Agradezco mucho a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y a Alquimia, su directora, la posibilidad de presentar esta tarde, en una especie de pre-inauguración del 30 Festival, este documental de un maestro de nuestro cine, fundador del movimiento artístico que re-creó las pantallas de nuestro continente y mostró al mundo los verdaderos rostros de nuestra identidad.
Me alegra también que sea en esta casa, la de la Fundación, que ha sido sede del Comité de Cineastas Latinoamericanos — al que ha pertenecido Solanas desde su creación — y que continúa apoyando, estudiando y difundiendo los alcances de este movimiento cinematográfico que se renueva hoy con la actividad de jóvenes artistas en muchos (claros) rincones de este continente.
Estamos a punto de iniciar otro viaje por la memoria y la historia, de la mano, de los ojos, de la palabra de Fernando Solanas.
Lo hemos hecho antes otras veces: desde el tiempo iniciador de La hora de los hornos hasta esa especie de enciclopedia visual y participativa de la Argentina y su historia —actual y pasada en los documentales recientes de este fundador del nuevo cine latinoamericano que ha dialogado con varias generaciones de argentinos, latinoamericanos y gente del mundo para comunicar sus ideas, para enseñar y para aprender.
Ahora lo haremos, desde la estación central de la memoria y el análisis, a bordo de los trenes que son y de los que ya fueron; de los que perviven en el recuerdo de los testimoniantes de este documental y de los que propone el epílogo de esta obra seria y laboriosa, informada e informadora, que narra velozmente, sobre rieles, un fragmento importante de la historia argentina y se pronuncia, desde la militancia tenazmente sostenida de su autor, sobre el incierto panorama de nuestros días.
La próxima estación combina los testimonios valiosos que llevan, en diálogo con su autor, el peso narrativo de la historia que el filme nos cuenta, con las imágenes de archivo que documentan la historia narrada y con las filmaciones actuales que dibujan el panorama desolador que la fiebre privatizadora dejó en este importante sector de la economía y la vida argentinas.
Habrá que destacar y agradecer que este análisis de las consecuencias terribles en el terreno de la economía aparezca unido en el filme a otros desastres que estas agresivas acciones privatizadoras ocasionaron en la cultura y en la vida de las gentes. Pueblos abandonados, escenarios depauperados, vidas desplazadas son algunas de esas consecuencias que el filme analiza para ofrecernos, al mismo tiempo, la visión global de este drama y la personalización de sus efectos en la palabra y los rostros de sus testimoniantes directos.
Este documental es memoria viva — es decir: participante y arriesgadora — porque se propone ofrecernos su visión descarnada, analítica y apasionada a la vez, de un proceso aleccionador: la historia de los ferrocarriles argentinos, desde los momentos de auge y esplendor hasta la catástrofe económica y humana provocada por las políticas privatizadoras. En ese sentido La próxima estación se nos revela como la metáfora de un mecanismo devastador que se ha repetido en otras áreas del tejido productivo y ha afectado significativas zonas de la sensibilidad popular.
Al ofrecernos su visión crítica de esta experiencia, que propicia una comprensión más completa y compleja de la actual realidad económica y política argentina, La próxima estación es también instrumento y argumento a favor de los vientos integradores y descolonizadores que estremecen a América Latina desde hace algunos años y que despiertan crecientes solidaridades y esperanzas. La memoria se convierte así en arma estratégica en estos tiempos de amnesia globalizadora.
Otro poeta hermano, Mario Benedetti, nos dejó dicho en el título de uno de sus libros que el olvido está lleno de memoria. Esa sabiduría poética recorre también la estructura de este nuevo filme de Pino Solanas, analista puntual y soñador de utopías por venir.
La utopía y la poesía — que sirven, como se ha dicho, para eso: para caminar — conviven en los textos (las palabras) finales de este documental que nos invita a avanzar juntos hacia la próxima estación: otra metáfora útil y sugerente para estos tiempos de cambio: