Cuba

Una identità in movimento


Plazas, plazoletas y plazuelas principeñas presentes en las novelas del Siglo XIX: Sab, Frasquito y Una feria de la caridad en 183...

Eliécer Fernández Diéguez


Ensayo preparado desde mi Tesis de Maestria en Cultura Latinoamericana: "Tratamiento del espacio Puerto Principe en tres novelas del siglo XIX"



Entre los años de 1528 a 1530 se construyó en Puerto Príncipe la primera de sus plazas[1] y para el año de 1734 totalizaban diez,[2] sobre las mismas un colectivo de investigadores de la Universidad de Camagüey plantea:

    "Las plazas de Camagüey se caracterizan por su configuración irregular; constituyen espacios delimitados por la intercepción de estrechas calles orientadas en una multiplicidad de direcciones y en la generalidad de los casos están marcadas en uno de sus lados por la fachada de una iglesia que le da su nombre".[3]

Dichas plazas son de manera explícita existencia real y punto de partida para la realidad otra, y de manera implícita, ya dentro de las novelas, lugares para ubicar mensajes codificados y que es necesario decodificar por los distintos tipos de lectores, por objetivos propio, a saber lectores de intensión con su designio analítico, su estudio constructivo; lectores de intensión sintetizadora o de intensión estética con su logro mayor en el disfrute estético y específicamente con la verdadera lectura crítico investigativa;[4] lugares que constituyen símbolos desde la penetración en los cifrados atrapados allí en lo explícito, por una parte, donde cada lector recibe la obra producida en la realidad de la arquitectura textual o de su entorno cercano o contextual, o en lo implícito, por otra parte donde la novelas nos da a conocer los puntos urbanos recogidos en ellas; así no se puede olvidar que una plaza en arquitectura y urbanismo se puede analizar por diversos códigos sobre esa realidad objetiva, que es de mucha importancia en el proceso de conocimiento del hombre que para el caso principeño es elemental partir de su relación directa con la obra arquitectónica por aquello que nos plantea Yadira Molina Hernández:

    "Para todo camagüeyano in situ, receptor directo de la producción local, resulta identificable su entorno inmediato y los símbolos urbanos y arquitectónicos de la vieja ciudad, al margen de conocer su clasificación o nomenclatura desde el punto de vista estilístico, y en consecuencia el artista local o aquel que decide crear en el ambiente de la ciudad de las iglesias, dispone de un conjunto de imágenes que pueden ser reconocidas en sus arista espiritual, es decir absorbidas de manera intangible, posibilitándole crear con ellas mensajes de fácil reconocimiento, al menos en una primera mirada".[6]

    "Los motivos para la creación artística son diversos en tanto el discurso puede estar determinado por disímiles factores tanto espirituales como materiales: experiencias vividas, sentimientos, tradiciones y otros temas sirven de pretexto a un artista para crear su obra. Pero en todos los casos los casos de manera explícita, siempre existirá el contexto, un ambiente, un espacio físico que permita, al creador y al receptor, la ubicación del mensaje generado sobre la base de símbolos cifrados en elementos reconocibles o apenas sugeridos".[7]

La ciudad es un organismo vivo que ha tenido que adaptarse a las circunstancias de diversas etapas de su evolución y a diferentes condicionantes que ha determinado sus principales rasgos.[8] En la literatura no deja de ser ese organismo vivo de la realidad otra con una visión de la época en que fue escrita, publicada o reeditada; agregándosele los puntos de vistas de la crítica artística — literaria; la ciencia, teoría o historia de la literatura principeña, que nos permiten apreciar en mejores detalles y realidades las circunstancias del espacio real en el espacio otro.

Para leer la ciudad desde la literatura, y, en especial desde estas tres novelas, hay que pensar en que las sugerencias son otras porque los mismos elementos connotan otra cosa diferente; a veces enriquecida al detalle, otras — la mayoría de las veces como hemos comprobado en nuestro estudio —, disminuida porque los objetivos de presentación no son científicos, sino artísticos. Incluso, es diferente a otras artes que traten el fenómeno de la ciudad; por ejemplo como nos dice Yadira Hernández:

    "Esta lectura del paisaje urbano de manera real cobra connotación en su representación desde la plástica".[9]

