Cuba

Una identità in movimento

Carlos J. Finlay, un camagüeyano que se prolonga en el tiempo

Isván Manuel Cano Hidalgo



Carlos J. Finlay BarrésCarlos J. Finlay Barrés nació en la ciudad de Puerto Príncipe (actual Camagüey), el 3 de diciembre de 1833, fruto del matrimonio del doctor Edward Finlay, médico graduado de las Universidades de La Habana y Lima y natural de Escocia, y de Elizabeth de Barrés, nacida en Puerto España, Trinidad Tobago. Sus años infantiles los vivió tanto en La Habana como en el cafetal de su padre en la zona de Alquízar.

A la edad de 11 años, en 1844, lo enviaron a estudiar a Le Havre, en Francia, de donde regresó a Cuba dos años más tarde debido a una enfermedad.

Volvió al país europeo en 1848 para completar su educación. Después de un período en Londres ingresó en el Liceo de Rouen, en Francia, donde permaneció hasta 1851, cuando regresó a Cuba, convaleciente de un ataque de fiebre tifoidea.

No habiendo podido ingresar a la Universidad de La Habana, pasó a Filadelfia y allí cursó la carrera de medicina en el Jefferson Medical College, centro en el que se doctoró el 10 de marzo de 1855. En 1857 revalidó su título en la Universidad de La Habana.

Recién graduado, pasó con su padre a Lima en 1856, para probar fortuna por un corto tiempo.

El 16 de octubre de 1865 se casó en La Habana con Adela Shine, natural de la isla de Trinidad.

Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales y el Secretario de su Sección de Ciencias. En esta corporación ocupó cargos y recibió varias distinciones y honores por su trabajo científico.


Presentando una hipótesis

Existe una anécdota que dice que estando una noche rezando el rosario, le llamó la atención un mosquito zumbando a su alrededor. Entonces fue que se decidió investigar a los mosquitos.

En la Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en Washington, Estados Unidos, en febrero de 1881, Finlay señaló que todas las evidencias indicaban que la fiebre amarilla sólo podía ser trasmitida por un "agente intermediario", pero se abstuvo de indicar que era el mosquito. Su hipótesis fue recibida con frialdad y casi total escepticismo.

De regreso a Cuba, en junio de 1881, realizó experimentos con voluntarios y no sólo comprobó su hipótesis sino que descubrió también que el individuo picado una vez por un mosquito infectado, quedaba inmunizado contra futuros ataques de la enfermedad.

Con sus modestos medios fue capaz de identificar al agente transmisor de la enfermedad. Sus estudios le llevaron a entender que era la hembra fecundada de esta especie la que transmitía la fiebre amarilla.

En agosto del mismo año, en conferencia pronunciada en la Academia de Ciencias de La Habana, identificó a dicho agente como el mosquito hoy conocido como Aedes aegypti. Este trabajo fue publicado en los Anales de dicha institución ese mismo año.


Se comprueba la teoría con la práctica

Finlay no se detuvo en esa etapa de la concepción teórica y del planteamiento de la hipótesis, y diseñó un método experimental para verificar los elementos planteados.

La comprobación de que ese mosquito era el único transmisor de la fiebre amarilla en Cuba, se produjo mediante la virtual eliminación de la enfermedad en La Habana, gracias a una campaña basada en las recomendaciones de Finlay, quien se encontraba al frente de la Dirección de Sanidad en aquel entonces.[1]

El doctor William Crawford Gorgas, médico militar que había tratado de erradicar la fiebre amarilla en Santiago de Cuba sin conseguirlo, fue nombrado Jefe Superior de Sanidad en La Habana en diciembre de 1898.

A iniciativa de Finlay éste creó una Comisión Cubana de la Fiebre Amarilla, que según las indicaciones del médico camagüeyano hizo guerra al mosquito y aisló a los enfermos. La dolencia fue definitivamente eliminada en La Habana en 1905, y en Cuba en 1909.

El doctor Gorgas fue eventualmente enviado a sanear el Istmo de Panamá a fin de poder completar la construcción del canal, allí aplicó los mismos principios indicados por Finlay lo cual permitió terminar esa gran obra de ingeniería.

Una placa en el propio Canal de Panamá reconoce la contribución de Carlos J. Finlay en el éxito de esa magna obra.


Tratan de ignorar al sabio, pero triunfa la verdad

No obstante, por más de 20 años los postulados del doctor Finlay fueron ignorados y solamente después de terminada la Guerra Hispano-Cubana fue que se volvieron a revisar sus trabajos de investigación y los exitosos experimentos que había realizado durante todos esos años.

A partir de los intentos de despojar a Finlay de su magno descubrimiento, se inició una batalla en todas las tribunas científicas mundiales que trataran sobre la Historia de la Medicina y la Medicina Tropical por restablecer la verdad y otorgarle los merecidos honores al gran científico.

Esa bandera la levantaron en un inicio sus colaboradores más cercanos, como Claudio Delgado Amestoy, Juan Guiteras Gener, Arístides Agramonte y los demás integrantes de la Escuela Cubana de Sanitaristas, creada por el maestro; y más adelante seguida por su hijo Carlos Eduardo Finlay Shine, los historiadores médicos Horacio Abascal, César Rodríguez Expósito, Saturnino Picaza y todos los científicos honestos de Cuba y del resto del mundo a medida que iban conociendo la verdad.

Fue en el XIV Congreso Internacional de Historia y Medicina, celebrado en Roma-Salerno en 1954 que se aprobó la moción:

"Sólo Carlos J. Finlay, de Cuba, es el único y sólo a él corresponde el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, y a la aplicación de su doctrina el saneamiento del trópico".

En una carta de Henry E. Sigerist a César Rodríguez Expósito, fechada el 24 marzo de 1955, el famoso médico e historiador suizo reconoce la paternidad del médico agramontino sobre el descubrimiento.

"Usted me ha convencido de que es a Finlay y no a Walter Reed a quien corresponde la prioridad en el descubrimiento del modo de transmisión de la fiebre amarilla".

Finlay fue un científico integral, pues a su trascendental obra en relación con la fiebre amarilla, unió su dedicación al estudio de otras dolencias como la lepra, las enfermedades de la visión, la malaria, el beriberi, la corea, la tuberculosis y el absceso hepático.

Fue él quien primero descubrió la existencia en Cuba de enfermedades como el bocio exoftálmico, la filariasis y la triquinosis; se adelantó a Carl von Rokitansky en la afirmación del origen hídrico del cólera y su observación sobre el tétanos infantil posibilitó hacer descender la mortalidad por dicha causa.

Su gran contribución para liberar al género humano de los terribles estragos de la fiebre amarilla y erradicar otras enfermedades, lo convirtieron en benefactor de la humanidad.

Fue propuesto para el premio Nobel en siete ocasiones y en ninguna se le confirió. Recibió, no obstante, importantes distinciones otorgadas por instituciones de Gran Bretaña y Francia.

Su obra científica escrita más importante fue sin dudas su artículo "El mosquito hipotéticamente considerado como el agente transmisor de la fiebre amarilla", publicado en 1881 en los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. No obstante, escribió además muchos artículos acerca de la fiebre amarilla y de otros aspectos médicos.

Este hijo ilustre de la tierra de El Mayor, eminente epidemiólogo y microbiólogo, falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915, a la edad de 82 años.

El nombre de Carlos J. Finlay permanece vigente, en virtud de los nuevos cauces que abrió al desarrollo de la Biología, la Medicina Tropical, la Epidemiología y la Entomología.



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