Cuando el teatro occidental incorporó a la mujer en sus elencos abrió caminos invaluables para ambos. Juntos fundaban una nueva época. Espacio de libertad e invención de futuros, el arte teatral acompañó e impulsó la transformación del sujeto femenino.
Desde el mismo inicio de nuestra escena profesional nos llegan los los nombres de actrices de gran relevancia: Adela Robreño, Luisa Martínez Casado, junto a las líricas Rita Montaner y Caridad Suárez y los mitos del gran teatro popular cubano Elvira Meireles, Eloísa Trías, Amalia Sorg, Luz Gil, Alicia Rico, Candita Quintana.
Casi al término de la primera mitad del siglo XX, centuria de descubrimientos y revoluciones, dio comienzo la renovación de la escena cubana. Dentro de este espíritu emergieron las primeras academias y con ellas las nuevas agrupaciones. Con denuedo se abrió paso el teatro de arte y en la legitimación de un canon diferente — de tal trascendencia que aún hoy sustenta nuestra práctica —, la nueva escena forjó sus primeras grandes actrices: Marisabel Sáenz, Raquel Revuelta, Adela Escartín, Rosa Felipe, Antonia Rey, Violeta Casal.
Los resultados de este quehacer fervoroso propiciaron una nueva etapa. Con el avance de los cincuenta aparecieron otros grupos, mayores posibilidades, la geografía teatral amplió sus lindes. Nuevos rostros, voces, poéticas. Lilliam Llerena, Berta Martínez, Minín Bujones, Myriam Acevedo, Ernestina Linares, Herminia Sánchez, Helena Huerta, Carucha Camejo.
El triunfo de la justicia social otorgó al arte su legítimo lugar. En los sesenta y setenta nos deslumbran Verónica Lynn, Flora Lauten, Miriam Learra, Alicia Bustamante, Xiomara Palacios, Ana Viñas, Hilda Oates, Isabel Moreno, Elsa Gay, Ana Guerrero.
Junto a ellas, María de los Angeles Santana, Rosa Fornés, Antonia Valdés, Dulce Velazco, Violeta Jiménez, Gina Cabrera, Idalia y Gladys Anreus, Laura Zarrabeitia, Isaura Mendoza, Lilia Lazo, Elvira Cervera, Assenneh Rodríguez… la relación de grandes intérpretes femeninas en todo este período parece inagotable.
No estaban en la escena para lucir su hermosura, aunque belleza no faltaba junto a voces bien timbradas, inconfundibles, que aún perduran en nuestra memoria, mas habían llegado a las tablas a base de talento y pasión que se hizo entrega.
Ninguna se parece a la otra. Todas son únicas.
Así las queremos descubrir, reconocer. Como grandes actrices que nos preceden y a quienes con orgullo emulamos, conscientes del privilegio gozoso de contar con historia semejante.
El eterno tiempo presente del acto escénico demanda con cierta frecuencia el viaje de regreso. Volver sobre los pasos. Percibir el eco de un diálogo, la sombra de un cuerpo, adivinar el roce de un vestido, la sugerencia del gesto.
Como resultado, ellas arribarán al presente conducidas por nuestros jóvenes estudiantes, quienes junto a artistas e investigadores reconstruirán sus perfiles, evocarán los hitos de sus desempeños, volverán visibles relaciones, vínculos, rupturas mediante seis paneles de exposición, que sesionarán a través de los tres días del Taller en el horario de la mañana, mientras en la zona temprana de la tarde se presentarán diversos productos audiovisuales.
Arriba, pues, el telón. Demos ocasión al reencuentro.