Cuba

Una identità in movimento

Mujeres cubanas: Y el largo camino hacia la libertad... (Apuntes para conferencia magistral en la Universidad de Ca' Foscari. Venecia. Italia)

Acela Caner Román



Los cambios de una época histórica se pueden
determinar siempre en función del progreso de las mujeres hacia la libertad...
El grado de emancipación femenina constituye
la medida natural de la emancipación general.
(Carlos Marx, La sagrada familia)


El 1 de enero de 1959, después de siete años de enfrentamiento a un gobierno tiránico que segó la vida de más de veinte mil cubanos, el Ejército Rebelde dirigido por Fidel Castro derroca la dictadura militar de Fulgencio Batista. Yo, entonces, tenía quince años y el recuerdo de ese día me acompaña siempre. Por primera vez, en más de 400 años, después de muchos intentos, vidas y sacrificios, éramos libres. Imposible olvidar la emoción de un pueblo realmente libre que desbordaba las calles para abrazar a los hombres y mujeres vencedores de la guerra. Dábamos vivas a Fidel entrando en Santiago. Había triunfado en Cuba una Revolución verdadera, esencia y matriz de ese proceso transformador que marca la vida de todos los cubanos.

El protagonismo de la mujer dentro de ese proceso revolucionario cubano ha ido creciendo de modo notable. En primer lugar, por su vocación de libertad e independencia nacional puesta de manifiesto a lo largo de toda la historia patria y, en segundo lugar, por la alta preparación cultural y política adquirida que ha impulsado una revolución de la mujer dentro de la Revolución.

La Revolución cubana ha permitido a la mujer irrumpir en el mundo laboral, educacional, científico, económico, político y social en igualdad de condiciones. La intensidad de los cambios en la vida de las mujeres, en estas últimas cuatro décadas, ha sido tan impresionante que no es casual que la temática femenina en Cuba despierte tanto interés entre historiadores, sociólogos, periodistas, narradores y público en general de todo el mundo.

Un criterio aproximado sobre recorrido de la mujer cubana por el largo camino hacia su libertad puede conformarse con el conocimiento de su participación en diferentes momentos históricos de la Cuba colonial, semicolonial y revolucionaria que marcan la vida del pueblo cubano.


En la Cuba colonial...

La conquista y colonización de Cuba por España, iniciada en los primeros años del siglo XVI, encontró un muro de rebeldía entre los pacíficos habitantes de la Isla. Todo un símbolo de amor a la libertad y a la independencia de los cubanos es el sacrificio de Hatuey, el cacique de Quisquella que encabezó la rebelión de los aborígenes en la región oriental de Cuba, quemado vivo en la hoguera por enfrentar el genocidio que cometían los conquistadores.

Los aborígenes de la Isla, prácticamente exterminados, fueron sustituidos por esclavos negros traídos desde África. Rebeldes ante los desmanes de la esclavitud, muchos de esos hombres y mujeres escapaban a las zonas montañosas y cuevas del monte. Allí formaban grupos — llamados palenques — que fueron verdaderos baluartes de libertad para los negros cimarrones. Algunos de los levantamientos contra los opresores estuvieron encabezados por mujeres. Carlota, una esclava de origen lucumí, se sublevó el 5 de noviembre de 1843, en el ingenio Triunvirato. Ella dirigió la rebelión que logró extenderse por la provincia de Matanzas a las dotaciones de los ingenios Ácana, Concepción, San Lorenzo y San Miguel y numerosos cafetales y fincas ganaderas. En el ingenio San Rafael, Carlota murió combatiendo en su intento por liberar a otros esclavos. Como homenaje a esta mujer de sangre africana, la misión internacionalista de Cuba en la República Popular de Angola fue bautizada con el nombre de Operación Carlota.

Las ansias de libertad de varias generaciones de cubanos se hacen visibles en el siglo XIX. El proceso para la formación de la nacionalidad cubana se fue consolidando en los criollos. Desde diferentes posiciones, primero reclaman reformas; luego, la separación de España; hasta que triunfan plenamente las ideas independentistas.

Es una época en que las mujeres solo podían expresar sus ideas en una marco muy reducido. Las costumbres, leyes, religión y prejuicios la confinaban a la servidumbre del hogar y le negaban toda posibilidad de desarrollo intelectual. Baste conocer que la Colonia tenía decretado, según establecía el Gobierno Superior de la Isla de Cuba que:

La mujer debía conocer y realizar todos los quehaceres domésticos, por mucho que las favoreciera la fortuna y después de la observancia de las reglas de la moral, debían de ser estas las ocupaciones más imperiosas de la mujer. Esta debía ser inculcada desde las primeras épocas de la vida y todo lo que aprendieran las niñas en otras ramas de la enseñanza, debía presentárseles como adornos más o menos agradables.

