Lo que se conversa dentro de un almendrón
Félix Sautié Mederos
Los almendrones son un producto del Período Especial surgidos de la creatividad del pueblo a contrapelo de todo tipo de dificultades para resolver con esfuerzo propio sus necesidades de transportación, ya que en La Habana el servicio de taxis estatales que funcionan en pesos cubanos es muy limitado y deficiente y no así el servicio que prestan las empresas que cobran en dólares, pero como la población no tiene esas posibilidades de pagar estos costos, personas emprendedoras que poseían algún vehículo de fabricación norteamericana, incluso algunos profesionales que han podido obtener la autorización para la compra de un auto de acuerdo con los muy limitados sistemas de asignación centralizada, los han preparado y previa la obtención de una licencia de trabajadores por cuenta propia, se han dedicado al alquiler de su vehículo.
Las modalidades han sido múltiples e ingeniosas pero en lo general tienen establecido recorridos con gran demanda de público.
Cada vehículo se usa colectivamente y carga 6 o 7 personas e incluso hay algunos con capacidad para más.
Los recorridos son fijos pero con flexibilidades y el costo para usarlo es de 10 pesos cubanos por persona, aunque hay algunas líneas que salen del perímetro urbano y cobran un poco más ( al cambio del momento sería unos 40 centavos de dólares).
La imaginación popular se ha encargado de ponerles este nombre por la forma que tienen algunos de estos vehículos que a muchos se le ha asemejado a una almendra grande, y de ahí viene el nombre de almendrón.
Por mi parte soy asiduo a este sistema de taxis, que por demás es muy eficiente y los conductores son corteses, conversadores y preocupados por la satisfacción de sus clientes, cuestiones que no se encuentran generalizadas en la mayoría de los servicios públicos que por lo general se prestan de forma fría, con poco amor, esperando la hora para irse y en muchas ocasiones se convierten en oportunidades en las que el que presta el servicio descarga sus frustraciones, descontentos reprimidos y amarguras sobre el cliente que tienen que atender.
Pero en el almendrón, el chofer sabe que depende de sus clientes.
Montarse en uno de estos almendrones es un verdadero show y en ocasiones una aventura.
En las calles del recorrido sus clientes o usuarios como se dice por aquí, les hacen señas y les preguntan el recorrido que además tiene posibilidades de flexibilidad dentro de la línea que trabajan, entonces abordan el auto y cada cual habla sobre sus problemas, plantea sus criterios en un ambiente no oficial lo que logra cierta corriente de comunicación entre el chofer trabajador por cuenta propia que no depende del Estado y sus pasajeros.
El chofer hace las veces de una especie de moderador muy sui géneris, porque es un moderador que además se convierte en parte de la conversación.
Bueno para no cansarlos queridos lectores, debo decirles que en los almendrones se ha venido desarrollando un muy interesante espacio de diálogo popular y cada vez los asiduos a este servicio hemos podido ir observando que las personas hablan más claramente sobre sus preocupaciones y angustias que a contrapelo de lo que nos dicen los medios de comunicación locales son muchas y muy agudas.
Haría falta que dogmáticos, burócratas y conservadores de todo lo establecido, viajaran en los almendrones un poco de incógnito para oír todo lo que dice el pueblo de ellos y de la situación que atraviesa.
Publicado originalmente en "Publicaciones del Sur", Jerez de la Frontera y en los periódicos "Información", Cádiz, "Información", San Fernando, "Información", Puerto y Faro de Algeciras
Véase: Fotos de almendrones en La Habana, por Félix Sautié Mederos