Dichos códigos de arquitectura y urbanismo al buscarse en las tres novelas camagüeyanas del siglo XIX escogidas para nuestro estudio, permiten apreciar — desde las novelas —, que los sistemas arquitectónicos y urbanos de las plazas reflejadas en esas obras son fenómenos presentes en la realidad objetiva y a la vez en la "realidad otra" de cada novela, que nos permite llegar a los significados de ambas realidades y de esta manera acercarnos a la esencia; en la misma dirección en que lo hace el semiólogo Charles Jencks señala en el ensayo Semiología y Arquitectura: "sería muy apropiado que el estudioso de la arquitectura encontrará también ciertos fonemas, funcionemas y tecnemasz o unidades fundamentales del significado arquitectónico"; ello es posible para nosotros ya que en nuestro proceso de lectura hermenéutica, — siguiendo las orientaciones del Dr. Luís Álvarez en su ensayo: "La lectura como interpretación".[11]

    "La clásica plaza rectangular o cuadrada definida por el sistema vial aparece en Camagüey, en San Juan de Dios, La Parroquial o la Caridad como introversiones espaciales; las restantes: la Merced, La Soledad, El Carmen o Santa Ana constituyen dilataciones de la red vial, participando del dinamismo, del movimiento originado por los flujos circulatorios, las procesiones religiosas, las actividades festivas o comerciales que otorgan al primitivo casco urbano una coherencia, una fluidez particular dentro del sistema de ciudades coloniales cubana".[12]

Deseo de conocer — intrínseco a cada hombre —, que capta la realidad arquitectónica de la ciudad de las plazas partiendo de los símbolos propios, producidos en el aquí decimonónico, y que pueden ser identificados en las lecturas, si se quiere, por una relación directa y anterior con cada espacio físco, con característica de "identificable" desde lo imaginable del texto literario. Los símbolos urbanísticos o arquitectónicos presentes en las viejas plazas abren caminos en los lectores de las novelas, donde tampoco hay clasificación técnica ni nomenclatura estilística pero si hay un posible disfrute estético que sincroniza con la presentación de la Plaza de Armas[13] o de la Plaza de la Caridad.

El código de la Plaza de Armas era también código de la ciudad, porque según Tamames:

    "Santa María del Puerto Príncipe, un misterio en la vida de las gentes hasta el siglo XIX, se revela como documento histórico cultural de sus moradores durante más de cinco siglos; y (...), se presenta a quienes la vistan como un interesante laberinto, en el cual muchos caen, sin saber como y, una vez en él no pueden encontrar desde lo racional, la explicación de su extravío".

    "Durante los siglos XVI y XVII, los habitantes hicieron una precaria arquitectura que definió una trama urbana repleta de pequeñas escenas y sonoridades al centrar su atención sobre los detalles inmediatos; una ciudad personal dentro del caribe hispano. Fue en este medio que se reveló el hombre del Príncipe: amable, sensible y generoso; arrogante y resuelto; religioso, conocedor del mundo; amable de una manera propia de hacer actuar y pensar en el entorno".[15]

Con la particularidad, de ser otra Plaza de Armas, — y por eso no debemos llamarnos a engaños —, la que se transforma en "Plaza de Recreo" en la novela Una feria de la Caridad en 183... , o plaza cercana a la casa del protagonista, donde se ejecuta este en 1826, en la novela Frasquito de José de Armas y Céspedes, al mismo del héroe bolivariano que desembarcó por Sabanalamar el 26 de enero de 1826, el que para la trama de la novela manifiesta otra manera de ser, la que es propia de esta novela, que no es mentira, sino otra realidad. Esas plazas que no son descritas sino mencionadas en las novelas juegan un papel fundamental en las novelas como espacios del imaginario principeño decimonónico. O como señala más adelante ese investigador del arte y la cultura camagüeyana:

    "La ciudad letrada, la trazada a regla y cordel, la significada quedó reducida a un lote vacío en función de la plaza de armas o la Iglesia Mayor y a las afueras, curiosamente formado un imperceptible ángulo de 90° grados con el centro, los conventos de San Francisco de Asís y Nuestra Señora de la Merced junto a algún que otro tramo de la calle recta".[16]

Comprensible para nosotros en el hecho de que el misterio arquitectónico sólo se puede descifrar leyendo cada parte del documento cultural, que para el caso de nuestro ensayo está en las plazas que conducen a las enredaderas que la circundan en un laberinto al que se entra solo con la acción de caminar, si es en la realidad de andar por la ciudad, o la acción de leer si es en la "realidad otra" de la novela del como se mueven por ellas los personajes, con acciones específicas para la trama específica de las obras de Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Ramón de Betancourt o José de Armas y Céspedes.

