Armando Cristóbal Taupier de la Cruz
Un espectáculo competitivo de circo no se realizaba en Cuba desde 1989, por diferentes circunstancias que pueden ser resumidas a través de la crisis económica conocida por el Periodo Especial[1]. Son las 9:00 pm del jueves 2 de agosto de 2007, no hay espacio en la acera del Teatro Karl Marx de la Avenida 1ra y 10 del reparto Miramar, Ciudad de la Habana entre artistas, amigos y público en general. Ya está por comenzar Circuba 2007. La expectativa no es solo para quien asiste de observador, por la atracción que implica tan magno teatro, como una de las atracciones veraniegas que se han planificado, sino para los que detrás de bambalinas han puesto todo su empeño en hacer un gran espectáculo.
Pasadas las cinco tortuosas horas de viaje, desde Guanabacoa, estoy en primera fila del ala izquierda con periodistas y fotógrafos de AP. Javier, el uruguayo, ha sido bloqueado en sus intentos prolongados de entrar a contactar con José Manuel Cordero, el encargado de relaciones públicas. No le conoce. Yo sí. Se presentan a través de mí. Javier es feliz. Ahora hace fotos a los artistas en camerinos y mientras despliegan sus ejecutorias. Nos saludaremos otras veces.
Las grandes pantallas relucen con el Spot del Festival creado por Raupa y es adelantar sorpresas de lo que verán. El espectáculo circense, no es igual a otros mundos escénicos. ¡No! En el circo la realidad se impone desde un mundo fantástico o lo fantasioso se hace realidad. Los acontecimientos, salvo las engañifas que implica el género de la magia y de esta, con mayor empeño el mentalismo (telepatía), promueve en quien observa otro grado de expectativa: la veracidad. La realización o no de cualquier ejercicio, aunque precedido de mucho ensayo y preparación del artista, es parte de esa verdad que procura ver el público siempre.
Después de 18 años sin una confrontación escénica del circo cubano, el objetivo del Evento no puede ser otro que el propuesto por el director de la empresa cubana para la contratación de artistas circenses y espectáculos (CIRCUBA), Rolando Rodríguez: valorar el nivel técnico y artístico del circo cubano de hoy. En lo personal, me sentía más motivado aún al escucharlo de su voz, un día antes, a través del programa televisivo Medio Día en TV ante el conductor Abel Rodríguez y la tele-audiencia cubana. El objetivo que había trazado para la tesis de doctorado en artes era, justamente, La estética del circo cubano.
La presencia, en la apertura, de la compañía infantil La Colmenita y de la cantautora Liuba María Evia parece ser el gran gancho de atracción de tanto público. Ambos fenómenos artístico culturales son, per se, un éxito absoluto. Más lo sublime llegó con las nuevas generaciones de artistas. La cosecha de la escuela de circo cubano mostraba sus logros (premiados en su graduación), amen de las dificultades técnicas y tecnológicas para tales empeños. El desfile de los géneros circenses no se hizo esperar con Idelmis en el trapecio, Rodolfito en el Run o Rueda alemana, el equilibrio sobre cable tenso con Sindy, la doma de perros de Arisley, el payaso Robertico, y en el Bambú Aéreo Susan e Isnovel. Todo fue parte del preámbulo a lo competitivo que iniciaría el viernes.
Alucinante diseño de luz, música cubana y una gran coreografía bajo la responsabilidad de María Elayne López y Héctor Samá fue el opening de la primera jornada. En volcánico Cabaret zambullimos los sentidos, impulsados por el derroche de brillo y lentejuelas que el Ballet Cucalambé erupcionaba a golpes de caderas. Para sorpresa de todos, no fue la única oferta de sus organizadores. Un espectacular descenso por cable de los presentadores Yosvany Noguet y Alennys Méndez evidenció que disfrutaríamos de grandes emociones. Una gran pena fue cuando ella quedó atascada, más por los nervios de la primera presentación de circo que de inexperiencia. Así fue.
Abanico de variedades circenses mientras sus intérpretes danzaban con el inconfundible ritmo cubano fue el sello que hilvanó el programa en aperturas y cierres diarios. Esa perspectiva de legitimar la cubanía a través del espectáculo logró con creces su encargo con tal diseño. El movimiento grácil, quizás sin par, en muchos lares de este mundo, desnudaron un elemento o característica vital para poder definir la procedencia de aquel programa circense. Igual lo puede ser para cualquier manifestación artística implicativa de visualidad, amen de que puedan intercalarse algunos códigos universales o de cierta factura internacional propiciadores del acceso al apetente mercado.
