Cuba

Una identità in movimento


Dibujando la memoria

Gabriela Sotolongo



"Cuando la guerra comienza, los juegos terminan...".


Con esa rotunda y hasta elemental afirmación, en la que sin embargo casi nadie piensa, se inicia el documental La guerra dibujada, en el que ancianos españoles se encuentran con sus dibujos de hace 70 años, cuando vivían en las Colonias Infantiles en la época en que "los malos" atacaban a su República.

El tema ha vuelto por estos días a renovar su presencia en La Habana, donde siempre ha pervivido gracias a instituciones como el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y a la colaboración de la Fundación Puffin y ALBA, Archivos de la Brigada Abraham Lincoln, ambos de Estados Unidos.

Además del documental llegó la exposición Y siguen dibujando, que desde el 22 de septiembre y hasta finales de octubre estará en la Sala Majadahonda del Centro y que incluye 49 de esos dibujos y ocho fotos, cuatro de ellas de ese artista del lente que fue y siempre será Robert Capa.

Ambos llegaron de las manos, y sobre todo de la sensibilidad, de Anthony L. Geist, profesor de la Universidad de Washington, para quien rescatar y mostrar estos dibujos ha sido y es la tarea de su vida.


"Y siguen dibujando tiene un significado especial para mí, pues tiende un puente entre mi vida profesional y personal, entre mi pasado y mi presente. He dedicado gran parte de mi vida académica a la investigación y enseñanza de distintos aspectos del arte y la literatura de la Guerra Civil", afirmó.


Para el Centro Pablo, la Guerra Civil Española es una de sus razones de existir. Y es que fue Pablo uno de sus cronistas esenciales, juez y parte, como a veces debe ser, en defensa de una República por la que dio la vida.


"Creo que te di cuenta del día 15, cuando una insolente escuadra de 15 trimotores italianos, con sus correspondientes aparatos de caza, temprano voló sobre Madrid y descargó de manera brutal y despiadada. Esa canalla está matando más mujeres y niños en Madrid que hombres en los frentes de combates", escribió Pablo en carta del 17 de noviembre de 1936.


Y para que más niños no murieran, las autoridades los trasladaron a las zonas republicanas de España y al sur de Francia, donde se establecieron las Colonias Infantiles. Allí sus maestros los exhortaban a dibujar y allí, esos aviones a los que Pablo se refería en su carta, aparecen una y otra vez como protagonistas, grandes y oscuros, feroces y atemorizantes.

No es la primera vez, ni será la última, en la que las paredes del Centro sirven para denunciar los horrores de una guerra en la que el fascismo se estrenó, para desgracia de la humanidad. En el 2001, también junto a la Fundación Puffin y a ALBA, se mostró El espíritu vive, con 35 fotos de la Guerra Civil tomadas por norteamericanos que participaron en la contienda defendiendo a la República.

Más cercano en el tiempo, en febrero de este año, viejas-nuevas-eternas fotos de la Guerra llegaron a la sala Majadahonda gracias a la Oficina Cultural de la Embajada de España en Cuba. Fue Vivir bajo las bombas, impresionantes instantáneas de un Madrid visto a través de la cotidianidad violentada de sus pobladores. Y junto a las fotografías, los versos comprometidos de poetas de la talla de César Vallejo, Pablo Neruda, Octavio Paz y Nicolás Guillén, quienes después de esta guerra nunca fueron los mismos.


"Bandidos con aviones y con moros, / bandidos con sortijas y duquesas, / bandidos con frailes negros bendiciendo / venían por el cielo a matar niños, / y por las calles la sangre de los niños / corría simplemente, como sangre de niños".


Escribía Pablo Neruda en España en el corazón, mientras en España, aparta de mí este cáliz Vallejo advertía:


"Si cae — digo, es un decir — si cae / España, de la tierra para abajo, / niños, ¡cómo vais a cesar de crecer! / ¡cómo va a castigar el año al mes! / ¡cómo van a quedarse en diez los dientes, / en palote el diptongo, la medalla en llanto! / ¡Cómo va el corderillo a continuar / atado por la pata al gran tintero! / ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto / hasta la letra en que nació la pena!".


Niños en el centro de la preocupación, niños en la incertidumbre por el futuro. Niños como la historiadora Áurea Matilde Fernández, quien llegó con ocho años a Cuba, y para quien rescatar la memoria es un ejercicio imprescindible, no para buscar venganza, sino para no olvidar. Con ella coincide Tomás Segovia, quien escribió:


"Ninguna metáfora más desafortunada que la de abrir viejas heridas. Lo que se nos sugiere al decirnos que la herida vuelve a abrirse si se la destapa es que la verdad es agresiva, que saber hace daño, que la ignorancia es benéfica para la pobre criatura humana nacida a todas luces para no hurgar demasiado en las cosas, dejarse llevar sin armar líos y permanecer eternamente bajo tutela. Pero, ¿quién puede tener interés en perpetuar la ignorancia sino quien se beneficia de ella? O sea, los que tienen algo que ocultar, no sólo sus responsabilidades, sino muy señaladamente sus intenciones".














Página enviada por Centro Cultural "Pablo de la Torriente Brau"
(2 de octubre de 2009)


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