Cuba

Una identità in movimento

La fresa marginada

Mayra Álvarez Díaz



Fresa y chocolate, duodécimo largometraje de Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) y Juan Carlos Tabio (1943), basado (como punto de partida, no como traducción literal) en un cuento del escritor y guionista Senel Paz, en El lobo, el bosque y el hombre nuevo, termina con una breve pero emotiva escena de despedida que cubre un excelente y abarcador primer plano, es un abrazo fraternal, sincero, entre Diego, homosexual que busca un espacio donde existir, amante de la cultura cubana y latinoamericana — marcada esta última por libros de Vargas Llosa y Juan Goytisolo, que hacen aparecer por primera vez en el cine, el tema de la literatura no autorizada —, portador de lo que para "otros" en los primeros años de la Revolución se dedicaron a etiquetar como "cultura burguesa", y cuyo pecado se incrementa al exaltar también figuras emblemáticas del linaje homosexual como Oscar Wilde, Andrés Gide, Federico García Lorca y al novelista barroco cubano Lezama Lima (donde refiere que leerlo es como participar en la cofradía del maestro). Diego, lucha por ser reconocido y no discriminado a causa de su opción sexual, dentro de una sociedad eminentemente machista que no perdona "esas debilidades" y las asume como trasgresiones imperdonables; en contrapartida, se presenta el personaje de David, joven heterosexual, estudiante con una formación comunista, de origen campesino, estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana, ideológicamente "correcto", que se abre al complejo mundo de las relaciones interpersonales, pero que finalmente termina aceptando sin prejuicio la amistad del primero. Esto no es un filme sobre gay, al menos, no fue la intencionalidad de sus directores, sino realizar una película sobre la amistad por encima de todas las intolerancias existentes, y en ello, también nos hacen participar los realizadores.

La razón que justifica la partida de Diego es que David, inadvertidamente, le ha comunicado a su amigo Miguel — militante revolucionario, de carácter intransigente e irreflexivo homofóbico —, sobre los actos de éste con embajadas extranjeras en Cuba. Al final de la película, con ojos húmedos (personajes y... algunos espectadores) se abrazan fuertemente los dos hombres; la música de fondo que se limita a subrayar la trascendencia del abrazo mismo, no resulta lo suficientemente convincente como para hacer ver al público amarrado a su butaca que después de 110 minutos la película se ha terminado. A pesar de que el filme trata el tema de la homosexualidad y la amistad, estos no son los únicos referentes visto por estos cineastas, aparecen otros como son el recurrente tema de la separación y el exilio y cuya escena parece situarse en el año 1980 — aunque la película se filmara en 1993, trece años después —, recordando simbólicamente, el éxodo masivo de cubanos por el Mariel hacia EE.UU. o en una época posterior y más a tono con el tiempo de su realización, cuando el país atravesaba por el llamado "periodo especial" y donde las condiciones en las que operaba el cine cubano habían cambiado abruptamente. Sin embargo, para muchos no es una película gay, sino más bien una alegoría, una llamada de aviso sobre la intolerancia y perjuicios hacia la homosexualidad. Para Diego ser gay no es sólo una cuestión de sexo; sino también de identidad y la relación que se estable entre él y David es el reflejo del tratamiento que le hizo sus directores a un tema tan delicado, primera vez que en el cine cubano toca un tema tan espinoso para la sociedad como la homosexualidad, pero a su vez, integrado con otros contenidos como la tolerancia incompatible, la amistad, la cultura prohibida y el exilio.

Es probable que el cine sea una búsqueda del sentido inalienable de las "cosas", de lo que resulta indecible o impensable y, donde el arte y la percepción artística se entremezclan para dar lugar a un tiempo cinematográfico único, irrepetible y que muy a pesar de que el ojo se comporta de modo torpe por no poder descubrir el registro de los cuadros (24 para el cine y treinta para la televisión según las normas de cada país), el efecto maravilloso que produce en la mente, en la conciencia y en el espíritu hace que valga la pena esa ignorancia y nos permita un disfrute casi orgiástico. Pero más que nada, el cine es un proyecto ideológico y cultural, con una clara intención de decir cosas sobre las que se calla o se mantiene un absoluto silencio consciente o a sotto voce.


Sociedad y homosexualidad

Hace ya algún tiempo, alguien definió la homosexualidad como

"… el amor que no se atreve a pronunciar su nombre".