Vino bien, después de ritmazo bullicio de bailarines y bailarinas, dejado ante ojos y oídos, las acrobacias del dúo Olympus integrado por Yolexan y Maylepsis. Clasificado de número lento suave o para calmar emociones, y con el que no debe comenzarse nunca en el programa de circo, sí cumplió la dura tarea de quebrar la espera. Si bien el dúo buscaba (en vestuario) un ambiente clásico del periodo románico con sus ejecutorias, la música de Richard Kleiderman, no fue la mejor opción para un número de roland en el que hubo complejidad en la relación de pareja sobre el rodillo, a pesar de que sobrevino alguna imprecisión en la colocación de él (fundamentalmente) pero esto en cuanto a lo muy técnico pues el producto artístico sí satisfizo a los que aplaudieron.
Ahora, quizás el mayor derroche de esa gracia al andar, esa sabrosura en la escena fue colocada por Marisol, que hizo del Hula Hoop con los aros todo el sexapple inimaginable tal si falicos coloreados la codiciaran. La ovación, en varios momentos, por su simpatía, destreza y técnica, le anticipaban lo que el jurado le otorgó: el premio de la popularidad.
Ninguna de las características referidas anteriormente fue lograda, sin embargo, por el mago Tony. Erró en cada instante su presencia escénica. No mostró al público lo que haría. Y sobre todo, en uno de los llamados números de baúl o cajas, los cuales requieren históricamente de hacer visible al observador, aunque trucado de ante mano (lo sabemos), la nula posibilidad de falsedad. ¡Que desilusión! para quien creció sentado en las piernas de un Soto[2], mientras desaparecía pelotitas delante de ojos curiosos.
Los inseparables cómplices de la proyección circense son los payasos. Para la ocasión fueron Carlitos y Leonardo. Aunque este último encantó una serpiente de atrezzo, no fue el encantador del público, ni de este servidor, salvo sus accidentales caídas, producto de las suelas planas de los típicos zapatones, sobre el pulido tabloncillo. Una de sus furtivas escapadas lo condujo contra la cámara que filmaba y la sádica risa inundó el recinto. Tal vez, ese hábito a la esferidad de la pista del circo a diferencia del rectángulo del teatro incida sobre esta pérdida de lo espacial en la escena. Por suerte o fatalidad otros artistas del interior del país, privados de la carpa como el Areíto de Camagüey, no la padecen. Han aprendido en 14 años sin sede móvil a lidiar con la no circunvalante posición del público y hacer crecer su espectáculo. Ese es otro tema que les prometo seguir ahondando en otro momento, si el editor lo permite y usted lo desea.
Pasaron sin mayores logros que hacer bien el número el Dúo Estelar. Los pulsadores Yoel y Yaser demostraron dominio técnico y artístico, aunque ambientado con música no cubana (tampoco aludía a algo el tema instrumental), pero sin que mediara dramaturgia o narración alguna del suceso presentado. Llegaron y se fueron con más aliento a gimnástica del deporte que al sentido del circo. Tienen, como todos los artistas cubanos, muchas ganas de hacer, pero falta el empeño de otros sujetos que intervienen en un circo gubernamental. A la postre significan tanto o más (en ocasiones) que la voluntad de sus mismos hacedores. La crítica, ausente dentro de los comentarios de la exigua prensa plana y especializada del país, hacen su otro lastre que hunde al barco cubano sino se le pone buen timonel y marineros capaces.
Acontecía el asombro con Lester y tal desenvolvimiento sobre la bicicleta cuando de momento aparece Marisol. Acepta el reto de la joven a que pusiera todo el empeño en una mini bici de tan solo 16 centímetros de altura. ¿Es una mala jugada de la chica o pretende hacerlo de veras? El milagro existe en el circo pero... Tensos sus músculos. Toma impulso. Comienza. ¿Se evidencia el esfuerzo…?!Sí! Logra dos vueltas al escenario acompañado del sentido aplauso, mientras alzaba sus brazos y pedaleaba sonriente. ¿Para que decirles cuánto gustó?
Héctor Júnior nos regresó la tensión satisfactoria de la sospecha si se produce una caída inesperada cuando se juega, aunque magistralmente, con el ínfimo limite del balance corporal sobre objetos. Con su número llamado equilibrio sobre instrumentos musicales supo acompañarlo de música cubana mientras imponía la dificultad de marcar el ritmo sobre unos bongós (tambores gemelos) y accionar aros en manos y pies. Fue muy superior la ejecutoria sobre la guitarra, pese demostrar dominio total en cada movimiento. El jurado así lo consideró y lo ratificaba con el segundo premio del certamen. ¿Y qué decir de su cierre o despedida? Posee uno de los saludos al público más espectaculares de toda la jornada y es otro elemento o característica que lo distingue, del cual deben asegurarse el resto para responder a un código de identificación escénico: la gestualidad cubana. Tan rica que no convierte al código en un esquema sino una vía diversificada de hacernos visibles con nuestros ademanes y exclusividades.
Regresaron a escena lo payasos Leonardo y Carlitos. Entonces sí dejan un mejor sabor de lo que saben hacer estos grandes ingredientes de cualquier época del circo cubano e internacional. La calvicie natural del payaso Carlitos, con una trenza finita en la parte posterior de su cabeza, dan el tónico apropiado para que este mezzo pazzo con gorra azul pretenda una y otra vez importunar la orquesta "organizada"por Leonardo con el auxilio del público, armado de una pandereta, un platillo, maracas y un plato que rompen finalmente. Es imposible narrar con letras los cubanísimos movimientos pélvicos y del tronco en general que hacía Leonardo en mofa del sin sabor que (más por pena que desconocimiento rítmico) los ocasionales ayudantes de la "orquesta" le daban, con sus fortuitos instrumentos, al cuerpo.
La búsqueda de escenificar el folclore africanista de la cultura cubana en la Acrobacia en mástil del grupo Bantú (4 hombres) quedó en el intento. Para un mejor futuro deben adentrarse en un estudio de la cultura, buscar una asesoría con los brillantes etnólogos que tenemos en el país para acometer un mejor engarce entre música y gestualidad, y se impone mayor organicidad que permita cerrar cada acción. Toda esta cadena de ausencias condujo a que no se supiera qué sucedió con el cierre, pues no aportaron pistas o códigos (ni escénicos ni musicales) para inferir su final. No obstante alcanzaron el tercer premio, en lo que pudo influir el maquillaje y bastones con los que complicaban sus acrobacias. No siempre se coincide con la decisión del jurado ¿verdad?
Cuando analizamos cuestiones como las que le suceden a estos números de grupos, duetos o solistas saltan a la vista problemáticas que se hallan vinculadas a la ausencia de confrontación competitiva o de interrelación circense, intercambio con otros artistas del país (no sólo del mundo circense; súmese el teatro, la danza, la plástica, etc.), y una de las que más ha golpeado al circo cubano desde que concluyera el Intercirco 90[3] es la ausencia total de artistas extranjeros con artistas cubanos realizando giras. Son cuestiones vitales para cualquier manifestación del sujeto en su accionar social para superar y conectarse con el entorno nacional y extranjero.
Considero que la salud y prestigio del circo cubano, ganado en la historia internacional con mucho trabajo, está en juego desde hace muchos años y que es tiempo de tomarse bien en serio el declive. Pensemos en los meritorios aportes a la escena de Rafael Padilla, el payaso "Chocolate" (s. XIX) en cuanto al maquillaje y vestuario original, el éxito indiscutible (a todo lo largo del siglo pasado) de las más significativas compañías cirqueras: Pubillones, Santo y Artigas y posteriormente el mismo circo institucionalizado por la Revolución[4] (que alcanzara tantos lauros y reconocimientos, esencialmente en Europa y Asia) son más que suficiente para poner en análisis y perspectiva científica, con vista al mejoramiento y articulación a escala internacional de nuestro circo, pero salta una interrogante ¿seremos capaces de mirarnos críticamente?
Tal vez, la influencia de la gran escuela rusa de circo y de los países socialistas de Europa del Este en la temprana Revolución hasta la hecatombe en la década del 90 benefició mucho la estética del circo cubano pero también impuso una manera única de mirar y hacer circo, mientras sucedían muchos cambios en los diversos planos escénicos del milenario arte en otras dimensiones del planeta. Y está pendiente una mirada sociológica, si se quiere enfocar así el hecho, a la perspectiva del circo cubano: con un fin educativo y de inculcar una moralidad de la nueva sociedad socialista en el país y los errores que pudo ello tener o ¿acaso no perdimos un roce con lo espectacular, el estupefacto sentido en que queda el espectador ante lo inverosímil?
