Cuba

Una identità in movimento

Cuba: El Despegue Constructivo en el Siglo XVI

Alicia García Santana



La colonización de Cuba se iniciaría con la fundación de las siete primeras villas — Baracoa, Santiago de Cuba, Bayamo, Puerto Príncipe, Sancti Spiritus, Trinidad y La Habana — a lo que puede añadirse el surgimiento temprano de El Cayo, más tarde villa de San Juan de Los Remedios. El descubrimiento de otras tierras más ricas en el Continente debilitaría el despegue de las poblaciones, afectadas, además, por la incertidumbre inicial de sus localizaciones. Otros factores, como fueron la medianía de los recursos generales de la Isla, el creciente aniquilamiento de la población indígena, los movimientos de rebeldía de los indios durante la primera mitad del siglo XVI, las disensiones provocadas por los repartimientos de las encomiendas, unido a las dificultades generales de un medio hostil y falto de comunicaciones, motivarían la ausencia del desarrollo equilibrado, imprescindible para la estabilización de los asientos poblacionales. En las villas del interior de la Isla, como Trinidad, Sancti Spiritus y Puerto Príncipe ( en la actualidad Camagüey), la situación fue particularmente grave, a juzgar por la relación hecha por el gobernador Manuel de Rojas en 1534, quién expresara:

"[...] Llegué á la Trinidad en 14 Marzo. Halléla mui despoblada i perdida; quando Narvaez fue á la Nueva Española la vì con 40 vecinos, agora con 11 ó 12 [...] sin orden de pueblo, á manera de levantados para irse despues de las noticias del Perú. [...]. La de Sancti Spiritus [...] hallé mejor con 25 á 26 vecinos, pero los mas remontados por lo del Perú. [...] De Sancti Spiritus bolví [...] á visitar la villa de Santa María del Puerto Príncipe, la qual hallé reparada según la posibilidad de sus 19-20 vecinos".[1]

En Santiago de Cuba — capital de la Isla por entonces — la población no pasaba de 15 o 20 vecinos y, en La Habana, en 1537 según el testimonio de Lope de Hurtado, se reducían a

"... 12 [...] muy pobres".[2]

No es de extrañar, pues, que el desarrollo constructivo fuera casi nulo en la primera mitad del siglo XVI, a pesar de la Real Cédula del 4 de mayo de 1534, por la que se ordenaba a los vecinos con indios encomendados que construyeran casas de piedra. En 1540, los procuradores de las primitivas villas se dirigen al Rey exponiéndole las dificultades que obstaculizaban el cumplimiento de la disposición y solicitan autorización para construir casas de maderas y tejas, pues, de lo contrario, tendrán

"... por mejor dexar los yndios y la tierra que ponerse en hazer casas [...]", ya que "... no estar la isla en estado dello, fuera a esta ciudad (Santiago de Cuba) mas de las tres partes están hecha de teja y las paredes de palmas que son muy recias [...]".[3]

Sin embargo, a pesar de las dificultades, en Santiago de Cuba se construyeron casas de piedras antes el 1528. Una de ellas, la del Cabildo, destruida posteriormente por un incendio. A partir del 1535, se comenzaron a hacer tejares y cocer ladrillos. Al año siguiente se estaban fabricando 12 o 13 casas de piedra y tejas según información de Gonzalo de Guzmán. En 1538, uno de los integrantes del séquito de Hernando de Soto, el Fidalgo de Elvas, relata que

"... la ciudad de Santiago de Cuba tendrá 80 casas grandes y bien repartidas; las más tienen las paredes de tablas y están cubiertas de heno; algunas hay de piedra y cal, cubiertas de tejas; tienen grandes corrales y en ellas hay muchos árboles".[4]

