En estos días en que se estrenó una nueva película cubana sobre el Maestro titulada José Martí: el ojo del canario, bajo la dirección de Fernando Pérez, no creemos ocioso realizar un breve repaso, hasta el triunfo de la Revolución en 1959, de las relaciones que han existido entre nuestro héroe nacional y el llamado séptimo arte. En realidad, es prácticamente después de la muerte de José Martí, en 1895, cuando el cinematógrafo da señales de vida, en un rápido desarrollo que lo convertirá en el llamado "arte del siglo XX". Como tal, el cine comenzó a ser un reflejo de las culturas, historias y anhelos de los distintos pueblos. Así, no era de extrañarse que en Cuba, en donde los filmes comenzaron a realizase temprana pero modestamente, no llamara la atención la figura de José Martí, como parte trascendental del imaginario nacional.
Sin embargo, un acercamiento a Martí comportaba muchos riesgos, al presentarlo en voz y acción, máxime por la devoción que el público cubano siente por él. Un proyecto de la década del 40, titulado La que se murió de amor. La niña de Guatemala despertó muchos recelos. La película comenzó a rodarse el 2 de septiembre de 1942, bajo la dirección de Ángelo Hernández de Velazco, que firmaba artísticamente como "Jean Angelo". Se pensó primero en un mediometraje de aproximadamente una hora de duración, narrado y sin diálogos. Posteriormente se incluyeron estos últimos en boca del locutor Mario Viera y la actriz Marta Elba Fobellida. También actuaron los conocidos actores teatrales de la época Gaspar de Santelices y Reynaldo de Zúñiga. Partes de la película se filmaron en la residencia de Antonio Iraizoz, en Santa María del Rosario. Se dice que en el guión habían intervenido los intelectuales Andrés Nuñez Olano y Francico Ichaso. Nada salvó al filme del más rotundo fracaso, tan rotundo que se prohibió su exhibición y no se ha conservado copia alguna.
El estado del cine nacional, en estrecha relación con el poderoso consorcio mexicano, no estaba en condiciones, artísticas y técnicas, de efectuar un acercamiento ni siquiera digno a la figura inconmensurable de Martí. Cómo andaban las cosas nos lo puede confirmar una noticia aparecida en la revista habanera Estrellas Continentales, en febrero de 1946. Se daba cuenta allí de la presencia en Cuba de un director mexicano llamado Contreras Rojas que tenía el propósito de filmar sendas películas dedicadas, nada menos, que a Antonio Maceo y José Martí. Afirmaba que los diálogos de La vida de Martí estarían a cargo de Francisco Ichaso, quien durante esa época estuvo ligado a la mayoría de los proyectos fílmicos martianos. El presidente de la República, Ramón Grau San Martín le había prometido dos Cuerpos Tácticos para actuar en las batallas. Y los artistas serían cubanos residentes en México, como Enrique Herrera, que personificaría a Martí, y Otto Sirgo a Maceo. El elenco femenino estaría compuesto por Carmen Montejo... y las rumberas María Antonieta Pons y Blanquita Amaro. Creemos difícil que hubiese podido tener la asesoría de Jorge Mañach, como pretendía el director. Feliz y lógicamente, el proyecto no prosperó.
A pesar del aplastante fracaso de La que se murió de amor, uno de los más definitivos que haya ocurrido en nuestra industria cinematográfica, Ángelo insistió en otra aventura fílmica, y en 1952 dirigió "Los zapaticos de rosa", cortometraje producido por el entonces llamado Ministerio de Información. De esta película sí existe copia, cosa nada feliz por cierto. El crítico cubano Luciano Castillo la considera un film "indescriptiblemente cursi", con "imágenes que van siguiendo al pie de la letra el conocido texto", sin "lirismo, ni frescura, ni espontaneidad". Ya la película correspondía a una nefasta etapa nacional, tras el Golpe de Estado de Fulgencio Batista en marzo de 1952. Al conmemorarse el centenario de José Martí en enero de 1953, el dictador quiso, inescrupulosamente, aprovecharse del hecho en su beneficio, y el cine le resultaba un terreno propicio para ello. Utilizó la figura martiana para hacer propaganda a su favor en cortos como Patria y niñez (1954) y Homenaje martiano (1957). Pero su gran proyecto fue hacer un largo metraje de ficción dedicado a la egregia figura.
Batista determinó un presupuesto de 200 000 pesos para hacer la película, cifra que hoy nos resulta exigua pero que, al parecer, significaba el mayor presupuesto utilizado hasta entonces para una filmación cubana. Seleccionó como director al mexicano Emilio "Indio" Fernández, según la prensa de la época su amigo personal, pero sin dudas el más destacado director de una industria cinematográfica históricamente tan ligada a Cuba. La presencia del "Indio" conllevaba también la labor del famoso fotógrafo Gabriel Figueroa, un clásico de su oficio a nivel universal. El propio director participó en la confección del guión, junto con Mauricio Magdaleno, escritor mexicano que en 1940 había publicado un libro sobre Martí, e Iñigo de Martino.
Fernández vino a Cuba a seleccionar parte del reparto y las locaciones. Así trabajarían en el filme, casi a partes iguales, cubanos y mexicanos. El rodaje comenzó el 2 de noviembre de 1953 y duró 12 semanas. Ya en la elección del reparto se produjo una de las grandes discusiones que generó el filme, al escogerse para el protagónico a Roberto Cañedo, a diferencia de Martí, alto de físico robusta y con indudable acento mexicano al hablar. Pero esto fue solo uno de los múltiples aspectos discutidos aún antes de comenzar el rodaje del filme, que llevaba por titulo La rosa blanca. Momentos de la vida de José Martí. De hecho, esta era la película de Batista. Y que fuera el funesto dictador, negador en la práctica de los principios martianos, quien tratara de homenajearlo, indignaba a la casi totalidad del pueblo cubano. Esto se reflejó en la prensa de la época, pues la película se convirtió, sin lugar a duda, en la obra del género más polémica en la historia de Cuba. Un conteo rápido de los textos aparecidos en distintos medios relacionados con ella nos ofrece, en una visión preliminar, más de 300 entradas. La película se estrenó el 11 de agosto de 1954, en el entonces cine Radiocentro, hoy Yara, en función a favor de la Casa de la Beneficiencia y Maternidad. Simultáneamente se estrenó en los cines Oriente de Santiago de Cuba y Principal de Camagüey. Los artistas cubanos, entre ellos Raquel Revuelta y Gina Cabrera, se negaron a participar en dicha "Gran Premiére de Gala".
Poco tiempo después, en septiembre de 1956, una película estadounidense, Santiago, trataba en forma irrespetuosa y ficticia a la figura de José Martí. La película de la Warner Brothers, con Alan Ladd como protagonista, presentaba a los estadounidenses como héroes en la liberación cubana del coloniaje español, según los clásicos esquemas al uso por el cine yanqui en su tratamiento de la historia latinoamericana. Martí era una especie de aventurero, gordo, bien vestido y mulato, todavía vivo en 1898. Su presencia en las pantallas habaneras despertó de nuevo las discusiones sobre Martí y el cine, un medio con el cual no conseguía una relación adecuada. No será hasta el triunfo revolucionario de 1959 y la creación del ICAIC, que la producción fílmica cubana tomaría nuevos y más esperanzadores cauces para acercarse a José Martí.
Fuente: CUBARTE | 31 de Marzo 2010
Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(6 de abril de 2010)