Las potencialidades del feliz desarrollo del arte cerámico en Camagüey, fueron propicias siempre, a partir de los excelentes yacimientos de diferentes tipos de arcillas magras que existen en el territorio. Sin embargo, el legado aborigen dentro de la cerámica camagüeyana aún es una hipótesis insuficientemente investigada, a pesar de que se sabe el poblamiento de nuestro territorio por culturas agroalfareras; por ello me parece prudente no tocar el tema a partir de esa etapa, por el momento.
En los primeros tiempos de la Colonia — es decir, hasta pocos años después de la llegada de los colonizadores europeos y de la mano de obra de procedencia africana a nuestras tierras —, existen indicios muy fuertes de la utilización de estas arcillas, convertidas en disímiles objetos de utilidad cotidiana, en la construcción de edificaciones particulares, así como oficiales: puentes, plazas, edificios gubernamentales o religiosos, conventos, monasterios, hospitales, escuelas...
Pero no solo los ladrillos de gran calidad que hasta el presente sostienen la integridad de las edificaciones que conforman son dignos de elogio general, sino también los adornos, las cubiertas realizadas con tejas de impermeabilidad extraordinaria, tuberías que a pesar del paso de los siglos siguen prestando sus servicios, en muchos casos, como desde el primer día de su instalación.
Un buen ejemplo de sólida construcción en el siglo XIX, es el puente "La Jata", situado en un recodo del Callejón de Santa Bárbara. Aunque no se sabe con exactitud la fecha de terminación, por el testimonio escrito de su constructor, el sacerdote valenciano Fray José de la Cruz Espí, más conocido como Padre Valencia, el 4 de marzo de 1833 se comenzó la edificación, con ladrillos de barro cocido de 0.11x 0.25 x 0.40 cm, mayores que los comunes de la época, con aglomerante de tercio. De 10 m. de largo y 1.90 m. de alto, es de una sola vía, con un arco de medio punto peraltado. Su solidez es tal que, con poco más de siglo y medio de construido, y sin la atención debida, se mantiene incólume; aún cuando sobre su vetusta superficie, y con la inconsciencia que el desconocimiento suele provocar, ruedan vehículos de alto tonelaje.
¿Cuáles son los valores estéticos que nos pudieras señalar de esta manifestación artística en Camagëy?
En relación con el aspecto artístico-creativo, aunque desde el principio de la Colonia existieron vasijas de siluetas bastante agradables, no podemos decir que su objetivo estuviese ligado a un fin eminentemente artístico, sino más bien era utilitario. Cazuelas, porrones, escudillas, tinajas, alcarrazas, lebrillos, jardineras, macetas, ollas, cuencos, orinales, escupideras, bacinillas, pequeños tinajones, piezas todas de acusados perfiles catalanes. Muchos de estos objetos sirvieron para envasar dulces regionales, mantequilla y otros alimentos del patio; así como el legendario tinajón de gran porte, que legó su voluminosa personalidad a la identificación de la "Ciudad de los tinajones". Tales fueron las piezas que estuvieron presentes en el ajuar principeño, hasta bien entrada la década de los '70 del pasado siglo XX.
Se puede calificar a la antes citada década en la cultura camagüeyana, como el momento en el cual se alcanzaron los logros más destacados dentro del ámbito cerámico-artístico de la región. Uno de ellos lo protagonizan los nuevos tinajones de gran porte. Estos se habían dejado de fabricar aproximadamente por un período de ciento y tantos años, y llegamos hasta el extremo de olvidar las técnicas utilizadas para su confección. Solamente tras muchas tentativas y experimentos con diferentes arcillas y combinaciones de éstas, fue posible la construcción del primer tinajón camagüeyano del siglo XX.
¿Cómo fue que se logró recuperar la producción de tinajones tradicionales?
Miguel Báez Álvarez, fue el alfarero que hizo posible la fabricación de los tinajones de gran porte del siglo XX; era habanero de nacimiento y se había establecido desde los años treinta en Camagüey. Fue alumno del tornero-alfarero catalán Artigas, quien residió en Calabazar de La Habana, y estuvo evidentemente influenciado por otro catalán: Don Mateo Fugarolas Vila. La "Fábrica de Alfarería" fue fundada en 1905 por don Mateo Fugarolas Roig, el antecesor de Fugarolas Vila, en la calle de Maximiliano Ramos # 44 (antes de La Horca) en Camagüey. En una de las entrevistas que le hice a Miguel Báez Álvarez, le pregunté si llegó a conocer a Fugarolas Vila y me contestó que había sido "uno de los mejores del ramo por los años treinta y pico". De esta opinión, la comparación que hice entre los perfiles cerámico-catalanes y los de las piezas camagüeyanas consideradas como "tradicionales", llegué a la conclusión de que nuestra alfarería tradicional tiene influencia indirecta, pero muy fuerte, de la originada de Breda, cuna del cántir catalán, inspirador de nuestros inapreciables porrones cañeros.
