La capacidad prodigiosa del aura (Cathartes aura aura) para detectar desde cualquier distancia su alimento, siempre en descomposición, pudiera deberse al sincronismo entre sus sentidos de la vista y el olfato.
Agréguese, expresa el ornitólogo Orlando H. Garrido, el vuelo del aura tiñosa, que a grandes alturas tiene la majestad y el equilibrio de los mejores planeadores. Un rasgo bien interesante del aura, muy observado por los hombres de campo en Cuba, es que defeca sobre sus patas.
Los ornitólogos afirman que tal incapacidad es, en realidad, otra forma de defenderse contra bacterias y hongos que entran en contacto con sus extremidades cuando pisan la pudrición que les sirve de alimento.
La misma enzima que está en sus heces le protege el estómago y la digestión contra alimentos difíciles que debe tragar. Es decir, la "incapacidad" sería parte de su capacidad de adaptación para sobrevivir en la más aparente adversidad. En la historia o prehistoria del aura tiñosa, ave emparentada con buitres, cóndores, águilas, también nos encontramos de frente con el misterio.
Algunos ornitólogos afirman que el aura no existía en las Antillas, y por tanto en Cuba, antes del inicio de la conquista de América. Cierto es que ningún Cronista de Indias las menciona en sus textos.
Sin embargo, los investigadores cubanos Oscar Arredondo y Luis S. Varona reportaron para el archipiélago cubano restos fósiles de esa criatura en el Pleistoceno. ¿Qué sucedió con el gran pájaro carroñero? Solo el tiempo y la ciencia dilucidarán el asunto. A diferencia de los solitarios y taciturnos buitres, a las auras se les observa volando en grandes bandadas, sobre todo cuando amenaza lluvia o detectan alimentos.
Desde fecha inmemorial, obtuvieron un rol ecológico: limpian de animales muertos y descompuestos los campos, y en ocasiones, cuando se les deja, hasta las propias ciudades. Anida preferentemente en el suelo o en la entrada de alguna cueva o entre farallones, durante los meses de primavera, y luego de improvisar muy a la ligera un nido con ramas y yerbas.
En el poco confortable escondrijo deposita dos huevos de color blanco, salpicados de jaspes y estrías carmelitosas. Los recién nacidos mostrarán una anatomía desgarbada y un plumón blanco por el cuerpo, excepto la cabeza, tan rapada como la de sus padres.
La leyenda afirma que el pitirre, pequeñísimo, obliga a huir al aura en desbandada cuando presiente una intrusión cerca del nido donde empolla. La leyenda se queda corta. El aura es víctima también, por similares razones, de la persecución de totíes, mayitos y
cernícalos, pájaros que tampoco le dan ni a la cintura, pero que aprendieron a defender con bravura el nido y a la progenie.
Fuente: http://www.rcm.cu/trabajos/2005/noviembre/16/aura.htm