Cuba

Una identità in movimento


Un callado homenaje

Adys M. Cupull ReyesFroilán González


Para los que saben amar, este relato del ingeniero Guillermo Moore de la Serna, uno de los primos hermanos del Che. Él no compartía sus ideales, pero fue a La Higuera, en los años en que no era fácil el acceso al lugar, y le rindió un callado homenaje. Cuando lo entrevistamos era un importante empresario argentino. Teníamos referencias de su trabajo como asesor en asuntos de ganadería del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, durante 17 años. En algún momento pensamos que no iba a recibirnos o evadir el encuentro. La primera vez que conversamos fue en Buenos Aires en diciembre de 1984, nos recibió en su despacho. Lo vimos enérgico, amable y culto. Las diferencias ideológicas no fueron obstáculos para el encuentro. La segunda vez, fue en septiembre de 1994, cuando regresábamos a la capital Argentina. Entonces, nos invitó a su hacienda, pero el poco tiempo y la distancia lo impidían. Felizmente en esa ocasión su hermana Edelmira vino a nuestro encuentro y pudimos entrevistarla. El Ingeniero Guillermo Moore nos contó:

    Mis recuerdos son fragmentados, tengo algunos de niño, cuando ellos nos visitaban, recuerdo la preocupación de mi madre; yo soy hijo de Edelmira de la Serna, hermana de Celia, la mamá de Ernesto, y ella vivía siempre preocupada por el entorno familiar de Celia, porque consideraba que le estaba dando una educación muy liberal y nada religiosa a sus hijos. Cuando mi mamá enfermó, toda la familia venía a visitarla y, por esa causa, se reunían en mi casa, recuerdo que se hablaba de todos los problemas familiares y, desde luego, también de Celia y de la educación que les daba a sus chicos, incluyendo a Juan Martín, que era el más chico de todos.

    Yo tengo una gran admiración por mi primo Ernesto, a pesar de que sus ideas no las comparto. Mis imágenes, les repito, son fragmentarias, porque él me llevaba seis años de edad. Su espíritu era inquieto y muy discutidor; no se quedaba con la primera respuesta. Poseía un fino humor y una inteligencia que descollaban, rompió ciertos moldes de la Argentina de aquella época.

    Ya tenía asma y fumaba unos cigarrillos contra esa enfermedad, y le encantaba fumar cuando había reunión de señoras. Se armaba un tremendo despelote, porque encendía un cigarrillo y se ponía a fumar. Te puedes imaginar la reacción de ellas, y en aquella época, hasta que todos se enteraban que él fumaba esos cigarrillos contra el asma. Recuerdo que mi tío Jorge de la Serna tuvo una gran influencia en Ernesto, porque Jorge era un gran deportista y le gustaba pilotear. En los estudios, Ernesto indudablemente era aventajado, de una gran inteligencia.

    Mi padre y mi madre lo querían muchísimo. Nosotros también, porque independientemente de las diferencias ideológicas, lo hemos querido mucho. Cuando mi madre murió, él le envió una carta desde Guayaquil a mi padre, que en familia te decíamos Pato, en esa carta queda clara su forma de pensar y como era con la familia. Voy a buscar la carta, es una fotocopia, porque el original debe tenerlo mi hermana Edelmira, que es la que guarda y conserva muchas fotos y documentos.

    Después conocí de una u otra forma de su vida, pero sin regularidad. Supe del triunfo de la Revolución Cubana y el papel importante que él había desempeñado. En junio o julio de 1960, viajé a Cuba, yo trabajaba en una importante empresa de capitales italiano y francés, radicada en la Argentina. El representante era un francés muy amigo y compañero de Charles de Gaulle. Yo había decidido viajar a Estados Unidos a comprarme un avión, porque lo necesitaba para mi trabajo; el francés se enteró del viaje, me llamó y me dice que ya que voy a Estados Unidos, por qué no me llegaba a Cuba, que él sabía que era primo hermano de Ernesto Che Guevara y que quería que fuera allá para llevarle un mensaje.

    A mí me interesó, porque volvería a ver a mi primo y, además, para saber qué carajo estaba pasando en Cuba y vivir esa experiencia.

    Viajé a los Estados Unidos, me compré el avión y hablé por teléfono con Ernesto, pidiéndole permiso para volar directamente en mi avión a La Habana, pero él me dijo:

    "Mirá, Guillermo, acá están pasando cosas raras, vienen avionetas desde Estados Unidos a incendiar cañaverales y te ven venir con un avión de matrícula americana, te confunden y te bajan mejor vienes en un avión de línea".