Eso explica por qué, en abril de1820, Enriqueta Faver, la primera mujer en matricular estudios superiores en Cuba, lo hiciese enviando una solicitud al Protomedicato de la Universidad de La Habana, — para realizar exámenes que avalaran su condición de médico cirujano — presentándose como Enrique Faver, natural de Suiza y residente en Baracoa. Aunque en los exámenes logró ser aprobada, a Enriqueta se le retiró deshonrosamente su condición de médico al comprobarse que era una mujer. Otras mujeres, tan destacadas en las letras como Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa Pérez de Zambrana, tuvieron preceptores o fueron autodidactas porque no podían acceder a las aulas universitarias. En ocasiones, la mujer no tenía ni el derecho a estudios elementales sobre todo si su piel era oscura. Así lo demuestra la negativa de las autoridades españolas, en 1827, al permiso solicitado por la mulata Ana del Toro para abrir una escuela "para niñas de color".[1]

Los enfrentamientos armados por la independencia de Cuba se inician el 10 de Octubre de 1868. Este día, en Bayamo, el patriota cubano Carlos Manuel de Céspedes hace tañer la campana de su ingenio Demajagua para levantarse en armas contra el despiadado sistema colonial español y darle la libertad a sus esclavos. Pocos meses después, el 14 de abril de 1869, en Guaimaro, Camagüey, se efectuó la Asamblea Constituyente de la República en Armas. En aquel lugar, por vez primera en Cuba, se escuchó una exigencia de derechos para las mujeres cuando se leyó la carta que Ana Betancourt de Mora dirigiera a los principales jefes de la guerra independentista. La patriota camagüeyana expresaba:

Ciudadanos: la mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe el yugo y le desata las alas. Aquí todo era esclavo, la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. ¡Llegó el momento de libertar a la mujer!

Aquilatando la trascendencia de las palabras de Ana Betancourt, el Presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes declaró que

… la historia reconocería que una mujer de Cuba se había anticipado a su siglo pidiendo la emancipación de la mujer.

A la lucha contra el colonialismo español en esta primera guerra que se extendió hasta 1878 — de ahí su nombre la Guerra de los Diez Años —, se sumaron cientos de mujeres cuya labor heroica, contribuyó al desarrollo de la contienda. La historia recoge el nombre de la inolvidable Mariana Grajales, la madre de los hermanos Maceo, símbolo del valor y la generosidad de la mujer cubana; María Cabrales, Amalia Simoni y Bernarda Toro que acompañaron a sus esposos — generales del Ejército Libertador — en los campos de batalla afrontando graves peligros para ellas y sus hijos; Rosa, la Bayamesa, esclava negra que alcanzó grados de capitana participando activamente en las cargas al machete; Carmita Cancio, la Negra, colaboradora de Carlos Manuel de Céspedes que transportaba armas, alimentos y mensajes a los mambises; Emilia Casanova, fundadora de clubes patrióticos en la emigración, quien atesoraba cartas escritas por Giuseppe Garibaldi en las que este le habla de su apoyo a las luchas por la libertad de Cuba.

La Guerra de los Diez Años fracasó, pero los patriotas cubanos no se conformaron con la falta de libertad y la lucha continuó por diferentes vías.

En esta etapa de nuestra historia resulta significativo la notable incorporación femenina al trabajo asalariado, la explicación está dada por la carencia de brazos masculinos a partir de la contienda de 1868-1878 que obligó a la patronal a incorporar en sus talleres y, sobre todo en las tabaquerías, a un gran número de viudas y huérfanas.

Después de 17 años, de violenta tregua y varios intentos de acciones armadas dio inicio a la conocida Guerra de 1895. El intenso trabajo de las mujeres en los preparativos para esta guerra fue reconocido por José Martí, el Apóstol de Cuba. Mientras recababa el apoyo y la unión de quienes aspiraban a lograr la libertad de Cuba, el máximo organizador de la guerra necesaria expresó:

¡Delante de nuestras mujeres se puede hablar de guerra!; no así delante de muchos hombres, que de todo se sobrecogen y espantan, y quieren ir en coche a la libertad.

Efectivamente, muchas mujeres ocuparon de nuevo sus puestos de vanguardia. Primero en los clubes patrióticos que buscaban recursos humanos y materiales para iniciar la guerra. Luego, iniciada la contienda en los campos de Cuba, el 24 de febrero de 1895, numerosas mujeres estuvieron al frente de los hospitales de campaña, la logística y en el combate directo contra las tropas españolas. Sirvan de ejemplo los nombres de Adela Ascuy, capitana de Sanidad Militar, que participó en más de 40 combates; Isabel Rubio, cuya casa fuera el mayor centro conspirador de la provincia de Pinar del Río y en los campos insurrectos se dedicara a las labores de sanidad hasta morir por las heridas recibidas en combate. También, María Hidalgo, la Heroína de Jicarita, quien con siete heridas en su cuerpo no dejó caer la bandera en la decisiva batalla; y la comandante Mercedes Sirven Pérez-Puelles, organizadora de un sistema de suministro de medicamentos a los mambises, mujer que alcanzara los grados más altos dentro del Ejército Libertador.