Cambios que, tristemente, no fueron observados por nuestros artistas en esa ausencia de intercambio artístico-cultural o por los representantes que viajaban al exterior (bien los del circo u otros que poseían responsabilidades y conocimientos sobre las políticas culturales cubanas). No captaron las visibles y profundas rupturas en la estética circense, no solo en el viejo continente sino en la América misma, como fuera el caso del circo canadiense[5], las variaciones formales del programa de circos estadounidenses (un ejemplo, del pasado siglo y gloria del mundo, es el Ringling BROS. con su cambio de proyección escénica luego de haber sido el innovador de las tres pistas) y en latinoamericanos como es Ataide, a manera de ilustración general de lo sucedido.
De cualquier manera, el circo cubano de hoy se mueve en la incertidumbre: ¿estética o mercado?, de saber asumir los cambios producidos y concientizarlos (entender por ello, el manejo de tecnología y ciencia del espectáculo actual) a escala internacional y defender un espectáculo que desborde la cubanía, que permita su captación o consumo como producto exclusivo o parte de una diversidad cultural compartida.
Ante esa problemática[6] el circo cubano debe dilucidar bien el camino para no errar en su estrategia cultural y de proyección artística. Expliquemos un poco el fenómeno desde la mercadotecnia, para no citar otros conceptos más complejos, de análisis inmediato, del mercado del arte. Si bien es cierto que el reto impuesto por el mundo hoy, insta a facturar todo tipo de producto artístico dentro de un filtro de aceptación universal (no solo del consumista de la bisutería del Bazar sino del especialista y culto público) con elementos visuales muy bien elaborados, con esencias culturales asequibles a través de sus códigos, con interdisciplinariedad y rigor de los saberes (especialmente del mundo escénico o del espectáculo) para Cuba es primordial no renunciar a elementos de la tradición circense. Heredada esta desde múltiples troncos culturales[7] que le permiten un autorreconocimiento y el distintivo internacional o sello identitario, aunque, en mi parecer, ello no implica tampoco divorciarse de la factura del producto artístico antes mencionado.
La mercadotécnica antepone un grupo de elementos o características que posibilitan la inserción del producto en el mercado y el espectáculo cubano bien puede ajustarse a esos códigos, justamente no alejándose de su cubanía o identidad nacional de lo artístico-cultural sino afianzándose, si para ello despliega un estudio concienzudo del espectáculo. Pongamos por caso, el número siguiente del programa, con el Dúo Barceló, compuesto por Jorge y Abel en el trabajo acrobático de la cinta, emplearon una música italiana para una lidia de gallos, que bien pudiera articularse en lo universal de la bravura que embarga a dichas aves, pero la dramaturgia del número se torna dilatada, sin justificación alguna y cansa; se pierde lo que en un momento determinado (con la muerte de uno de los beligerantes) pareció ser el final, cuando se ejecuta la cargada de uno al otro en ese triunfo-derrota.
Así que el arduo empeño de diseñadores del vestuario, tocado y atrezzo sobre sus cuerpos se desvaneció. Si fuera a recomponerse el número, habría que pensar en la música cubana y en este caso con tanta alusión a las tonadas campesinas (incluso la música de Frank Fernández para una famosa telenovela cubana Tierra Brava u otras iniciativas) donde las peleas de gallos son parte del folklore y, de hecho, junto a la ganadería, la equitación y otras actividades competitivas forman parte del sedimento culturológico de los antecedentes más remotos que impulsan la actividad circense como un elemento más de la formación de la identidad cubana. Y sí quisiera hacerse más sugerente el color del vestuario pudo pensarse en los colores patrios para uno (azul, blanco y rojo) y los colores del uniforme del ejército de la metrópoli española (blanco y amarillo-naranja) para el otro, con vistas a implicar todos los planos posibles del drama que recomponga una historia pasada de la lucha insurrecta contra España.
Valga, de cualquier modo, el reconocimiento al intento de hacer más agradable los números, cuando son presentados como mera sucesión de estos en el programa, que en el caso de un Festival (por demás de carácter competitivo) no tiene solución hilvanar el espectáculo, hasta el momento, aunque ya comienza a perfilarse un cambio estético en las producciones presentadas en la carpa Trompoloco (sede permanente en el antiguo Parque Coney Island, del municipio Playa, de la Compañía Havana y otros espectáculos circenses de La Habana, no del interior del país), pero de esto hablaremos en otro momento.
