Cuba

Una identità in movimento

Cuba, aislada isla

Luis G. Naranjo



Cuando en Enero de 1959, tras dos años de difícil lucha, los revolucionarios liderados por Fidel Castro consiguen entrar en la Habana poniendo fin así a la dictadura-títere de Batista (cuya brutalidad, no lo olvidemos, se ejercía con total apoyo estadounidense), el viejo viento de la libertad de los pueblos y la igualdad de los seres humanos pareció volver a soplar, infundiendo esperanzas en millones de seres humanos de todo un subcontinente latinoamericano que presentaba parecidos síntomas de dependencia política y económica, injusticia social y corrupción de la élites dirigentes. A una escala más reducida, la revolución cubana generó las mismas ondas de atracción, miedo y rechazo que apenas cuarenta años atrás había levantado en todo el mundo la caída de la autocracia zarista y la creación del Estado soviético. Muchos ciudadanos, en cualquier lugar del planeta, se hacían la misma pregunta :¿será posible esta vez que los destinados a ser dominados y excluidos forjen con el poder recién tomado una sociedad donde la razón económica no se oponga a la razón humana?

De este modo, el devenir del nuevo régimen cubano — sus logros, sus condicionantes, sus fracasos o sus contradicciones — se ha convertido en una especie de elemento totémico para la izquierda europea, suscitando un intenso debate ideológico que va sin duda más allá del peso objetivo que el modesto estado cubano tiene o ha tenido en la historia reciente, quizás porque nos interpela a todos sobre el abismo que se abre entre los modelos teóricos y las prácticas políticas reales, y, sobre todo, porque desvela las profundas diferencias existentes en el seno de la propia izquierda a la hora de definir o valorar ideas que aparentemente nos unen, como democracia, libertad o derechos humanos.

Los últimos acontecimientos represivos (condenas a disidentes y ejecución de tres asaltantes de un barco de pasajeros) han vuelto a situar bajo el foco crítico al parece ser que agonizante régimen; en este caso, presionados por una derecha que exigía de los movimientos contra la guerra de Irak la misma movilización y condena hacia la política cubana, la mayor parte de la izquierda española se ha unido con más o menos entusiasmo a las voces radicalmente anticastristas. Sin embargo, esta condena en nombre de los grandes principios morales — que formalmente parece irreprochable — ha vuelto a ser instrumentalizada por la derecha, que ejerce la iniciativa ideológica e impone sus interesados juicios de valor al conjunto de la sociedad, sin que una izquierda cada vez más confusa y desprovista de puntos de vista y de argumentos propios, pueda hacer otra cosa que ejercer el seguidismo de la visión del mundo que otros proponen. Desde este punto de vista, la reacción de lo que pudorosamente llamamos movimientos progresistas evidencia la debilidad actual del pensamiento crítico de la izquierda y cómo los instrumentos de análisis de la vieja cultura radical europea están siendo colonizados por los propios valores y concepciones del liberalismo tradicional. En el caso de Cuba, la aplicación del pensamiento único dominante impide cualquier análisis crítico contextualizado, como el que propongo a continuación:


La "americanización" de la cuestión cubana

Cualquier intento de salvar o condenar el proceso histórico protagonizado por el régimen cubano resulta un mero ejercicio de voluntarismo si no se considera el hecho omnipresente de la hostilidad estadounidense, el gran gigante capitalista situado a sólo 150 km de Cuba. Desde el primer día del triunfo de la revolución, el presidente Eisenhower primero, y Kennedy después, hicieron lo imposible para aislar al régimen y destruirlo. Recordemos que el primer sentido de la revolución cubana no era marxista o comunista, sino nacionalista. Fue la política de la Administración norteamericana la que, paradójicamente, radicalizó el proceso revolucionario y forzó el establecimiento de vínculos económicos e ideológicos con la Unión Soviética a partir de tres decisiones. El fracasado intento de invasión de la isla, protagonizado en Bahia de Cochinos — Abril de 1961 — por un grupo de exiliados cubanos, armados y financiado por la Cia; a continuación, las presiones norteamericanas consiguieron que Cuba fuese expulsada de la Organización de Estados Americanos (enero de 1962), para evitar cualquier contagio revolucionario en lo que Norteamerica ha considerado siempre su patio trasero. Por último, el prolongado embargo (más de cuarenta años) económico y financiero que, entre otras prescripciones, impide a todo barco que atraque en un puerto cubano entrar en un puerto estadounidense en los siguientes seis meses, sitúa en listas negras para el comercio internacional a toda empresa que invierta o comercie con la isla, e impone el único acceso a créditos a corto plazo y con elevados intereses, lo que impide el desarrollo sostenible. Las consecuencias de esta política las resume el profesor Harry E. Vanden (nada sospechoso de veleidades marxistas), quien afirma:

"Las acciones del Gobierno de los EE.UU. han impuesto deliberadamente unas condiciones de vida especificamente calculadas para la eliminación física de una parte de la población".

Si a todo esto unimos la presencia absolutamente ilegal en la porción de tierra cubana de Guantánamo, en virtud de una usurpación por la fuerza tras la guerra de 1898, entenderemos la sensación de muchos cubanos de estar situados fuera del Derecho Internacional, expulsados de las garantías legales que permiten un nivel mínimo de convivencia civilizada entre naciones. Qué duda cabe que esta situación objetiva de agresión permanente e impune ha favorecido las tendencias más autoritarias en el interior del régimen, frente a otras de mayor apertura ideológica y económica que podrían haber triunfado en un contexto de respeto a la soberanía nacional cubana.


La consideración del poder mediático global

Resulta curioso observar como todos criticamos teóricamente la imposición de un discurso único a nivel mundial derivado del control de la información por las grandes redes transnacionales audiovisuales (CNN, BBC...) para a continuación, en la práctica, emitir juicios y adoptar posturas que se alimentan clara y unilateralmente a partir de ese control mediático. En el caso de Cuba, esto se traduce en la aceptación unánime de la versión norteamericana de los hechos: represión de un régimen brutal contra la libertad de expresión, condena de inocentes, cuando no de "luchadores por la libertad". Si nos tomamos la molestia de indagar en la historia reciente de la isla, o de escuchar otras versiones de los hechos, quizás nos asalte una duda razonable sobre la verdad mediática: recordemos que desde 1959 la oposición cubana, en su conjunto, ha estado dirigida y financiada por EE.UU., hasta el punto que el presidente Eisenhower llego a ordenar a Richard Bisell, jefe de la CIA, en 1960,

"... si no puedes domesticarlos, no los ayudes".

Esto permite entender la reciente política del jefe de la Oficina de Intereses de EE.UU. en Cuba, James Cason, y que dió lugar a las últimas detenciones y condenas a años de cárcel: desde su llegada a la isla, repartía sueldos mensuales de 100 dólares a ciertos disidentes, fundó en su propia casa, protegida por la inmunidad diplomática, el ala liberal del Partido Liberal Cubano, y el organo oficial de los periodistas independientes de Cuba se imprimía en su Oficina de Intereses (equivalente a una embajada).

¿Realmente es esta instrumentalización burda lo que desde aquí defendemos como libertad de expresión? ¿Se favorece una transición pacífica y negociada a la democracia con la explícita prohibición norteamericana (Ley Helms-Burton) de que participen en ella los actuales dirigentes del régimen? ¿qué hubiera ocurrido en España con una ley similar tras la muerte de Franco?


La política del doble rasero

Desde la aparición de los primeros Imperios, hace miles de años, los poderes dominantes siempre han intentado (y, desgraciadamente, conseguido) establecer un doble juicio para actuaciones similares según procedieran de agentes propios/aliados o de elementos hostiles al sistema, desde la clásica distinción de bárbaros crueles y latinos civilizados hasta la moderna consideración de héroes o fanáticos, terroristas o patriotas según el bando en que se sitúe el hecho violento. En la actualidad, la afirmación a escala planetaria de esta miserable pero efectiva lógica, se nos impone como uno de los rasgos clave que construye una realidad global a medida de los deseos e intereses de nuestros dirigentes, y que todos, en mayor o menor medida acabamos aceptando. El caso de Cuba es en este sentido muy ilustrativo: en la isla caribeña han condenado a muerte a tres personas en los últimos años, mientras que durante los últimos seis años que Bush fue gobernador de Texas, fueron ejecutadas 152 personas sólo en ese Estado, dos condenas de muerte al mes, la mayor parte negros e hispanos que seguramente hubieran corrido otra suerte de disponer de medios económicos. ¿Quién ha puesto en duda el carácter democrático de Estados Unidos por esta situación? nadie, al menos nadie de los que ejercen el poder. Pero regresemos a la ilustrada Europa, cuna de la democracia; ¿que gobierno europeo no se ha manchado de sangre ajusticiando a supuestos terroristas de manera irregular o claramente ilegal? ¿Tenemos que recordar a los GAL en España, a los muertos en Irlanda del Norte por la policia británica, a las extrañas muertes en la cárcel de miembros de las Brigadas Rojas Italianas o de grupos violentos en Alemania?... Pero mientras que para las naciones europeas se diferencia claramente el sistema político de los excesos puntuales de un partido o de la institución policial, en el caso de Cuba cualquier error sirve para una condena global al régimen, muchas veces proveniente de esa izquierda divina a la que sólo le sirve un socialismo perfecto, sin mancha alguna, y desprecia todo lo demás, lo que realmente existe en esta tierra que pisamos.


Los Derechos Humanos

Un componente esencial del desarme ideológico de la izquierda en las últimas décadas (desarme que constituye la peor de las derrotas porque consiste en interiorizar la visión del mundo generada por el neoliberalismo, esto es, el pensamiento débil, el pensamiento único, y, para amplios sectores de población, simplemente el pensamiento cero) viene consistiendo en asumir la concepción de los Derechos Humanos que el presidente Carter y Reagan después pusieron en pie primero en América Latina, luego en el Este europeo, como parte esencial de la cruzada neoliberal emprendida en los ochenta. ¿En que momento comenzó a imponerse la idea según la cual, de las tres palabras sagradas que sustentaban desde el siglo XVIII todo programa reivindicativo de los Derechos de la Humanidad — Libertad, igualdad, fraternidad — sólo nos interesa la primera? ¿Cuándo dejamos caer el derecho a la no explotación, al trabajo, a la dignidad y a la solidaridad entre naciones y grupos sociales hasta hacerlos desaparecer por el sumidero de la Historia? ¿Por qué se castiga a Cuba desde la U.E. porque no establece libertades políticas formales, mientras que no se condenan como violaciones gravísimas de los derechos humanos la muerte de hambre de niños argentinos en Tucumán, la hambruna y la miseria de millones de campesinos peruanos, colombianos o brasileños mientras que el 2% de los propietarios poseen el 85% de las tierras? ... los ejemplos sobre el incumplimiento de estos derechos humanos invisibles pero fundamentales podrían seguir hasta el infinito.

En definitiva, no se trata de renunciar a la crítica, sino de ejercerla a partir de los valores y de las ideas de la izquierda de manera que esta crítica contribuya a avanzar en el sentido político y social que nos interesa, que no es otro que la profundización de la democracia real para los ciudadanos. Pero si la crítica se realiza exigiendo a Cuba lo que no se le pide a ningún país rico y democrático, o de modo descontextualizado, haciendo abstracción de la situación de acoso que el régimen y el pueblo cubano vienen sufriendo desde hace casi medio siglo, o sin percibir la amenaza real de ocupación neoimperialista, que tras la invasión de Irak se ha hecho más creible que nunca, entonces seguramente sin pretenderlo estaremos allanando el camino a un futuro para los cubanos mucho peor que el presente que ahora viven.



Año 1 Número 27, 26 de Septiembre del 2003


Fuente:
Rebelión


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