Los españoles, para impedir por todos los medios el triunfo de las fuerzas libertadoras, enviaron a Cuba al general Valeriano Weyler. Este sanguinario general, en su pretensión de exterminar al Ejército Libertador dictó en 1896 la criminal reconcentración de la población rural. Según cálculos conservadores, las condiciones infrahumanas de la Reconcentración causaron la muerte de más de 200 mil personas, entre las que predominaban mujeres y niños.

A finales de 1897, los patriotas cubanos habían ocupado la mayor parte del territorio nacional, el ejército español había sido prácticamente derrotado y la guerra estaba por terminar con la victoria de los cubanos. Ese es el momento en que el gobierno estadounidenses decide integrarse en la contienda. La administración norteamericana declara que envía hacia Cuba algunos buques para proteger sus intereses en la Isla; mientras, sus medios propagandísticos lanzan una hipócrita campaña de condena a España y de defensa de la causa cubana.

La noche del 15 de febrero de 1898, las esperanzas cubanas de acabar con un régimen colonial zozobraron cuando, en la bahía de La Habana, estalla el buque estadounidense Maine. La voladura del Maine fue el pretexto esgrimido por el gobierno de Estados Unidos para declararle la guerra a España e intervenir en la contienda que libraban cubanos y españoles. A partir de ese momento, la guerra iniciada en el 95 es conocida como Guerra Hispano-Cubanoamericana.

Después de la batalla de Santiago de Cuba, las fuerzas coloniales aceptaron su derrota en la guerra con la firma del Tratado de París, en diciembre de 1898. La mala fe de los españoles y del gobierno de las Estados Unidos se puso de manifiesto cuando a la mesa de negociaciones no fueron llamados los patriotas cubanos, legítimos vencedores de la contienda y los mayores interesados en esos acuerdos. Los hombres y mujeres de Cuba vieron frustrada la independencia por la que habían combatido durante treinta años, mientras que Estados Unidos iniciaba un intenso proceso de recolonización de la isla caribeña.


En la Cuba neocolonial...

El 1 de enero del 1899 queda oficialmente constituido el primer gobierno de ocupación estadounidense en Cuba, que se extendería hasta el 20 de mayo de 1902. Según la administración norteamericana, su presencia en el gobierno provisional estaba avalada por el deseo de instaurar el orden en el país, detener la hambruna y contener los brotes epidémicos que amenazaban completar la obra de devastación y muerte iniciada durante la Reconcentración.

La situación de la población en la isla era muy difícil. Los estudios demográficos refieren que la frustrada independencia pagó el alto precio de 400 000 vidas humanas, entre los que murieron durante la guerra y los niños que dejaron de nacer. El Censo de 1887, último realizado antes del inicio de la guerra del 95, informa que la población de Cuba ascendía a 1 631 687 habitantes. Terminada la contienda, el Censo de 1899 marca un notable decrecimiento cuando informa una cifra de 1 572 797 habitantes, de ellos el 51,8% hombres y el 48,2%, mujeres a los cuales amenazaba la hambruna porque había sido destruida el 90% de la superficie de la tierra cultivable y había perecido más de un millón de cabezas de ganado.

El dinámico proceso de reconstrucción detuvo el desastre que amenazaba a la población civil; abrió nuevas fuentes de empleo en la agricultura y la construcción; y aceleró la organización del sistema educacional según las concepciones norteamericanas, desestimando la participación cubana en la toma de decisiones cruciales.

La aparente misión filantrópica del gobierno de los Estados Unidos para ayudar al pueblo de Cuba, tenía realmente el objetivo de obtener el control económico, político y cultural de la república en gestación.

La investigadora Raquel Vinat en su libro publicado bajo el título de Las cubanas en la posguerra (1898-1902) [2], profundiza en el hostil panorama histórico de esa etapa que alcanza visos de tragedia, especialmente, para muchas de las mujeres que se habían destacado en la lucha contra el colonialismo o habían quedado desprotegidas por haber perdido al padre o al esposo combatiendo por la libertad de Cuba.

Las penurias económicas afectaron numerosas familias, incluso a muchas que históricamente estuvieron entre las más pudientes, lo que determinó la necesidad de que las mujeres buscaran trabajo fuera del seno del hogar. Las de mayor preparación cultural encontraron un sitio importante dentro del magisterio cubano, mediante el cual, como diría el historiador Ramiro Guerra:

Un gran número de señoritas de las mejores familias de cada localidad encontró una manera honrosa y adecuada no ya de dejar de ser lo que tradicionalmente había sido en Cuba: una carga familiar, sino para constituirse en el sostén de estos.

También hubo una gran incorporación de mujeres a los servicios de sanidad y a otras labores, antes solo ejecutados por hombres. Las patronales consideraron más provechoso contratarlas a ellas por ser una fuerza de trabajo más barata. En esta etapa se hace aún más notable la falta de derechos de la mujer y estas inician un fuerte movimiento de clubes femeninos que reclaman mayores derechos civiles y laborales para su membresía.

