En 1935 la república inaugurada en Cuba el 20 de mayo de 1902 tenía ya todas las características que el neocolonialismo determinaba para los países sometidos por el imperialismo. Desde 1898 Estados Unidos había frustrado la independencia de la Isla cuando intervino en una guerra donde España estaba derrotada por los cubanos, y ante la imposibilidad de anexarla, le impuso con la Enmienda Platt y el Tratado de Reciprocidad Comercial, los instrumentos que le permitieron dominarla económica y políticamente.
Estas mismas regularidades del ámbito nacional se manifiestan en la región cienfueguera todo el período neocolonial. Durante la intervención militar de los EE.UU. (1899-1902) la situación de Cienfuegos no varió respecto a la etapa de dominación española. Entre otras peculiaridades, predominó en esos momentos la práctica táctica de los grupos y las clases dominantes por desactivar las fuerzas que pudieron afectar el logro de sus objetivos. La desunión de todos los elementos que olieran a progresistas resultaba de primer orden.
El gobierno interventor yanqui maniobró para impedir la reunificación de las fuerzas políticas, y así poder lograr la supeditación de Cuba a los Estados Unidos. El 1ro. de enero de 1900, por orden del general Leonardo Wood, representante de los intereses norteamericanos aquí, fue sustituido en la alcaldía de Cienfuegos el doctor José Antonio Frías y Pérez por Leopoldo Figueroa Martí, quien era el candidato para las primeras elecciones durante la intervención yanqui, celebradas en definitiva el 16 de junio de 1900.
El primer problema que enfrentó el flamante funcionario fue el abastecimiento de agua de la ciudad. Para ello se acometió la construcción del acueducto, el alcantarillado y la pavimentación de las calles. El general Wood autorizó la utilización de 10 millones de litros del preciado líquido cada 24 horas con destino a la población.
Sin embargo, este proyecto fue uno de los ejemplos de fraude de marca mayor, que puso al desnudo el ingerencismo, la ilegalidad y las actitudes deshonestas, tanto por parte de los gringos que llevarían la mayor parte de las ganancias, como de algunos gobernantes nacionales y locales.
En las nuevas elecciones municipales convocadas para junio de 1901, el candidato postulado por el Partido Republicano, Gonzalo García Vieta, derrotó a Figueroa. No obstante a que ambos habían sido miembros distinguidos del Ejército Libertador, hubo ente ellos incidentes desagradables.
Sobre los acontecimientos de marras los historiadores Pablo Rousseau y Pablo Díaz e Villega escribieron en 1920: