Cruzada de la Libertad, Venezuela por Cuba, es el título elocuente del libro sobre la solidaridad internacionalista entre dos pueblos empeñados en la construcción de Nuestra América. Fiel a la afirmación marxista de que la estructura del hombre explica a la del mono y no al revés, René González Barrios destaca entre las tres razones de su libro, la orden "Carlos Manuel de Céspedes", entregada el 14 de diciembre de 2004 por el comandante Fidel Castro al presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías. No pudo apreciar la importancia de este acto, el historiador cubano Francisco Pividal Padrón, coordinador del Movimiento 26 de Julio en Venezuela y primer embajador cubano en ese país, fallecido en 1997 luego de presidir la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, donde mantuvo activa la práctica bolivariana. René González declara su compromiso con esta justa causa necesaria ante el nacimiento y caída de procesos revolucionarios interrumpidos en el Chile de la Unidad Popular, la Nicaragua Sandinista y la Revolución Grenadina.
La genealogía antidictatorial y antiimperialista, es argumentada en todas y cada una de las 317 páginas del libro de la Casa Editorial Verde Olivo que, como su nombre lo indica, cuenta con el patrocinio de las Fuerzas Armadas de Cuba. Resultado de un ejército del pueblo y realizada por uno de sus oficiales, es la investigación honrosa para ambos que así prueban la dialéctica entre las vidas colectivas colectiva e individual y entre el deber patriótico y su ampliación internacionalista. Esto tiene su historia que cuidadosa y amorosamente, el Teniente Coronel González Barrios, desmenuza y documenta para alertar sobre acontecimientos y personajes memorables por su sentido revolucionario acallado por los gobiernos dictatoriales. Ahora que el imperialismo trastabillea protegido por un Imperio devastador, la emergencia bolivariana de nuevo tipo es más que una esperanza de tiempo atrás iniciada. Algo de esto debió soñar Simón Bolívar a su paso por Cuba procedente de México en 1779. Desde la Guayra de Venezuela, zarpó en el buque San Ildefonso acompañado por su amigo Esteban Escobar de 12 años, tres menos que él. Viajaban a España donde vivía refugiado Simón Rodríguez expulsado de Venezuela. Encontró el puerto de La Habana bloqueado por cinco navíos y once fragatas inglesas, no sin antes saludar a un oidor de la Real Audiencia de la Nueva España a quien entregó las cartas de recomendación facilitadoras de su viaje. Entre notas de precisión y datos reveladores, René González construye una sucesión de breves apartados que hacen fluida la lectura de su narración sin retórica, al grano, de historiador preclaro que no necesita de garigoleos literarios. La atención del lector es ganada con el recurso principal de la información comprobada.
De Colombia, Argentina, Ecuador y Perú, con cuatro patriotas que figuran entre los primeros que trajeron a Cuba el germen de la independencia y las ideas de Bolívar. Sin relación directa con El Libertador, José Fernández de Madrid y José A. Miralla fueron acusados de conspirar en 1823 con la organización Soles y Rayos de Bolívar donde también intercambiaban poemas Miralla conoció en Madrid a Vicente Rocafuerte cuando este ganara prestigio liberal al atender a los presos políticos antes que asistir a una audiencia real. De Lima llegó también a Cuba Manuel Gómez Vidaurre y Encalada, oidor a la Audiencia de Puerto Príncipe desde donde se opuso a los planes invasores de España por lo que fue perseguido hasta ser llevado a Cuba por los compañeros.
En el libro están cartas y noticias de una legión de patriotas empeñados en ser mambíses. Conmueven cartas como la de Manuel M. Rodríguez solicitando y casi exigiendo premiar sus sufrimientos con la incorporación a la expedición comandada por el general Pedro Arismendi Brito. Narra sus intentos de sumarse a la liberación de Cuba en los barcos Catalina, Juay, Lilliam y Violín y en balandro. En su carta a la Junta Cubana en New York, lamenta no tener dinero pero si su vida lista para ofrecerla por la independencia de Cuba. La famosa expedición del Virginius contó con 500 combatientes como el mencionado, enlistado sin nacionalidad o más bien con la de Nuestra América. De aquí crecieron generales y oficiales con rangos diversos que reconocieron su procedencia venezolana como timbre de gloria internacionalista. Hay quienes, como Cristóbal Acosta, no pasaron las pruebas disciplinarias y murieron fusilados por mambíses para integrar a la tradición de los bandidos generosos, temidos y patriotas, rebeldes a toda autoridad hasta ganarse un lugarcito mítico en la veneración popular porque no fueron del todo malos.