El 20 de mayo de 1902, Tomás Estrada Palma toma posesión del gobierno de la República de Cuba, convirtiéndose en el primer presidente de una república que nace castrada. El gobierno estadounidense le había impuesto a la Asamblea Constituyente una enmienda a la Constitución de 1901, como requisito clave para el cese de su gobierno interventor. Esta enmienda le permitía intervenir nuevamente en Cuba cada vez que lo consideraran conveniente; asimismo le daban derechos a ocupar algunas bahías para establecer carboneras. A ese apéndice de la Constitución, conocido como la Enmienda Platt, aún le debemos la ocupación del territorio correspondiente a la base naval de Guantánamo en contra de la voluntad de todos los cubanos.

Tomás Estrada Palma, se caracterizó por la sumisión a los intereses económicos y políticos del gobierno de los Estados Unidos de América, la corrupción política y administrativa, y por el olvido de los más elementales derechos del pueblo cubano. El primer presidente marcaba la pauta de cómo serían todos los gobernantes de la república neocolonial.

En las primeras décadas de la República se desarrolla un pujante movimiento femenino en pos de sus derechos al sufragio y al divorcio. En las mujeres se produce un rápido crecimiento de la conciencia de igualdad y autoestima cimentado en su tradición en la lucha por la independencia y por el acceso de miles de ellas a los centros de enseñanza media y superior.

Poco a poco, a pesar de innumerables polémicas con los elementos más conservadores de la sociedad, se producen inapreciables conquistas para la mujer cuando, el 18 de julio de 1917, se aprueba la Ley de la Patria Potestad y, el 30 de julio de 1918, la Ley del Divorcio. La firma de ambas leyes convierten a Cuba en el primer país de América Latina en darle su aprobación. La primera permite a las mujeres disfrutar de la patria potestad sobre sus hijos y la posibilidad de administrar sus propios bienes sin la tutela del padres o el esposo. La segunda, no solo rompe con el matrimonio como institución dominada por los hombres, sino que acepta que el adulterio es causal de divorcio para ambos sexos y no solo un delito para la mujer.

Durante el gobierno de Gerardo Machado se establece una férrea dictadura y se cometen crímenes tan cruentos que prácticamente todos los cubanos se unen en la lucha para su derrocamiento. Era un momento sin precedentes por la calidad patriótica y política de muchos de los involucrados en la lucha. Poco después de la caída Machado, el 12 de agosto de 1933, el inolvidable luchador cubano Antonio Guiteras en su condición de secretario de Gobernación designó a dos mujeres como alcaldesas: Caridad Delgadillo, en el municipio de Jaruco y a Elena Ascuy, en Güines.

Gracias al valor de Guiteras, la junta provisional históricamente conocida como el Gobierno de los Cien Días, tomó algunas medidas tan revolucionarias que alarmaron al gobierno estadounidense que apoyó a Fulgencio Batista para propinar un golpe de estado, el 4 de septiembre de 1933. Antes de la salida del gobierno, Ramón Grau San Martín, quien era el presidente provisional, sorprendió con la firma de una ley que autorizaba el derecho de las mujeres al sufragio, hecha efectiva en 1934.

El investigador Julio González Pagés en su obra En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba[3] profundiza en diferentes momentos históricos de la lucha desarrollada por las organizaciones feministas, y por mujeres de excepcional valía. Ante todo por alcanzar la paridad con los hombres en sus derechos a ser tenidas en cuenta como ciudadanas plenas, especialmente sus derechos al voto y a ser elegidas para cargos públicos. En su obra se valora la etapa de la Asamblea Constituyente de 1940 donde se redactó y aprobó una constitución muy progresista dentro de la república neocolonial. La Constitución del 40 declaraba la igualdad independientemente de la raza, el sexo o la clase social. Además, incluía importantes reivindicaciones para la mujer; entre ellas la que instituía y regulaba la protección de la maternidad de obreras y empleadas, sin establecer diferencias entre solteras y casadas en relación con el trabajo. En la práctica, la aprobación de la avanzada Constitución no cambió en nada la situación de la nación cubana y mucho menos en el trato discriminatorio a las mujeres a quienes les fueron violados sus derechos reconocidos por la ley de leyes.

Durante el período electoral de 1944 se presentan algunas mujeres en las candidaturas de los diferentes partidos políticos. Según los analistas, en esas elecciones, el voto femenino fue determinante en el triunfo arrollador Ramón Grau San Martín quien utilizara las frases: "Las mujeres mandan" y "Mi gobierno es el de las mujeres", como consignas de su campaña presidencial. Alcanzado su propósito electoral, Grau defraudó las esperanzas que las féminas y el pueblo en general depositaran en él. El servilismo a los Estados Unidos, la corrupción gubernamental, el anticomunismo y el gangsterismo fueron las características esenciales de su gobierno.