Durante el cierre del día 3 la Barra rusa (con 8 integrantes de la Compañía Havana) levantó las imprecisiones antes señaladas del programa, amén de las fallas técnicas. El triple salto mortal de Joan fue excelente, muy riesgoso y el techo del Karl Marx le acarició zapatillas. Pero tuvo la competencia, en igual género, del quinteto de Matanzas que ¡deslumbró tanto al día siguiente!
La tarde del sábado fue iniciada por el Dúo Cheney en Aro Giratorio con una linda banda sonora que no siempre supo aprovechar en su riqueza rítmica, aunque sobradas cualidades técnicas y artísticas los envuelve. Puede ser que la joven Norelys tenga que mejorar su subida al aro, en primera instancia del número (hacerla más justificada o artística), pero en resumen se trata de la carencia de drama y acción coordinada con la música acompañante, por parte de Jefferson y ella. Esto es un mal general que puede, en un santiamén, solucionarse en el conjunto artístico del circo cubano.
La baja pulsación de adrenalina en nuestro cuerpo sufrió un giro. La encantadora Angell irrumpió en el tabloncillo sobre el monociclo. Lo hizo crecer, con aditamentos, hasta una gigante bicicleta mientras sorteaba obstáculos siempre más asombrosos como fue la escalera (de 7 peldaños) que subió a ritmo del drum acompañante y aunque fallara una que otra vez, supo solucionar con histrionismo el suceso. ¿Qué cómo fue? Muy simple. En la caída, inquirió al artefacto que la tumbara y el aplauso no se hizo esperar. Fue de tanto agrado que compartió la preferencia del público con Marisol, pues la frescura de rostro y cuerpo iban de la mano con la cadenciosa música disc-tecno y el embrollo del equilibrio sobre ciclo con suiza y aros, además de los malabares. Dentro de la maltrecha guagua que dispuso el CNAE[8] me siguió pareciendo bien correspondido el nombre con la figura halada del mundo occidental, aunque hiciera proezas de un gigante.
Muy sabiamente la dirección técnico y artístico compartida por Félix Roche y Sonia D. Galán dispuso a Silvia López, con su presentación de magia e ilusionismo como La Maga Tayga. Con 10 años de vida artística demostró haber invertido las economías personales (acumuladas en los Cabarets, Clubes, y giras al extranjero) en sus números, en cuanto a vestuario, maquillaje, instrumentos de la magia, calzado y aparatos. Cuyo resultado evidenciara una mucho mejor imagen que su colega anterior. No obstante, puede señalarse que incorporando algunos señalamientos generales a la factura del espectáculo cubano y crecer en habilidades histriónicas más que técnicas puede ser considerada una profesional que sabe hacia donde se dirige y cuánto puede aprender de otros magos virtuosos como son: Osiel, Wilfredo, Omar Ferrer o el mago Humberto, más conocido como Maña (que no parece ser casualidad provenir de la tierra de quien les escribe, pues Silvia lo distingue como el mejor en Cuba) por solo citar algunos nombres.
Y si se hacía necesario abandonar el espacio oriental y de mucho misticismo dejado por Silvia para reír con las payasadas, la presencia del mago Alex frustró las intenciones de adultos, jóvenes y niños; la rechifla al concluir el espectáculo me estremeció. Hacía muchos años un artista cubano no recibía tan descomunal desaliento. La inconexa historia propuesta por él, la nada graciosa manera de proyectarse concluyeron sacando lo que un público culto, también sabe hacer: chiflar acompañado del doloroso Uhhhhhh…. Recordó las épocas pretéritas de pequeños cirquitos y malos números que recibían tan triste respuesta de los espectadores o cuando íbamos a ver los festivales de aficionados en los años setenta y mis severos acompañantes le hablaban a los artistas de sus fallas como si en plaza romana estuvieran.
Entonces en escena los Ral (con 4 integrantes) no solucionaron tampoco el mal sabor sino que el público vio repetirse algo que el grupo Bantú había llevado al escenario, aunque con mejores desenvolvimientos gimnásticos que los referidos; aunque eso sí, carentes de la intención escenográfica que los premiados se pensaron.
