Cuba

Una identità in movimento


Poblados habaneros: Caimito

Oscar Rodríguez Díaz


Caimito es la más pequeña de las cabeceras municipales habaneras y una de las más limpias y pintorescas de nuestra provincia.

Enclavado en la Carretara Central, a medio camino entre la capital y los límites pinareños, el poblado se desarrolla al pie de una elevación que poco a poco va siendo conquistada por la ampliación de las edificaciones residenciales, junto a calles que retan la pendiente y ascienden caprichosamente por ella.

Los contrastes entre el verdor de la vegetación asentada en la ladera sur de la elevación y los diversos matices de las edificaciones, hacen recordar al visitante desprevenido las vistas fotográficas de poblados suizos adosados a las cuestas alpinas.

Muchas veces he escuchado a las personas alabar la belleza de la entrada principal de la población, aquella que da la bienvenida al viajero procedente de la capital.

A la salida de Anafe rumbo a Caimito, una gran puerta ornamental permanece eternamente abierta para que por ella pase la carretera con su enjambre de vehículos. Una vez traspasada, ya estamos en tierra caimitense y tras la gran curva que bordea una simpática colina rematada por una atractiva vivienda, se vislumbra en lontananza el pueblo.

Desde esa curva hasta Caimito las cunetas a ambos lados de la vía permanecen siempre exquisitamente atendidas. Una especie de césped inglés festoneado por canteros sembrados de plantas tropicales impone una nota de refrescante colorido, mientras, del lado norte, el relieve brinda la visión de laderas pedregosas con exigua vegetación.

Ya en el pueblo, siempre por su vía principal, penetramos en el mundo urbano donde abundan, a ambos lados de las aceras, viviendas con amplios portales. Un poco más allá, en el corazón mismo de Caimito, se levanta la cafetería La Cumbre, cuyo nombre nos recuerda las cimas de escasa altura del lugar, medio ocultas en ese sitio por la mole arquitectónica de la iglesia en el centro de un parque de reducidas dimensiones.

Algo más allá, una amplia y joven vía se abre hacia el sur y determina la zona de comercio y gastronomía más activa del pueblo, además del área de venta de productos agropecuarios.

Siempre hacia el oeste, nos encontramos con una nueva curva que una vez vencida, nos entrega hacia el norte las vistas del verdadero poblado montuno. Allí los tentáculos del urbanismo han hecho caso omiso de los obstáculos que impone el relieve, y sus pobladores han aceptado el reto de avanzar cuesta arriba.

Frente a esa muralla de rocas, verdor y construcciones, en una esquina del lado sur de la Carretera Central, se levanta un pequeño establecimiento que nos recuerda uno de los ritmos más pegajosos de la música criolla: Mambo Bar. La sonoridad de ese apelativo nos recuerda también que nos encontramos en tierras caribeñas, en esas que al decir de Alejo Carpentier, todo suena, todo produce timbres musicales únicos.

Más allá, hacia el poniente, el pueblo termina hoy con una concentración cotidiana de camiones particulares adaptados para el traslado de pasajeros y para incumplir muchas veces, en un verdadero alarde de picardía, los precios establecidos oficialmente en las tarifas aprobadas por el Ministerio del Transporte y refrendados por el Gobierno provincial.

Pero Caimito no termina así, abruptamente. En ese punto comienza hacia el norte el barrio de Cayaguasal. Si lo tomamos, rumbo a la playa El Salado, veremos a su salida una de las vistas más hermosas del municipio, marcada por el inicio hacia el oeste de la serranía conocida como Mesa de Anafe.

La Mesa de Anafe es el más importante objeto geográfico caimitense. Al abandonar la cabecera municipal hacia Guanajay, la Carretera Central sigue paralela a esa serranía, que llega a alcanzar una altitud de 275 metros.

Entre el pueblo de Caimito y el entronque de Ceiba del Agua, se encuentra la Casa Museo II Congreso, que honra la memoria del evento que le da nombre y que fue presidido en los años 30 del siglo XX por Blas Roca Calderío.

Para los que no conocen a Caimito les recomendamos no dejar pasar la oportunidad de visitarlo, al menos de paso, pues ella basta para presentarlo como un sitio de encantadores contrastes naturales y urbanos. En este lugar encontrará personas hospitalarias, alegres y revolucionarias, y tendrá la seguridad de no perderse entre sus calles de fuertes o suaves pendientes.


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