta, y que los varones conozcan las vueltas que uno de ellos llamado líder mandará. Para que la rueda sea buena no es importante hacer muchas vueltas o vueltas muy largas y aburridas, sino la pericia del guía al tratar de mandar con gracia y creatividad, adornando los mandos con frases o pequeñas historias.
Por ejemplo, "Castígala que se portó mal en casa "; "Dame otra que esta no me gusta"; "Mata el mosquito en divisas"; "Enchunfla el Panda"; "Sofócala que viene el apagón"; "Llévala a las nubes como Matías Pérez", entre otras graciosas voces de mando que hacen más picante, alegre y dinámica la rueda.
A finales de los años 60, cuando el son renueva su fama con el nombre de salsa, las ruedas de casino renuevan también su fama. No se puede olvidar que
... el objetivo principal de la salsa fue y es la actualización de la música tradicional del caribe hispano parlante, mediante la utilización de timbres y procedimientos armónicos procedentes de la música pop y rock internacional. El uso de instrumentos musicales electrónicos jugó un papel fundamental, particularmente cuando a ellos se unieron a los ritmos e instrumentos de percusión nacidos o desarrollados en las tradiciones musicales del Caribe.
El baile popular cubano estaba ya bien preparado para asimilar las influencias positivas que traía el movimiento salsero y las utilizó para enriquecer su propio desarrollo. Nació así en la década del noventa un sonido propio de salsa cubana.
El calificativo genérico de salsa se impuso, un buen día, a toda esa música. Para titular la "novísima" amalgama creativa se escogió precisamente, una palabra que, en el ámbito sonoro cubano, siempre ha tenido significación de plenitud rítmica, de goce íntegro de la expresión popular. Utilizada en múltiples estribillos sonoros, como en el famoso Échale salsita, de Ignacio Piñeiro, el apelativo respondía, en esencia, a la entraña musical latina.
En 1977, a una pregunta del diario mexicano Excelsior, la guarachera Celia Cruz — quien abandonó Cuba al triunfo de la Revolución —, respondió sin ambages: "Esto es lo mismo que yo cantaba hace treinta años". Y Tito Puentes, uno de los percusionistas estrellas del legendario Palladium Ballroom de la calle 53 en Broadway, llamado antaño "la casa del mambo" o "la meca de la música latina", al ser interpelado sobre esta problemática atestiguó: "Yo sólo conozco una salsa que venden en botella, nombrada Catsup. Yo tocó música cubana.
Hubo un elemento que ha desempeñado un papel cardinal en los destinos de la salsa, provocando un salto innegable en la calidad y evolución del producto. Esta parte de la joven pareja formada por Willie Colón y Rubén Blades quienes, derivando de los patrones básicos cubanos, han acuñado cierta identidad a sus obras.
En Cuba una de las orquestas más populares para bailar casino es la de Juan Formell (director) y sus Van Van, la cual por más de 30 años ha deleitado a su pueblo y a todos los amantes de la música cubana en el mundo entero.
El éxito de Los Van Van se debe a que en las letras de sus canciones cuentan una pequeña historia del quehacer diario y de la vida social cotidiana, y además que ha sido una de las agrupaciones más estables en mantener a sus integrantes. Es característico de sus cantantes el mantener una comunicación constante con el público a través de sus improvisaciones y coros.
El nombre de Los Van Van tiene su origen en una frase que en los comienzos de la década de los setenta era muy popular en Cuba, "Esto va a ir... porque de que van, van". El objetivo de Juan Formell al crear su agrupación musical era tomar los ritmos del tradicional son cubano e incorporar sonoridades del rock, el jazz, y otros ritmos caribeños, creando un nuevo estilo, que fue llamado "Songo" (4 de diciembre de 1969).
De esta forma dicha orquesta revoluciona la música cubana integrando el sonido tradicional con instrumentos eléctricos (sintetizadores, guitarras eléctricas, baterías, y su sección de violines) creando un mito dentro de los salseros en la isla y proyectando la música cubana en la modernidad.
Los Van Van utilizan una fórmula absolutamente novedosa en cuanto a su formación, que consiste en una renovación de la típica charanga cubana: una majestuosa y elegante sección de violines amplificados, una sección rítmica poderosa, un piano que conduce el sonido, una arrolladora sección de viento, una abundante percusión que retoma el carácter polirítmico de la música africana y un juego de voces espectacular.
Así Los Van Van devienen una fantástica máquina de ritmo y la orquesta de baile más popular y bailable de Cuba. Sus estribillos y el doble sentido de sus letras han pasado a ser refranes en el idioma de la calle.
En los grupos en los cuales, el elemento de cohesión, es la música, muchas de las creencias se generan a partir de ella. Ella es la que influye en la forma de vestirse, de peinarse, de moverse, la forma de hablar. Este conjunto de creencias construye la identidad de ese grupo de pertenencia.
No es casual que la población más joven, aquella que inicia sus propios procesos de conformación de identidad, sea la que con mayor frecuencia visita discotecas, asiste a fiestas, baila en lugares públicos y hasta la que más gasta en compras de material discográfico, porque les es preciso poseer una serie de bienes culturales para formar parte de la comunidad cultural.
Ahora, ¿qué es lo que lleva a los individuos a adoptar estas creencias en común? ¿Cuál es la amenaza a la que se ven enfrentados, y que resulta en este "acuerdo" de creencias? Quizás sea la intención de ser alguien en esta sociedad de masas.
En un mundo que tiende a la homogeneidad extrema, la música parece ser una de las pocas salidas para mostrar una diferencia. Ser original, independiente o rebelde, e ir contra la corriente. Quizás sea buscar una identidad diferente a la de sus padres, o quizás, solo ocupar el tiempo libre, o ahogar el sentimiento de soledad, y encontrar un grupo de personas en el que ampararse ante las exigencias de la sociedad contemporánea.
El hecho es que una de las actividades que más realizan los adolescentes es escuchar y bailar música. La música une a individuos de puntos muy diferentes de la sociedad. Desde un rokero con un anillo en la nariz, hasta un breakdancer, con trenzas rasta y vaqueros anchos.
Personas que no se encuentran próximas en el espacio social, pueden de esta manera, encontrarse e interactuar, por lo menos brevemente, teniendo algo en común. La música es a la vez, estilo de vida, vínculo social y fuerza espiritual. Orienta a los jóvenes en su búsqueda de autonomía y les brinda un medio de expresión.
Esto no es ignorado por las compañías discográficas, que tienen bien en claro su mercado, particularmente juvenil. Este tipo de industria ha aprendido que la pertenencia a la nueva comunidad de valores culturales pasa necesariamente por la posesión, conocimiento y dominio de bienes simbólicos específicos, uno de los cuales gira alrededor de la música y sus productos.
Por esta razón, resulta lógica la preocupación por buscar, mantener y ampliar un mercado de consumidores, y sobre todo, orientar a las nuevas generaciones por medio del arte y la cultura. Sin dudas, una de las tantas posibilidades que brinda la música cubana, y en especial, el son como signo de identidad de los cubanos.
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Cuba. Una identità in movimento
Bibliografía
Leila Margarita Carballo Williams es estudiante galesa de Derecho y Español
en la London Metropolitan University, quien realizara una pasantía
sobre Música Popular Cubana en la Universidad de Ciego de Avila.
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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