En 1948, Grau entrega la presidencia de la República a Carlos Prío Socarrás, candidato por el Partido Auténtico, declarado ganador en amañadas elecciones. El 10 de marzo de 1952, nuevamente apoyado y estimulado por el gobierno de los Estados Unidos de América, el general Fulgencio Batista vuelve a dar un golpe de Estado. Faltaban solo 52 días para las elecciones generales. En ellas, el seguro ganador sería el Partido Ortodoxo, que propugnaba un programa de reformas en contra de la corrupción. El golpe de Estado no fue contra el presidente Carlos Prío, sino contra la libertad de elección del pueblo cubano.

De nuevo se abre otra etapa de confrontación para las mujeres cubanas. Tal como lo hicieron en la guerra contra el colonialismo español y contra la dictadura machadista se incorporan a la lucha por la libertad y la felicidad de su pueblo. Las mujeres van integrándose en las diferentes organizaciones que se enfrentan a las fuerzas represivas del régimen de facto. Al calor de la lucha contra el tirano, surgen el Frente Cívico de Mujeres Martianas y Mujeres Oposicionistas Unidas. Estas organizaciones femeninas de reconocida trayectoria, sólo reconocían el derrocamiento del régimen golpista como la prioridad fundamental de sus programas. La doctora Elvira Díaz Vallina, en su ponencia La visibilidad y la invisibilidad de la mujer en la historia de Cuba[4] presentada en el IV Taller Internacional de la Cátedra de la Mujer en la Universidad de La Habana, expuso:

Ninguna de las organizaciones insurreccionales presentó reivindicaciones para la mujer en sus programas de lucha. Tampoco lo hicieron las agrupaciones femeninas. Una explicación de este hecho particular lo ofrece Maruja Iglesias dirigente del Frente Cívico de Mujeres Martianas en el periódico Sojourner, donde precisa: "Nosotras no luchábamos por los derechos de la mujer. Nosotras luchábamos por lo que era de beneficio para todos". Con estas palabras ella resumía objetivamente el pensamiento de la mujer cubana durante los años de guerra contra la dictadura que desangró al país entre 1952 y 1958.

Al respecto un equipo de profesoras universitarias que dirijo ha estudiado los expedientes de 675 mujeres combatientes y en ninguno de ellos aparecen vestigios de un pensamiento femenino dirigido a exigir mejoras a sus derechos femeninos.

En la lucha contra la tiranía batistiana muy pronto resaltó el liderazgo de Fidel Castro Ruz, un joven abogado de apenas 25 años quien estuvo entre los primeros que condenaron el vandálico golpe de Estado del 10 de marzo. Su verbo elocuente se alzó en proclama para denunciar al gobierno anticonstitucional impuesto por las armas. En el Tribunal de Urgencia de la Habana, el 24 de marzo de 1952, Fidel Castro radicó una causa contra Fulgencio Batista por los delitos de sedición, traición, rebelión y ataque nocturno. Las garantías constitucionales estaban suspendidas en el país y el tribunal hizo caso omiso a la acusación contra el dictador.

La tensa situación política creada en Cuba estalla el 15 de enero de 1953, cuando fuerzas de la policía tirotean una manifestación estudiantil, y el estudiante universitario Rubén Batista cae gravemente herido. Tras un mes de larga agonía, el 13 de febrero, muere Rubén. Su sepelio, marcaría el punto exacto de un cambio táctico en el movimiento revolucionario que encabeza Fidel. A partir de ese momento se prepara en secreto, a paso rápido y firme, la gesta que haría desatar un proceso revolucionario que cambiaría el curso de la historia cubana. Entre los colaboradores más cercanos de Fidel se encuentran varias mujeres, dos de las cuales lo acompañarán en su asalto al Cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar del país.

En Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de Julio de 1953, Fidel Castro y sus seguidores asaltan los cuarteles militares Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Melba Hernández y Haydée Santamaría están entre los participantes. Fracasada la acción, muchos de los moncadistas fueron capturados y Fulgencio Batista dio orden de matar a 10 por cada uno de sus soldados muertos en el combate. La crueldad de esos crímenes alcanzó niveles dramáticos, como denunciara Fidel Castro, en su alegato de autodefensa, el 16 de octubre de 1953 — conocido como La historia me absolverá:

En medio de las torturas les ofrecían la vida si traicionando su posición ideológica se prestaban a declarar falsamente que Prío les había dado el dinero, y como ellos rechazaban indignados la proposición, continuaban torturándolos horriblemente. Les trituraron los testículos y les arrancaron los ojos, pero ninguno claudicó, ni se oyó un lamento ni una súplica; aún cuando los habían privado de sus órganos viriles, seguían siendo más hombres que todos sus verdugos juntos. Las fotografías no mienten y esos cadáveres aparecen destrozados. Ensayaron otros medios; no podían con el valor de los hombres y probaron el valor de las mujeres. Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée Santamaría, y dirigiéndose a la última, mostrándole el ojo, le dijeron: "Este es de tu hermano, si tú no dices lo que él no quiso decir, le arrancaremos el otro". Ella, que quería a su valiente hermano por encima de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: "Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo. "Más tarde vinieron y las quemaron en los brazos con colillas encendidas, hasta que por último, llenos de despecho, le dijeron nuevamente a la joven Haydée Santamaría: "Ya no tienes novio porque te lo hemos matado también". Y ella les contestó imperturbable otra vez: "Él no está muerto porque morir por la patria es vivir." Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana.[5]

Gracias a la tenacidad y paciente labor de tres mujeres: Lidia Castro, Haydée Santamaría y Melba Hernández, el pueblo cubano pudo conocer La Historia me Absolverá, el extenso discurso de autodefensa en el que Fidel Castro, transformado en acusador, denunció los crímenes de la tiranía y expuso el programa revolucionario de los jóvenes asaltantes. Fidel Castro, desde el llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos, les fue haciendo llegar, por las vías más ingeniosas, el histórico documento. Ellas lo rescataron línea a línea. Melba Hernández, ayudada por su padre, tuvo la responsabilidad de mecanografiar el texto y de garantizar la impresión y distribución de la valiosa arma política.

Los crímenes y atropellos de la tiranía, fortalecieron el espíritu de lucha de los cubanos, especialmente, de aquellos que pertenecían a las clases más humildes del pueblo. La opinión pública presionó al régimen batistiano hasta lograr la amnistía de los asaltantes al cuartel Moncada. Al ser excarcelado, Fidel Castro funda el Movimiento Revolucionario 26 de Julio. En la dirección nacional de esta organización se destacan Haydée Santamaría y la maestra santiaguera María Antonia Figueroa. También se incorpora en la dirigencia del movimiento el santiaguero Frank País García, un joven de solo 20 años que ya tenía constituida una organización que agrupaba a cientos de hombres y mujeres dispuestos a luchar contra el tirano. Cerradas todas las vías legales, Fidel se dirige a México para organizar una expedición que le permita dar inicio a la lucha armada, como único camino posible, en aquellos momentos, para alcanzar la liberación nacional.

El 25 de noviembre de 1956, Melba Hernández está entre quienes despiden, en el puerto de Tuxpan, México, a los expedicionarios que en yate Granma acompañan a Fidel en su viaje de regreso a Cuba, y entre los cuales se encuentra Ernesto Che Guevara. Cerca de Niquero — en la actual provincia de Granma —, la manzanillera Celia Sánchez Manduley ha organizado la recepción de los expedicionarios y su traslado a la Sierra Maestra. Mientras, como apoyo a los expedicionarios, en Santiago de Cuba se produce el levantamiento armado de la ciudad, organizado por Frank País para desviar la atención del enemigo. Vilma Espín, María Antonia Figueroa, Haydée Santamaría, Asela de los Santos y Gloria Cuadras están entre las mujeres del Movimiento 26 de Julio que participan en esa acción.

La llegada del Granma a Cuba se demoró dos días más de lo previsto, por malas condiciones atmosféricas y el rescate de un expedicionario que había caído en el mar. El desembarco se produjo en un inhóspito lugar, bastante alejado del sitio acordado y bajo el asedio del enemigo que estaba en su espera. La situación resultó tan dramática que el Che Guevara, al escribir sobre este hecho, expresó:

… más que un desembarco aquello parecía un naufragio.

Sin embargo, ello no impidió que algunos expedicionarios pudiesen alcanzar las montañas de la Sierra Maestra e iniciar la lucha guerrillera en la que cubanos y cubanas unían voluntades en pos de la libertad.

Dos años y treinta días duró la guerra iniciada contra la tiranía batistiana. Lucha que desde los primeros momentos contó con la activa participación de muchas féminas. Tanto en las guerrillas como en la vida clandestina, las mujeres fueron imprescindibles: transportaban armas; recolectaban dinero; ocultaban o trasladaban combatientes; atendían heridos y organizaban campamentos, escuelas y talleres; buscaban alimentos y medicinas, confeccionaban uniformes y mochilas; llevaban y traían mensajes; protegían la vida de los compañeros más perseguidos; combatían con las armas en las manos; ocupaban responsabilidades en diferentes niveles de dirección; en fin, se enfrentaban al peligro sin vacilaciones.

Celia Sánchez, Vilma Espín y Haydée Santamaría llegaron a la Sierra Maestra el 16 de febrero para participar en la primera reunión nacional entre los dirigentes de la Sierra y el Llano. Celia y Haydée se incorporan a la lucha en las montañas, desde donde salen en diferentes ocasiones para cumplir misiones de alto riesgo. Poco a poco, crece el número de mujeres que decide permanecer todo el tiempo en la guerrilla cumpliendo con disímiles tareas.