Estudios realizados demuestran que no es una enfermedad, ni una cuestión puramente genética. En ese sentido, la propia antropología nos ha enseñado varias lecciones acerca de la conducta de la homosexualidad. La primera de ellas es que tal conducta es permitida en el seno de las sociedades preindustrializadas, (C.S. Ford y F.A. Beach, 1951; Carrier, 1980). En ese sentido, la homosexualidad en estas grupalidades aparece bajo tres formas fundamentales: Una primera, que podríamos llamar "homosexualidad del tipo griega", sería la relación entre un adulto y un adolescente. El primero actuando como maestro y custodio del muchacho además de que tanto uno como otro pueden mantener relaciones heterosexuales, por lo general, el adulto esta casado. Cuando el adolescente alcanza ya su estado adulto y contrae matrimonio, el vínculo anterior se disuelve, de forma que este último pueda a su vez establecer una nueva relación con alguna persona más joven. Esta forma de homosexualidad se encuentra en algunas zonas del área mediterránea, en numerosas comunidades sociales de Oriente Medio, en África y en el continente asiático, así como en algunas islas de Melanesia (Gregersen, 1983). Una segunda manifestación de homosexualidad masculina, tiene que ver con el travestismo, es decir, el vestirse con ropas de mujer. En algunas sociedades, ocurre a veces que algún hombre se siente incómodo con el rol masculino y, en vez de esforzarse por adaptarse a las exigencias sociales, opta por el papel y el atuendo femenino. Este cambio presupone a menudo que el sujeto tiene que mantener también relaciones homosexuales. Este tipo de conducta es aceptada entre las tribus indias estadounidenses de la zona de las Praderas, (sector oriental de la Montañas Rocosas) donde se les conocía como bedarches. Entre los indios navajos, los cheyenes y los mohaves se considera a los bedarches como muy buenos casamenteros y curanderos de las enfermedades de transmisión sexual. Por otra parte, en Asia septentrional algunos chamanes son travestidos y parcialmente homosexuales, con lo que sus dones y artes mágicas se extienden hacia los dos sexos. Una variante de esta condición es la llamada xanith u hombre afeminado, prostituto homosexual que se viste con ropas de tonos apastelados (no con atuendo femenino) y deambula con toda libertad por entre las mujeres, sin que se les sean aplicadas ninguna medida como las que pesan sobre los hombres (Wikan, 1982). Otras conductas, son las referidas a que la homosexualidad puede llegar a ser prescrita en condiciones muy específicas, por ejemplo, en las tribus etoros de las tierras interiores de Nueva Guinea, donde los jóvenes deben tener relaciones homosexuales hasta el matrimonio momento a partir del cual observara siempre una conducta heterosexual. Otras sociedades, ven en la homosexualidad una inclinación absolutamente normal. En ese sentido, Davenport, refiriéndose a la sociedad melanesia, escribió:

"... en una determinada etapa de su vida, puede decirse que casi todos los hombres mantienen una actividad homosexual notoriamente amplia".

La homosexualidad esta lejos de ser un problema sencillo, en muchos contextos aparece en ocasiones ligada a una figura masculina y no femenina, a pesar de que el término sea tan aplicable tanto a hombres como mujeres. En tal caso, el acto de "penetración" responde más a la función biológica y este más asociado a la figura masculina, y el "penetrado", a la figura femenina; de paso, es también considerada como más sumisa o pasiva. Este enfoque hace que para algunas personas, este último sea el verdadero homosexual, mientras que para otros, puede escapar a tal categorización. En los países latinoamericanos domina la convicción de que un individuo homosexual tiene que ser de un tipo o de otro, pero no jugar ambos papeles según la ocasión (Carrier, 1960). Sin embargo, en los Estados Unidos, esta distinción entre los roles de la homosexualidad no tienen importancia. Otra observación que nos ha dejado la antropología, es que hay zonas de intercambio entre las actitudes homosexuales y heterosexuales y que pueden concurrir en un mismo individuo. Pero la principal observación antropológica es que los roles y conductas homosexuales cambian en dependencia de las pautas culturales donde éstas ocurran. Esto abre la perspectiva de que no se puede juzgar tales conductas sin haber comprendido la cultura de fondo. Un interesante ejemplo lo encontramos en Java donde pueden existir adolescentes masculinos conocidos como gimbalas que se constituyen en compañeros sexuales de hombres adinerados o de grupos de hombres con menos recursos económicos. Al perecer estos muchachos sólo muestran una conducta exclusivamente homosexual o predominantemente homosexual, pero cuando alcanzan el estado adulto o son más maduros en la mayoría de edad y no pueden continuar siendo gimbalas se convierten en heterosexuales y, por lo general, contraen matrimonio. Otro ejemplo, no menos llamativo, es el de los muchachos que abandonan sus hogares y se encuentran recluidos en los llamados internados para adolescentes y que tienen que convivir durante casi toda su infancia, de modo que pasan la mayoría de sus años entre hombres, por lo que se ven en la necesidad de mantener relaciones sexuales con otros chicos de índole homosexual, hasta tanto alcancen la mayoría de edad y son nuevamente enviados a sus poblados, donde llevan a cabo una vida heterosexual y llegan a contraer matrimonio. En la sociedad griega se aceptaba ampliamente determinadas formas de homosexualidad, que eran tenidas como naturales por todos los estratos sociales (Hoffman, 1980). En el Simposio, Platón elogia las excelencias de la homosexualidad masculina y manifiesta que las parejas de amantes homosexuales harían los mejores soldados. Por otra parte muchas de las deidades de la mitología griega, como Zeus, Hércules, Poseidón y el héroe Aquiles, están relacionados con episodios de homosexualidad (Boswell, 1980). Otro tanto ocurría en el imperio Romano para los cuales la homosexualidad estaba igualmente aprobada tanto entre hombre como mujeres. Y es conocido que más de un emperador estaba casado con hombres.

