Nuestra Alicia Alonso, quien por siete décadas de vida profesional como bailarina, coreógrafa y pedagoga ha puesto su arte genial y contribuido con él a poner el prestigio de su Patria en el más alto sitial en las cuatro esquinas del mundo, celebra mañana un particular aniversario.
Nacida el 21 de diciembre, en el reparto Redención, popular barriada de Marianao, en un modesto hogar formado por Antonio Martínez Arredondo, Teniente Veterinario del Ejército, y Ernestina del Hoyo y Lugo, refinada modista, nuestra ilustre compatriota encontró en la danza desde muy temprana edad la vocación que guiaría toda su vida. Su ruta estelar, iniciada en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, en 1931, se vio obligada a tomar nuevos derroteros al tener que marchar al extranjero por el escaso nivel, los prejuicios y el carácter elitista que enfrentaba el ballet en la Cuba de entonces. Trazar su órbita artística profesional es tarea ciclópea, pues abarca desde las comedias musicales de Broadway, el Ballet Caravan, el Ballet Theater de Nueva York, el Ballet de Washington y el Ballet Ruso de Montecarlo, hasta sus colosales triunfos como estrella invitada de las más relevantes compañías, festivales y galas de ese género artístico en todo el mundo. Su excepcional rango de prima ballerina assoluta no obedece a una caprichosa petulancia jerárquica, sino al dominio de un vasto repertorio de 133 títulos que abarca las grandes obras de la tradición romántico-clásica y creaciones de coreógrafos contemporáneos.
Cuando el 28 de noviembre de 1995, en el Teatro Massini de la ciudad italiana de Faenza, hizo un alto en su trayectoria como intérprete, ya había logrado establecer un récord difícil de igualar, no solo por el tiempo de vigencia sobre las puntas, sino por el nivel de excelencia con que lo hizo.
Pero la grandeza de la Alonso, para nosotros sus compatriotas, no radica solamente en habernos representado triunfalmente en 59 países, recibir las más atronadoras ovaciones, imposibles de contabilizar, de Helsinki a Buenos Aires, de Nueva York a Tokio o Melbourne, sino por haber puesto todos los honores recibidos, entre ellos los 196 premios y distinciones internacionales y los 151 de carácter nacional, al servicio de la cultura de su Patria, revertiéndolos como fruto de un quehacer que ella ha visto siempre como modesta contribución no solo a su cultura, sino a la cultura danzaria mundial.
Hace más de medio siglo, al regresar a nuestro país cargada de honores extranjeros, no vacilaba en declarar:
"Toda mi esperanza y mi sueño cosisten en no volver a salir al mundo en representación de otro país, sino llevando nuestra propia bandera y nuestro arte. Mi afán es que no quede nadie que no grite: ¡Bravo por Cuba!, cuando yo bailo. De no ser así, de no poder cumplir ese sueño, la tristeza sería la recompensa de mis esfuerzos".
Esa patriótica postura la había llevado a fundar, junto a Fernando y Alberto Alonso, el 28 de octubre de 1948, el hoy Ballet Nacional de Cuba, y en 1950 la Academia de Ballet que llevó su nombre y tuvo la tarea histórica de formar la primera generación de bailarines dentro de los principios técnicos, estéticos y éticos de la hoy mundialmente reconocida Escuela Cubana de Ballet. Con mano firme ha sabido situar al BNC entre las compañías de mayor prestigio a nivel mundial y calorizar un sistema de enseñanza que hoy abarca la totalidad de la Isla, así como Talleres Vocacionales que son la garantía del futuro del ballet cubano. A ello habría que añadir su papel decisivo en la colaboración internacionalista que en el campo del ballet Cuba ha logrado extender a casi medio centenar de países de América, Europa, Asia y África. Pero en una ocasión como la de este día, resulta imperioso deber afirmar que hay otras Alicias que están más allá de esas hazañas y de sus milagros escénicos como Giselle, Odette-Odile, Swanilda, Lisette, Kitri, Aurora, Carmen, Yocasta, La Diva, Carolina, Ate o Lizzie Borden, por solo citar los más familiares. Es la Alicia guía y mentora, que con su don aglutinador ha logrado convocar en La Habana, en 19 festivales internacionales de ballet, a las más célebres personalidades de la danza, en una fiesta de arte y amistad que cumple ya casi medio siglo; y está también la que hemos visto dar la mejor entrega de su magisterio, lo mismo en escenarios de la más alta prosapia que en rústicas tarimas en plazas públicas, fábricas, escuelas y unidades militares, consciente de que al pueblo, cualquiera que este sea, siempre se asciende y nunca se desciende.
Los que hemos tenido el privilegio de estar a su lado, conocemos también al extraordinario ser humano que hay en ella, que por coraje y férrea disciplina no se ha dejado derrotar nunca por quebrantos físicos, vicisitudes o incomprensiones.
Una vez, cuando 38 años atrás inicié el privilegio de su cercanía, le pregunté por qué disfrutaba tanto festejar cada cumpleaños. Sin vacilar me respondió:
"Porque es la reafirmación de que estoy viva y de que me queda mucho por hacer".
Es a esta mujer, única y múltiple, real y mítica, a la que muchos admiran como leyenda intangible a la que le rendimos tributo. A ese ser humano que, con su gran sentido del humor, no presta atención al devenir de los calendarios si no es para poner en agenda las nuevas coreografías que planea crear, los pocos lugares que le quedan por conocer o los muchos planes por realizar. Es la Alicia nuestra, que aunque bañada de cosmopolitismo, añora siempre oír el canto de nuestros gallos, la que gusta del olor a salitre de su Malecón habanero donde desearía comer mariquitas de plátano frito, la que valora la mariposa y el coralillo como las flores más exquisitas, o se fascina con los adelantos científicos y los misterios del cosmos, la que afirma sin dubitación alguna que un día tendrá entre sus manos un puñado de "Debris", el polvo de estrellas que hace millones de años dio origen a la Luna, para hacerse un broche y lucirlo en su pecho el 21 de diciembre del 2170, cuando festeje los 250 años que está segura de vivir. Y auguramos que así será, porque como sabia y visionariamente la definió Juan Marinello, ella es, por sobre todo,
"... un ímpetu tenaz, frenético, heroico — disparado contra la enfermedad y contra el tiempo — hacia la perfección incansable".
Fuente: http://www.granma.cubaweb.cu/2005/12/20/cultura/artic06.html
La Habana, martes 20 de diciembre de 2005. Año 9 / Número 354