En 1958, se hace realidad el deseo de un grupo de guerrilleras: formar un pelotón femenino para participar en los combates. Fidel tuvo que discutir largamente con muchos oficiales de la guerrilla que no estaban de acuerdo en darle armas a las mujeres cuando eran escasas y la mayoría de las veces no alcanzaban para los hombres. El jefe guerrillero logró convencerlos y personalmente preparó y entrenó en las artes de la guerra, al pelotón femenino Mariana Grajales, e incluso lo designó para que fueran su guardia personal. El ejemplo de las Marianas echó por tierra los falsos conceptos de quienes aún no creían en la capacidad y el valor de las mujeres en la contienda.


En la Cuba revolucionaria...

La Revolución cubana, el hecho más trascendental de la historia Cuba marca el antes y el después en cualquier análisis sobre el crecimiento económico, político, social y espiritual del pueblo cubano. Ese momento no solo sella la caída de un régimen tiránico, responsable de la muerte de más de 20 mil cubanos, sino que pone en marcha el programa trazado en La historia me absolverá.

La Reforma Agraria da inicio a las grandes transformaciones. La erradicación del latifundio, la entrega de la propiedad de la tierra a los hombres y mujeres que la trabajaban, la organización de cooperativas agrícolas, la creación de nuevos puestos de trabajo cambian por completo la vida en el campo, al tiempo que aceleran los conflictos con los terratenientes nacionales y con las empresas norteamericanas propietarias de grandes latifundios.

Otras medidas que, en 1959, se materializan en beneficio de los cubanos y, especialmente, favorecen la incorporación de la mujer en los espacios públicos y de poder son: la creación de escuelas para todos los niños, que exigió la búsqueda y preparación de miles de maestras pues los 10 mil profesionales de la educación que se encontraban desempleados eran insuficientes para las demandas del país. En el campo de la salud se acometen planes para la erradicación de barrios insalubres, comienza la creación de hospitales en las zonas montañosas y las campañas para la erradicación de enfermedades, que tradicionalmente hacían estragos sobre todo en la población infantil, con la aplicación de medidas higiénicas y de vacunas.

En agosto de 1960, las organizaciones femeninas del país se reúnen para fundar la Federación de Mujeres Cubanas, organización encargada de borrar toda forma de discriminación de la mujer, como justa respuesta a sus anhelos de justicia social y dignidad humana. Las tareas de la organización se encaminaron, desde el primer momento, a favorecer la preparación plena de la mujer y su participación en todas las esferas de la sociedad. En el informe central del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro reconoció el papel desempeñado por la Federación de Mujeres Cubanas, cuando expresó:

La mujer cubana, doblemente humillada y relegada por la sociedad semicolonial, necesitaba de esta organización propia, que representara sus intereses específicos y que trabajara por lograr su más amplia participación en la vida económica, política y social de la Revolución.

Para comprender cómo la Revolución cubana ha favorecido el progreso de las mujeres hacia su emancipación y la libertad que de ella resulta, es conveniente conocer los cambios históricos de su posición al menos en tres indicadores: educación, incorporación al trabajo y participación en cargos de dirección. La síntesis que he elaborado a partir de los datos que constan en la Oficina Nacional de Estadísticas y en el Centro de Estudios de la Mujer puede servir para ello. Veamos:

En 1953, año en el que se realiza el último Censo de Población antes del triunfo revolucionario, la población de Cuba ascendía a 5 millones, 820 mil habitantes. Según esos índices, había un 55.6% de escolarización de 6 a 14 años, lo que representaba que más de un millón de niños no tenían acceso a la escuela, a pesar de que 10 mil maestros estaban desocupados. Existían 807 700 personas analfabetas que constituían el 22.3% del total de la población y el nivel de escolaridad de toda la población no superaba el 3er grado de la escuela primaria. Se calcula que más de la mitad de los analfabetos eran mujeres dadas sus condiciones sociales inferiores a los hombres. Estas cifras empeoraron en los siete años de la dictadura militar.

Una de las decisiones más importante tomadas por el Gobierno Revolucionario en el año 1959 fue, sin lugar a dudas, la creación de 10 mil nuevas aulas primarias, cifra que superaba a todas las fundadas en los 58 años de República. Mientras los cuarteles se transformaban en escuelas y había un impulso hacía la ampliación de las escuelas secundarias; se incrementa el trabajo de alfabetización iniciado por el Ejército Rebelde en la etapa insurreccional.

El 1961, declarado Año de la Educación, se dedicó a una gran Campaña de Alfabetización en la aprendieron a leer y a escribir más de 707 000 personas lo que redujo el índice de analfabetismo a 3,8% en solo un año. Tal proeza se alcanzó gracias a la participación masiva de miles de voluntarios procedentes, fundamentalmente, de las filas del estudiantado. Esta tarea requirió un gran esfuerzo femenino porque la mayoría de los maestros en aquel tiempo éramos mujeres y, también, porque fueron mujeres el 55% de los alfabetizados. A partir de ese momento, hubo un crecimiento global de la escolarización y las mujeres fuimos ubicándonos en peldaños más altos en la educación media y universitaria.

