Nelson César Dorremocea Udaeta nació en La Habana el 31 de julio de 1939, razón por la cual hace unas semanas arribó a su setenta aniversario. Los varios decenios de laboriosa vida compulsaron estas líneas, aunque ellas debieron tener lugar mucho antes porque Nelson Dorr, que tal es su nombre artístico, es uno de los creadores de más intensa y diversa actividad en la escena cubana. Asombra y emociona la dimensión de su ingente desempeño a lo largo de casi cincuenta años.
Se inició como actor en el Teatro Universitario con el personaje de El subastador, en La peste viene de Melos, un texto del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún (escrito en 1956). Más adelante fundó un colectivo dramático: el Conjunto de Los Trece, de efímera vida. Al constituirse el Conjunto Dramático Nacional (CDN) intervino como asistente de dirección de Néstor Raimondi en las puestas de La madre y Vassa Yelieznova (textos de Máximo Gorki). Para labores de extensión teatral a centros de producción y unidades militares montó escenas de La ramera respetuosa (Jean Paul Sartre) y realizó los espectáculos La jaula (farsa francesa), Mamuchi y Papuchi y Teatro para las trincheras (los dos últimos títulos corresponden a Nicolás Dorr).
Desde 1960 hasta la fecha Nelson ha llevado a las tablas los siguientes títulos: Los justos (Albert Camus)y Escenas de la vida doméstica (René Fernández), en 1960; Las pericas y El palacio de los cartones (Nicolás Dorr), junto con El corte (Rolando Ferrer), en 1961; Escambray 61 (Tomás González), El centroforward murió al amanecer (Agustín Cuzzani), La esquina de los concejales (Nicolás Dorr) y La visita del ángel (José Triana), en 1962; Luciana y el carnicero (Marcel Aymé, 1963); El sombrero de paja de Italia (Nabiche y Michele, 1964); La tragedia optimista (de Vsevolod Vichnevsky, en codirección con Néstor Raimondi) y Tosca (Luigi Illica, Giuseppe Giacosa y Giacomo Puccini), en 1965; La fierecilla domada (Shakespeare) y La tragedia del Rey Cristóbal (Aimé Cesaire), en 1966; El muchacho de oro (Clifford Odets, 1967); Falsa alarma (Virgilio Piñera, 1968); Las visiones de Simone Machard (Bertolt Brecht, 1969); Elegía a Jesús Menéndez (Nicolás Guillén), Tía Mame (libreto de Jerome Lawrence y Robert Edwin Lee sobre la novela de Patrick Dennis) y Naranjas en Saigón (Raúl Valdés Vivó), en 1970; Santa Juana de América (Andrés Lizárraga, 1972); Juan Palmieri (Antonio Larreta), Imagen transida, en 1973; El pagador de promesas (Antonio Dias Gomes ,1975); La chacota (Nicolás Dorr), Tula
(Nelson Dorr. Ballet Nacional de Cuba) e Iroko (Nelson Dorr y Víctor Cuéllar. Danza Nacional de Cuba), en 1976; Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta (Pablo Neruda, 1977); El son entero (Nicolás Guillén, 1978); La princesa de las Czardas (Kalman), Cantar por Tilín García (Rómulo Loredo), El tren amarillo (Manuel Galich) y Una gota de miel (León Chancerel), en 1979; El apartamento (Jesús Gregorio Fernández, 1981); Mi bella dama (Alan J. Lerner)y Una casa colonial (Nicolás Dorr),en 1981; Deseo bajo los olmos (Eugene O'Neill, 1982); Comedia a la antigua (Alexei Arbuzov, 1982); Cincuenta años de amor y A una, otra (Héctor Quintero y Nicolás Dorr), en 1983; Confesión en el barrio chino, La puerta de tablitas (ambas de Nicolás Dorr) y De tal Pedro tal astilla (Nicolás Dorr y Luis Felipe Bernaza), en 1984; Maestra vida (José Milián-Rubén Blades, 1985); La otra vuelta al mundo (Nelson Dorr), Cuando el río suena (Luis Agüero), Aplausos (Nelson Dorr y Alberto Alonso) y La corte de faraón (Guillermo Perrín, Miguel de los Palacios y Vicente Lleó), en 1986; María La O (versión de Nelson Dorr sobre el original de Lecuona y Sánchez Galárraga, 1987); La otra tempestad (Aimé Cesaire sobre original de Shakespeare, 1989); Rachel y otras soledades (Miguel Barnet, 1990); La difunta (Nelson Rodrigues), Zoa reencuentra a Lorca y El asombro de Damasco (versión dramática del propio director Dorr sobre la opereta original para el Conjunto artístico de las FAR), en 1991; La verdadera historia de Pedro Navaja (Pablo Cabrera y Rubén Blades), Que el diablo te acompañe (Abelardo Estorino) y Ventura de los amigos, en 1992; Ocaña, fuego infinito (Andrés Ruiz, 1994); Balsero(Nelson Dorr), Águeda (José Luis Sanpedro), Sed de amor con sabor a borrachera (Andrés Ruiz) y Solo para hombres (Fernando Quiñones), en 1995; Ay, Carmela (José Sanchís Sinisterra) y Potestad (Eduardo Pavlovski), en 1996; Lisístrata o Asamblea de las mujeres (versión de Nelson