En el otro extremo, encontramos otras sociedades que reprimen y censuran el comportamiento homosexual, tal y como sucede en la tradición judía para la cual la homosexualidad es condenable al decir que: caiga su sangre sobre ellos.

Para las sociedades occidentales, el comportamiento aprobado es el heterosexual, en tanto que, la homosexualidad es considerada como algo repulsivo, degradante, asquerosa e inmoral, al punto de que ha logrado que algunos psiquiatras la consideren como una gravísima disfunción, de naturaleza perniciosa y marginal.


Homosexualidad y poder

La primera arremetida que se recuerde contra la homosexualidad por parte del cristianismo provino de los escritos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, quienes declararon que los actos sexuales no destinados a la procreación eran contrarios a la naturaleza y, por tanto, pecaminosos. Sobre la base de esta argumentación, la iglesia católica ejerció su poder y castigó hasta el punto de llegar en algunos casos, a la tortura y la hoguera. Durante la Edad Media, las acusaciones de homosexualidad fueron una de las armas esgrimidas por la Inquisición, cuya implacable persecución raras veces dejaba de obtener confesión de la víctima sospechosa, tanto si era culpable como si no. Estas confesiones se utilizaban para presentar a los supuestos homosexuales como individuos que, además de pervertidos, eran herejes y traidores (Karlen, 1980).

Estas actitudes desmedidas contra la homosexualidad, fueron generadas por los postulados religiosos que dominaron el pensamiento occidental hasta los siglos XVIII y XIX, en que apuntó la tendencia a considerar la homosexualidad como una enfermedad (Bullgough, 1978). Esta perspectiva no fue en ninguna medida un paso de avance puesto que la medicina sólo se limitó a cambiar la palabra "pecado" por "enfermedad". Sin embargo, ya en 1957, un informe publicado en Gran Bretaña, recomienda la abolición de cualquier tipo de medida y leyes represoras ante cualquier tipo de conducta sexual entre adultos, siempre que mediara consenso mutuo. Pero una serie de sucesos nocturnos ocurridos en Christopher Street, en el Greenwich Village neoyorquino, en protesta por las redadas de la policía en un bar de homosexuales, sirvieron para demostrar la fuerza que pueden tener estos movimientos gay y su entrada en un activismo político reinvidicatorio de sus derechos civiles. Es en 1979, que en 39 ciudades, poblaciones y condados habían aprobado ordenanzas que prohibían la discriminación de los homosexuales en relación a la obtención de viviendas y trabajo. Tanto en Canadá, como en los Estados Unidos, los homosexuales forman comunidades gay y enfrentan no pocas agresiones por parte de la policía como el suceso ocurrido en una comunidad de Toronto en febrero de 1981 cuando 150 policías entraron en cuatro establecimientos de baños simultáneamente y detuvieron a 166 personas acusándolas de multitud de delitos. Estos, entre otros acontecimientos, hace que la homosexualidad vaya ocupando cada vez más espacios no sólo públicos, sino también políticos.

La homofobia es la hostilidad y el miedo que mucha gente profesa hacia los homosexuales. Sus orígenes son tan inciertos como los de la misma homosexualidad, pero algunos psicólogos postulan que, en parte, se trata de una defensa que moviliza el individuo para distanciarse de una situación que en le fondo le implica. Muchas de las brutales palizas que reciben los homosexuales o incluso, hasta asesinatos, pueden ser formas de erradicar o destruir impulsos homosexuales implícitos en el agresor.


Homosexualidad e identidad

En una sociedad las actitudes homofóbicas se manifiestan de diversas maneras. El homosexual es mayormente ridiculizado, aplicándoseles apelativos ofensivos y despreciativos de todo tipo. Son vistos como personas perversas, inmorales y trasgresores de la ética y buenas costumbres sociales en el mejor de los casos, pero en su mayoría, son considerados como personas con problemas genéticos, hereditarios o graves trastornos emocionales. Recordemos tan sólo la opinión de Krafft-Ebing, según la cual "la homosexualidad era el resultado de deficiencias hereditarias", o el concepto psicoanalítico para el cual, la homosexualidad era producto de las angustias incapacitantes de castración.