En el Perfil Estadístico de la Mujer Cubana en el Umbral del siglo XXI publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas, se recogen datos factológicos actuales que reflejan similitud en la incorporación de hembras y varones en la enseñanza primaria y en el primer nivel de la enseñanza secundaria. Sin embargo, a partir del segundo nivel, es decir preuniversitario, tiende a crecer la participación de las hembras tanto en la matrícula como en la retención escolar. La tendencia ha aumentado por años, sobre todo en el Bachillerato donde su número casi duplica al de varones, quienes por diferentes razones prefieren matricular en los cursos de educación Técnica y Profesional.

En la Enseñanza Superior, este fenómeno de crecimiento del número de mujeres en los centros de estudios se hace más notable a partir de la década del 80, en la que comienza en Cuba un proceso de feminización en los centros universitarios. Las cifras hablan por sí solas: durante el curso 1979-80 eran féminas el 48,4% de los matriculados; en el 1985-86 el índice de mujeres asciende al 54,4%; en el curso 1994-95 aumenta hasta 58,1% y en el curso 1996-97 la feminización de la enseñanza superior alcanza el 60.2% de la matrícula en todo el país.

Analizando por ramas del saber, se aprecia que la distribución de la matrícula muestra predominio de mujeres en las carreras de Ciencias Médicas y Pedagógicas, en las que precisamente ellas ocupan el 72% de la fuerza laboral, y en menor proporción en las de Ciencias Sociales y Humanísticas, Ciencias Económicas, mientras que crece su interés por las carreras técnicas.

Esta transformación sorprendente en el nivel de preparación de las mujeres cubanas tiene una relación muy estrecha con el cambio radical producido en su incorporación al trabajo y en las categorías ocupacionales en las cuales se desempeña. Si consultamos el Censo de 1953, los datos arrojan que del total de trabajadores ocupados en el país, solo el 17,6% eran del sexo femenino. De las mujeres ocupadas el 30,2% trabajaban en el servicio doméstico o servicios tales como conserjes, y empleadas de limpieza; el 13,9% realizaba trabajos de oficina; el 12,1% eran maestras. Solo el 6,2% se desempeñaba como profesionales y técnicas y el 2,0% ocupaba responsabilidades de dirección.

Al existir en Cuba, después del triunfo revolucionario, la igualdad de derechos en el acceso al trabajo asalariado y a la educación, las mujeres alcanzamos altos niveles de ocupación laboral. Así los datos muestran que, en 1981, el 31,2% de los ocupados eran mujeres; este índice se eleva a 43,2% en el año 2000. La estructura ocupacional de hombres y mujeres también se modificó de modo sorprendente, por ejemplo, ya en el 1981, las mujeres ocupan el 55% del total de los trabajadores profesionales y técnicos del país. En el año 2000, el nivel de ocupación femenina en la categoría de profesionales y técnicos se elevó hasta el 66,4%.

Aproximadamente un tercio de los cargos de dirección están ocupados por mujeres. Nosotras participamos en la toma de decisiones al más alto nivel. En junio del 2004, mientras redacto este artículo puedo afirmar que:

En mi intento por dar una visión de la mujer cubana en el camino de su real emancipación, solo he hecho referencia a sus avances en la educación y en su incorporación al trabajo y, algo muy importante, su activa y decidida participación en la toma de decisiones gubernamentales. Sin embargo, pienso que, en otra oportunidad, sería de mucho interés valorar su presencia relevante en el arte, en la literatura, en el deporte, la defensa del país o en su trabajo en la esfera político-partidista, y en otras que antiguamente le estaban vedadas.

La destacada participación de la mujer en la obra de la Revolución, su emancipación económica, política y social, y el lugar ascendente en la sociedad no ha limitado su papel en el seno familiar. No ha dejado de ser madre ni esposa. Es la doble jornada, que nos ha correspondido desempeñar a las mujeres cubanas en estas cuatro décadas de Revolución.

También, es importante considerar, las difíciles condiciones del bloqueo económico, impuesto a nuestro pueblo, por el gobierno de los Estados Unidos, desde hace más de 40 años. A lo que se añade las agresiones, sabotajes, atentados, crímenes y el resultado de toda una política hostil y mentirosa de ese gobierno, que nunca ha dejado de intentar destruir a nuestra Revolución. En este enfrentamiento, es obvio, las mujeres hemos sido doblemente perjudicadas.

Las mujeres cubanas, junto a todo nuestro pueblo, somos la Revolución. Seremos lo que nosotras seamos capaces de ser. Nos falta mucho para sentirnos plenamente satisfechas, pero sabemos que hemos escogido el camino correcto.



Cuba. Una identità in movimento

Webmaster: Carlo NobiliAntropologo americanista, Roma, Italia

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