En La Habana — ciudad de privilegiada situación geográfica —, desde 1561, el movimiento provocado por el paso de las flotas actuaría como un factor de desarrollo. Testimonios documentales correspondientes a la segunda mitad del siglo XVI, localizados por María Teresa de Rojas procedentes de los protocolos de los escribanos públicos de La Habana y otros, más recientes, localizados en las mismas fuentes por la paleógrafa Nieves Arencibia, prueban la existencia de casas de mampostería en dicho período. De dichas descripciones puede inferirse que fueron casas de dos plantas, con tienda esquinera, doble puerta en la planta baja y, en la alta, una habitación de bajo puntal. Este tipo se perpetúa con las lógicas adaptaciones y se hizo frecuente en las esquinas de calles, tal como puede observarse en La Habana Vieja y otras ciudades primitivas — Trinidad, Sancti Spiritus — y aún en las de más reciente creación, como Matanzas. Otros testimonios documentales se refieren a casas de una planta, al parecer formadas por una sola dependencia delantera y cubiertas con techos de maderas de cedro.

La existencia de estas viviendas manifiesta la creciente importancia de La Habana, desde entonces la primera población de la Isla y una de las plazas comerciales más efectivas de América. Fue preciso fortificarla y a este fin arribaron a la ciudad numerosos albañiles, canteros, carpinteros y, en general, trabajadores de distintos oficios relacionados con la construcción que constituyeron la mano de obra que posibilitaría el desarrollo constructivo de la ciudad. Entre 1558 y 1588 se hace referencia en las Actas Capitulares de La Habana y en los Protocolos de Escribanos, de la existencia de 10 albañiles, 6 canteros, 1 maestro de obra, 2 tapiadores, 2 herreros, 12 carpinteros, 17 carpinteros de rivera, 2 torneros y 5 plateros. En total 57 artesanos, que representan una fuerza de trabajo considerable.[5] Durante estos años se mercedaron multitud de solares por el cabildo habanero, alcanzándose la cifra más elevada — 125 solares — entre 1573 y 1578, con un máximo de 59 en 1575.[6] Desde 1576 se intentó prohibir la fabricación de casas techadas con guano, pese a que en la práctica fue imposible hacer efectivas las medidas tomadas con tal finalidad.

El incremento de la población, en especial en los meses en que los barcos de la flota esperaban la partida en el puerto, fue el factor, entre otros, que movió la actividad constructiva. No fue éste el caso del resto de las poblaciones. Santiago de Cuba perdió la preeminencia que ostentaba en temprano siglo XVI, en beneficio de La Habana que llegaría a ser la capital del país. No obstante, en La Habana no se ha podido identificar, ni documentar construcción civil alguna del siglo XVI. Es por ello que Francisco Prat estimó que el desarrollo arquitectónico del país, en lo que a construcciones civiles y religiosas se refiere, se inicia en el siglo XVII, aseveración que, hasta el momento, no ha podido ser refutada.


Notas

1. "Apéndice a la parte política de la Historia de Cuba. Extractos hechos por D. Juan Bautista Muñoz de los documentos del Archivo de Sevilla, concernientes a la América española", en Sagra, Ramón de la, Historia física, política y natural de la Isla de Cuba. Paris, Librería de Arthys Bertrand, 1842, t. II, p. 35.
2. "Seis cartas de Lope Hurtado repitiendo sus quejas y agravios. Agosto a Diciembre de 1537", en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Isla de Cuba. Madrid, Est. Tipográfico "Sucesores de Rivadeneyra", 1885, t. II, p. 440.
3. "Carta de Martín de Maluenda al Emperador con noticias del estado de la Isla", Santiago, 10 de abril de 1540, en Ibid., t. III, p. 111.
4. De Elvas, Fidalgo. Expedición de Soto a la Florida. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1952, p. 83.
5. Véase García Santana, Alicia, Teresita Angelbello y Víctor Echenagusía, "Fuentes y antecedentes de la arquitectura tradicional cubana", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Año 74, mayo-agosto, 1983, pp. 145-181.
6. Ibid.


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