El código de cada plaza se descifra con ella y también con su contorno o algo coincidente en definición, su contexto, leer cada plaza como texto lleva por tanto a una lectura del contexto cercano y la correspondiente comparación con otros textos y contextos que pueden ser entonces plazas o plazuelas propias de la ciudad y presentes en las obras estudiadas, ya que según Tamames:

    "Las plazuelas personalizaron a los moradores que vivían en su cercanía; y un conjunto de asociaciones económicas, morales, espirituales o de carácter los marcaron: costumbres de negros, blancos e indios, rivalizaron para, en un todo aparentemente homogéneo, dejar un rico arco iris de maneras de ver el mundo".[17]

A lo que podemos agregar nosotros, siguiendo esa línea de pensamiento que no fue solo en las plazuelas, también las plazas como la de Armas o La Caridad se aquilatan con esos conjuntos de asociaciones.

Las plazas de las novelas seleccionadas para nuestras reflexiones son más que un lugar amplio y espacioso dentro del poblado o villa de Santa María del Puerto del Príncipe, convertida en ciudad unos años antes; más bien es espacio, lugar o sitio del imaginario de cada novelista. Espacio inventado o creado para la realidad otra de la novela, que en ninguno de los casos escogidos para reflexionar es descrito ampliamente generalmente es mencionado.

Cada novela tiene en sí un grupo de plazas, que son caracterizadas por niveles o jerarquías por la Dra. Lourdes Gómez Consuegra, dadas por "la centralidad e importancia de cada unas de ellas" ;[18] así de las cinco principales ,[19] se mencionan dos en la novela: la Plaza Mayor que es donde ejecutan a Frasquito y Andrés Sánchez en las dos realidades;[20] y La Merced que es el lugar donde sostienen dentro de la trama de la novela Frasquito la última conversación el personaje principal, antes de ir a la cárcel de Puerto Príncipe, y el comandante Segundo Lombea y Cortino; mientras que en la novela Una feria de la Caridad en 183... se habla del proyecto de conversión de la Plaza de Armas en Plaza de Recreo.[21]

Se sabe por historia que es en esa Plaza Mayor, hoy Parque Agramonte, donde se ejecutaban a las personas o se castigaban porque era el espacio principal de la ciudad de entonces, perteneciente al "área fundacional"[22] con características geométricas muy precisas de ser rectangular y con vías perimetrales en tres de sus lados; a saber las calles La mayor, hoy Cisneros, Candelaria que es conocida en la actualidad como Independencia y San Diego, actual Martí; mientras en el otro lado está la Parroquial mayor o catedral Metropolitana que no se mencionan en estas novelas. No podía ser de otra manera tanto en la realidad como en la ficción, por el hecho concreto de que estos espacios fueron, son y serán en la vida cotidiana de la ciudad e incluso de las novelas creadas o las que están por crear espacios físicos o espacios simbólicos del imaginario creativo de los narradores para la realización de diferentes actividades sociales y expresividad de la vida urbana, de muchas costumbres y tradiciones propias de la camagüeyanidad o de la camagüeyanía intrínseca de los lugareños.

Las plazas secundarias que son diez según Lourdes Gómez,[23] tienen una menor presencia en las novelas: La Caridad es el espacio principal donde se desarrolla la trama de la novela de José ramón de Betancourt, unido a la calle o alameda acompañada por portales y árboles, que es "el eje de desarrollo de la retícula"[24] y el barrio, que como espacios simbólicos permiten la feria, el juego en el garito, la trama amorosa de los personajes Fernando y Leocadia, o el caos y la muerte de Carlos Alvear, o el duelo de Fernando y César Morgán en un espacio muy cercano conocido en la novela como la Sabana de los Marañones donde hoy está el reparto Torre Blanca o el Hospital pediátrico de Camagüey. Es el espacio principal en más del ochenta por ciento de la novela, con su forma rectangular a lo "ordenanza de Felipe II",[25] mientras que las demás no se mencionan;[26] porque de Santa Ana se habla en Frasquito como calle que conduce a la Iglesia de ese mismo nombre, no como plaza. La plazuelas tampoco aparecen en las novelas, que son esas plazas pequeñas y sin iglesia "dilataciones de encuentros viales",[27] que el lector de Frasquito puede imaginar, — pero que no encuentra así —, cuando los personajes Domingo el arriero y Esteban caminan por la calle Las Carreras en dirección al barrio la Caridad, o de regreso a la fonda del Caballo Blanco en la calle "Las Carreras".