Hubo distinguidos personajes en todo esto, como Cristóbal Mendoza Durán, quien a más de ser coronel del Ejército Libertador y secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno de la República de Cuba en Armas, era nieto del primer presidente de Venezuela, José Cristóbal Hurtado de Mendoza, amigo íntimo de Simón Bolívar. Día del Abogado decretó el gobierno venezolano en 1871 para conmemorar el nacimiento del prócer nacido en 1772. Fundador de periódicos revolucionarios y honrado con la condena a muerte por garrote vil en la lista encabezada por Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera, no aceptó la vicepresidencia de Venezuela y al fin, murió en Caracas en 1829 no sin antes escribirle a Bolívar su lealtad revolucionaria. Martí lo veía en acción
"... con el alma en los labios chispeantes y la cabeza llena de letras y de lenguas".
Entre retratos y escenas de guerra, la narración transcurre sin desperdicios, toca a Martí llegando a Caracas en 1881 luego de la llamada Guerra Chiquita. Ahí encuentra a importantes jefes mambíses como el brigadier Rafael de Quezada y con ellos organiza, prepara, enlista. René González reconoce las investigaciones de Salvador Morales sobre Martí en Venezuela, Bolívar en Martí y de Pedro Pablo Rodríguez autor De las dos Américas, como partes de esta historia rica y compleja.
Al final toca México, el de los treinta y un poco antes, impactado por la crisis financiera yanqui, el famoso crack de Wall Street, las consecuencias dictatoriales de Centro, Sudamérica y El Caribe, el asenso del fascismo y el nazismo, las difíciles construcciones nacionalistas, antiimperialistas y por el socialismo, aquel que sólo contaba con la URSS. En México brilló Martí poeta y revolucionario, llegó Julio Antonio Mella fundador con Carlos Baliño del Partido Comunista Cubano y de la Universidad Popular José Martí y hasta acá lo alcanzaron las balas del dictador Machado. En ese México, el venezolano Carlos Aponte Hernández contribuyó a fundar el Partido Revolucionario de Venezuela en el que militaron Mella, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera y en cuya ala militar estuvo Aponte, Eduardo Maldonado y Bartolomé Ferrer. Aponte reconoció su formación cubana que explica porqué llegó a coronel del Estado Mayor comandado por Augusto César Sandino en Nicaragua donde participó en quince combates y fue jefe de columna. Regresó a Cuba, se batió a tiros con un reaccionario venezolano protegido por su escolta y les ganó, para ser encarcelado, ser rescatado a balazos por Antonio Guiteras, el dirigente revolucionario cubano, con el que cayó acribillado en 1935 en El Morrillo. Así se cruzan vidas y muertes revolucionarias, con las contribuciones de quienes como el abogado y periodista venezolano Francisco Laguado Jaime, fundaron periódicos, Venezuela Libre en su caso, para denunciar lo mismo la dictadura del Asno con Garras, Gerardo Machado, que su émulo Venezolano Juan Vicente Gómez. René González cita los títulos elocuentes de dos artículos de Laguado: "Tiranicidio y Revolución" y "Venezolano, mata a Gómez" en los que abogaba por liquidar a Gómez, Mussolini o Primo de Rivera, iguales en sus dictaduras.
Laguado fue asesinado y arrojado frente a la Fortaleza del El Morro en La Habana. Francisco Pividal historió todo esto y cuando representó al Movimiento 26 de julio en Venezuela, desparramó clubes de solidaridades variadas y logró que la emisión semanal La Voz de Cuba Libre, alcanzara a Colombia, Puerto Rico, Honduras, Argentina y Ecuador hasta donde llegaron las noticias de Radio Rebelde desde Sierra Maestra.
Los años de la Liga Intelectual Proletaria y la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios en el gobierno de frente amplio y popular más duradero y efectivo del mundo, el de Lázaro Cárdenas en el México de 1934 a 1940, fueron anticipados y construidos por quienes acompañaron a Mella en su estancia en el edificio de la calle de Bolívar, donde también habitaron los venezolanos Gustavo y Eduardo Machado, Salvador de la Plaza y los peruanos Jacobo Hurwitz y Esteban Pavlevitch quien llegó a ser secretario de Sandino luego de pagar una condena injusta por su participación del 1º de mayo de 1929 en el Centro Histórico.
Ahora, cuando los venezolanos más pobres se benefician con las brigadas de médicos y educadores-médicos cubanos, cuando el cubano Enrique Ubieta publica también su segunda parte de la utopía realizada, empezada a documentar y narrar en el seguimiento de las brigadas de salud cubanas en la Costa Atlántica Caribeña, el libro cruzada de la libertad, Venezuela por Cuba, prueba la genealogía de una historia ignorada en los planes escolares y en los centros de investigación dominados por el eurocentrismo. La otra historia se abre paso como práctica liberadora y exige crónicas como la del Teniente Coronel Internacionalista, historiador ejemplar, quien ha logrado fructificar su tiempo tan ocupado en tareas patrióticas que incluyen su excelente investigación libertaria.
Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(16 de diciembre de 2006)