Hubo verdadero entusiasmo e interés, de parte de todos, en reanudar la fabricación del tradicional artefacto camagüeyano, el tinajón. Al final de innumerables penurias, se pudo rescatar la técnica patrimonial, y esto hizo posible fabricar el primer tinajón del siglo veinte, el cual fue producido en noviembre de 1976.
Coincidiendo con este hecho de gran importancia cultural, y alrededor de esos años, 1975-1976, dos jóvenes artistas (Nazario y Lasseria), con fuertes inquietudes estéticas, se encontraban laborando junto a los más avezados alfareros de aquellos tiempos en un mismo taller. La oportunidad de ver trabajar a estos artífices de la arcilla, y saber valorar las posibilidades creativas de aquella primigenia forma de construir "cacharros" de incalculable valor estético-formal, despertaron en los recién iniciados un acucioso interés por experimentar en la "roja arcilla camagüeyana" e insuflarle nuevos giros, nuevas perspectivas, novedosos perfiles, una nueva visión estético-formal, al producto directo de nuestra tierra, convertirla en novedosas obras de arte.
¿Podrías describirnos este proceso de re asimilación y de reinterpretación creativa de la alfarería tradicional que ocurrió a partir de aquellos momentos?
Desde luego. Hubo que enfrentarse a disímiles problemas objetivos y subjetivos. Incomprensiones, rechazos, descalabros tecnológicos, roturas de innumerables piezas, desazones y desesperanzas, hasta lograr las primeras piezas de corte artístico en el rojo barro, sin cubierta en primera instancia; con color y esmaltes posteriormente. No obstante, decenas de alumnos, epígonos y seguidores, multiplicaron el primer grupo de una decena de alfareros y ceramistas, hasta alcanzar una cifra aproximada, en la actualidad, de doscientos y tantos conocidos.[1]
El llamado "Movimiento de la nueva cerámica camagüeyana", se vio surgir por aquellos días del mes de noviembre de l976, coincidiendo con la inauguración del local que ocupó por mucho tiempo el Poder Popular Provincial, ambientado con un buen número de piezas de cerámica roja sin cubierta, surgidas de aquel esfuerzo innovador de Nazario y Lasseria.
Posteriormente, se creó el "Taller de Cerámica Artística Experimental", auspiciado por el Fondo Cubano de Bienes Culturales, dirigido por mí, con fines comerciales y apoyándose, fundamentalmente, en mis propios diseños. Yo asimilaba las tareas de diseñador y director artístico del citado taller. Tal proyecto impulsó notablemente el interés por esta forma del arte y la promoción de la misma, a través de la venta directa a la población, al turismo y a entidades estatales comercializadoras de nuestros productos en el resto de las provincias cubanas. Más adelante te referiré cómo esta importante perspectiva de ubicación del producto cerámico en el mercado nacional e internacional, de promoción de nuestra obra cultural, ha sido interferida y frustrada.
Por otro lado, Camagüey fue la sede del Primer Simposio Nacional de Cerámica Artística Contemporánea "Amelia Peláez" — antesala de los actuales Simposios Internacionales de Cerámica "Puerto Príncipe". Aquel primero, fundador, se celebró en el mes de junio de 1990; tuvo como sede el entonces Taller de Cerámica Experimental Artística del Fondo Cubano de Bienes Culturales, filial Camagüey. En dicho evento participó un grupo de los más destacados ceramistas de aquel entonces, integrado por Sosabravo, Fúster, Calvo, el Grupo Terracota Cuatro, entre otros; y los del patio, encabezados por Nazario, Lasseria, Escalona, René de la Torre, Larios, Gabriel Gutiérrez y otros.
Este evento, y sus resultados, nos posicionó dentro de la actividad cultural nacional; jerarquizó a nivel nacional la obra cerámica camagüeyana y a sus autores; y, destaco con pura satisfacción que este éxito se logró desde el mismo seno de nuestra provincia. No tuvimos que "emigrar" a La Habana. Fue, sin duda alguna, la antesala de los actuales Simposios Internacionales de Cerámica D´Arte "Puerto Príncipe", cuya primera edición se llevó a efecto en el año 1999. En estos últimos se ha comprobado la capacidad de convocatoria y la autoridad que, a costa de un trabajo paciente, sistemático y riguroso, el arte de Camagüey ha alcanzado entre los ceramistas más destacados del orbe, quienes acuden a esta cita anual, inclusive reiterando sus visitas, con gran entusiasmo y sensibilidad hacia Cuba y la Cultura que se desarrolla en nuestro país.
La Habana, 15 de enero de 2010