Con precioso vestuario de amarillo, dos abanicos y desde unos altos tacones Idalmis Áreas en contorsiones derrochó su maestría en el género. Quedaba sostenida únicamente desde su boca sobre la base ínfima de una flor sobre la mesa alfombrada que sirvió de espacio para el virtuosismo de cada movimiento. Es justo reconocer que ya es tiempo de encontrar una pupila que se apropie del saber acumulado y mantenga esa variedad dentro del programa circense de hoy. Por cierto en decadencia en el país.
Fue desestimado la falta de brillo y color (a malva y verde metálico) en el vestuario del quinteto matancero (muy empobrecido respecto al resto de los artistas en el Festival) en la Barra rusa confeccionado con recursos propios (traído de su provincia y quizás es otro tema a debatir en el futuro más próximo sobre las problemáticas actuales de mi país, ¡que no es sólo la Habana!) para acaparar la atención del jurado que le concedía el primer premio junto al, más que justificado, infinito aplauso del público que le ovacionó prolongadamente en el desfile de clausura. La juventud de sus integrantes, limpieza en la ejecutoria y sobrada belleza (de natura y arte) le aseguran a Cuba un futuro del género. La ciudad de los puentes[9] supo demostrar que aún quedan las huellas del circo Atenas.
Este programa del viernes colocó al payaso Alex nuevamente en acción y parece que calló la gota que colmó la copa. Fue lo que condujo al respetable público a verter el penoso final que ya les comenté. Aunque es oportuno señalar que parece el artista tener algo en mente por hacer respecto a su payaso. Es un querer diferenciarse del resto de lo hecho y que se hace. No es una errada idea ni perspectiva sino falta de maduración y asesoría dramática, etc. Regresamos al trillado problema que nos condujo a compartir letra y lectura en el presente escrito. De mil maneras esperamos un renacer de este mal momento para señalarle así como uno de los que saben rectificar los errores, que en escena son más sufridos que en la vida cotidiana, lo cual es mucho decir.
Compañía Havana dio el toque especial de las tres jornadas. Presenciar a Idalmis realizando aquel mortal en quinta altura; luego el cierre, más que peligroso e impensando con que Carlos Lavín en un salto mortal de espalda sobre una pértiga caía sentado sobre el sillón, muy sonriente, como si nada extraordinario hubiera pasado, no podía ser otra manera con la que tuviera cierre el programa previsto. No solo lo acompañó el público sino que el jurado le entrego el Gran Prix. Y aunque ya la base de esta agrupación comienza a madurar en su imagen, demostró descomunal fuerza física, pericia, y un vigoroso deseo de hacer circo del bueno. Pienso, en otro orden de cosas, que sirvan tales resultados para darle mejor lugar y reconocimiento a Germán Muñoz, director de la compañía, en lo sucesivo, para la buena salud del circo en general. Es un hombre que proviene del circo y no niega cuánto hay que incorporar de lo bueno que concurre a diario en las salas y carpas del mundo. Igual opinión compartían Andrés Ataide junto a Francisco Serrano (publicista del circo Ataide) mientras dialogábamos en los protocolos.
El domingo parecía sólo presentar a los ganadores del certamen, cuando el público tuvo un inesperado espectáculo dentro del espectáculo. Disfrutábamos de la presencia y homenaje a la gran show woman de Cuba y el mundo: Juana Bacallao. Una leyenda viva del Cabaret y versátil comediante o excéntrico musical, recordando sus días en el circo. Un espectáculo per se bendecía la última jornada. He aquí otra historia por contarles.
Los resultados finales de cada premiación no fueron el mayor logro sino el haber conquistado tanto público durante cuatro días y la satisfacción del agradecido aplauso, los infinitos comentarios a la salida, la alegría de extranjeros que nos visitaron y la convocatoria para el 2008 con muchas más expectativas que las que esta pudo movilizarles. El deseo late en sus comprometidos realizadores. La esperanza es parte de la identidad de un pueblo que no renuncia a seguir viendo circo. La historia y su futuro son leíbles, ¿por qué no?, a través del devenir circense con mejor nitidez que muchos libros. En el circo se reflejan los sueños y desesperanzas de los hombres, verdades y falacias de una sociedad. El nuestro no es la excepción.
