Imaginar el año 1908 en Cuba, sería como adentrarse en un capítulo de nuestra historia marcado por la segunda intervención norteamericana. A dos años de la llamada "guerrita de agosto" entre liberales y conservadores, en nuestro territorio pululaban soldados yanquis que ponían y disponían a su antojo con el pretexto de "pacificarnos" y de "enseñar a gobernarnos".
En aquel lejano 1908, me parecería ver circulando los antiquísimos Ford, con su clanck para el arranque. También los coches señoriales tirados por caballos, paseando a la gente más acomodada y muchos hombres con su trajecito y el clásico sombrero; porque, al decir de mis abuelos, a los cienfuegueros de antaño siempre les gustaba vestir bien. Hasta el más "arrancado" se buscaba un traje, porque esa era la indumentaria "para salir", en aquellos tiempos. ¿Ir a un baile sin traje? ¡Ni hablarlo! Aunque, a decir verdad, eran más los que se quedaban tras la ventana de la casa, por no tener qué ponerse. Y que no te asombre: Siempre hubo, como en cualquier época, quien se daba "el cebollazo en el ombligo": Se lo gastaban todo en el trapito para salir, y el agua para la sopa... ¡échasela a las chinchas!
Aquel Cienfuegos de 1908 fue, por suerte, una colmena de músicos, trovadores y repentistas que daban sus cantadas en cualquier casa del vecindario. Sí, porque en esta ciudad los músicos se dan silvestres. Precisamente, el 20 de junio de aquel mismo año vio la luz un niño que se convertiría en una de las glorias de la música cubana. Le pusieron por nombre Rafael, y sus apellidos: Ortiz Rodríguez. Nació, según cuentan, en una casita de la calle Santa Clara, muy cerca del Muelle Real. Parece que la brisa del mar le inundó el alma con el don de la inspiración musical y poética. ¡Un regalo natural que lo acompañó toda su vida!
A Rafael le decían en familia "Mañungo". Ese apodo cariñoso se lo puso su abuelita, que era de Trinidad. Así me lo contó un día su hijo Dagoberto. Por las venas de Rafael corría sangre cienfueguera y trinitaria, otro centro generador de inspirados trovadores.
Desde muy joven, aprendió a tocar la guitarra y no esperó mucho para marchar a La Habana. En la capital se abrió paso, poco a poco, hasta que llegó el momento de ocupar su merecido lugar. Además de la guitarra, Rafael Ortiz componía bellas canciones, música y letra la mayoría de ellas. Y tenía una excelente voz. Hace poco me sorprendió su hijo Dagoberto con unas grabaciones de Rafael. Pude escucharlo haciendo la voz prima con la orquesta de Arcaño y sus Maravillas, en la composición titulada QUIÉN PUDIERA. ¡Fabuloso! Y me obsequió, además, varias interpretaciones con el Septeto Favorito, en la voz segunda. Fueron sus primeros pasos interpretando piezas tan antológicas como SUAVECITO, MUJER PERJURA y EL DIABLO TUNTÚN, entre otras más.
En su exitosa carrera por el arte, Rafael Ortiz llevó el mensaje de la música cubana a ciudades de Estados Unidos y Venezuela, por mencionar dos países. En la década del cincuenta se convirtió en director del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, cuando aún vivía el fundador de tan prestigiosa agrupación sonera.
Soy de la opinión de que Rafael Ortiz trasciende en la música cubana por su excelente calidad de compositor. Le dio al género del Bolero Son un toque de elegancia y originalidad, que le ha hecho trascender. Dignas de destacar lo son bellas canciones como Blanca Nieves y Grandeza de Alma, incluidas como combinación melódica en el repertorio de la Orquesta Aragón. Añádasele MUY JUNTO AL CORAZÓN, con Pepe Olmos como intérprete, acompañado por esa mundialmente famosa orquesta de Cienfuegos.
El Septeto Nacional grabó muchos temas de Rafael, y buena parte de ellos están contenidos en una agrupación cimera del género en Cuba: El Conjunto Tradicional de Sones Los Naranjos. A ellos les he escuchado sones tan bellos como EL PLATO ROTO, EL PALOMO y LA JARDINERA. Son más, pero no llegan todos a mi memoria.
En un reciente CD del prestigioso grupo Los Novo, aparece una interpretación de CONCIENCIA FRÍA, que me parece estelar.
¿Qué decir del poupurrit HOMENAJE A RAFAEL ORTIZ que por la década del ochenta grabó el Grupo Sierra Maestra? El cantante José Antonio Rodríguez hace gala de su voz en un grupo de piezas donde la poesía y la música son un todo inseparable. ¡Cómo para darle rienda suelta al sentimiento! Tengo constantes en mi memoria NO ME PIDAS y TODO EN CONJUNTO, esta segunda dedicada a su esposa, y madre de su hijo Dagoberto.
Del repertorio de Rafael Ortiz, son muchas sus creaciones; ahora me acuerdo de MENSAJE DE AMOR, CUATRO PAREDES y AMOR DE LOCA JUVENTUD. Sin embargo, hay una composición que sigue dándole la vuelta al mundo y es toda un símbolo de nuestra identidad. ¿Quién no sabe tararear: UNO, DOS Y TRES, QUÉ PASO MÁS CHÉVERE? Esa Conga tan cadenciosa es representativa del mestizaje cultural cubano y constituye una de las creaciones mejor logradas del género.
Este 29 de diciembre se cumplen siete años de la desaparición física del maestro Rafael Ortiz. Me parece que ha pasado muy poco tiempo. Estaba dándole el último "hasta siempre" a Ricardo Llaguno: Poeta, intelectual y promotor de la cultura en Cienfuegos. Inesperadamente, un amigo añadió más dolor a nuestro ámbito cultural y afectivo al anunciarnos el deceso de Rafael Ortiz, aquel mismo día de 1994.
A siete años, Rafael Ortiz vuelve a vivir en cada grabación, en toda voz que diga sus canciones, y en las guitarras de nuevos trovadores. De esos que se inspiran y cantan al amor y la alegría con la elegancia que lo identificó siempre.
¡Qué Chévere, como su Conga mundialmente famosa! Sí, qué Chévere que Rafael Ortiz siga viviendo en su música y en nuestros corazones!