sobre el texto conocido de Aristófanes), La isla amarilla (Paloma Pedrero) y Abakuá (Nelson Dorr), en 1997; Sueños al filo de la navaja (Nelson Dorr), Pablo (Pavlovski), El patito feo (versión de Dorr sobre el relato de Hans Chistian Andersen) y El taller del orfebre (Karol Wytila), en 1998; Todas hijas de su madre (Isabel Hidalgo) y Vivir con mamá (Nelson Dorr), en 1999; Los excéntricos de la noche (Nicolás Dorr), Musmé (Nelson Dorr), Santera (Nelson Dorr) y La danza de la muerte (August Strindberg), en el 2000; Romance a Federico (textos de Lorca, Sánchez Torel y el propio Nelson), Madame Butterfly (Illica, Giacosa y Puccini, 2003) y La soprano calva (Eugen Ionescu), en 2003; Mundo mágico (varios jóvenes autores españoles, 2004); Pedro Navaja (versión de Nelson Dorr, 2006); El negrito soy yo (Nelson Dorr), De hortensias y de violetas (Esther Suárez Durán) y Weekend en Bahía (Alberto Pedro), en 2007, y El señor de los vientos (Medardo Treviño, 2008).
Esta relación de títulos, que aún resulta incompleta, muestra autores cubanos de distintas generaciones, clásicos de diversas latitudes y épocas (Plauto, Shakespeare, Puccini, Lorca, Odets, Camus, Strindberg...), nombres destacados de Latinoamérica y el Caribe y una variedad de géneros y formas espectaculares: tragedia, comedia, farsa, pieza, monólogo, ópera, opereta, vodevil, zarzuela, comedia musical, ballet, danza contemporánea que clasifican al director entre los más versátiles y completos de nuestro ámbito teatral. También porque a este quehacer se añaden numerosos espectáculos de gala, en conmemoración de sucesos y asuntos de muy disímil categoría, cuya realización le han sido confiados.
Siendo un director novel apostó por la dramaturgia cubana — aprovechando la oportunidad que brindaba Rubén Vigón con sus Lunes de Teatro — y llevó a la escena las primeras obras de autores tan o más jóvenes que él, tales como Nicolás Dorr, Tomás González, René Fernández y Pepe Triana.
Dramaturgos de cierta significación en sus respectivos contextos, como el brasileño Nelson Rodrigues (1912-1980), quien transformó el teatro en su país ya en los cuarenta; y el argentino Agustín Cuzanni (1924-1987), con sus "farsátiras", son presentados ante el público de la Isla. El listado de autores que el director ha seleccionado para realizar su labor a través de todos estos años expresa, en buena parte de los casos, la voluntad de partir de textos de interés y valía y llevar a escena la obra de artistas de honda huella y amplia repercusión.
Tal repertorio ha sido puesto en escena con colectivos profesionales y, también, con agrupaciones amateurs; de La Habana y de otras provincias, como Cienfuegos y Camagüey; y de otros países, entre los que se hallan España, México, El Salvador, Nicaragua y Ecuador.
No creo que en su teatro destaque precisamente la arista experimental, aunque la búsqueda artística y el riesgo hayan sido compañeros imprescindibles en el viaje; pero, sin dudas, estamos ante un creador de tal grado de inquietud y audacia que no ha dudado en aventurarse en campos de registros y exigencias bien diversas, ampliando cada vez más los propios horizontes de su obra.
Su disposición a realizar proyectos de gran complejidad — sin contar, incluso, con la infraestructura necesaria — como han sido los musicales Madame Butterfly, en el 2003 y Pedro Navaja, en el 2006, habla de la proverbial determinación, autoridad y enorme energía que caracterizan a esta gran figura de la escena cuyas dotes resultarían inestimables en la reorganización del teatro musical cubano y la preparación del talento necesario para ello.
Su vastísima experiencia ha sido compartida no solo en las tablas, con sus colegas de cada reparto y equipo técnico, sino también en los talleres y seminarios teatrales que ha impartido en Cuba, El Salvador, Brasil, México, Nicaragua, España, Italia, Francia, Libia y Rusia y que aún podrían verse multiplicados en nuestra geografía.
Nelson es, además, miembro del Grupo de Expertos del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, Vicepresidente de la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC y Presidente de su Sección de Espectáculos.
Su quehacer ha sido reconocido con la Distinción por la Cultura Nacional, que otorga el Ministerio de Cultura de Cuba. A ella se suman, hace mucho, otros premios: la impronta dejada en todos sus compañeros de aventura creadora y el reconocimiento de colegas y públicos.
Página enviada por Esther Suárez Durán
(27 de agosto de 2009)