La diversidad en géneros del circo cubano se muestra como una perspectiva frente a la carencia tecnológica y de pertrechos de algunos números que constituyeron casi siempre la atracción del público (pensemos en el trapecio, números de cuerda, de mediana o baja altura, etc.). Esta diversidad es una de las características que ha distinguido a nuestro circo. No parece desacertado apostar a la variedad escénica como gancho comercial sin menoscabo de la identidad. No son fórmulas sino alternativas, maneras pensadas desde la reflexión teórica, que ayudarían a mantener nuestro circo en consonancia con las infinitas ofertas de producciones en el mundo.
De esas vías posibles, la diversidad dentro de la acrobacia y la gimnástica, posibilitan una gama de creación (toda vez que la fauna tiende a desaparecer en una de las estéticas del mundo circense) de donde se pueden ofertar nuevos números o quizás hilvanar una historia o idea central del espectáculo (como una de las vías más laboriosas pero más gustadas, a su vez, por las mayorías del público circense desde la década del 90). Aquí la mercadotecnia alternaría con dos variables: el código del mercado y la selección amplia de la oferta.
Es decir, que la diversidad de géneros y variedades contribuye a facturar números que cambian en su proyección escénica (usando los diferentes planos: musical, drama, vestuario, etc.) y tienen en su esencia (entiéndase técnica) de lo mismo que poseen otros números. Y no se trataría de engañar al consumidor con el producto en mercado, sino que la visualidad y calidad del mismo es lo que canaliza su inserción o no dentro del complejo mundo de la industria del arte, por consiguiente el que especta agradece, sobre manera, la creación y no centra su atención (mucho menos desestima) en las cuestiones técnicas que posibilita la escenificación, sino justamente lleva su ojo al acabado, que es decir el empaquetamiento de lo que seamos capaces de hacer.
Mercado y estética deben ser mirados y atendidos no como problemas sino como esperanzas de conocer parte del problema donde hay alternativas de redención. Quizás sirvan de algo estos apuntes de primera fila en los que la incertidumbre no sea más que un pasado en la venidera confrontación circense si nos convencemos de que la risa, la alegría, el baile, esas gentiles maneras de presentarnos y despedirnos, los mismos cuerpos y rostros que tenemos son las esperanzas y las ganas de vivir con que siempre han conocido al pueblo de Cuba y de las que el mundo espera ver en nuestro arte y cultura cuando telón o coreto den paso a la felicidad.
Referencias bibliográficas
- Periodo Especial fue un eufemismo empleado para reconocer públicamente la gran crisis de Cuba, posterior a la caída del campo socialista en Europa del Este y otros contextos nacionales e internacionales que tanto perjuicio causaron a la actividad circense y otras esferas de la sociedad cubana hasta nuestros días.
- Me refiero a Edmundo Soto, esposo de Bella La Rosa (aún vive), ambos integrantes del gran circo La Rosa (fundado en 1923), de la ciudad de Camagüey con el cual compartí mi infancia, junto a su amigo, mi padre, Gilberto E. Taupier (artista circense).
- Último intento de llevar circo mixto: cubano y extranjeros a una gira nacional en 1990.
- Entiéndase la Revolución que llevó al poder al Ejército Rebelde y otras fuerzas populares comandado por Fidel Castro en 1959 y que desde 1962 iniciara un proceso de intervención a los circos privados en Cuba hasta su culminación en 1968, como punto de partida del circo revolucionario.
- No solo pensar en el proyecto gigantesco de Cirque du Soleil, y el auspicio a disímiles proyectos socioculturales de esa gran empresa cirquera de Quebec , sino en el mismo circo Eloize, pero sí como visible referente de la mayor ruptura a la tradición circense.
- No tan simplista como fenómeno del arte sino de implicaciones políticas, sociales, ideológicas y de estrategia de lucha ante un mundo globalizado y con tendencias neoliberales desde la égida imperialista para los países subdesarrollados.
- Cuba absorbió de varios circos en su devenir histórico, tanto del área ibérica, como de otros circos europeos y fundamentalmente, a partir del siglo XX, del área mesoamericana y los Estados Unidos de Norte América.
- El CNAE son las siglas del Consejo Nacional de las Artes Escénicas.
- A Matanzas se le conoce como La ciudad de los puentes y tuvo mucha fuera cultural y artística el circo Atenas, quien junto a Areíto de Camagüey constituyeron las mayores competencias de CIRCUBA, en el interior del país.
Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(28 de abril de 2008)