    Yo acepté como bueno su consejo, y mi esposa y yo tomamos un vuelo comercial a La Habana.

    Llegamos, nos alojamos en el Hotel Nacional, Ernesto me pidió que conociera un poco a Cuba, que fuera al campo y viera algunas vaquerías. Me encontré con mi tía Celia, que estaba de visita en La Habana, ella y mi esposa, Susana Puiggani, tenían unas buenas relaciones; la recuerdo con una enorme fuerza, con mucho entusiasmo y pasión que le ponía a las cosas, con gran vitalidad por la vida. Ella mostraba mucho entusiasmo por las cosas que estaban pasando en Cuba. Mi tía era muy vital y de una gran inteligencia, excepcionalmente inteligente, muy despierta.

    Ernesto tenía una casa en Miramar, me invitó a ella y conocí a Aleida March, su esposa; él se divertía confrontando mis ideas con las de sus compañeros, que seguramente eran comunistas ortodoxos como él, después yo le comenté que le traía un mensaje de este francés, que más o menos, en los siguientes términos, decía que ante la posición de Estados Unidos, era evidente que se estaba presentando una ruptura, que se estaba produciendo un distanciamiento y que nuestra empresa podía ayudar a llenar ese espacio económico, que Cuba estaba en una disyuntiva, que la Revolución para subsistir tenía que apoyarse en Rusia, porque si no le pasaba una aplanadora. Pero que había una alternativa y ésa era Europa, que ya empezaba a salir del colapso de la Segunda Guerra Mundial y que ellos, es decir, el francés y el italiano, estaban dispuestos a ayudar en esa alternativa.

    Ernesto escuchó con atención lo que yo le decía y su respuesta fue:

    "Todavía Europa es muy dependiente de los Estados Unidos, en última instancia, ellos harán lo que digan los Estados Unidos. En estos momentos la Revolución Cubana no tiene muchas opciones".

    Me puso varios ejemplos en ese sentido.

    Me dedicó su libro Guerra de guerrillas y nos despedimos. Pasados unos años, fui a Managua, porque dirigía un programa de asistencia técnica en Nicaragua y conocí a Anastasio Somoza, con quien comencé a trabajar, asesorándolo en problemas de ganadería, por lo que establecimos una gran amistad. Un día visitábamos una de sus haciendas, comenzó a llover, había mucha lluvia, era una gran tormenta, el jeep no podía avanzar y nos detuvimos en un tramo de la carretera. En ese lugar, yo le dije:

    "General, ¿usted sabe de quién soy pariente?"

    Se quedó mirándome y me respondió:

    "No, no lo sé".

    "Mi apellido es De la Serna".

    El general dijo:

    "Eso ya lo sé".

    "Mi mamá y la mamá del Che eran hermanas".

    Se quedó callado, no dijo nada, pero al poco rato me pregunta:

    "Entonces ¿vos sos primo hermano del Che Guevara?"

    "Sí, soy primo hermano del Che Guevara".

    "Jodido.... qué bueno que lo conozco ahora, porque si hubiera sabido eso antes, no te dejo entrar a Nicaragua. Él ha querido voltearme muchas veces, evidentemente tu primo es un hombre valiente y de mucho valor, pero acá no va a entrar".

    A partir de ahí nuestra amistad aumentó. A los dos días, Tacho invita a una comida en su casa del Retiro al coronel que era el comandante americano para la zona del canal de Panamá, también me invita a mí y me sienta al lado del coronel.

    Al final, le pregunta: "Coronel, ¿usted sabe al lado de quién ha comido?"

    Éste me miró detenidamente y respondió:

    "No".

    Somoza le dijo:

    "Él es primo hermano del Che Guevara. ¿No lo sabía?"

    "No".

    El general comenzó a reírse y le dijo: "Coronel, qué mal andan sus servicios de información".

    Ya después vino lo que todos sabemos, el Che se fue a Bolivia y lo mataron. Eso, evidentemente afectó a toda la familia. Yo visité ese país en ocasión de un evento internacional, me atendieron muy bien, había un gobierno militar, entonces mis anfitriones me preguntaron si había un lugar en especial que deseara conocer o visitar, y les dije que había uno. Me preguntaron que cuál y yo respondí:

    "La Higuera".

    Ellos me llevaron y les voy a mostrar las fotos. Ése fue un callado homenaje a mi primo.






Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(10 de febrero de 2007)


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