Algunos estudios de este tipo se empeñaron en demostrar que los individuos homosexuales eran emocionalmente menos saludables que las personas normales. Tanto fue así, que en 1950 prevaleció el criterio de seleccionar a los homosexuales que visitaban las consultas psiquiátricas, haciendo caso omiso del error de muestreo que llevaba implícito este estudio y llegando a la conclusión de que los homosexuales son individuos mentalmente enfermos. Por fortuna, la psicóloga Evelyn Hooker (1957) adoptó una línea de investigación más rigurosa y seleccionó a un grupo de 60 hombres: 30 homosexuales y 30 heterosexuales, que no eran ni reclusos ni pacientes psiquiátricos, y que poseían parecido nivel educacional y un coeficiente intelectual equiparable. Les sometió a varias pruebas de personalidad y obtuvo información detallada sobre sus respectivos historiales. Estos estudios fueron sometidos a un grupo de expertos que no sabían si las pruebas habían sido respondidas por un hombre hetero u homosexual. Tales resultados demostraron que no existen diferencias entre ambos grupos con lo que se obtuvo la primera indicación de que la homosexualidad no es resultado de un trastorno emocional. Otros estudios fueron más amplios, como los de Sahir y Robins (1973) que no solo comparan a los heterosexuales masculinos con los homosexuales masculinos sino con los heterosexuales no casados, puesto que el índice de ciertos trastornos psiquiátricos es más alto entre las personas solteras; se llegó a la misma conclusión, o sea, de que la mayoría de las personas homosexuales son individuos equilibrados, personas productivas que no mostraban indicio alguno de enfermedad mental. Estos estudios sirvieron para demostrar que la homosexualidad, intrínsecamente considerada, no es una forma de enfermedad mental ni va acompañada de otro tipo de signos de enfermedad mental.

No obstante estas opiniones, la identidad del homosexual esta siempre cuestionada por la sociedad, mucho más ahora que la ven vinculada a otra tragedia que afecta a la humanidad como el SIDA y a quien se le acusa y culpabiliza de ser el principal trasmisor de esta pandemia, por estar estos grupos considerablemente afectados. Un ejemplo visual se encuentra bien tratado en otro filme, en ese caso norteamericano, y que no dejó por ello de causar un revuelo enorme cuando fue exhibido por primera vez, me refiero a Filadelfia/Philadelphia (EE.UU., 1993), de Jonathan Demme.


Reflexión final

Retomando nuevamente el filme de Gutiérrez Alea y Tabio, en los últimos minutos recordemos que Diego contempla la bahía de La Habana, se lamenta de que posiblemente sea la última vez que lo haga, a lo cual David responde preguntándole si se trata, realmente, de la última vez. Quizás David pensó en la posibilidad de reconversión de Diego hacia las ideas revolucionarias es decir, en las que tiene como causa más noble la manifestación hacia el hombre como parte de una sociedad que se construye, o tal vez, su pregunta responda a que Diego regresara a La Habana después de la desaparición de esa intolerancia dentro de la sociedad. Diego no hace más que disculparse ante David al pedirle que lo perdone dos veces, quizás tres; la primera, inexplicablemente, porque no sabe que Miguel le ha estado tendiendo una trampa; la segunda, implícitamente, cuando se siente mal porque David ha descubierto que se va del país; y la tercera, porque había planeado seducirlo. Sin embargo, en ningún momento David le devuelve el gesto a Diego. No lo hace ni siquiera en la escena final donde estando cerca del Cristo de La Habana, a la entrada del puerto y bajo una atmósfera mañanera hace conmover a David para que se abra tal y como lo hizo Diego. Este se iría, no por la homosexualidad sino por cualquier motivo incluyendo la carta que escribe a las autoridades por defender los derechos de su amigo Germán otro gay a quien ayuda a exhibir sus obras de arte. Para muchas personas, es una película sobre el tema de la reconciliación y la tolerancia y, en última instancia una urgencia fílmica de adaptarse a nuevos contextos políticos sobre todo después de la desaparición de la URSS. Pero en esencia, Fresa y chocolate es un canto universal a la tolerancia y al respeto por el prójimo, al "Otro" en su más diversa expresión. A una identidad que también tiene derecho a existir, a una otredad que, con diversos matices, forma parte de cualquier cultura, sin exclusión ni marginalidad.

La marginalidad es el resultado de un sistema capitalista y es un tema abundantemente bien tratado en varios contextos. En la marginalidad se articulan y transmiten símbolos que desvalorizan la condición humana. Y pienso que, esa es una de las intenciones de los realizadores, destacar las trazas que aún perduran. La fresa marginada no es una manzana podrida.





Esta página fue enviada por Jesús Guanche.


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