Cuentan que un día hace muchos años, pero muchísimos más que los que  puedes  contar  con tus dedos y conocimientos, cuando los dioses todavía  andaban por la tierra, se reunieron y tomaron la decisión de buscar el lugar donde reinaría cada uno de ellos.  Después de despedirse cada quien tomó un camino diferente y se dieron a la tarea de buscar los sitios donde erigirían sus  respectivos reinos. Entre ellos hubo uno muy  inteligente, fuerte  y bondadoso llamado Olofi que caminó mucho pero mucho, hasta que llegó  a un hermoso y agreste lugar donde la vegetación era exuberante y variada con bellas flores, ricos frutos, ríos, montañas, bosques inmensos y que hoy conocemos como continente Africano, pero sólo el silencio y el murmullo de las ramas de los árboles al ser agitadas por el viento, así como el canto de los ríos en su eterno viaje al mar podía escucharse. Después de recorrerlo todo y cansado por el largo viaje  hecho hasta aquel lugar se acostó a dormir en la mullida y fresca alfombra  que le ofrecía la  hierba bajo los árboles.
Al otro día cuando  lo despertaron los tibios rayos de sol que curioso lo buscaba a través del espeso entramado de  hojas del árbol bajo cuyas ramas se había quedado dormido, el Rey  se puso a pensar que aquel lugar era muy  hermoso además de rico  en extremo pero no había nada, ni nadie por tanto no podía, salir a cazar, hablar  y en último término  reinar, dictar leyes según corresponde a un buen gobernante, ni a quién gobernar por tanto como era tan poderoso se dijo — Debo  comenzar  a crearlo todo de inmediato, comenzaré por los animales que poblarán tanto la tierra como el aire. Entusiasmado con su proyecto puso manos y corazón a la obra, trabajó y trabajó durante todo un día  hasta que  sus fuerzas no dieron para más,  contento con su trabajo fue en busca de un tronco seco que había visto el día anterior de lo que debió de haber sido un baobad una especie de árbol  que allí abunda, pero que  sin dudas había sido castigado durante una tormenta por la furia de un rayo dejándolo trunco y se dijo — Ya están todos los animales pensó satisfecho y desde hoy mirando el ancho tronco seco se dijo — también tengo un trono,  tomó asiento en el y exhalando un suspiro de alivio, estiró sus cansados brazos y piernas, en tanto paseaba su mirada satisfecha por aquel lugar admirando una vez más toda su increíble belleza,  poco a poco  la brisa cómplice de la noche acariciaba su cara mientras se  bebía sorbo a sorbo la luminosidad de la tarde  y sus párpados se cerraban de puro cansancio hasta  que el sueño terminó por vencerlo.
Al despertar al siguiente día cual  no sería su asombro, cuando el sol desde lo alto alumbró la hermosa selva y comprobar que todos los animales por él creados el día anterior por un olvido  seguro ocasionado por la prisa carecían de cabeza, así como se los cuento, ¿Pueden imaginarlo ustedes? Los monos, pájaros, cerdos, jabalíes, elefantes, tigres y hasta el león no tenían cabeza, entonces el Rey molestísimo y apesadumbrado porque  tenía muy buenos propósitos y sentimientos se sentó en su recién estrenado trono y  se puso a pensar en la forma de arreglar aquel olvido, así estuvo un gran rato,  piensa que te piensa, pero nada, nada se le ocurría,  ya estaba cansado y enojadísimo tanto que casi se veían salir de su cabeza volutas de humo, entonces paseó su vista en derredor y  cual no fuera su asombro cuando vio que al lado de su trono estaba un gran saco lleno,  ¿Saben ustedes una cosa?.  Allí  en el saco estaban todas, todas  las cabezas olvidadas, muy contento por el hallazgo y animado decidió poner manos a la obra para  enmendar su error, de pronto  vio un cangrejo que por allí pasaba  y ni corto ni perezoso le llamó — Cangrejo, cangrejo ven acá por favor. — El cangrejo sorprendido de que el Rey lo llamara acudió al instante y pronto estuvieron frente a frente. 
— ¿Dígame su majestad que desea de este humilde servidor? — ¡Ay de mí y de mi reino! Necesito de tu ayuda amigo cangrejo, te pido llames a todos los animales que fueron creados ayer y diles que su Rey  tiene  aquí sus cabezas y que me dispensen por el olvido.
— Enseguida su majestad voy corriendo a servirle respondió el cangrejo, dicho y hecho y a la velocidad que le permitían sus patas y su peculiar forma de caminar fue por todo el reino llamando a los animales y diciéndoles — Amigos vayan de inmediato donde el Rey Olofi, que él le dará  la cabeza que le pertenece a cada uno de ustedes.
Muy atareado pasó ése día entero con su noche el cangrejo llamando a todos los animales recién creados,  cuando comprobó que no faltaba uno sólo por avisar, se presentó ante Olofi y le dijo, — Mi Rey Olofi, cumplí con lo que  pediste y vengo yo también por supuesto a buscar mi cabeza.
Olofi lo saludó  agradeciéndole su lealtad y prontitud al cumplir con su mandato en tan corto tiempo, con  lo que quedaba probada  su obediencia para con él, pero cuando fue a buscar en el saco donde habían estado las cabezas  cual no sería su asombro cuando sus manos no encontraron nada,  el saco estaba vacío por completo, al comprobar  que no quedaba ninguna cabeza disponible ya para el cangrejo, apenado mientras doblaba el saco vacío   le dijo — Hijo mío fuiste muy diligente en cumplir con mi mandato pero desafortunadamente no quedan cabezas es una verdadera pena, pudiste haber sido el primero pero te olvidaste de ti y corriste a llamarlos a todos  por eso de ahora en lo adelante tu cuerpo será como es sin cabeza pero no por castigo mío si no  por tu olvido.
Hasta el presente el  pobre cangrejo cabeza no tiene pero en cambio posee un corazón grande y generoso,  tanto que se olvidó de sí mismo procurando que todos los demás tuvieran cabeza.
Y colorín colorán este cuento de mi tata Conga está terminado.