    Notas y referencias

      1. Mayor o de Armas (1528–1530) (Actual Parque Agramonte)
      2. Mayor o de Armas (1528–1530) (Parque Agramonte), La Merced 1587. San Francisco 1599, San Juan de Dios 1692,Santa Ana 1697, Soledad 1697, De Paula 1720, El Cristo 1723, De Carmen 1732, La Caridad 1734.
      3. Lourdes González Consuegra et al: Centro Histórico de Camagüey (Compendio de resultados) Grupo de Investigaciones de la Arquitectura colonial, Camagüey, Ediciones de la universidad de Camagüey, p. 76.
      4. Luís Álvarez Álvarez: Saturno en el espejo y otros ensayos, La Habana, Ediciones UNION, 2004, p. 20.
      5. Roberto Segre Prando, Lovaina Aruca y Eliana Cárdenas:: "Desarrollo de los códigos urbanos y arquitectónicos del renacimiento", en: Arquitectura y urbanismo: de los orígenes al siglo XIX. Editorial Pueblo y Educación. La habana 1987, p. 17–19.
      6. Yadira Molina Hernández: "Desde el ojo del pincel", en: Senderos, Revista de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey. No. 2. Edición semestral, enero junio 2005, p. 4
      7. Ibid.
      8. Lourdes Gómez Consuegra, Oscar Prieto Herrera y Vivian Más Sarabia: Camagüey: ciudad y arquitectura (1514-1950), Camagüey, Editorial Ácana, 2006, p. 7.
      9. Yadira Molina Hernández: Op., Cit., p. 4.
      10. Cfr. Olga García Yero: "Textos en convergencia: cine y arquitectura", en Leer Páramos lejanos. Cuatro ejercicios críticos. Camagüey, Editorial Ácana, 2001, p. 91 (Citado de Jencks, Charles: Semiología y Arquitectura).
      11. Luís Álvarez Álvarez: Saturno en el espejo y otros ensayos, La Habana, Ediciones UNION, 2004, p. 16-21.
      12. Ibidem, p. 76.
      13. Plaza que ha avanzado con la historia cultural camagüeyana, evolucionando a Plaza de la Constitución a partir de 1820, de la Reina, de recreo o Parque Agramonte. Que es una de las llamadas plazas principales del Camagüey, junto a la Merced que también aparece en las novelas (o las de San Juan de Dios, San francisco o El Carmen que no aparecen en las novelas). Recordar que las ciudades con su arquitectura y urbanismo presentadas en las novelas son espacios otros, espacios del imaginario del autor o el lector para el caso concreto de esa obra de arte.
      14. Marcos Tamames Henderson: "¡Oh, Camagüey!" En Senderos, Revista de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey. No. 2. Edición semestral, enero junio 2005, p. 14.
      15. Ibidem, p. 16.
      16. Ibidem, p. 16.
      17. Ibidem, p. 18.
      18. Lourdes Gómez Consuegra: "El centro histórico de Camagüey", en Camagüey: ciudad y arquitectura (1514-1950), p. 26.
      19. La Plaza Mayor, La Merced, San Juan de Dios, San Francisco y El Carmen; Ver: Lourdes Gómez Consuegra: "El centro histórico de Camagüey", en Camagüey: ciudad y arquitectura (1514-1950), p. 26.
      20. Tanto en la vida real e histórica de Puerto Príncipe de 1826, como en la trama de la novela de José de Armas y Céspedes, que es en sí realidad otra.
      21. Aunque estos no han sido los únicos nombres que ha tenido: Plaza de la Constitución, Plaza de la reina y Parque Agramonte.
      22. Lourdes Gómez Consuegra: Op., Cit., p. 26.
      23. Ibíd.
      24. Ibíd.
      25. Ibídem, p. 59.
      26. Ibíd. (Maceo, La Soledad, La Habana, El Cristo, Santa Ana, Méndez, del Paradero, del Teatro Principal y San José).
      27. Ibíd. (donde se destacan: Las Cinco Esquinas, del Ángel, Bedoya, Triana, Pintor, San Clemente, Juana Castillo y Avellaneda).
      28. Actual calle Avellaneda en honor a Gertrudis Gómez de Avellaneda, la insigne poetisa camagüeyana del siglo XIX, autora de la novela Sab que analizamos aquí.






Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(21 de noviembre del 2007)


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