Cuba

Una identità in movimento


"El azul del cielo". Cuento de Mario Quiroga Fernández

Mario Quiroga Fernández


Era un verano como muchos. Pero esto no ayudó a Manuel a sentir el calor del sol acariciando su piel... ver el azul del cielo, y menos el bello mar que se extendía frente a él. El mundo que lo rodeaba, con su fascinante naturaleza, era como para que la felicidad le diera un toquecito fantástico... era una época del año en que hasta los más humildes caminaban con su pareja, su familia o amigos, para disfrutar de la playa, dejando escapar risas de placer. Era el feliz tiempo de las vacaciones... sin embargo, para él todo era gris... un motivo más para preocuparse.

Aquella mañana, después de una semana en cama, atenazado por un terrible dolor de cabeza, había decidido llamar a alguien para que le hiciera compañía. De los tantos nombres femeninos que tenía en su agenda, ninguno respondió a su llamado con un "allá voy", o un "espérame"; lo mismo sucedió con sus numerosos amigos de nueva adquisición. Cuando se enteraban de que no era una invitación para brindar en la barra de un hotel, cenar en un restaurante de lujo, irse de farra, o trasnochar arrojando dinero por la ventana, sino simplemente sentarse a su lado y conversar, o compartir el silencio... inventaban una excusa. Con sus amigos de antes hacía tiempo que no hablaba, porque no compartían su estilo de vida, que para él era la clave del éxito.

Manuel comprendió que estaba solo.

Desesperado, pidiendo al cielo una ayuda, salió a caminar por la costa cercana a su casa. Así había descubierto la tienda de la gitana.

Ésta había extraído una carta del mazo y se la había mostrado.

¿Se puede pasar la vida soñando? Siendo un conquistador, rompiendo barreras y dando cifras para ser la envidia de tus amigos... siendo un aventurero categoría "más de cien mujeres", ganando el dinero fácilmente, un triunfador que vive el presente sin mirar atrás... sin recordar las lágrimas de nadie, los suspiros que nacen del alma, los maltratos a personas que no lo merecen. Sin creer que existe el futuro...

El futuro te cobrará alguna vez tu falta de juicio, ¿naciste para actor, o formas parte de un mundo donde existe el mal y el bien? ¿Eres un engranaje más en la maquinaria, llevado por los vaivenes de las opiniones ajenas? ¿O quieres ahora culparte por todo lo que no pudiste hacer bien? Pensando en si tanto error podrá arreglarse. Pidiendo perdón a Dios, pensando en disculparte con quien ya no ves hace años.

¿Existe la justicia divina? Hay tantos demandantes, tantos pecadores y tantas preguntas para un solo juez... es mucho trabajo burocrático, creo que hasta Dios se cansa y los mortales tenemos que tomar las riendas de la vida, enmendar los errores por nuestra propia cuenta.

Sin duda tu mundo está al revés, tu cabeza está hacia abajo, te has convertido en la carta El Colgado, aquella atada de pies y manos que se balancea hasta por los golpes de viento, sin tener objetivo ni razón de ser. ¿Podrás zafarte de estas ligaduras y convertirte en un buen hombre?

Antes que todo, para ti y para la sociedad, ¿qué es un buen hombre... un perdedor que pasa inadvertido por la vida? ¿crees que el éxito y el dinero hacen la felicidad... o estará en algo más allá?

Ahora regresa a tu casa y medita. Para aclarar tus pensamientos y que se marche el dolor de cabeza que no te deja descansar, toma esta poción, conformada con aceites esenciales de plantas curativas y flores del jardín del Edén, el resto es cosa tuya”.

Le entregó una pequeñísima cajita de madera, y le hizo señas de que se marchara.

Tras haber caminado unos diez pasos, se percató de que no le había pagado a la gitana, pero al volverse no vio la tienda, ni la mujer, ni siquiera rastros de su presencia.

No le quedó más remedio que volver a su casa, sin entender nada de lo que le había pasado. En fin, había buscado una ayuda y la había tenido, por extraña que fuera su experiencia. Ahora le tocaba el turno de poner la cabeza en la almohada y ver como ordenar sus ideas, evitando volverse loco.

Como inicio de su "terapia", abrió la cajita y se untó los dedos índices, que después se frotó por las sienes, en movimientos circulares, un aroma lleno de misterio lo envolvió. Algo más relajado, decidió hablar con esa parte suya que parecía dormida y olvidada de la belleza del mundo, del regalo de la vida.

Lo que me ocurre puede sucederle a cualquiera, en cuatro décadas comienzan a suceder transformaciones, no solo en el plano físico. ¿Tal vez la madurez toca mi puerta ofreciéndome una última oportunidad de reevaluarme y ver de veras quién soy?

Si voy a ver un psicólogo, me dirá que le cuente mi vida... como todo buen psicólogo, tal vez me haga retroceder hasta el nacimiento, o me haga recordar vidas anteriores... en lo que llego al presente y a mis problemas actuales, me llegará primero la vejez. Si acudo a los consejos de mi madre, me dirá: Hijo, te avisé con tiempo, nunca haces caso a tu madre... Los amigos que ahora me rodean, opinarán más o menos algo por el estilo: No te preocupes hombre, ya saldrás de esta, tú eres un triunfador, mira cuántas mujeres has tenido... Y al final mi cachorra Azabache me mirará en silencio.

Mis pensamientos se asemejan a un rompecabezas al que le faltan piezas, pero ni siquiera sabemos cuáles son. Todo se resume en tres preguntas que desde anoche me vienen rondando, queda ver si pueden ser respondidas:

    — ¿Qué quiero hacer en mi vida?
    — ¿Podré poner mi cabeza en su lugar?
    — ¿Saldré de esta soledad?

Lo cierto es que las preguntas no son nada fáciles, porque de tanto pensar que lo tenía todo, no pensé jamás cuál era el objetivo de mi vida...

Lo primero que quisiera — siguió cavilando — es hacer buenas elecciones, tanto profesionales, como sentimentales, y de esta manera, organizar mi vida al punto de llevar la cabeza a su lugar. Al mirar la vida desde el ángulo correcto, la soledad dejará de ser mi compañera.

Nunca es tarde para rehacer los pasos a seguir, tomar lo positivo de la experiencias vividas, aunque tengamos que evocar la infancia, que no tiene por qué haber sido la mejor. Siempre estamos a tiempo de recibir una luz de esperanza, cada día que pasa puede salvar nuestro futuro. Siempre llega en nuestra ayuda al menos un buen consejo, el problema está en que nos hacemos los sordos y lo ignoramos.

Si lo siguiéramos, todos seríamos hombres de éxito, el poder hacer lo que nos gusta realmente en la vida profesional, nos hace sentirnos realizados, más allá de la compensación económica y en la vida sentimental, elegir una verdadera compañera nos hace tener una base espiritual sólida y concreta, para resistir los duros cambios que la vida nos trae en su curso, debidos a veces a razones adversas, esos resortes del mal que nos acechan, la envidia, un amigo equivocado, una decisión errónea o nuestra propia visión superficial. Tenemos que cuidarnos y no pensar que todo está bien. Un buen modo de comenzar es hacer que todo marche acorde a nuestros principios, nadie es perfecto, pero tenemos el poder de mejorar.

Voy hacer un buen intento, después de mucho pensar, al punto de tener fuertes dolores de cabeza, comienzo a verlo todo con nuevas luces. En estos días Azabache ha sido una gran compañera, no ha dejado de apoyarme con su cariño, y su mirada que parece decir: Adelante, sí, podrás recuperarte... Es hermoso como logra un animalito darnos ganas de vivir, sin apenas hablar, reflejan sentimientos indescriptibles sin pedir nada a cambio.

Ya siento que los dolores de cabeza se me alivian, no se si será el consejo de la gitana, la poción mágica, que me pasé por la sien con mucha fe, la mirada de amor de mi perrita, o las tres preguntas que al fin logré formularme, y que solo tienen una respuesta: hacer una buena elección.

Solo de pensarlo ya tengo ganas de mirar el cielo, de ver el azul del mar y sentir el revolotear de los pájaros al amanecer, besar a mis hijos, apretar la mano de mis amigos y acariciar el cabello de mi madre, tantas cosas bellas que he dejado de disfrutar. Debo apurarme, para aprovechar el tiempo, como sé que llevo amor dentro de mí, comenzaré por entregarlo... todo es ahora tan sencillo.

Cuando salió a la calle, Manuel vio revolotear sobre su cabeza una gaviota y comprendió que nunca más estaría solo.


Página enviada por Mario Quiroga Fernández
(2 de octubre del 2006)


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